«a Él/ellos sí, escúchenlo/s»
Segundo domingo de Cuaresma [21 de febrero]
Eduardo de la Serna
Lectura del libro del Génesis 15, 5-12. 17-18
El
texto de Génesis 15 abarca todo el capítulo. Comienza con una nueva
presentación cronológica (15,1) y la siguiente unidad comienza con la
esterilidad de Saray (16,1) y el nacimiento de Ismael. Esta unidad, sin
embargo, tiene dos partes bien marcadas (1-6 y 7-21), cada una comienza
con un dicho de Yahvé (1 y 7), continuada por una objeción de Abraham (2
y 8) y un signo visual de Dios que confirma su dicho (5 y 17). Veamos
ambas unidades:
15,1-6. La unidad aparece como un clásico dicho profético. Para empezar, se dice que “fue dirigida la palabra de Yahvé”,
algo que es habitual en los oráculos proféticos (Is 28,14; 38,9; 39,5;
66,5; Jer 2,4.31; 7,2; 8,9; 9,20…; Ez 1,3; 6,3; 13,2…; Os 4,1; Am 7,16;
8,11.12; Mi 4,2; Sof 2,5; Ag 1,1.3; 2,1.20; Zac 1,7; 7,1; 9,1; 12,4 y
también Lc 3,2). Por otra parte, si tenemos en cuenta que antiguamente,
los profetas eran también llamados “videntes” y “visionarios” (ver 1 Sam
9,11) es importante que esta palabra de Yahvé fue “dirigida en visión”.
Esta palabra, “visión” (mahâzeh) no es muy común en la Biblia (sólo
aquí y en Nu 24,4.16, 1 Re 7,4 (x2) y 5 (x2) y en Ez 13,7).
El uso de “no temas”
es sumamente interesante, lo encontramos 53 veces en toda la Biblia, de
los cuales 13 en los llamados “profetas anteriores”, 17 en los
“profetas posteriores” y 7 en la obra de Lucas (claramente profética).
Es decir, no es una terminología exclusivamente profética, pero sí
habitual en los profetas. Frente al llamado de Dios, el temor
reverencial que experimenta el profeta, ante la vocación y la dificultad
o dimensión del encargo, el “no temas” se presenta como oráculo de
salvación. Por eso suele ir acompañado con el “yo estaré contigo”, por
ejemplo Is 41,10 (en los textos de lo que antiguamente se llamaba
“Segundo Isaías” es frecuente el uso de “no temas”, x7).
El tema sobre el que se desarrolla el diálogo entre Yahvé y Abram es en torno a la descendencia (en
la siguiente unidad, el tema es la tierra). Según una antigua
legislación, el criado de Abram será el heredero. Sin embargo, Dios le
“muestra” las estrellas (en otros relatos serán el polvo de la tierra,
Gen 13,16 o las arenas de la playa del mar, Gen 22,17; 32,12; 41,49), y
sin más, “Abram creyó”. Con esta frase conclusiva termina la primera
unidad.
La frase conclusiva, sin embargo, tiene una enorme
densidad (e importancia en el cristianismo de los orígenes) que merece
al menos una breve atención. La frase dice: “creyó (Abram) en Yahve y se le reconoció como justicia”. Y hay aquí 3 palabras bien importantes.
- Creer es el verbo ‘aman (de donde viene el término ‘amén, que es el sustantivo). La raíz tiene que ver con “estar firme”, afianzarse. La idea subyacente es afirmarse en Dios, por eso la imagen habitual es “Yahvé es mi roca”. Cuando uno se afirma en lo que no es Yahvé, el suelo no es “firme” (recordar la comparación entre la casa sobre roca o sobre arena de Mt 7,24-27). Y por eso, afirmarse sobre lo que no es Dios (aunque sea sobre cosas buenas, o hasta religiosas, si es el caso) nos pone en el terreno de la idolatría. Evidentemente, en este caso, el “creer en Yahve” contrasta con la duda de Abram con la que empezó la unidad.
- Tener en cuenta, valorar, considerar (el término hebreo hashab en el tiempo verbal qal debe entenderse en este sentido; ver Gen 38,15; Ex 31,4; 2 Sam 14,14; 18,25; Job 19,11; Sal 41,8; Is 13,17; 53,4; Ez 11,2; Am 6,5; Zac 7,10; y especialmente Gen 50,20 y 2 Sam 19,20). Se entiende que Dios se lo reconoce, con todo lo que implica un “reconocimiento divino”.
