La palabra de Dios es eficaz en medio de los suyos
Domingo quinto -
“C”
7 de febrero
Eduardo
de la Serna
Lectura del profeta Isaías 6,1-2a. 3-8
Resumen: la vocación de Isaías tiene dos
grandes momentos, uno visual y otro oral en el que de parte de Dios recibe el
encargo de hablar a su pueblo y para lo cual el profeta se ofrece.
El texto litúrgico es parte
del relato vocacional del profeta Isaías. Es importante ubicarlo en su
totalidad aunque haya partes omitidas en la liturgia. El texto abarca todo el
cap.6 ya que tiene un comienzo cronológico: “el año de la muerte del rey Ozias”
y en 7,1 tenemos una nueva etapa cronológica: “En tiempos de Ajaz…”.Ya sabíamos
que el tiempo en el que Isaías ejerce su ministerio profético abarca al tiempo
de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías (1,1).
La escena tiene dos grandes
partes con un texto que es una suerte de gozne entre ambos, el primero centrado
en una “visión” (vv.1-5) el segundo en una “audición” (vv.6-13). Veamos:
“ví al Señor” (v.1)
“al rey Yahvé han visto mis
ojos” (v.5)
“me dijo” (v.7)
“voz del Señor” (v.8)
“dijo” (v.9)
“yo pregunté… dijo” (v.11)
La visión inaugural sirve de
desencadenante del diálogo entre el profeta y el que habla de parte de Dios (un
“serafín”). En el medio – habrá que detenerse en eso más adelante – un texto
que sirve de relación entre ambas.
La visión es extraña, pero
bíblicamente razonable. Se dice (v.1) que Isaías “ve al Señor” pero en lo visto
no se hace referencia a Dios: un trono, el borde del manto, serafines, humo, un
canto. Sin embargo el profeta reconoce en eso haber visto a Dios (v.5). Es
interesante, también, el comienzo referido a un rey ausente (muerte del rey) y
el reconocimiento de Dios rey: “al rey Yahve…”
Lo que se constatan son
“unos serafines”. Tardíamente se los ha interpretado como ángeles, pero nada de
eso afirma el texto. “Serafines” (saraf es referencia al fuego, literalmente
serían unos “ardientes”, pero eso alude a brasas, a sacrificios, a quemar (para
Dios) lo sobrante de la pascua o una ofrenda, como purificación (por lepra),
las ciudades o ídolos, la comida o incluso la serpiente abrasadora (cf. Is
30,6). Es razonable que unos seres “abrasadores” estén entre el humo y la
gloria del templo.
Se dice de estos seres que
tienen tres pares de alas (omitido por el texto litúrgico: un par para taparse
los ojos ya que no se puede “ver a Dios”, otro par para taparse “los pies”
(eufemismo para decir sexo; no se puede estar desnudos ante Dios) y otro para
volar.
Entre ellos se decían en voz
alta el triple “santo” (el término es muy común en Isaías y fuera de él es
escaso en los profetas). Es posible que sea parte de la liturgia del templo de
Jerusalén (también es común en Ugarit, por ejemplo). El reconocimiento de la
Santidad de Dios es algo que lo hace ver como totalmente lejano (“tremendo y
fascinante” se ha llamado desde principios del s.XX [Rudolf Otto, 1917]). Es
precisamente ante esta santidad que el profeta proclama su indignidad: “¡ay de
mi!”
Esto da pie a un texto que
sirve de nexo. Isaías se reconoce parte de un pueblo pecador y pecador también
él, pero haciendo expresa referencia a los labios impuros. No ha de entenderse
en sentido de blasfemia o pecados orales, se trata de una sinécdoque. Se habla
de “labios” para aludir a toda la persona, pero precisamente porque los labios
serán lo que se tendrá en cuenta a continuación ya que el profeta debe hablar
de parte de Dios. El fuego – se ha dicho – purifica, con lo que purifica la
impureza de los labios. Ahora el profeta estará en condiciones de hablar en
nombre del santo.
Ahora Dios habla, porque
luego lo hará el profeta: ¿a quién enviaré?; ¿quién irá de parte nuestra?
(v.8). “Aquí estoy, ¡envíame!”
Señalemos algunos elementos:
el profeta no puede hablar de parte de Dios sin haber sido enviado. Y Dios
cuenta con la disposición de Isaías para hacerlo. El estilo es frecuente en
Medio Oriente y se lo ha calificado de “encargo de misión difícil”. En el texto
quedan indicios de este esquema en el uso del plural: la corte celestial duda
ante la dificultad de la tarea, pero uno se ofrece, Isaías.
