La
inhumanidad avanza
Eduardo de la
Serna
Hace ya mucho
escribí algunas notas aludiendo a la humanidad. Porque creo que antes de mirar
la paja en el ojo ajeno hay que mirar la viga en el propio, como pone
en boca de Jesús un texto que comparten Mateo y Lucas, comencé haciendo
referencia a varias actitudes eclesiásticas que están lejos, ¡muy lejos!, de la
humanidad (¡recuerdo cuando Pablo VI decía que la Iglesia es “experta en
humanidad!, expertise olvidada), y, luego, también a la “humanidad cero” que el
macrismo mostró en sus gobiernos, tanto en la ciudad, como en la Nación (si no
se ve, ¡no existe!).
Pero, si de
humanidad se trata, debo confesar que mi preocupación de ayer es espanto de
hoy. Parece que los destinos del país hoy los dirige una “persona no humana”, remedando
el espantoso fallo judicial sobre la orangutana Sandra. Y no me refiero aquí a
alguien que puede ofender o insultar a cualquiera que salga de sus acotados
límites de comprensión; tampoco a la actitud de agredir a cualquiera y después
pretender actuar como si “aquí no ha pasado nada”, y así poder vomitar sus
habituales groserías – con las que parece moverse a sus anchas – contra
presidentes extranjeros, sobre un Papa, o sobre cualquiera que tenga enfrente…
La reacción de muchos de estos, a veces, revela su escasa dignidad (y no me
refiero al sentido del término usado por la olvidable declaración del Dicasterio
para la Doctrina de la Fe, “dignidad infinita”), o mejor su “indignidad”; a
veces un puesto, o un ministerio parecen reparar agravios. Me refiero
sencillamente a la evidente reacción del sujeto ante cualquier signo de
humanidad que tenga enfrente. Puede estar ante inundados en Bahía Blanca, ante
enfermos de dengue o cáncer, o ante un adolescente abanderado que se desmaya y
nada cambia en su rictus de inhumanidad.
Todo invita
a sospechar en una personalidad que se ha armado con alfileres y que se
derrumba por cualquier cosa. Sólo parece emocionarse cuando habla de su hermana
o de su ex perro (al que sigue haciendo referencia en presente como si
estuviera vivo); escuchar al adornado vocero decirle a un periodista que le
preguntó por los perros que era ofensivo hablar así de la “familia presidencial”
revela un grado de desquicio raras veces visto. Pudimos verlo llorar (o simular
que lo hacía) en el Muro de los Lamentos y momentos después bailar (o algo que
creía que lo era) desencajado. Mientras tanto, ostenta esa inseguridad humana
que expresa, cuando está con alguien, sentándose en la punta de la silla queriendo
salir corriendo cuanto antes, aferrado a algo en la mano en todo momento y poniéndose
por encima de todos, aunque sea sobre una tarima, al hablar como si supiera,
creyendo que enseña (como el papelón que hizo en Davos) y utilizando palabras rimbombantes,
como “un tonto solemne”, como decía mi viejo [sobre la ignorancia supina que
manifiesta al hablar de temas bíblicos he escrito ya demasiado]. Un tipo
incapaz de tener una relación humana, como la que nadie creyó que tuviera con una
famosa (y que, para simularlo, tenía que estamparle un grotesco beso ante el
mundo), uno que su única relación afectiva es con un perro muerto.
Más allá de
las políticas (espantosas) implementadas, mi pregunta pretende ir a lo
fundamental: una persona que manifiesta ostensiblemente su incapacidad humana,
¿cómo puede conducir personas? ¿cómo pretende guiar a un pueblo? ¿Cómo puede
sentir lo que siente una comunidad alguien que no muestra sentimiento alguno?
Después
vendrá lo demás (¡lo terrible, por cierto!), pero un “demás” que nace de una
empatía nula, una actitud que se manifiesta en una crueldad cínica ante
desocupados, jubilados, migrantes, pobres, estudiantes universitarios,
enfermos, personas en situación de calle, comedores, hospitales, víctimas del
terrorismo de estado y decenas de espacios más donde la humanidad sencillamente
se vive en el día a día.
Un conocido
decía que los que se dedican a economía no tienen moral, porque 5 x 8 = 40, y
no hay moralidad en ello. No está de más tenerlo presente al recordar que si la
economía no la maneja la política, si se cree que se trata de una ciencia
exacta, la vida o la muerte, la salud o la enfermedad, la educación o la
ignorancia, la paz o la guerra siempre serán “sencillas consecuencias de suma o
resta”. Pero creo que aquí se trata de mucho más que de moral… se trata de vida
humana. Y, simplemente, a algunos no los considero ni aptos, ni preparados, ni
incluidos en lo humano. Y – por lo tanto – incapaces de presidir un pueblo,
formado por seres humanos (a menos que pretenda que la Argentina sea un clon –
que de eso pareciera saber – de los Estados Unidos). Un buen test o examen de
humanidad debería ser exigido como imprescindible antes de elegir nuestros
futuros dirigentes.
Imagen tomada de https://es.123rf.com/photo_213814916_cultivar-la-empat%C3%ADa-im%C3%A1genes-humanidad-tem%C3%A1tica-ilustraci%C3%B3n-de-fondo.html
Estimado Eduardo. Concuerdo con todo o casi todo tu análisis. Pero también creo que hemos llegado ( la sociedad ha votado) a un extremo después de tantos años de otro, dialéctica polarizada:
ResponderBorrarGuerra cultural contra los fachos (el resto) ; guerra cultura contra los zurdos ( el resto ),
Economía sin el sentido común de cualquiera que administre una casa/familia/parroquia/club de que no puedo gastar lo que no tengo; una economía ultra tecnócrata , idolatrica del mercado.
Economía ultra controlada e indexada; economía del sálvese quien pueda.
Compartiendo todo tu análisis, creo que se necesita fuerte revisión y capacidad de cuestionar lo que no es fundamental y con sentido común de cosas que hay que hacer, siempre considerando a los de abajo