miércoles, 4 de marzo de 2020

Una reflexión a partir de dos casos de abusos

Una reflexión a partir de dos casos de abusos


Eduardo de la Serna



Entré al seminario en marzo de 1974. Entramos 14, si no me equivoco. Después del primer año introductorio, todos juntos pasamos propiamente al seminario donde convivimos 6 años (cursando a su vez, la Facultad de Teología). Después nos ordenamos de diáconos (1981) y finalmente de curas. A partir de entonces, nos vimos esporádica o muy esporádicamente. El año de ingreso nos marcó, obviamente. Fue un tiempo muy politizado, y nosotros lo éramos. Y – como era razonable – nos llevábamos mejor o peor según “el palo”. Hay – como en todos los casos -miles de anécdotas, alegres y de las otras, pero no es el caso.

Como también es de imaginar, algunos compañeros fueron dejando el seminario para empezar otra vida. A la mayoría no los he vuelto a ver. De varios guardo un buen recuerdo. A “mitad de camino” se incorporaron otros tres (un tema que merecería también un análisis, que no es el caso acá; y también por un tiempo se incorporó uno que venía del exterior, pero luego pasó a otra “comunidad”). Finalmente nos ordenamos 11 (los 3 “tardíos” + 8 de la “primera hora”). De estos 11, uno murió, Joaquín, y tres dejaron de ejercer el ministerio. Con alguno tengo contacto.

Como era común en el seminario de entonces (desconozco cómo es ahora en Buenos Aires) cada grupo formaba una comunidad. Es decir, vivimos en una casa todos los que entramos. Y hacíamos todo lo que hace una familia (salvo el tema comida para lo que había personas encargadas, y salvo “ganar dinero” para vivir. Nada menos).

Todo esto lo menciono porque compartí casa y vida con 2 compañeros ahora acusados de abuso sexual: Oscar y Roberto.

Quiero señalar que nunca me llevé bien con Roberto. ¡Jamás! Tampoco es el caso contar anécdotas. Con Oscar, en cambio, tenía una relación cordial. Incluso una vez me invitó a Pehuajó, de donde era su familia. Es cierto que a medida que se acercaba nuestra ordenación presbiteral hubo momentos de mayor tensión (ideológica, por cierto). Podría dar mi opinión sobre ambos, pero no es el caso; creo que no interesa. Lo que quiero señalar es que, de ninguno de ambos, ¡jamás! se me hubiera pasado por la cabeza que serían abusadores. Mirando retrospectivamente (aunque es cierto que no era algo sobre lo que estuviéramos alerta en ese entonces) no reconozco ningún indicio de abuso sexual. De Roberto se dice, además, que hubo “abuso de poder” y eso me parece mucho más coherente con el Roberto que conocí, pero sexuales, no encuentro indicios, aun pensando – ahora sí – con el alerta en mente.

Ambos fueron “fundadores”: Oscar de los monjes del “Cristo orante”, grupo que empezó en Buenos Aires con un apoyo inicial del cardenal Quarraccino que finalmente retiró, por lo que fueron a Mendoza, donde están todavía. Desde entonces, nunca más volví a ver a Oscar. Roberto fundó las “Miles Christi”. Un grupo que fue creciendo. Los que se formaban para el presbiterio estudiaban en el Seminario de La Plata donde por dos años fui profesor (y nunca tuve denuncia alguna, que yo sepa, a pesar que también estudiaban allí los seminaristas del obispado Castrense).

Oscar había tenido un intento de ingreso a la Trapa, por lo que el “Cristo Orante” era coherente con eso; Roberto de ingresar a los jesuitas (decía que su director espiritual era Jorge Bergoglio quien – dicen – predicó en su primera misa como cura), por lo que las “milicias de Cristo” y los Ejercicios espirituales de San Ignacio también era coherente.

Pero – insisto – durante 7 años compartimos la vida diaria (en algunos casos también el cuarto ya que – en ocasiones – vivíamos 2 por habitación, pero no me tocó a mí compartir el cuarto con ninguno de ellos, sólo un año compartí habitación con mi amigo Nacho). Pero jamás, y lo reitero, jamás, tuve indicio alguno de abuso sexual por parte de ninguno de los dos. Y, por lo que sé, ninguno de los que compartimos casa, lo hubiéramos imaginado.

No señalo todo esto para negar los hechos. Hechos que desconozco. Simplemente lo menciono para preguntarme cómo se podría evitar en el futuro. Porque yo puedo haberme llevado muy mal con Roberto, y solo al final algo distante con Oscar, pero, si hubiera sido consultado, mis planteos hubieran sido ideológicos, nunca sexuales. E – insisto – por lo que sé, creo que lo mismo dirían los demás compañeros. No sé si habrá algún tipo de test o de seguimiento psicológico pertinente, y ojalá lo haya, para prevenir víctimas futuras, pero los que compartimos vida cotidiana no tuvimos indicios de esto.

Lo curioso, es que, para muchos, yo era el “peligroso” (“lo seguís siendo porque pensás y criticás”, me acota un amigo que conoció bien de cerca la comunidad). Alguno, incluso, “profetizó” que antes de los 5 años de cura yo habría dejado el ministerio (cosa que, hasta donde sé, no ocurrió; lo que sí pasó es que antes de los 5 años pedí dejar la Arquidiócesis de Buenos Aires para venir a Quilmes, donde todavía sigo). Curioso. Roberto fue “reducido” del ministerio, Oscar está preso en “domiciliaria”, pero ellos no parecen haber sido “peligrosos”. Cosas veredes, amigo Sancho.


Imagen tomada de http://www.elcolumnero.com/eudoro-gonzalez/cosas-veredes-amigo-sancho-que-faran-fablar-las-piedras

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