El vocabulario y el juego del ahorcado
Eduardo de la Serna
Enlace viene de “lazo”. Es decir, una soga, por ejemplo, que se
anuda para atrapar, unir, integrar dos o más cosas. Por cierto, esto puede ser
positivo o no; por ejemplo, para una presa no es bueno ser enlazada, sí lo es
para el cazador. En ese caso, entonces, valorar el tal enlace supone un “lugar”
desde el que elegimos mirar la situación. Es decir, tomar partido, por el
cazador o por el cazado.
Una mesa de enlace, aunque a nivel gráfico resulta un absurdo,
porque se enlaza con sogas, hilo, o con objetos flexibles que permitan anudar,
cosa que ciertamente una mesa no lo es, en Argentina todos sabemos qué es. Y,
como en todos los casos, valorar esa tal mesa de enlace supone un “lugar” desde
el que la miramos.
Es razonable, ¿quién lo negaría?, que un grupo – el que fuere – se una,
se enlace, para defender o para conseguir beneficios (eso es un sindicato, por
ejemplo). Ahora bien, precisamente porque de lugar hablamos, es obvio que hay
otros que, o bien ponen en riesgo aquellos beneficios, o los niegan, o los relativizan.
Por eso se enlazan los anteriores. En este caso, los “de afuera” pueden mirar,
posicionarse (tomar posición) frente al hecho. Y, en este caso, mirar con los ojos
de los beneficios parece sensato. Claro que los beneficios del que mira, no del
enlazador.
Todos pudimos ver, en anteriores enlaces, camiones derramando al
borde de los caminos litros y más litros de leche. Cualquiera podría pensar
que, si no pueden conservarla, sería lógico y meritorio que esa leche fuera
donada en comedores, merenderos, escuelas, hogares, barrios populares, por
decir algo (recuerdo, por ejemplo, cuando grupos guerrilleros secuestraban
camiones de leche y las repartían en barrios, allá por los 70). Pero,
evidentemente, donar esa leche que, de otro modo, derramarán, no permitiría el
golpe de efecto que se pretende dar. Y, además, donar, regalar, solidaridad,
son términos que no figuran en el vocabulario de la mesa.
El argumento, parece ser, y debo confesar que no les creo “ni un
tantico así”, que económicamente pierden (no es que ganan menos, sino que pierden).
Y ahora, la misma mesa, con diferentes rostros, pero idénticos bolsillos (por
tanto, las mismas entidades), se enoja porque el Gobierno quiere que el precio
de la carne sea accesible a los bolsillos o las mesas argentinas (lo que
confirma que ni los bolsillos ni la susodicha Mesa lo son, pero eso ya lo
sabíamos). Y no voy a reflexionar sobre campos argentinos, forrajes argentinos,
y trabajadores (esclavos) argentinos con salarios argentinos, que cualquiera
puede entender si mira del lugar adecuado. Me interesan las mesas argentinas, y,
sobre todo, los pobres argentinos que tienen derecho (derecho es otra palabra
que tampoco figura en el vocabulario enlazado) a comer carne. No es ilógico que
todo el remanente de la carne que pueden consumir los argentinos se venda en el
exterior, y que lo hagan al precio que se les ocurra o consigan cobrar, pero no
es sensato, ni lógico, ni justo (otra palabra ausente, ¡y van!) que por la
angurria de unos pocos (tan pocos que pueden sentarse en una mesa) la mayoría
del pueblo (¡otra palabra!) no tenga acceso a algo fundamental en nuestra dieta
(o que lo fue, en tiempos pre-neoliberales) como es la carne.
Señalaba que el lazo puede ser mirado o evaluado positiva o
negativamente según quién mire, desde el lugar que lo haga. Es evidente que si
quiero mirar “desde el lugar del pobre” como me enseñó un tal Jesús, un
campesino de Galilea, mi perspectiva es evidente. Un lazo para acogotar,
ahorcar a los pobres no parece demasiado cristiano, por más misas
(presenciales, por cierto) que celebren los enlazadores o les celebren
cómplices ornamentados. Ojalá hubiera alguno de estos que tuviera la capacidad
de mirar, cambiar, convertirse; pero debo reconocer que el camello no pasa por
el ojo de una aguja. No hay manera. Y, entonces, debo manifestar que 1. estoy
en la vereda de enfrente (¿grieta?) de la “mesa de enlace”; 2. pueden usar las
palabras o categorías que deseen (“comunismo” dijo el nada transparente Etchebehere),
en lo personal las tomo como de quien vienen; 3. si fuera consultado, diría que
las medidas del gobierno son insuficientes, e iría mucho más “al hueso”, ya que
de carnes hablamos; 4. no espero nada “mirado desde este lado” de parte de los
poderes judiciales, periodísticos ni eclesiásticos… pero eso no me impide
mirar, hablar, escribir.
Una de las características de la presa enlazada es la diferencia de
“poder” (y esta palabra sí que la conocen). La presa es impotente frente al
lazo que la inmoviliza. Esa es la fuerza de los 4 enlazadores: tienen poder,
jamás razón… sólo poder. Pero, como cristiano, resulta que, a ese Jesús, arriba
mencionado, lo enlazaron en una cruz. Los poderes políticos y religiosos lo
atraparon y sometieron a la impotencia absoluta, “y muerte de cruz”, refuerza Pablo.
Pero en esa impotencia, Dios se guarda la última palabra: la vida. La fuerza de
la vida tiene un plus de sentido ante los lazos de la muerte porque Dios mira
desde “otro lugar”. Por eso muchos estamos de este lado, porque sabemos que es
el lado de Dios, el lado del Evangelio, el lado del pueblo, el lado de la vida.
La traducción de los Salmos con mucha frecuencia habla de los “lazos” de la
muerte (Salmos 18,6; 38,13; 69,23; 116,3; 119,61; 140,6; 141,9) que traducen
términos hebreos para decir trampa, redes, golpear, herir, cepo. Es decir, siempre
muerte. Es comprensible que los adoradores del dios dinero prefieran esa mesa
pequeña de muerte, pero no está mal gritarles no sólo nuestro desprecio (porque
para ellos todo debe tener un “precio”) sino que muchos
elegimos quedar del lado de Dios y de los pobres. Y por eso seguimos exigiendo
que en la mesa de las víctimas de sus lazos no falte el pan, la carne y el vino…
de la vida se ocupa Dios, que es otra palabra que no figura en sus palabras,
salvo para la blasfemia.
Foto tomada de https://www.askix.com/trampa-de-lazo-moderno-basico.html
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.