miércoles, 22 de abril de 2020

¿Una Eucaristía sin Iglesia?


¿Una Eucaristía sin Iglesia?


Eduardo de la Serna



Debo confesar que estoy sorprendido. ¿O quizás no?

Estoy confundido.

Por decenas de lugares llegan, desde Argentina y del exterior, reclamos – casi histéricos o manipuladores en ocasiones – de personas que reclaman y gritan o suplican que quieren “la eucaristía”. A veces dan como argumento una cita papal (de este papa o de los anteriores), o a veces incluso – mucho menos – una cita bíblica. Esto, además, permea en ministros ordenados, incluso episcopales. El “derecho”, la “necesidad” de la Eucaristía es motivo de reclamo. Incluso se escucha un argumento que, aparentemente, ellos entienden como irrebatible: “yo puedo ir a comprar pan, puedo ir a un negocio… pero no puedo recibir la santa eucaristía”. Con frecuencia, en algunos videos, se recurre incluso a niños (debo decir que con habitualmente rubios) que reclaman la eucaristía.

Incluso, algún obispo ha pedido que – con todos los cuidados y resguardos del caso – se permita abrir las iglesias a fin de que la gente pueda participar o recibir “el pan de la vida”, a Jesús “presente en el santo sacrificio del altar” … Todo eso hasta parecería sensato, pero… Pero, ¿dónde está la comunidad?

Alguna vez hemos comentado cuánto ha perjudicado la imagen o el dicho de “Jesús MI salvador”. Esa imagen que hace desaparecer a la comunidad, que transforma mi fe en un encuentro entre Jesús y yo (cosa que se expresa claramente en muchísimos cantos donde hay un “yo” y no un “nosotros”). “Yo necesito”, “yo quiero” la Eucaristía ¿no se parece más a un tótem que me da la paz interior? ¿No es incomprensible una “comunión” sin comunión?

También he escuchado (y reconozco que empáticamente me mueve y conmueve más) la situación de aquellos que en estos momentos padecen la enfermedad (sea esta el coronavirus o cualquier otra) y deben padecerla en absoluta soledad. Así como también el dolor de amigos, parientes y conocidos que no pueden acompañar a los suyos en estos momentos duros. Visitar al enfermo también es entrar en comunión con Jesús (así lo dice expresamente: “porque estuve enfermo y me visitaste”), pero no se escuchan clamores y alaridos: “¡queremos visitar a los (o a nuestros) enfermos!” Curiosa doble vara de encuentro con Jesús. ¡Aquel sí, este no!

Pero lo cierto es que, una vez más, encubierta en ocasiones en una cita, pareciera que estamos ante un acto de magia. Si hasta se escuchan voces, disfrazadas de religiosas, pero en realidad de las muy derechas de Europa, EE.UU. y nuestros países, responsabilizando del coronavirus al mismísimo papa Francisco por abrir las puertas a divorciados, homosexuales y a la mismísima Pachamama para el frustrado sínodo de la Amazonia (como se sabe vista ésta como una divinidad, cuando nadie seriamente ha dicho que lo sea… pero para despreciar a los pueblos indígenas, acusándolos de idólatras y supersticiosos, a la vez que demoníacos, ciertos sectores que se creen ilustrados están “a la orden del día”).

En lo personal, trato de celebrar la misa bien concentrado y con mucha alegría (con unción y devoción se decía antes), pero esto cuando hay una comunidad que celebra, una comunidad que da gracias, una comunidad que se pide perdón y perdona, una comunidad que quiere amarse y militar la vida, una comunidad de fe y esperanza, una comunidad que se pretende de hermanxs unidos bajo un mismo Padre-Madre Dios. ¡Una comunidad! Sin Iglesia, la Eucaristía creo que se asemeja más a rituales vacíos, por más que comamos a solas aquello que, en una ocasión, san Pablo dijo “eso no es la cena del Señor”.



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