Poncio Pilato
Eduardo
de la Serna
Un personaje muy conocido por
todos es el de Poncio Pilato. Es importante, para conocerlo bien, señalar
varias cosas.
Los romanos, habitualmente,
encargaban los gobiernos de los territorios sometidos a algún personaje del
lugar. Así se aseguraban que ese tal conociera el ambiente y, entonces, no
sería excesivamente provocativo. Eso sí, debía ocuparse de pagar a Roma los
altísimos impuestos que esta exigía. Un ejemplo de este tipo de gobernante
encargado es Herodes. Mandaba en nombre de Roma, pero era del lugar. A la
muerte de Herodes el territorio se dividió: Antipas gobernó en el norte y
Arquelao en el sur, pero Arquelao era ambicioso y nada sensato, por lo que Roma
lo expulsó y, en su lugar, envió “prefectos”, es decir, una especie de
gobernadores romanos. De hecho, cuando, más tarde, pudo hacerlo, por tener alguien de confianza,
volvió a la costumbre de poner un sujeto local. Uno de estos prefectos, el
quinto, fue, precisamente Pilato.
Sabemos algunas cosas, además,
por los historiadores de la época, pero como ya lo hemos dicho en otros
artículos, no nos interesa, aquí, la historia de los personajes, sino qué dice
la Biblia sobre ellos, aunque, por supuesto no podamos ni pretendamos ignorar los hechos. Pero lo cierto es que Pilato no parece haberse llevado
bien con los judíos, porque pocos años después de Jesús, fue depuesto por Roma.
Los prefectos tenían, fundamentalmente dos tareas: cobrar los impuestos y
enviarlos a Roma, como ya lo hemos dicho (aunque algo también podía invertirse
en el lugar, Pilato, por ejemplo, hace un acueducto) y administrar justicia, para lo cual cuenta con una pequeña fuerza militar al modo de policía. Lo
más conocido por todos es esta parte ya que fue él quien llevó adelante el juicio a
Jesús. Los prefectos vivían durante el año en Cesarea marítima, puerto sobre el
mar Mediterráneo (ver Hechos 23,23); pero como debían cuidar la “paz romana” se
movilizaban con su ejército (no demasiado numeroso, como dijimos) a Jerusalén para las
grandes fiestas que, por ser multitudinarias, podían prestarse a tumultos. Por
eso lo encontramos en Jerusalén cuando Jesús va allí para la Pascua donde será
capturado y juzgado.
Por otro lado, y es muy
importante, a los romanos les costaba mucho entender al judaísmo: eso de tener
libros sagrados, alimentos prohibidos, días de descanso religioso, etc. era
incomprensible para ellos (por eso la importancia de que el gobernador fuera alguien
del lugar). En Israel, concretamente, era muy importante que los prefectos
tuvieran buenas relaciones con los Sumos Sacerdotes. El predecesor de Pilato
cambió cinco en poco tiempo; Pilato, en cambio y sus sucesores, tuvieron buena
relación con Caifás y su familia; en esto fue un período de paz. Y esto, también tiene que ver
con el juicio a Jesús. Salvo para cosas muy específicas, Pilato se reservaba el
derecho de aplicar o no la pena de muerte (Jn 18,31). Los Evangelios destacan, además, que
Pilato practica una amnistía de algún preso para que pueda celebrar la Pascua (Mc
15,6; Mt 27,15), con lo cual pretende congraciarse con los judíos.
Los Evangelios insisten que él
no ve delito en Jesús. Sabe que fue entregado para ser juzgado por otros
motivos, como la envidia (Mc 15,10; Mt 27,28). No encuentra ninguna culpa en él
(Lc 23,4), no sabe “qué mal ha hecho” (Mc 15,14) y pretende liberarlo (Lc
23,20).
Ahora bien, cada Evangelio señala algún matiz sobre la persona de Pilato: Marcos nos dice que quiere congraciarse con la gente, y por eso libera a Barrabás, aunque tenga claro que Jesús es inocente y Barrabás un asesino (Mc 15,15). Mateo lo presenta como inocente del crimen, cuya sangre recae sobre los judíos que rechazan al Mesías y por eso se lava las manos en señal de inocencia (Mt 27,24). En Mateo, además, Pilato afirma que Jesús es un justo (27,24) cosa que también afirma la esposa del prefecto (Mt 27,19) por revelación de Dios en sueños. Lucas lo presenta como quien no quiere cometer una injusticia; por eso pretende que Herodes Antipas - gobernante en Galilea - decida qué hacer (Lc 23,7-12). Juan nos señala que Pilato no “camina según la verdad” ya que no sabe qué es la verdad (Jn 18,38).
Eso no impide que, casi tangencialmente, se nos señale que es violento y no respeta lo religioso de los judíos (Lc 13,1). Pero sobre esto se detienen, como señalamos, los historiadores del tiempo. Lo cierto es que, en los Evangelios se lo presenta casi exclusivamente en función del juicio a Jesús, un juicio donde ciertamente, no hubo justicia.
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