- Justicia (tzedaqáh) es más -aunque lo incluye- que el término tal como lo entendemos. Es un hecho profundamente religioso (y profundamente creyente, por lo tanto). Ser justo es andar por los caminos de Dios, ser obediente, fiel, santo.
Sin
duda esto permite ubicar a Abram en altísima consideración, como lo
hará el judaísmo posterior (y el cristianismo: “nuestro padre en la
fe”). Sabemos la importancia que san Pablo da a la fe, y su teología de
la “justificación por la fe y no por las obras de la ley” (Ga 3,6; Rom
4,3; ver Sgo 2,2; Heb 11,8-10), aunque no es este el lugar para comentar
tan importante tema.
15,7-21. La segunda parte
del relato se centra –como se dijo- en el tema de la tierra. Se destaca
que Yahvé sacó a Abram “de Ur de los Caldeos” para darle “esta tierra”.
La fórmula “yo soy Yahvé… que te saqué” alude a Egipto en Ex 20,2; Dt 5,6 y Lev 25,38. La frase “Ur de los Caldeos”
es un anacronismo (Gen 11,28.31; los caldeos son los babilonios de
tiempos del exilio, ca. 550 a.C.) que nos permitirá enmarcar el relato.
Nuevamente Abram duda: “¿en qué lo conoceré?” y nuevamente Yahvé
recurre a un signo. En este caso se trata de un ritual. Los animales
mencionados son frecuentes en los sacrificios, y partir la víctima al
medio, también; pero no estamos ante un sacrificio sino ante un hecho
simbólico (ver Jer 34,18-20; la idea es “que me ocurra como a estos
animales si violo esta alianza que estamos sellando”). El contexto
parece más un texto de promesa-alianza que sacrificial-litúrgico. Aunque
el que se compromete y el que pasa entre medio de los animales es Dios
mismo, no Abraham, como veremos (es por eso que algunos estudiosos
hablan de “promesa” más que de “alianza”). La referencia a las aves de
rapiña que Abram espanta alude, sin duda, a las dificultades por las que
atravesará en la historia esta alianza con Dios. El paréntesis de
vv.12-16 está precedido por un sopor de Abram, como el de Adán (Gen
2,21; ver 1 Sam 26,12; Job 4,13; 33,15; Prov 19,15; Is 29,10). Luego de
este, a la caída del sol se concretará la promesa.
Los vv.12-16
parecen un paréntesis aludiendo a la concreción de la tierra prometida
en los versículos anteriores. Se alude a la historia (es lo que se llama
una “profecía posterior al evento”), a Egipto y el éxodo y a la
posterior ocupación de la tierra. La referencia a los 400 años y las 4
generaciones se ha prestado a diferentes interpretaciones. De todos
modos, como diremos, este paréntesis es importante en el relato.
Especialmente por la alusión a la extensión del territorio, que es
inmensa –de Egipto al Éufrates-, tanto como la soñada idealmente de
tiempos de David.
Al anochecer, se alude a un “horno”,
una antorcha de fuego. El fuego es Dios mismo (Ex 19,16.18; 20,1.8;
24,17; 34,5) y es él quien se compromete con Abram al pasar entre los
animales partidos. Es Yahvé el que “cortó” una alianza con Abram
(cortar es el verbo usado en hebreo), y la alianza supone dar la tierra
extensa a la que hicimos alusión. La lista de 10 pueblos que serán
despojados agranda otras listas conocidas.
El texto,
entonces, nos permite notar una serie de temas importantes. Antiguamente
se hablaba de que este texto conjugaba relatos “yavistas” y
“elohistas”. La vieja teoría de “documentos” está en discusión en
nuestros días. El relato parece aludir – o al menos así se lee en tiempos
en que culmina su redacción - al conjunto que está por salir del
cautiverio en Babilonia, o que se ha asentado recién. La promesa de Dios
sigue en pie. Han salido del cautiverio de “los caldeos”, como antaño
salieron “de Egipto”, y – como antaño - ocuparán la tierra. Dios establece
una alianza y se compromete con su pueblo en ello. Como los profetas de
tiempos exílicos, Dios dirige su palabra y anuncia descendencia y
posesión. Pero como Abram, Israel debe “confiar” (= creer en Yaveh). El
texto, entonces, se revela como “kerygmático”, es una invitación a
confiar en lo que Dios anuncia a su pueblo que se reúne al finalizar el
cautiverio (de Babilonia, como lo fue el de Egipto). Si el pueblo confía
en Dios (y no en los ídolos), ocurrirá como en los tiempos ideales de
David, y se extenderán por la tierra y su descendencia iluminará y será
inmensa como la de las estrellas.
