Gómer
Eduardo de la Serna
Hace ya bastante tiempo, en estas páginas,
comentamos la figura de ese gran profeta que fue Oseas. Allí decíamos que Oseas
sabe mirar en su historia personal un reflejo de la historia del pueblo de Dios
y sacar conclusiones. Lo que él experimenta es la infidelidad de su mujer,
Gómer, y piensa en la infidelidad del pueblo de Israel ante el amor de Dios por
él. Parece conveniente, ahora, decir unas palabras sobre su mujer. El nombre Gómer en hebreo significa
“completez”, “suficiente” y el libro de Oseas nos dice que Dios le encarga al
profeta “tomar a una mujer dada a la prostitución” (1,2) y entonces tomó a
Gómer. Esta es la única vez que es mencionada por su nombre (hay otras personas
así llamadas, en general varones; ver Gen 10,2; 1 Cro 1,5; Ez 38,6).
Es sabido que la prostitución
ha sido un oficio muy habitual en (casi) todas las culturas, aunque – hemos de
decirlo claramente, suele ser un oficio despreciable para la mujer, pero no
para los clientes. Es oportuno repetir acá a sor Juana Inés de la Cruz al decir
“¿cuál es de más culpar … la que peca por la paga / o el que paga por pecar?”
Pero también hay que señalar que en muchas culturas también el sexo (y la
prostitución, no solamente femenina) estaba ligada a lo religioso. Es decir,
las relaciones sexuales eran vistas como un acto de culto a las divinidades de
la fecundidad en orden a asegurar fertilidad de los campos, los ganados o las
familias. De Gómer sólo se nos dice que se ha “dado a la prostitución” aunque
las consecuencias que extrae el profeta invitan a pensar en este tipo de
contexto. Incluso, si bien se nos dice que concibieron un hijo, Yizreel (1,4)
de los otros dos hijos no se hace referencia al padre (1,6.8; 2,6 hace pensar
que no son del profeta) sólo a sus nombres claramente simbólicos: “no-compadecida”
y “no-mi-pueblo”.
Sin embargo, se ha señalado con justicia que la frecuente lectura de Dios, varón, esposo, víctima de Israel, esposa infiel es bastante machista. También se podría haber dicho lo contrario: Dios, esposa enamorada, engañada por su esposo Israel. Pero, como en tantas culturas, la infidelidad (o lo que se entiende por tal) de la esposa ha de ser duramente castigada, mientras que la del varón suele ser comprendida y tolerada. Pero volvamos a Gómer.
El profeta ama a su esposa,
pero luego de los momentos naturales de tristeza o de ira (2,4) decide
separarse de ella; sin embargo, pareciera – al menos en una parte – que el
esposo sanciona a la mujer a una suerte de confinamiento (2,8.12). Pero su amor
– como el de Dios por su pueblo – es enorme y decide re-conquistarla (2,21-22).
Oseas está invitado a “amar… como ama Yahvé” (3,1). Pero, hay que mirar
atentamente (especialmente en el cap.2) ya que por momentos no es claro cuándo
habla Oseas y cuándo habla Dios, cuándo habla Gómer y cuándo habla Israel. La
metáfora ha “atrapado” a los personajes.
Pero, precisamente por la metáfora, es fundamental
entender que “la mala” de la obra no es Gómer sino los ídolos. El Dios amante
quiere reconquistarla, a pesar de los momentos en los que se victimiza y critica
a la esposa. Son sus amantes los que deben ser cuestionados y rechazados (se
les impedirá llegar a ella, 2,8). Los regalos que ella (Gómer/Israel) cree que
provienen de los ídolos/amantes vienen verdaderamente de Dios (2,10); “no
sabía”.
No hemos de olvidar que Oseas es un libro que tiene
una intención, y esta no es criticar a Israel / Gómer sino cuestionar a los
amantes (= varones) que conducen al pueblo de Dios a la infidelidad.
Suele pasar que en los momentos en que las cosas van
bien nos olvidamos de Dios (2,10; 10,1); suele pasar que en los momentos en los
que pareciera que todo va mal caemos en la desesperanza. Gómer es expresión del
amor increíble de un Dios que siempre está a nuestro lado y nos abre las
puertas y el corazón para celebrar la vida
Imagen tomada de https://www.worldhistory.org/image/15449/hosea-and-gomer/
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