¿Qué nos ha pasado?
Eduardo de la Serna
En una reciente carta al personal del
maravilloso hospital Garraham, la Conferencia Episcopal Argentina se pregunta: “¿Qué
nos ha pasado como sociedad que nos hemos vuelto insensibles al dolor de los
más vulnerables: los niños y las personas con discapacidad?”
Tengo claro que la pregunta es retórica y
pretende invitar a los lectores a pensar, y no espera, propiamente hablando,
una respuesta. Pero, “no puedo con mi genio” y yo también quiero “pensar en voz
alta” (o a vuelapluma) y dar mi opinión…
Creo que la raíz principal de lo que “nos ha
pasado” es el triunfo del individualismo, y de un individualismo exacerbado en
el que nada ni nadie importa sino solo “yo”. “Mi” opinión, “mi” deseo, “mi”
sentir, “mi” libertad. Y cada quien que se haga responsable y se ocupe de “sí
mismo”.
Y, lamentablemente, creo que en la Iglesia (y
de ninguna manera, en esto, estoy hablando de responsabilidad de la jerarquía)
el individualismo también está “omnipresente” … Desde quienes plantean que
participan cuando quieren porque “yo me arreglo con Dios” (sic), hasta las
piedades individuales (la adoración eucarística), los cantos espiritualistas en
primera persona (“ven a mi vida”, “se mueve en mi”, etc.), a la confusión de
una verdadera y profunda espiritualidad con “cosquillas” en la interioridad… Y
no quisiera ser malentendido… No digo que estas cosas sean negativas (al menos
no todas), sino que deben ser “puestas en su lugar”. Cuando se prioriza la
adoración eucarística (“Jesús y yo”) por encima de la participación comunitaria
de la Cena del Señor, ¡algo está fuera de lugar! Y eso, creo, es algo que todos
quienes tenemos responsabilidad pastoral deberíamos ayudar a ubicar.
Ciertamente, en la sociedad, con la presencia
casi todopoderosa de las redes sociales, la cosa “se resuelve” entre una
pantalla y yo. Antes, para ver una película o serie, se juntaba la familia
frente al televisor, ahora, cada quien puede ver la misma serie en el horario
que le place; antes, las comunidades dialogaban para juntas buscar la verdad
escuchando “cuánto de verdad” tiene cada opinión; hoy cada uno tiene “mi verdad”,
“tu verdad” (confundiendo verdad con opinión) con lo cual “la” verdad no
existe, o, según la posverdad, es cierto si “me” gusta que lo sea. Hoy, algo
vale si “yo lo siento” y no si ocurre lo contrario.
Una sociedad que no es comunidad sino un montón
de “individuos”, donde cada quien busca lo suyo (y, obviamente, con la
sacrosanta centralidad en la “propiedad privada”) no tiene capacidad alguna de
dialogar, de encontrarse, de empatía… de humanidad, en suma. Y, no hace falta
casi decirlo, se transforma en una sociedad donde gana el más fuerte. Siempre
gana el más fuerte. Aquello de “la unión hace la fuerza”, de “los hermanos sean
unidos” o que “todos unidos triunfaremos” no deja de ser una realidad, hoy
lejana. Sencillamente por aquello de “divide, ¡y vencerás!”
Imagen tomada de https://etcetera.com.mx/opinion/divide-y-venceras-estrategia-politica/
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