lunes, 12 de mayo de 2025

La grieta, el diálogo y los puentes

La grieta, el diálogo y los puentes

Eduardo de la Serna



Hace muchos años, cuando el país explotó por los aires como consecuencia del neoliberalismo, los obispos argentinos convocaron a una “mesa del diálogo”. Todos estuvieron invitados a ella. ¡Bien! Victimarios y víctimas, para ser precisos. ¡Bien! Pero los curas opp manifestamos nuestro desacuerdo con ello. No por el diálogo, por cierto, sino porque entendíamos que entre opresores y oprimidos, víctimas y victimarios, la Iglesia no podía aparecer como una instancia aséptica, impoluta, sino como “voz de los sin voz”, como se decía… Si no hablaba, creíamos, desde el lugar del pobre, no prestaba un servicio sino a la complicidad. Decíamos que “quedar bien con Dios y con el diablo” es imposible, porque Dios no está allí.

Mucho tiempo después, el operador político que había sido periodista, Jorge Lanata, puso de moda la palabra “grieta”. Una mentira, por cierto, porque no le molestaba que hubiera divisiones, sino que hubiera un lado de esa grieta que él detestaba. Y muchos, obispos inclusive, hicieron suya la imagen; e, insisto, no buscando acuerdos, coincidencias, reconciliaciones o abrazos, sino – si fuera posible – hacer desaparecer el lado aborrecible de esa supuesta grieta. Nosotros, los opp, señalamos más de una vez, que, si tal grieta existía, queríamos quedar del lado de los pobres. Ese es nuestro lugar. El de Jesús.

Hoy, creo entender, que hay una situación análoga. Es evidente que hubo muchos ambientes eclesiales molestos con el modo de ser, actuar y hablar del papa Francisco. De hecho, los lobbies ultraconservadores para boicotear en el pasado conclave a todos los tildados de “francisquistas” fue evidente y sólo pueden negarlo quienes se niegan a ver. El nuevo Papa, León XIV, ha hablado más de una vez de “puentes” (cosa que también hizo Francisco, por cierto), pero la sensación es que – para establecerlos – quiere acercarse con gestos y palabras a esos sectores: reza en latín (parece que tiene más eficacia si se hace así), aparece en el balcón con todos los “trapos” de los papas anteriores, se va a vivir al palacio apostólico... Y, acá mi primera pregunta, para que se sientan convocados los no francisquistas, ¿va a negar cosas que el papa anterior hacía o decía? Si es así, los que estábamos conformes con eso que hacía o decía Francisco, ¿no nos sentiremos “del otro lado de la grieta”? Si tiene que “deshacer” cosas del papa anterior para que unos no se sientan excluidos, ¿no nos está excluyendo a otros? Es razonable (y cristiano) que todos se sientan invitados (todos, todas, todes), pero si me habla desde los lujos vaticanos, con ropaje suntuoso y en una lengua que desconozco, pues, que me perdone, pero no quiero cruzar ese puente. Si para que “ellos” no se sientan mal, la palabra “pobres” no aparece, hasta ahora, ni una sola vez, ¿puedo sentirme excluido? ¿Puedo entender que “alguien” pretende aparecer como desde las nubes, desde un estado químicamente puro, sin siquiera decir “es por acá”? Vuelvo a lo de Dios y el diablo, para no recordar lo que dice el Apocalipsis sobre los tibios. Ese equilibrio, “término medio”, mesurado y que no se sale del guion de lo que está escrito (“la letra mata, el espíritu da vida” decía Pablo) y pretendido conciliador no me recuerda a la profetisa María feliz porque “Dios derribó del torno a los poderosos”, o al profeta Jesús que gritaba “Ay de ustedes los ricos”. Pretender agrandar los ojos de la aguja para que pasen los camellos no se parece demasiado al Evangelio de los pobres. Cerrar la Biblia no parece la mejor imagen que puede dar… No puedo menos que recordar ese texto con cierto tufillo apocalíptico que se encuentra en la 2ª carta de Pablo a los Corintios:

No se unan ustedes en un mismo yugo con los que no creen. ¿Qué tienen en común justicia e injusticia?, ¿puede la luz convivir con las tinieblas?, ¿o haber armonía entre Cristo y Beliar?, ¿qué hay en común entre el creyente y el infiel? ¿Es compatible el santuario de Dios con los ídolos? Porque nosotros somos santuario del Dios vivo. Como dijo Dios: Habitaré entre ellos y me trasladaré con ellos. Seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Por tanto, salgan de en medio y apártense de ellos –dice el Señor–. No toquen lo impuro, y yo los recibiré. Seré para ustedes un Padre y ustedes serán mis hijos e hijas –dice el Señor Todopoderoso–.

Ya que tenemos estas promesas, queridos míos, purifiquémonos de toda impureza de cuerpo y espíritu, haciendo realidad la obra de nuestra santificación y respetando a Dios. (2Cor 6,14-7,1)

 

Imagen creada con IA

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