Lectura de la Dilexit Te desde Gustavo Gutiérrez
Eduardo de la Serna
Con la centralidad de los pobres
que lo caracterizaba, Gustavo Gutiérrez repetía dos frases que hoy, en la
Exhortación apostólica del papa León XIV adquieren nueva actualidad.
1.- Desde su experiencia pastoral
en el Rimac, Gutiérrez insistía que al repetirle a los pobres que “Dios los ama”,
ellos son buenos y no nos cuestionan, pero creo que dirían ¿cómo dice usted que
Dios nos ama con todas las carencias que tenemos? Si Dios nos ama, ¿por qué no
se nota? Y, entonces, repetía, «¿Cómo decirle al pobre que Dios lo ama?»
2.- Leyendo los textos bíblicos,
Gutiérrez tenía claro que el cuidado del pobre es indispensable. Y, siguiendo Éxodo
22,25-26 habla de la prenda o garantía: “
Si tomas en
prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con
él se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no?
Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo.
Y, entonces, partiendo de esto se
preguntaba, «¿dónde
dormirán los pobres?»
Creo que ambos elementos subyacen a la totalidad de la exhortación.
Toda ella está formulada como una afirmación en la que, tomando la voz del
Señor en el Apocalipsis comienza y termina diciéndole: “¡te he amado!” (3,19; #
1.121).
Por otra parte, la centralidad del cuidado de los pobres
se repite muchas veces a lo largo del texto. Así lo dice casi concluyendo:
He decidido recordar esta bimilenaria
historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres para mostrar que
ésta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia. El cuidado
de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de
luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los
cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de
invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del
reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren.
El amor a los pobres es un elemento esencial de la historia de Dios con
nosotros y, desde el corazón de la Iglesia, prorrumpe como una llamada continua
en los corazones de los creyentes, tanto en las comunidades como en cada uno de
los fieles. La Iglesia, en cuanto Cuerpo de Cristo, siente como su propia
“carne” la vida de los pobres, que son parte privilegiada del pueblo que va en
camino. Por esta razón, el amor a los que son pobres —en cualquier modo en que
se manifieste dicha pobreza— es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al
corazón de Dios. De hecho, cada renovación eclesial ha tenido siempre como
prioridad la atención preferencial por los pobres, que se diferencia, tanto en
las motivaciones como en el estilo, de las actividades de cualquier otra
organización humanitaria (# 103).
Y
así dice claramente:
en un mundo
donde los pobres son cada vez más numerosos, paradójicamente, también vemos
crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y
lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común (# 11).
Citando la subversiva carta de
Santiago (2,14-17; 5,3-5) afirma de modo contundente: “¡Qué fuerza tienen estas
palabras, aunque prefiramos hacernos los sordos!” (# 30)
Con sencillez afirma que
Los pobres no
están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza,
para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay
algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad (# 14).
Porque – lo acababa de indicar:
Muchas veces me pregunto por qué, aun
cuando las Sagradas Escrituras son tan precisas a propósito de los pobres,
muchos continúan pensando que pueden excluir a los pobres de sus atenciones. (#
23)
El
ejemplo y el testimonio de Óscar Romero merece destacarse:
En el período
postconciliar, en casi todos los países de América Latina se sintió fuertemente
la identificación de la Iglesia con los pobres y la participación activa en su
rescate. Fue el corazón mismo de la Iglesia el que se conmovió ante tanta gente
pobre que sufría desempleo, subempleo, salarios inicuos y estaba obligada a
vivir en condiciones miserables. El martirio de san Óscar Romero, arzobispo de
San Salvador, fue al mismo tiempo un testimonio y una exhortación viva para la
Iglesia. Él sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los
hizo el centro de su opción pastoral (# 89).
Una
Iglesia pobre, para los pobres y de los pobres. ¡De eso se trata! Y, como lo
indica el mismo Papa:
Se comprende
bien, entonces, por qué se puede hablar también teológicamente de una opción
preferencial de Dios por los pobres, una expresión nacida en el contexto del
continente latinoamericano y en particular en la Asamblea de Puebla, pero que
ha sido bien integrada en el magisterio de la Iglesia sucesivo (# 16).
Creo – mirando el texto papal –
que de cierto modo Gustavo Gutiérrez ¡puede descansar en paz!
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