Lectura de la carta de apótol san Pablo a los cristianos de Filipos 3, 17-4, 1
Muchos
autores coinciden en reconocer en la carta a los Filipenses, más de una
carta reunidas. Los que sostienen esto, piensan que 3,1b-4,3 sería un
fragmento (o un folleto) más tardío al resto de la carta, causado por la
infiltración de los cristianos que predican la circuncisión como
necesaria. Estos infiltrados son habituales en tiempos paulinos, y se
hace también referencia o alusión a ellos en otras cartas (Gálatas, 2
Corintios, Romanos). La insistencia de estos es que el bautismo no es
suficiente, y que es necesaria la circuncisión para ser verdaderamente
judíos. Pablo – y muchos otros - sostienen que somos plenamente judíos
estando “en Cristo” por el bautismo (es importante recordar que la
palabra “cristianos” no existe en tiempos de Pablo. Él se siente y sabe
judío, miembro del “Israel de Dios”, Ga 6,16). El problema, además, es
que de este modo no sólo exigen la circuncisión como “rito de
introducción” sino que niegan – o al menos relativizan - el valor salvador
que tiene la Pascua. Además, frecuentemente, para reforzar su intento,
estos (se los suele llamar “judaizantes”, por referencia al intento de
“hacerse judíos”, lo cual no es demasiado exacto, como se ha dicho)
critican ferozmente a Pablo y su predicación. De hecho el Apóstol relativiza
las instituciones fundamentales de Israel tales como la circuncisión, el
templo, y otras, como veremos. Así, cuestionando a Pablo, logran atacar
de raíz el contenido de su predicación. Ese es el contexto del texto
que toca comentar.
Después de presentar elementos
históricos y teológicos que justifican su posición (3,1b-16) Pablo saca
las conclusiones. Lo hace comenzando con un vocativo: “hermanos” y
finaliza con lo mismo (4,1). Los versículos 4,2-3 aparecen como
conclusión, saludo o recomendaciones del final de este folleto. Pablo,
como dijimos, acaba de mostrar su historia personal, porque ha sido
atacado. Debe notarse que las veces que Pablo se presenta a sí mismo, o
hace una apología de su ministerio, es porque ha sido criticado ante sus
comunidades, Gal 1,13-24; 2 Cor 11,16-12,10). Es en ese sentido que dice
“imítenme a mí”, esto es en dejarse alcanzar por Cristo (3,12) y dejar
todo lo que antes era tenido por valioso (v.13) para alcanzar a Cristo.
Por el contrario, los que cuestionan a Pablo son presentados de un modo
muy duro:
- Enemigos de la cruz de Cristo, alude a lo que desplegará más intensamente en Gal 2,18-21. Cristo habría muerto en vano, si la circuncisión es necesaria.
- Cuyo final es la perdición parece aludir a la perdición eterna, señala así que no tiene futuro su predicación ni los predicadores.
- Su Dios es el vientre refiere a la “divinización” de la alimentación, a la exclusión de los no circuncisos de las mesas, a los ritos alimentarios (el contexto parece ser semejante a Ga 2,12).
- Su gloria la vergüenza indudablemente destaca que se jactan de algo que se ubica en el sexo (la circuncisión) cuando en realidad son aspectos que se ocultan (1 Cor 12,23) [hay que recordar que “vergüenza” es término frecuente para aludir a lo sexual, cf. Dt 25,11; Is 3,17].
