lunes, 1 de febrero de 2016

Compromiso

Compromiso


Eduardo de la Serna



En general sabemos qué significa esa palabra, “compromiso”. Se trata de “meterse”, “jugarse”, “empeñarse”. Puede ser vista de un modo negativo: “usted me compromete”, “me pones en un compromiso”, pero precisamente porque significa que esa persona queda “ligada”, casi “atrapada” por aquello. Sea esto negativo… o también positivo. Antiguamente los novios se “comprometían”, lo que significaba que la ligazón que ya tenían de amor en el noviazgo querían reforzarla en vistas a una unión todavía mayor, que era el matrimonio.

Es cierto que, con razón o sin ella, en general muchos escapan hoy a los compromisos. Se prefiere, por ejemplo, una pareja a prueba, o se trata de evitar comprometerse. Pero de cualquier manera los “compromisos” allí están. Un contrato, por ejemplo, es un compromiso, un juramento también lo es. Y, aunque no haya nada “firmado” el amor también compromete con el otro. Cuando es verdadero compromete tanto que Jesús dijo que el amor más grande es dar la vida por los que se ama.

En general, sin embargo, podemos decir que el compromiso no viene “de afuera” sino “de adentro”. Uno no “es comprometido” sino que “se compromete”, y esto “liga”, “atrapa” a la persona con aquello que confirmó.

En cierta manera, pareciera más cómodo no tener compromiso alguno. Uno parece moverse en el etéreo espacio dizque de la libertad. “Hago lo que quiero porque no tengo compromisos”. Y – obviamente – no quiero que “de afuera” me comprometan en aquello que yo no quiero.

Podríamos decir que el “amor light”, que se caracteriza meramente por el sentimiento, no “compromete” con “el otro” (o “la otra”), tiene sólo la firmeza de un sentimiento. Pero hay otro amor que podemos llamar “militante”; un amor que compromete, que liga con el / la otro / a.

Ciertamente la característica del amor, o del compromiso, es la libertad. “Elijo” comprometerme o no, amar o no. Y nadie podría comprometerme a lo que no he elegido.

Toda militancia es compromiso. Nadie puede comprometer a otro. Aunque, por cierto, el ejemplo-testimonio de los y las comprometidos puede impulsar (a veces sin un mesurado análisis) hacia un compromiso.

Una cosa que celebro de la década pasada es la vuelta de los comprometidos, los militantes. Sin duda alguna enormemente menor que los compromisos a los que nos habituamos los militantes de los 70, pero – también sin duda – gigantemente mayor que aquella de los 90.

A lo mejor un error de los últimos tiempos fue sobrevalorar la militancia. No que esta no exista, por cierto… pero que no es de la dimensión necesaria para cambiar nuestro presente. Y la abundancia de quienes no quieren comprometerse, de los que no ven la necesidad de hacerlo resultó formidable. La abundancia de invitaciones a los espacios de “no compromiso” resulta enormemente atractiva para aquellos que prefieren “durar y transcurrir” antes que “honrar la vida”. Que tienen ese derecho. Son los que prefieren los globos amarillos, la invitación a ser felices sin compromisos, los que depositan su voto sin saber – o sin querer saber – que les guste o no eso sí es un “compromiso”.

Un ejemplo evidente de todo esto es la “negación de la historia”. Como “maestra de vida”, al decir de Cicerón, la historia “compromete”. Mirándola resulta imposible decir “yo no sabía”. Los cuadros de personajes de la historia en el despacho presidencial fueron reemplazados por cuadros de pintores y hasta una foto del obelisco; los próceres (o no) de los billetes reemplazados por animalitos. La cosa es la propuesta del discurso light. El mismo que dice que Peña Nieto, presidente de México, le preguntó dónde aprendió a bailar, o que la reunión con el primer ministro inglés había sido “muy linda”. La cosa es invisibilizar el compromiso, aunque este exista.

Pero algunos hemos elegido comprometer la vida. Hacer del Evangelio una militancia, y esto significa jugarse por los pobres. Y nos dan ganas de decirle a cada uno que viene a quejarse por los aumentos de la luz: “¿y vos a quién votaste?”, o de los que lloran la desocupación de un ser querido, o los aumentos de precios de la canasta básica, “Y… ¿no se te ocurrió pensarlo antes?”

Porque es cierto que el compromiso muchas veces nos pasa por la puerta. Y timbra. Y podemos dejarlo pasar de largo, o podemos ligarnos a él y saber que de nosotros también depende un futuro mejor. No es tarde… faltan dos años. Y solamente cuatro.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.