lunes, 20 de junio de 2022

Bienvenida, Colombia…. ¡Hola, Gustavo y Francia!

       Bienvenida, Colombia…. ¡Hola, Gustavo y Francia!


Eduardo de la Serna



Poca objetividad tengo al hablar de Colombia. Poca o ninguna. Y, además, no pretendo tenerla. Mucho tiempo viví en Colombia. Mucho y feliz. Y no tiene sentido contar anécdotas, que las tengo, porque no soy yo el que importa. Es Colombia. Tantos amigos, amigas colombianos y colombianas con los que hemos hablado, celebrado, comido y compartido me hacen sentirme invitado a decir algo hoy. Y ayer.

Andar por las calles de los diferentes lugares de ese país, casi mi segunda patria, es saber que la violencia existe. Y te puede tocar. Y no me refiero a los robos y arrebatos, que son otra cosa, sino a “violencia”. No es agradable a mis ojos ir por una ruta y ver al ejército en la calle. Y que los soldados (o soldaditos) levanten el pulgar, semi-sonrientes al pasar el auto (= carro). Y ver, cada tanto, un tanque al costado de la ruta me produce escozor. Me parece comprensible – no me alegra, pero entiendo – que tantas personas víctimas o víctimas potenciales (el miedo es mal consejero) teman tanto que terminen votando la “seguridad democrática” (o parecidas) porque alguien nos cuida “con mano firme y corazón grande”. Y por eso teman la paz, y la única que esperan sea la de la derrota definitiva del adversario… o su muerte. Me dolió enormemente el triunfo del “no” en el plebiscito por los Acuerdos de Paz, incluso recuerdo que, en la Universidad, en Bogotá, yo portaba un “pin” con un gran “¡Si!” sobre la bandera colombiana, y así iba a clases y a un congreso internacional de teología. Yo, ¡un extranjero! Y veía a gran cantidad de curas y obispos apoyando el ¡no!... si hasta un pobre engreído comparó los acuerdos de Paz con un “sancocho”.

Colombia, pueblo religioso como el que más (ayer Francia Márquez comenzó agradeciendo a Dios y a la Virgen), en la que los presidentes responsables de muertes y violencia ostentan enormes cruces en la frente los miércoles de cenizas, y que – tierra consagrada al Sagrado Corazón – se bromee hablando del Sangrado Corazón. Tierras de masacres (¡47! masacres en lo que va del 2022), guerrilla y paramilitarismo (bendecido por empresarios, ejército y gobiernos… desde las “paisas” Convivir a nuestros días). Esa tierra, con 7 bases militares de los Estados Unidos en su propio territorio, esa tierra, ayer ¡apostó por la paz!

Una paz que nace del diálogo y el encuentro, una paz que nace de puentes y de la vida, de la esperanza y del amor. No sé si Petro es creyente, cristiano o no. Sí sé que el discurso que pronunció anoche, fue más cristiano que los de tantos obispos temerosos o mediocres que callaban frente a un defensor de Adolfo Hitler (y no estoy banalizando, como con justicia piden tantos hoy, ante la seriedad de la Shoá… estoy repitiendo sus palabras), el que hablando contra la corrupción no aceptó firmar un pedido afirmando que no le interesa la ley (lo dijo de modo soez, como suele)… el que pretende que la mujer vaya a su casa, y los trabajadores trabajen 10 o 12 horas. Y eso ante el “prudente” silencio episcopal. Colombia apostó por la vida, el cuidado casi obsesivo por la casa común, y el cuidado de los pobres, en la justicia ambiental y la justicia social.

Bienvenida Colombia. Hola, Gustavo y Francia. Un abrazo, y, ahora, (en realidad, desde el 7 de agosto) a empezar el arduo y fascinante camino de la paz. El camino de la vida. El camino que tantos de la Patria Grande queremos caminar juntos. A seguir andando, nomás.

 

Imagen tomada de https://www.celag.org/colombia-vez-mas-lejos-la-paz/

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