De este modo, en lo que piensan es en las “cosas de la tierra”, mientras nosotros somos “ciudadanos del Cielo”. La idea de lo “terreno”
(epigeia) se encuentra 7 veces en el NT, 5 en Pablo (1 Cor 15,40 (x2); 2 Cor 5,1; Fil 2,10; 3,19 y en Jn 3,12; Sgo 3,15). En todos los casos se
opone a “cielo”. La referencia a lo “celestial” alude a Cristo,
como se ve claramente en 1 Cor 15,45-49. En este caso, el contraste está
dado entre “los que piensan de modo terrenal” (v.19) y “nosotros”
(v.20). Pero el contraste no está en el hoy y un mañana indefinido sino
en los que “hoy” piensan de modo terrenal y los que se dejan guiar hoy
con una mentalidad “celestial”. El futuro sí viene dado por la
esperanza, lo que aguardamos; la transformación que ocurrirá en los
cuerpos cuando venga “el Salvador, Señor Jesús el Cristo”. Esa meta que
esperamos, hacia la que Pablo tiende y a la que invita a tender también a
los lectores, es “conocer a Cristo, y sentir en mí el poder de su
resurrección, tomar parte en sus sufrimientos; configurarme con su
muerte con la esperanza de alcanzar la resurrección de la muerte” (vv.10-11) y así “transfigurar” nuestro cuerpo en uno semejante al suyo, resucitado.
Con frecuencia ha sido malinterpretada la frase en la que afirma que “somos ciudadanos del cielo”.
Habitualmente, se lo ha entendido de un modo más platónico que paulino
[en realidad, con mucha frecuencia se interpreta la Biblia de un modo
más platónico que bíblico]. Por ejemplo, Filón de Alejandría (platónico)
afirma:
“Tal es el motivo por el que todos los considerados sabios por Moisés son presentados residiendo transitoriamente en un determinado lugar. Es que sus almas, si bien, movidas por el deseo de ver y aprender, tienen la costumbre de realizar viajes a la naturaleza terrestre, jamás emigran definitivamente del cielo a otra morada. De ese modo, una vez que, situadas temporariamente en cuerpos, han contemplado todos los objetos mortales de los sentidos externo, se elevan nuevamente hacia el lugar del que primeramente habían salido, considerando la patria de los cielos en la cual ellos tienen los derechos de ciudadanos como su tierra natal; y que la terrestre, donde residieron de paso, es tierra extranjera. Si para aquellos que han fundado una colonia la región que los ha recibido se convierte en la patria en vez de la metrópoli, para los que simplemente se hallan viajando por tierra extranjera la patria sigue siendo aquella que los vio partir y hacia la que anhelan retornar”.
Pero Pablo no es platónico, como decimos. ¿A qué se refiere con “ciudadanía”?
Es interesante que la idea de ciudadanía aparezca rara vez en el NT
(Hch 22,28; 23,1; Ef 2,12) y – en Pablo - solo una vez, también en
Filipenses (1,27). Hch 22 se refiere a la ciudadanía romana; Ef a la
ciudadanía de Israel. Hch 23 es traducido por “conciencia” en varias
Biblias. El texto de Fil 1 es traducido a veces como “conducta digna”,
pero en todos los casos el término griego es “politeum—“ que es
“ciudadanía”. Es importante retener que Filipos es una “colonia romana”,
es decir, tierra conquistada, donde viven antiguos soldados romanos
pensionados, a los que se les han dado tierras “en colonias” para que
las habiten (y para que expandan el “romanic way of life”, el modo de vida
romano). Estos antiguos soldados, lo mismo que la élite de Filipos, son
“ciudadanos romanos”, con todo lo que esto implica: culto imperial,
religiosidad como virtud cívica (diosa Roma, y todo lo que la
religiosidad imperial implica), y por supuesto pax romana, impuestos,
fidelidad al Emperador, exaltación de su figura como salvador, su
magnificencia, su poder, su gracia, su ser hijo de Dios, etc… Que sea en
Filipos donde Pablo usa dos veces la categoría “ciudadanía” no deja de
ser claramente “contra-cultural”. Esta idea, en Filipenses no parece
diferente de la que despliega Jesús al hablar de “reino de Dios” (que
también ha sido deformada en ocasiones). La sede de la ciudadanía,
entonces, no es Roma, sino el cielo. Desde allí viene un modo de vida
diferente, un hijo de Dios diferente, una paz diferente, una gracia
diferente, etc… No es Roma-el César, sino el Cielo-Jesús el que nos
señala los caminos. Caminos contra culturales a aquellos que no
entienden la novedad que trae Jesús, y contra culturales a las
imposiciones de los imperios de todos los tiempos.
