Esaú, el mayor
Eduardo
de la Serna
El punto de partida es que Esaú es
hermano mellizo de Jacob, pero es el que nace primero. Como es frecuente,
especialmente en los primeros libros bíblicos, cada personaje es “padre” de un
pueblo: Jacob es Israel, Esaú es Edom; un pueblo beduino, que es vecino de
Israel, y con el que con mucha frecuencia las relaciones fueron tumultuosas.
Entonces, según sean las relaciones entre Israel y Edom, así será la mirada que
los diferentes autores bíblicos tendrán con Esaú / Edom.
Por ejemplo, cuando se compone el libro
del Deuteronomio, las relaciones son cordiales, entonces se les dice a los
israelitas en su travesía por el desierto que “van a cruzar la frontera de Seír, donde habitan sus
hermanos, los descendientes de Esaú; aunque ellos les tienen miedo, mucho
cuidado con atacarlos porque no pienso darles ni un pie de su territorio. La
sierra de Seír se la he entregado a Esaú. La comida que coman, se la pagarán,
el agua que beban se la comprarán (…) De este modo, cruzamos junto a nuestros
hermanos, los descendientes de Esaú, que habitaban en Seír”
(Dt 2,4-8).
En cambio, en
tiempos del profeta Abdías [cuando Jerusalén fue destruida los edomitas
aprovecharon la situación], se dice que “en
el monte Sión quedará un resto que será santo y la casa de Jacob recobrará sus
posesiones. Jacob será el fuego, José será la llama, Esaú será la paja: arderá
hasta consumirse; no quedará superviviente al pueblo de Esaú –lo ha dicho el
Señor–.” (Abd 17-18).
Pero, mirando, en cambio, el relato de la
“vida” de ambos hermanos, este no deja muy bien parado a Jacob, mientras que
Esaú es presentado como honesto. Veamos:
En el mundo bíblico, el hermano varón
mayor, el primogénito, era privilegiado por sobre los demás (recibía dos
tercios de la herencia paterna). La pelea entre los dos pueblos se refleja ya
desde el vientre de Rebeca, la madre (Gen 25,22-23). Pero nada se dice,
después, de conflictos entre ambos en el relato. Esaú fue un hábil cazador, y
Jacob pastor, “muy casero” (literalmente, “muy de la carpa”, 25,27). Los
relatos varían. Por un lado, se dice que Esaú, que volvía de cazar y con hambre
“canjeó” la primogenitura por un plato de lentejas (“rojas”, que se asemeja, en
hebreo, al nombre “Edom”, 25,30). Otro texto cuenta que cuando Isaac ya no ve,
le pide a su hijo un plato de comida (le gustaba la comida de caza, 25,28)
antes de darle la bendición (27,1-4). En este momento, y por iniciativa de la
madre, Jacob suplanta a su hermano con trampas y adquiere la bendición que, una vez dada, ya no
puede retirarse (27,27-29.34-40). El texto dice claramente que Jacob hizo
trampas (27,35.36). Esaú planea venganza, pero nuevamente Rebeca intercede por Jacob
enviándolo a casa de su hermano (donde Jacob también hará trampas a su suegro).
Cuando Jacob vuelve, ya casado, con
hijos después de muchos años, lleno de ganado y bienes, también hace trampas
para evitar la venganza de Esaú. A pesar de todo el miedo de Jacob (y las
estrategias para evitar la violencia que suponía) el texto dice que “Esaú
corrió a recibirlo, lo abrazó, se le echó al cuello y lo besó llorando” (33,4)
e incluso se niega, en principio, a aceptar los regalos con que Jacob pensaba
“apaciguarlo” (33,9). De hecho, luego del reencuentro, Esaú se dirige a la
región de “Edom” (33,16). Pero finalmente, ambos hermanos juntos, participan
del entierro de su padre (35,29).
Pero
el pueblo judío es “descendiente” de Jacob / Israel, y, entonces, reconoce las
bendiciones de Dios como bendición a Jacob. Sin negar los pasados dudosos de
sus ancestros (no es de uso bíblico negar los pecados o miserias de Abraham.
David o, en este caso, Jacob) Israel reconoce los dones de Dios a los
descendientes… De hecho, el profeta Malaquías (1,2-3) dirá que Dios amó a Jacob y odió a
Esaú [hay que recordar que, en el ambiente bíblico, “odiar” suele significar
“amar menos”, como cuando Jesús dice que hay que amarlo a él y “odiar” a la familia
(Lc 14,26), es decir, se debe amar más a Jesús que a la propia familia] y ese
texto lo reitera san Pablo aunque para destacar la preferencia gratuita de
Dios, no como fruto de buenas obras (Rom 9,11-13). La carta a los Hebreos, en
cambio, tiene una mala imagen de Esaú y señala que fue “fornicario y
profanador” y vendió la primogenitura y luego fue rechazado (12,16-17).
Los
escritos posteriores, que reflejan diferentes corrientes de pensamiento,
también tienen diferentes opiniones sobre Esaú, algunas muy negativas y otras francamente
positivas. Lo cierto es que las diferentes miradas de los autores y los
diferentes tiempos de los escritos influyen en esto, como vimos. Para el texto bíblico, de
todos modos, lo que cuenta es que una vez más (y no por méritos, como ya vemos)
Dios elige al más pequeño, en este caso, al hermano menor; como Abel, como
José, como David, es desde los pequeños desde donde Dios empieza a hacer llegar
su bendición.
Cuadro de Luca Giordano sobre Jacob y Esaú del Museo del Prado
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