Eleazar, un anciano honorable
Eduardo de la Serna
En las Biblias católicas (no en las Biblias protestantes o la Biblia judía) hay un libro llamado 2º de los Macabeos que cuenta la fascinante historia de un anciano llamado Eleazar. El nombre “Eleazar” es muy frecuente en la Biblia y muchas personas lo llevan, por ejemplo el hijo de Aarón, el hermano de Moisés (ver Ex 6,23) que también será sacerdote, e incluso hay un Eleazar en la genealogía de Jesús según la presenta san Mateo (Mt 1,15). Un diminutivo de este nombre también es conocido: Lázaro. Pero de este anciano, que era un importante escriba que desde niño se caracterizó por un “proceder inmejorable” (2 Mac 6,23), solamente sr nos habla este libro. Veamos lo que nos cuenta el texto:
Durante el imperio griego (por el
año 168 antes de Cristo), el “rey” Antíoco IV comenzó una importante campaña
para imponer por la fuerza la ley y las costumbres griegas, lo que significó
obligar a los judíos a renunciar a sus “costumbres” (lo que implica también el
cumplimiento de la ley): mataban a las madres que hacían circuncidar a sus
hijos (1 Mac 1,60-61; 2 Mac 6,10), quemaron los libros de la Ley de Dios (1 Mac
1,56), levantaron altares a ídolos (1 Mac 1,54), dedicaron el Templo de
Jerusalén a Zeus (2 Mac 6,2) donde se celebraban banquetes y orgías, se
prohibió la celebración del sábado, aun en privado (2 Mac 6,11), y se obligó a
comer carne prohibida por la ley, como la carne de cerdo (2 Mac 6,18). Esto
supuso entre los judíos tres tipos de actitudes diferentes. Muchos, para no afrontar
la muerte, renunciaron a la fe y las costumbres, son los apóstatas, otros
muchos aceptaron la muerte antes que renunciar a su fe, son los mártires, pero
quedaba un tercer grupo: los “simuladores”. Es decir, aquellos que “simulaban”
comer carne de cerdo, por ejemplo, pero en realidad comían carne permitida por
la ley. Es decir, estos no violaban la ley, pero simulando hacerlo lograban escapar de la
muerte. Frente a este grupo, el libro de los Macabeos nos contrapone el ejemplo
de Eleazar, el desafío, el tema, no era “el individuo”, sino la “comunidad”.
De él se nos dice que, además de tener
un “proceder inmejorable”, era un anciano de noventa años (6,24). Ante la
obligación de comer carne de puerco, sus viejos amigos y aquellos que lo respetaban
quieren evitar su muerte. Se trataba, además, de carne ofrecida en sacrificio (6,21) lo
que la transformaba en doblemente impura, por lo que estos invitan a Eleazar a
traer su propia carne, por tanto comer carne lícita, y así se libraría de la muerte
(6,22). Pero el anciano toma una firme decisión rechazando este planteo. ¿Cuál
es la razón? El testimonio (o mejor, el anti-testimonio) que daría a los
jóvenes (6,24) que verían la traición y apostasía del anciano para apegarse a
los pocos años de vida que le quedan (6,25). Por el contrario, aceptando la
muerte será “honrado” (el honor era muy importante en el mundo antiguo), “digno
de su ancianidad”, dejará un “ejemplo noble” (6,25.27-28).
Los que antes lo quisieron
proteger ven esto como una locura y se irritan, pero Eleazar –apaleado para
matarlo- hace una última confesión de fe: «El Señor,
que posee la ciencia santa, sabe bien que, pudiendo librarme de la muerte,
soporto flagelado en mi cuerpo recios dolores, pero en mi alma los sufro con
gusto por temor de él». (6,30)
En tiempos de martirio, como los que vivió Eleazar, el sostenimiento de la fe era lo principal, para el pueblo de Dios. Muchos prefirieron abandonarla, y otros afrontaron la muerte, como dijimos. Eleazar es modelo de aquellos que miran ante todo el bien de los demás, en especial de los jóvenes, antes que su propio beneficio. Era evidente que si hubiera comido “simulando”, no violaría la ley de Dios, pero el “testimonio” que daría ante los demás los invitaría a abandonar su fe. La palabra “mártir” es una palabra griega que significa “testigo”; son aquellos y aquellas que dan testimonio de aquello en lo que creen hasta el final de su vida, hasta la muerte violenta. El cuidado de la fe de los hermanos, y en especial de los pequeños, los débiles (= los jóvenes) es lo principal para Eleazar. A personas como él alude la carta a los Hebreos donde canta la fe de tantas y tantos testigos:
«Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor; otros soportaron burlas y azotes, y hasta cadenas y prisiones; apedreados, torturados, aserrados, muertos a espada…» (Heb 11,35-37)
Imagen de Eleazar y demás mártires tomada de https://m.facebook.com/ICOSanJorge/photos/1-de-agosto-los-7-macabeos-y-su-madre-salom%C3%A9-y-su-maestro-eleazar-el-ancianolos-/2117851164923785/
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