+ Lectura del Evangelio según san Lucas 9,28-36
Con
una referencia cronológica empieza Lucas una nueva unidad (v.28). La
unidad finaliza en v.36 ya que v.37 comienza con “al día siguiente”.
Lucas empieza señalando “ocho días después de estas palabras”
sin que quede claro “después” que qué fecha (seguramente por esto es
omitido en el texto litúrgico); ¿es una alusión al momento más solemne
de la fiesta de las “carpas” (ver Lev 23,36)? El relato sigue en lo
principal el texto de Marcos, pero con aportes muy interesantes.
El
primer cambio con respecto a Marcos (además de lo cronológico, ya que
Marcos habla de 6 días) es el orden de los discípulos. Poniendo siempre primero a Pedro, Lucas adelanta como segundo a Juan (ver también 8,51); seguramente por la importancia que éste tiene en el cristianismo
primitivo (de hecho, en Hch 12,2 se hace referencia a la muerte temprana
de Santiago; ver Lc 22,8).
La referencia a un monte /
montaña no parece tener una intencionalidad geográfica. Recién después
de Orígenes se hizo referencia al Tabor (muchos historiadores lo ven
prácticamente imposible ya que allí había un destacamento del ejército
de Herodes, afirman). El siguiente elemento muy importante, es que suben
a la montaña “para orar” (v.1). Es sabido la gran importancia
que tiene en Lucas la oración de Jesús. Jesús reza en su bautismo
(3,21), antes de elegir a los Doce (6,12), al preguntar quién dice la
gente que es (9,18), antes de enseñar el Padre nuestro (11,1), en el
huerto (22,41), por ejemplo. Por un lado, Lucas quiere enseñar con el
ejemplo de Jesús a sus discípulos que “hay que orar” tal como hacía
Jesús. Pero la oración no es una especie de “contemplación platónica”, o
una meditación; es un ponerse a la escucha de la voluntad de Dios. Como
los profetas, la oración tiene como objetivo escuchar a Dios (como se
ve en la construcción de 6,12) para después “hablar (y obrar) en su
nombre”. Es sabido – y lo retomaremos - que Lucas destaca muy claramente
la vocación profética de Jesús y de la Iglesia; la oración no es ajena a
ello sino paso fundamental. Y es “mientras oraba” (v.2) que Jesús se transfigura.
El
cambio de Jesús se manifiesta en su rostro, como el del profeta Moisés
(Ex 34,30-35; en 24,17 hay también referencia a Moisés, la gloria y la
nube; ver 40,34-35). Los dos hombres que conversan con Jesús son Moisés y Elías (Marcos los menciona en orden inverso). La aparición de estos dos es “en gloria”,
lo que alude claramente al ámbito divino. Se ha afirmado que Lucas
omite el término “metaforfôthê de Marcos, quizás para evitar confusiones
en sus lectores paganos en clave metamorfosis mitológica de los dioses;
si bien es posible, no puede olvidarse que también Marcos se dirige a
lectores provenientes de ambiente pagano. La alusión al blanco y al
resplandor nos ubica en un cierto marco apocalíptico (Ap 2,17; 6,2;
20,11; Ez 1,27-28; Dn 10,6; cf. Lc 24,4; Hch 1,10).
Lo que hablaban los tres es acerca del “éxodo” de Jesús “en Jerusalén”.
Los términos no son casuales. “Éxodo” es extraño en el NT (solo acá, y
una vez en Heb y en 2 Pe). El término alude metafóricamente a la muerte
en Sab 3,2; 7,6 y en 2 Pe 1,15 (además de la salida de Egipto, como en
Sal 104,38; 113,1; Heb 11,22). Este éxodo ocurrirá en Jerusalén, como
también allí ocurrirá su “ascensión” (9,51). Se alude, así, a todo el
proceso de muerte-resurrección-ascensión (esta última es narrativamente algo exclusivo de Lucas). Es posible que Lucas señale “un nuevo comienzo”, y
con una confesión semejante en el Bautismo (“Hijo”) destaque el inicio
del ministerio de Jesús, y en 9,35 aluda en comienzo del viaje a
Jerusalén, tan propio de Lucas.