El texto litúrgico finaliza
aquí dejando en nebulosa el “encargo difícil” que – leyéndolo – se lo ve como
muy duro: el destinatario reconoce la dificultad ya que está “condenado al
fracaso” (9b-13), Dios no quiere que los destinatarios (“ese pueblo”) se
conviertan [hay que notar que el texto no está hablando del futuro, no quiere
que “este pueblo” se convierta]. Quizás por esta dificultad es que la liturgia
lo ha omitido. La traducción griega hace una ligera modificación: la cerrazón
del pueblo no es lo que Dios quiere sino lo que de hecho ocurre. Así será
utilizado por el N.T.
Lectura de la primera carta de san Pablo a
los Corintios 15,1-11
Resumen: ante algunos que niegan la
resurrección Pablo les recuerda lo que él y otros han predicado y que tiene su
origen tradicional en la muerte y resurrección de Jesús.
El capítulo 15 de la primera
carta a los Corintios marca un tema nuevo en el resto de la obra. Aparente por
información oral Pablo se ha enterado que hay algunos que niegan la
resurrección (15,12) y para ello escribe esta unidad. El acento está puesto en
la resurrección precisamente por esta negativa. Luego de la introducción (la
unidad litúrgica de hoy, vv.1-11) Pablo responde dos preguntas: ¿hay resurrección
de los muertos? (vv.12-34) y ¿con qué cuerpo resucitan los muertos? (vv.35-57)
con una breve exhortación conclusiva (v.58).
Veamos cómo está
estructurado el texto que nos ocupa
Lo que prediqué… creyeron
(vv.1-2)
Lo que predicamos… creyeron (v.11)
En el centro Pablo repite un
esquema propio de la tradición: transmití… recibí
Esto está centrado en dos
elementos en los que se cumplen las escrituras: que Cristo murió, que resucitó.
A continuación de cada uno presenta un signo visible que atestigua el hecho: la
sepultura, las apariciones. Como el tema en cuestión es la negativa de la
resurrección Pablo se detiene en extenso en los nombres de los testigos de las apariciones comenzando por el primero (Cefas) y terminando por el último (él
mismo) aunque hace un breve paréntesis sobre su ministerio (es su predicación
sobre la resurrección la que está cuestionada) en vv.9-10.
Esquematicemos:
A.- prediqué… creyeron
(vv.1-2)
Predicación tradicional (trasmití… recibí…) (v.3a)
Murió
(según las escrituras); signo visible: sepultura (vv.3b-4a)
Resucitó
(según las escrituras); signos visibles: apariciones (vv.4b-8)
Apariciones
a…. después… después… y por último (ésjatón)
Nota
sobre la gracia en la predicación de Pablo (vv.9-10)
A’. ellos… yo predicamos…
creyeron (v.11)
Veamos algunos elementos a
tener en cuenta:
Pablo remite a la
predicación tradicional centrada en la resurrección de Jesús. Es probable que
los que niegan la resurrección no negaran la resurrección de Cristo sino la de
los muertos. Pero para Pablo la resurrección de Cristo y la resurrección de los
demás es todo parte de un mismo movimiento. La resurrección de Cristo es el
inicio del tiempo final de las resurrecciones: si no resucitamos no resucitó
Cristo. El acento en la resurrección de Cristo es sencillamente remarcar un
mismo hecho en sus diferentes momentos.
Pablo es parte de una
tradición: lo que él predica, a su vez lo ha recibido (el mismo juego de
palabras lo encontramos en 11,23: “yo recibí lo que les transmití”).
Pablo no cita las escrituras
que se cumplen, pero probablemente refiera a Is 52,13-53,12 y Os 6,2. Tratar de
entender a la luz de las Escrituras la muerte cruel y el rechazo de Jesús sin
duda fue un tema complejo para los primeros cristianos. La cita de Is 53 parece
haber sido muy importante para poder no solamente aludir al rechazo sino
también a dar un sentido a esa muerte. Una muerte “por” (no “a causa de” sino
“en beneficio de”). El texto de Oseas en griego afirma que en tres días nos
“hará resurgir”, levantar utilizando el griego “anistemi” que muy pocas veces
(cf. 1 Tes 4,14.16) Pablo utiliza para la resurrección. Se afirma que Pablo no recurre a la muerte
vicaria (como sí lo hace Isaías 53) y casi no utiliza “anistemi” para la
resurrección (si es común en Hechos y en Juan), pero se ha de tener en cuenta
que precisamente estamos ante un texto que Pablo “recibe por tradición” (y como
se ve por el uso en 1 Tesalonicenses, es de uso antiguo; Pablo luego preferirá
egeirô [ver 15,4]).
Llama la atención la
ausencia de mujeres en la lista de beneficiarios de apariciones del resucitado.
