martes, 7 de abril de 2020

Buenas y malas son, cosas que vivo hoy


Buenas y malas son, cosas que vivo hoy


Eduardo de la Serna



Estos tiempos nuevos, raros y distintos en los que estamos aislados, cuidados y cuidando, solos o con el pequeñísimo grupo familiar, tiempos en que no podemos salir más que para lo indispensable, y no ver amigos o familiares, muchas cosas se despiertan. Buenas y malas.

Como suele ocurrir en los momentos críticos, estos despiertan en nosotros a veces lo mejor, otras veces lo peor. Y emerge, se hace visible en ocasiones, algo o alguien desconocido en los que creíamos conocer, o incluso en nosotros mismos que, no sabíamos cómo reaccionaríamos en circunstancias críticas.

Por un lado, nos vemos inundados por las redes sociales de cosas de todo tipo… Buenas, simpáticas, agradables, incómodas, o hasta perversas. Que haya quienes aprovechen el desconcierto, el temor, la angustia en su propio beneficio, resulta sin dudas detestable. Que haya quienes se valgan para inventar falsedades, sea para divertirse o para llevar agua para su propio molino, es peor aún, es aberrante. Y no está de más que queden expuestos, y si fuera el caso, sancionados: han circulado supuestos instructivos oficiales, o lugares e instituciones a las que se podría recurrir, y no lo eran. Alguien inventó esos datos, y merecería una sanción. Al menos social.

Se ve, asimismo, la actitud de quienes actúan desentendiéndose de todo, y suben a un transporte aun contagiados, o se pasean con tablas de surf o se juntan para un asado. Esa actitud de “nada me importa” o de “a mí no me va a pasar” es lamentable. Ver la foto de decenas de dizque personas corriendo alrededor del hipódromo de San Isidro, o a un CEO en su lancha y luego en su alta gama, violando la cuarentena, causa indignación. Y estos son los casos públicos. Conocemos otros.

Pero también hay que reconocer, y celebrar, a los otros. Se ve que hay montones de personas, miles, trabajando y siendo creativos, generosos, solidarios, dedicados… cientos de lugares se están reconvirtiendo en espacios para eventuales internaciones de personas no graves: comunidades religiosas, conventos, albergues transitorios, sindicatos, escuelas y universidades, y hasta Tecnópolis y la República de los Niños… Todos los espacios posibles intentan aprovecharse. El gobierno se ha provisto de alimentos (con alguna compra que ha causado críticas, que, si bien son justificadas y es bueno que se investiguen, no estaría mal que la prensa canalla también ponga paños fríos, serenidad y contribuya a la paz social… aunque eso parece pedirle peras al olmo). El gobierno espera el pico de la pandemia para mediados de mayo; por ahora pareciera que se aprovecha para ir viendo qué, cómo y en qué casos actuar. Y aprender de otros países, lo bueno y lo malo, para repetir lo primero y rechazar lo segundo. Escuchar a Macri decirle a Alberto Fernández que debería seguir el ejemplo de como se actuó en Gran Bretaña y ver, a los pocos días, al primer ministro inglés internado en terapia intensiva, muestra el alivio de que no esté en el gobierno y pensar cómo harían sus CEOs para enfrentar esto sin ministerio de Salud, con el bombardeo a la salud pública y la investigación. Pero de esto ya hemos escrito.

Decenas de miles de personas merecen (y reciben, en ocasiones) el aplauso diario. Y no solamente habría que incluir a quienes están en el campo de la salud, sino tantos y tantas que están presentes de una u otra manera en la vida cotidiana haciendo más fácil el momento (transportistas, vendedores, fuerzas de seguridad, recolectores). La creatividad se juega, también, y florece en muchas ocasiones. Desde el chiste oportuno o que distiende, hasta la presencia de tantos y tantas que de otra manera nueva se acercan y abrazan a la distancia. Grupos de WhatsApp, correos, fotos, videos, audios, artículos van invitando a pensar, a crear, a vivir en la soledad, o el pequeño grupo en el que nos encontramos. Y, si bien es cierto, que son ocasiones en las que encontramos espacios oscuros o turbios en quienes no lo hubiéramos imaginado, también descubrimos luces y brillos esperados o sorprendentes. Recuerdo hace muchos años que pasé por un momento crítico (como los que todas, todos y todes pasamos, ciertamente) y, como me indica el “manual” interior, lo hablé con quienes consideraba mis grandes amigos. Era un momento fuerte para mí. Y, si bien en aquel momento fue difícil, y chocante algunas actitudes, hoy, a la distancia, sereno y en paz, puedo celebrar que la amistad con algunas y algunos se fortaleció, y otras amistades desaparecieron para siempre. Los momentos críticos, como los que vivimos, nos pueden servir para exponer, revelar, hacer patente la madera de la que estamos hechos. Y cuando todo esto sea pasado, podremos edificar sobre terreno firme el espacio que nos rodea. Podremos pensar nuestro ambiente personal, social, internacional y hasta político… por ejemplo: casi no hay película en la que los yanquis no salven el mundo, pero en la vida real, no son médicos yanquis los que van por todas partes a poner el hombro de la solidaridad y la equidad; casi no hay noticia en la que no nos hablen de las maravillas de las universidades privadas, la salud privada y todo lo privado en general, pero en la vida real descubrimos que es lo público (en el mundo entero) lo que está edificando y dando respuestas al dolor y la angustia, a la esperanza y la vida. Parece que el poder impresionante de la propaganda se resquebraja ante la realidad. Y sería maravilloso que aprendamos la lección antes que vuelvan a comenzar a bombardear (aunque en parte lo siguen haciendo, basta con, un día cualquiera, leer Clarín). En todos los órdenes nos encontramos con “cosas que vivo hoy” que son “buenas y malas”. No estaría de más que el Covid-19 nos sirva para aprender, ya desde hoy, la vida que queremos y pretendemos construir para todas, todos y todes.



Foto personal (Huánuco, Perú [2015]).

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