En el Evangelio de Lucas (y en Hechos) Jerusalén ocupa
un lugar central. Desde 9,51 hacia allí se dirige resueltamente Jesús
porque allí será matado. Lo que ocurrirá allí será la muerte del
profeta. Jesús se dirige a la ciudad “porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”
(13,33). Luego, desde Jerusalén es desde donde sale la voz profética de
la Iglesia (Hch 2,17). Los discípulos están cargados de “sueño” o “abombados” (el término también se utiliza para la embriaguez, p.e. Lc 21,34), y sin embargo, ven “la gloria de él”, la de Jesús. Quizás por el adormecimiento, Pedro “no sabía lo que decía” (Marcos aclara: “porque estaba aterrorizado”). Lo cierto es que propone “hacer tres carpas”.
Si bien el contexto puede ser – como se ha propuesto - el de la fiesta
judía de Las tiendas, la alusión nos remite también al éxodo y al tiempo
del desierto (en los Evangelios, el término skênê, tienda,
carpa, tabernáculo, sólo se encuentra aquí y en Lc 16,9; es muy
frecuente en Heb 8-9 para aludir al Templo, como Tienda). Pedro se
dirige a Jesús como “maestro”, en un término que es exclusivo de Lucas (epistátês, 5,5; 8,24 (x2). 45; 9,33.49; 17,13). La nube que
los cubre a todos hace que se llenaran de temor. Desde la nube se
escucha una voz. Las nubes, en el NT aluden al ámbito divino
habitualmente (desde allí vendrá el Hijo del hombre a juzgar, 21,27 o en
una nube se eleva Jesús, Hch 1,9) aunque también alude a los signos de
los tiempos (12,54); en general se trata de una manifestación de Dios
(cf. Ex 16,10; 19,9; 24,15.18; 40,34; 2 Sam 22,12; 1 Re 8,10.11; Ez
10,3.4; Sal 18,11; 2 Mac 2,8), la escenografía es apocalíptica.
Por la voz desde la nube, Jesús es presentado como “Hijo” y “Elegido”.
Hijo –como dijimos- se dice en el Bautismo (3,22), mientras que
“Elegido” es usado sólo aquí (ver Is 41,8-9; 42,1) ¿la voz alude al
Siervo sufriente de Yahvé? “A él escúchenlo” alude a Dt 18,15, al
profeta esperado que es semejante a Moisés. La voz recuerda la voz del cielo
en el Bautismo, pero en este caso el acento está puesto en la
invitación: “a él escúchenlo”. Sin duda, para Lucas, ya es tiempo de
dejar de escuchar a los grandes profetas del AT y es tiempo (“se ha
cumplido hoy”) de escuchar al profeta Jesús. Al escucharse la voz, él
queda solo (aunque ya se habían “separado de él” en v.33).
El silencio que
guardan del acontecimiento remite al mandato de callar que es habitual
en Marcos, resumido aquí por Lucas que no destaca este aspecto. Ellos
callaron “por aquellos días”.
Pero el texto del
relato, no puede quedar aislado del contexto en el que se encuentra. El
capítulo 9 parece estar concentrado en la idea ¿quién es Jesús?, ¿quién dicen que es?
Herodes dice que es el Bautista (9,9), la gente dice que es Juan el
Bautista, o Elías o un profeta (9,19), Pedro afirma que es “el Cristo de
Dios” (9,20), mientras que la voz de Dios lo presenta como “mi hijo, (mi) elegido” (9,35).
Pero en este contexto, también, se ha escuchado el dicho de Jesús de que algunos no padecerán la muerte “hasta que vean el reino de Dios” (es el texto inmediatamente anterior a la trasfiguración), mientras aquí nos resalta que “vieron su gloria” (v.32).
Quizás estemos en un contexto semejante – también - a aquellos que pueden conocer los “misterios” del Reino“ (8,10) o al “pequeño rebaño”
al que el Padre ha querido darle el reino (12,32). El marco y el
contexto profético – tan propio de Lucas, por cierto, como hemos dicho -
nos desafía a la oración y la escucha para ser nosotros también
portavoces de Dios, Iglesia profética, que se atreva a decir con osadía
una palabra de parte de Dios para nuestro tiempo, aunque Pedro no sepa
qué decir por estar abombado.
Imagen tomada de http://jeremias20.files.wordpress.com/2012/12/ribeirc3a3o-mural.jpg
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