Eduardo de la Serna
El nombre “Sara” en la Biblia, hace referencia a la
mujer de Abraham, de la que ya hemos hablado, pero también, a la que será
compañera de Tobías en el libro que lleva su nombre. Antes conviene hacer una
breve aclaración para evitar confusiones en algunas traducciones: Sara es un
nombre hebreo, que significa “princesa”, pero cuando se traduce al griego se
suele trascribir “Sarra”. Como la mujer de Abraham se encuentra en la Biblia
hebrea, las traducciones transcriben “Sara”; pero el libro de Tobías está
escrito en griego, por lo que, entonces, algunas suelen transcribir “Sarra”; pero
en ambas se trata del mismo nombre, aunque, ciertamente, de diferentes
personas.
El libro de Tobías es una narración, una especia de
parábola, donde quiere mostrar que Dios no se desentiende de los suyos. Dos
personas que pasan por momentos difíciles invocan a Dios al mismo tiempo (ver
Tob 3,7), y, entonces, Dios interviene en ambos casos para hacer “misericordia”
(la palabra se encuentra 8 veces en el libro). Tobit, el padre de Tobías ha
quedado ciego. Sara, por su parte, no puede casarse ya que sus siete maridos anteriores
han muerto la misma noche de bodas porque un demonio, Asmodeo, que la ama, está
celoso y los mata (3,8; repetimos que se trata de una parábola). Ante la oración
de ambos, Dios, entonces, decide enviar un mensajero (= ángel), Rafael, para
enfrentar ambas situaciones desgraciadas. 
El ciego Tobit delega a Rafael, que simula ser un judío
que busca trabajo (5,5), para acompañar a su hijo a Media en búsqueda de un
dinero que se le adeuda. Juntos emprenden el camino. En el trayecto, un pez
intenta morder a Tobías y por consejo de Rafael, a quien llaman Azarías, el
muchacho lo captura para guardar “la hiel, el corazón y el hígado” (6,4). El
guía, que solo nosotros sabemos es un ángel, le propone pasar noche en Ecbatana,
donde viven Sara con sus padres, Ragüel y Edna. Y le aclara que, según la ley
judía, tiene derecho a casarse con la joven (y heredarla; 6,13). Tobías, que conoce
la historia del demonio y los maridos muertos tiene miedo de aceptar la
propuesta. El ángel le propone que esa noche, antes de acercarse a su nueva
mujer queme en el brasero del incienso un poco del hígado y el corazón del pez,
lo que ahuyentará al demonio (y también, le recuerda los consejos dados por su
padre; 6,16-17). Además, le recomienda que antes de unirse a su mujer juntos
oren a Dios que les tendrá misericordia (6,18). Tobías le pide a Ragüel, el
padre de Sara, la mano de su hija y él decide contarle toda la verdad de los
maridos anteriores, pero él insiste. El padre accede diciendo que “Dios los
ayude esta noche” (7,12) y firman las actas matrimoniales (7,14). Luego de
cenar, Tobías es conducido a la habitación donde Sara lo esperaba (aunque, como
es obvio, los padres de esta ya no tenían esperanza en que Tobías sobreviviera aquella
noche). Tobías, siguiendo el consejo de Rafael, quema el hígado y el corazón
del pez y el demonio de alejó de Sara. Luego oraron (8,5-8). Desesperanzado Ragüel
manda cavar una fosa en secreto para Tobías, y manda, por la mañana, una criada
a ver la situación. Al ver que ambos vivían, Ragüel también pronuncia una
oración (8,15-17). Y hacen un gran banquete de bodas que durará catorce días.
Rafael es enviado a buscar el dinero y Sara puede empezar una vida nueva.
Es interesante que al traducirse el texto al latín, no se hace una versión literal sino que se le añaden muchos elementos y reflexiones sobre el matrimonio como era entendido en el siglo IV y dando un lugar más secundario todavía a la mujer, Sara. Pero eso, evidentemente, no es parte del texto inspirado.
Después de la boda Tobías y Sara se dirigen a casa de Tobit con la
indicación de Rafael de untarle los ojos con la hiel del pez con lo que
recobrará la vista. Entonces llega Sara, que iba detrás y Tobit y su mujer la
reciben como a una hija y comienzan una nueva fiesta de bodas. Dios ha tenido
misericordia de ambos, de Tobit y de Sara y envió a su ángel para sanar a ambos
por la oración de ellos. En este escrito encontramos, además, una interesante imagen de
cómo entendían el matrimonio los judíos de su tiempo. Como era habitual en su
tiempo, la mujer no ocupa un lugar importante sino subalterno, de aceptación de
aquello que los varones han decidido para ella, pero, para Dios, un varón, Tobit,
y una mujer, Sara, en la desgracia, invocan a Dios y él no se desentiende del
sufrimiento de ambos; Rafael es enviado para socorrer a Tobit pero también para Sara. La parábola, entonces, invita a los lectores a tener
confianza en un Dios de misericordia que no permanece indiferente ante el dolor
y la oración de sus amigos y amigas. 

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