¿Qué sabemos de Juan, el Bautista?
Eduardo de la Serna
Juan, a quien conocemos con el apodo de “el bautista”
por su actividad bautizadora, fue un personaje bastante reconocido en su tiempo.
De hecho, un historiador judío de la época, llamado Flavio Josefo, le dedica
un largo párrafo. Más extenso que el que le dedica a Jesús. Sin embargo,
sabemos poco de su vida salvo esa actividad. Especialmente si tenemos en cuenta
que los Evangelios no quieren contarnos historias sino predicarnos la Buena
Noticia de Jesús.
Pero intentemos decir algo. Sabemos que Juan era
mayor que Jesús, aunque no sabemos cuánto. De hecho, por un tiempo Jesús parece
haber sido su discípulo. Por eso, cuando Juan es capturado – no sabemos si se
trata de la prisión que lo conduce a la muerte o una anterior – Jesús decide
alejarse y dirigirse a Galilea. A Cafarnaúm.
Sabemos que Juan predicaba y bautizaba en el
desierto. Notemos que por desierto hay que entender lugares sin gente, no
solamente lugares sin agua, ya que, en ese caso, no podría haber bautismo. Como
se sabe, la tierra de Israel es cruzada de Norte a Sur por el rio Jordán. Allí
bautizaba Juan; seguramente no siempre en un mismo lugar, y seguramente también
sus discípulos bautizaban en otras partes, para que los más posibles recibieran
el mensaje. Vivía en las zonas desérticas, se alimentaba de lo que había en la
región y, cuando grupos de peregrinos se dirigían a Jerusalén, les predicaba y
los invitaba a recibir el bautismo como signo de que aceptaban cambiar su vida.
¿Qué predicaba, Juan? Pues que Dios no va a tardar
demasiado en intervenir, por lo tanto, debemos cambiar de actitud y de vida, de
“camino”, para que cuando eso ocurra, estemos listos para recibirlo. Por
supuesto, los cristianos y los Evangelios, creyeron (y creemos) que esa
intervención definitiva de Dios ocurrió con la presencia de Jesús. Por tanto, desde
una mirada cristiana, Juan anunció a Jesús; cosa que fue evidente porque Jesús
se hizo bautizar por él y permaneció un tiempo a su lado.
No sabemos cuándo nació Juan. Es posible – como es
el caso de otros profetas, como Jeremías o Ezequiel – que proviniera de una
familia sacerdotal. Muchos judíos de su tiempo, esperaban que Dios intervendría
celosamente ante un pueblo que se había relajado en su vida y sus costumbres. Esa
intervención, próxima, muchos la relacionaban con el antiguo profeta Elías, que,
además, algunas tradiciones de su tiempo, lo imaginaban de familia sacerdotal.
Elías se caracterizó por el celo por las tradiciones de Israel. Otros, lo
comparaban con un antiguo sacerdote de tiempos de Moisés, también famoso por su
celo por las tradiciones, llamado Pinjás. Además, en algunos escritos, esa
expectativa – se decía – significa que Dios mandará a alguien como Elías, o como
Pinjás (algunos identificaban a ambos personajes en su expectativa). Así lo
interpretan muchos cristianos, al decir que Juan es como Elías, hasta el punto
que se viste como él y le aplican textos bíblicos del Antiguo Testamento.
Cuando Herodes deja a su mujer para unirse
sexualmente con la mujer de su hermano, algo que está terminantemente prohibido
por la ley de Moisés, el celo de Juan, como ocurrió con Pinjás, lo hace
levantar la voz: “¡eso no te está permitido!” No sabemos con precisión todos
los datos, pero lo cierto es que esto fue determinante en que Juan fuera
detenido y, más tarde, ejecutado. En esto fue determinante su nueva mujer,
famosa por su carácter político (por lo que sabemos es ella la que convence a
Herodes, en Roma, donde se conocen e intiman, del divorcio de su antigua mujer,
hija del rey Aretas, y también de insistir en que busque ser proclamado rey, lo
que será un rotundo fracaso). Es posible, como dicen los evangelios, que, en un
cumpleaños de Herodes, rodeado de gente importante, en el que Herodes invita a
la niñita, la hija de Herodías, a mostrar su encanto en el baile, aprovechando
el regalo que ofrece (“lo que pidas”), que esa fuera la ocasión aprovechada por
la madre para pedir “la cabeza” de Juan, con lo que manifiesta, públicamente su
superioridad sobre el profeta, y el “descabezamiento” de su movimiento (aunque,
más tarde, parece haber seguidores de Juan en Asia Menor, incluso algunos que
lo veían como el Mesías).
El Evangelio de Lucas nos presenta en paralelo los
anuncios y nacimientos de Juan y de Jesús para mostrar la superioridad de este
sobre aquel, a quien la madre de Juan llama “mi señor”. Dos mujeres, tan
relegadas en tantos tiempos, ocupan un lugar central, no solamente por su
maternidad, sino por su colaboración activa en el plan de Dios en la historia.
Sin duda se trata de una “predicación” (un “evangelio”), pero mostrando, ya
desde los comienzos que Juan anunciará a Jesús a los presentes.
Como se sabe, en el Evangelio se insiste en que los
padres deben poner al niño el nombre de Juan, que significa “Dios se ha
compadecido”. En el texto parece que se ha compadecido de Isabel, a la que
todos miraban como rechazada por Dios, lo cual era evidente – para su tiempo – puesto
que era estéril. Pero, como ocurre en otros casos del Antiguo Testamento (como
es evidente, por ejemplo, en el caso de Abraham y Sara, aunque hay otros) esa
esterilidad es “pedagógica” ya que Dios aguarda un momento oportuno para que
esa mujer dé a luz a alguien que será fundamental en la historia de la
salvación. Sara dará a luz a Isaac, con quien empieza el cumplimiento de la
promesa de engendrar un pueblo, Israel; con Juan, de que Dios se ha compadecido
de su pueblo y pronto intervendrá para “salvar” (el nombre Jesús significa “Dios
salva”). Juan nace con una misión, “preparar para Dios un pueblo bien dispuesto”,
para que Israel se disponga a recibir a Aquel que Dios envía para que su pueblo
tenga vida.
Imagen tomada de https://desafiojoven.com/devocional-juan-el-bautista.html
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