Es posible que también en esto estemos ante lo que Pablo ha recibido. De todos
modos hay grupos (“más de quinientos” y “todos los apóstoles”) que pueden
incluir mujeres, aunque no estén mencionadas por sus nombres. Santiago, “el
hermano del Señor”, ocupará muy pronto un lugar muy importante en la comunidad
de Jerusalén. Es interesante que a pesar de un primer momento de incomprensión
de parte de la familia de Jesús a su ministerio [ver Mc 3,20-21.33-35], en los
últimos momentos se ve que hubo un importante acercamiento (Juan pone a la
madre junto a la cruz [Jn 19,25], Lucas a la madre y sus hermanos en el grupo
que espera el espíritu [Hch 1,14] y Pablo, aquí, a Santiago como beneficiario de
una aparición). Más tarde quedará a cargo de la comunidad de Jerusalén y
finalmente – nos lo dice Flavio Josefo – morirá mártir en el año 62.
Pablo se pone a sí mismo
como el último (no hay que entender aquí “esjaton” en sentido “escatológico”
como se ve enseguida. En el esquema del honor, el último es el menos honorable.
Y Pablo lo reconoce por haber sido perseguidor (algo que Pablo repetirá en más
de una ocasión, cf. Ga 1,13.23; Fil 3,6). Así utilizará la imagen del “aborto”
que es un término ciertamente fuerte para designar lo que no ha alcanzado a ser
(Qo 6,3; Job 3,16). Ser perseguidor de la Iglesia marca el límite hasta el que
Pablo había llegado, como un aborto que no lo fue por la gracia de Dios que lo
llevo a ser fecundo en su trabajo apostólico.
Una breve nota sobre el
“apóstol”. Para Pablo no se trata de “los Doce”, sino de aquellos a los que se
les ha hecho ver el resucitado. Por eso afirma ser indigno de serlo. Todos
aquellos y aquellas a los que Jesús se les apareció son, para Pablo, apóstoles
(por eso incluye mujeres en la lista, como se ve en Rom 16,7). Pero esas
apariciones no son para “conservarlas” sino para “trabajar” (kopiaô). Este
trabajo, para Pablo se trata del anuncio del Evangelio (1 Cor 16,16; Fil 2,16),
la dedicación a la comunidad (Gal 4,11) algo que también a los que presiden la
comunidad (1 Tes 5,12), y se dice expresamente de cuatro mujeres de la
comunidad de Roma (Rom 16,6.12). La dedicación de Pablo “no ha sido estéril”, no fue
“vana” (kenós). Lo que señala es que “trabajó” más que “todos ellos” (es decir,
más que toda la lista), pero “no yo, sino la gracia”. Es por esa gracia que
Pablo es lo que es, “el” apóstol por excelencia.
Una nota sobre el “kérigma”.
Se ha dicho que el texto de 1 Cor 15 constituye el “kérigma” de Pablo, es decir
el resumen de toda su predicación. Pero no parece preciso afirmarlo. Para
comenzar hay que recordar que Pablo pone aquí el acento en la muerte y
resurrección porque es el tema que ha sido negado por algunos en la comunidad. Por
otra parte, en otras cartas Pablo también habla de lo que ha predicado sin
poner aquí su acento; por ejemplo, es razonable pensar que si se dirige a
paganos Pablo debería empezar hablando de “un solo Dios” y el “abandono de los
ídolos” (ver 1 Tes 1,9). Es más preciso señalar que aquí encontramos “un
resumen” de la predicación paulina, y no “el resumen”.
+ Lectura del evangelio según san Lucas 5,1-11
Resumen: el profeta Jesús
predica la palabra de Dios y esa palabra es eficaz en medio de los suyos y
obrando milagros.
Lucas, que sigue a Marcos en
el comienzo del ministerio de Jesús, introduce – sin embargo – una novedad en
el relato vocacional del principio. El principio y el fin le sirven para
introducir el relato de la pesca. Veamos brevemente:
Marcos 1:16-18
|
Lucas 5:1-11
|
Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón,
largando las redes en el mar, pues eran pescadores.
|
Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él
para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla
del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
|
[Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes (v.19)] |
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un
poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras
redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda
la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y,
haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes
amenazaban romperse.
Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su
ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de
mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de
él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado.
Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de
Simón.
|
Jesús les dijo: «Vengan conmigo, y los haré llegar a ser pescadores de
hombres».
|
Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres».
|
Al instante, dejando las redes, le siguieron.
|
Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le
siguieron.
|
Como puede verse, el
comienzo y el final están tomados de Marcos, mientras la circunstancia de la
pesca es propia de Lucas (aunque hay una escena semejante en Jn 21). Que Jesús
enseñe desde la barca también es tomado de Marcos (cf. 3,9; 4,1-2).
