Presentando a Sargón I, rey de Acad
Eduardo de la Serna
En la vieja región de Mesopotamia, en el s. XXIV a.C surgió un imperio: los acadios (eran semitas). Su fundador: Sargón I (2334-2279 a.C.). En esa misma región la había precedido, antes, la importante ciudad sumeria de Uruk, ambas a orillas del rio Éufrates; de esa misma región, tiempo después, será rey Hammurabi (1810-1750 a.C.) cuya legislación codificada también será trascendente. Ambas culturas fueron importantísimas para que, muchos siglos después, surgiera una nueva cultura: Israel.
La importancia de Sargón – en tiempos bíblicos –
radica en que un sucesor de este, asumiera su nombre más de 1.500 años después,
Sargón II, rey de Asiria. Pretendía, así, remitirse a aquel mito fundacional y
repetir aquel imperio. Sargón es de la misma época que la destrucción de
Samaría por su ejército. La Biblia pretende, en muchas ocasiones, mostrarse en
las antípodas de la archi conocida crueldad asiria, de allí que – con frecuencia
– se aluda a ella.
Pero volvamos a Sargón, el fundador, Sargón de
Acad, Sargón el grande…
«Sargón
(Sharru-ukin), el soberano poderoso, rey de Acad, soy yo. Mi madre fue una sacerdotisa;
no conocí a mi padre. Los hermanos de mi padre amaron los montes. Mi ciudad es
Azupiranu, situada a orillas del Éufrates. Mi madre (sacerdotisa) me concibió y
me dio a luz en secreto; me puso en una cesta de juncos y con betún selló la
tapadera; me echó al río, el cual no me anegó, sino que el río me transportó y
me llevó a Akki, el aguador. Este me extrajo cuando sacaba agua del pozo; Akki
el aguador me recibió por hijo suyo y me crió; Akki el aguador me nombró su
jardinero. Mientras era jardinero, Ishtar me ofreció (su) amor. Y durante
cuatro y ... años ejercí la realeza; regí al (pueblo) de las cabezas negras y
lo goberné; conquisté fuertes montañas, (talándolas) con azuelas de bronce;
escalé las sierras elevadas y las sierras bajas; recorrí tres veces los países
del mar ...» [J. B.
Pritchard (ed.), Ancient Near Eastern Texts, Relating to the Old Testament,
Princeton: Princeton Univ. Press 1969, 119]
Israel, siglos después, empezó a
pensar su historia, y la recreó a la luz de lo que había escuchado de sus opresores,
pero presentándola contraculturalmente. Por un lado, Moisés – como Sargón de
Acad – fue rescatado (Éxodo
2,3) de las aguas de una cesta de juncos calafateada con betún (que no hay en
Egipto, como sí es abundante en Mesopotamia… se llama petróleo). Pero, además,
en claro contraste con Asiria (y esto contemporáneamente), debe ser su opuesto;
así lo dice Ramis:
Ahora bien,
la Escritura, quizá al contraluz de la crueldad asiria, señala ejemplos
inusitados de clemencia con el enemigo. Cuando describe los avatares de una
guerra entre Judá e Israel (2 Re 15,27–16,19; Is 7–8;
2 Cr 28), señala que los israelitas derrotaron a las tropas de Judá y
capturaron doscientos mil prisioneros, que llevaron cautivos a Samaría. Cuando
los presos iban custodiados, un profeta del Señor, Oded, salió al encuentro de
la comitiva. El profeta, en nombre de Dios, censuró la crueldad que ejercían
los soldados israelitas sobre los prisioneros judaítas, y desautorizó la
decisión de someter a esclavitud a los vencidos. La actitud de Oded es
sorprendente. Oded es un profeta israelita que se opone a la opresión que sus
compatriotas ejercen contra los judaítas, enemigos vencidos. La predicación de
Oded va todavía más lejos. Exige que los prisioneros sean liberados. Los
soldados israelitas escuchan el mensaje de Oded, y los libertan devolviéndoles,
además, el botín que habían tomado cuando invadieron Judá. La predicación de
Oded persiste en anunciar a los vencedores la voluntad misericordiosa de Dios.
Entonces, los israelitas no solo libertan a los cautivos, también visten a los
desnudos y calzan a los descalzos, les dan comida y bebida, les curan las
heridas, y montan a los heridos en sus propios caballos para trasladarlos a
Jericó donde recibirán asistencia (2 Cr 28) [Ramis 2019, 167].
A lo mejor, bien harían los que
hoy hablan – como el presidente – de Moisés, en mirar de dónde surgen los mitos
fundacionales, por un lado, y lo que la Biblia pretende, en contraste con
aquellos, que sea el trato de los prisioneros. A lo mejor, además, tendría otra
mirada sobre el actual mundo islámico, sobre Irán y sobre los mismos textos
bíblicos, que, leídos fundamentalistamente, sólo sirven para la discordia y la
división.
Bibliografía breve
W. W. Hallo - W. Kelly Simpson, The Ancient Near East. A History, New York: Harcourt Brace & Company 1998;
M. Liverani, Myth and Politics in Ancient Near Eastern Historiography, London: Equinox 2004;
J. González Echegaray, El Creciente Fértil y la Biblia, Estella: Verbo Divino 32012;
F. Ramis, Mesopotamia y el Antiguo Testamento, Estella: Verbo Divino 2019;
Francesco
Di Filippo, Lucio Milano and Lucia Mori (eds.), “I Passed over Difficult
Mountains”. Studies on the Ancient Near East in Honor of Mario Liverani, Münster:
Zaphon 2023
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