En un sentido (que podríamos
llamar “psicológico”) el cambio de Lucas es más razonable. No parece fácil de
entender que a un predicador, del que no se ha escuchado ni visto nada, pescadores de profesión dejen todo simplemente por su palabra. En Lucas, en
cambio, Jesús predica, expulsa un demonio, cura la suegra de Pedro, realiza
otras curaciones y realiza una pesca milagrosa. Dejar todo para seguirlo ahora parece
más razonable, en este caso. De todos modos no hay que poner en esto el centro
del relato.
La multitud (ojlos)
se agolpa para escuchar “la palabra (logos) de Dios”, expresamente Lucas
señala que eso es lo que Jesús predica (cf. 8,11.21; 11,28; 24,19 [en Mateo y
Marcos “la palabra de Dios” se refiere a las escrituras; cf. Mc 7,13]).
Sentado
(cf. 4,20; Hch 13,16), enseñaba (es un tema habitual del ministerio de
Jesús en Lucas, x17). El acento en el relato estará puesto en Simón,
aunque por momentos se alterna el singular (vv.4.5.8.10) y el plural (vv.4.5.6.7.9.10.11)
dando a entender que en él se incluye a todo su grupo. Simón (Lucas con
frecuencia elige llamarlo así, aunque también utiliza Pedro [ver 5,8; 6,14]) es
testigo – con los que lo acompañan – de la predicación.
La pesca en el lago es de noche
(v.5) pero ésta será “por tu palabra” (rhêma; la palabra del
profeta Jesús tiene otra “densidad”, no se trata sólo de un predicador, es uno
que dice “palabra de Dios”) y la cantidad de peces es inmensa y las
redes se rompían (Juan señala que “no se rompían”, 21,11). Pedro lo ha
llamado “epístatês” (el que ‘está sobre’, a veces traducido “maestro”, término
que sólo Lucas utiliza x7 en el NT). Los compañeros, socios (en
v.7 utiliza metójois y en v.10 koinônoi) de Pedro (los hijos de Zebedeo,
v.10) suelen ser los que ponen en común el fruto de la pesca a fin de aliviar
el cobro excesivo de impuestos (parece que rondaba el 40% a lo que se ha de
sumar el costo por los intermediarios, lo que se trataba de evitar por las
asociaciones a las que hicimos referencia).
Ciertamente lo que cuenta en
el texto es el hecho milagroso (no interesa en esto el hecho histórico) que motiva
la actitud de Simón cayendo de rodillas (es actitud de oración: ver
22,41; Hch 7,60; 9,40; 20,36; 21,5). El término “varón pecador” vuelve a
encontrarse en el NT sólo en Lc 19,7 referido a Zaqueo (es frecuente en el
Sirácida x6); el tema recuerda lo dicho por Isaías en el relato vocacional
(6,5). Simón reconoce en aquel que habla palabras de parte de Dios al “Señor” (kyrie) y reconoce
la distancia: él se sabe pecador. Pero los lectores de Lucas sabemos la
cercanía que Jesús entabla con los pecadores: 5,30.32; 7,34.39; 15,1-2.7.10;
18,13; 19,7.
Aquí el texto retoma el
relato de Marcos uniendo las dos escenas (Pedro y Andrés, Santiago y Juan). El
“asombro” (thambós) es un término infrecuente, pero que también
se utiliza en Hechos al comenzar el ministerio de la Iglesia (Lc 4,36; Hch
3,10), es la actitud frente a lo sagrado.
El término “no temas”
es usado ante una intervención de Dios (cf. 1,13.30), lo usa Jesús ante Jairo
preparando la revivificación de su hija (8,50 Q) y dirigiéndose al “pequeño
rebaño” al que el Padre le da el reino (12,32).
El vocablo usado por Lucas
por “pescador” es atrapar, capturar pero mantener con vida (zôgréô,
cf. 2 Tim 2,26), en v.2 Lucas había señalado que eran “pescadores”
(alieys), término que utilizan Marcos y Mateo. Lucas prefiere poner el acento
en el mantenimiento de la vida.
Pero la novedad principal de
Lucas viene dada por el pequeño y casi imperceptible cambio que hace al final.
Ya no se trata de que los pescadores dejan las redes o las barcas o sus padres,
para Lucas ellos “dejándolo todo” lo siguen (el seguimiento es
particularmente importante en Lucas entendido como discipulado, 5,27-28;
9,23.49.57.59.61; 18,22.28.43; 22,39.54). El seguimiento de Jesús es exigente y
supone dejar todo (5,28; 14,33; 18,22-23).
Foto tomada de danyguerra.wordpress.com
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