Mi tío Ezequiel
Eduardo
de la Serna
Por diferentes motivos hoy
recordaba a mi querido tío Ezequiel. Hermano de mi mamá… De esos parientes que
todos quieren. Que nadie rechaza por motivo alguno. De esos que podemos
calificar de imprescindibles. Aunque ya no estén.
Era actor, enamorado del
teatro. De esos tantos actores que no se llenaron de dinero con la actuación,
aunque hubiera trabajado con enormes directores y sido compañero de grandes
actores. Recuerdo haber conocido, por ejemplo, a Luisa Kuliok en su casa y casa
de mis abuelos. Cuando la vi muchos años después y se lo recordaba me dijo: “¡cuánta
buena gente y buenos amigos se nos llevó el SIDA!”.
Como yo almorzaba todos los
días en casa de mis abuelos por la doble escolaridad, comía también con él. Se “enojaba”
conmigo porque mi abuelo, siempre callado, conmigo hablaba: “con nosotros nunca
habla y con vos siempre charlan”. Enamorado de Mirta Legrand y de Lolita Torres
fue el que me hizo conocer – y desde entonces amar profundamente – a Joan
Manuel Serrat. Con él conocí los versos de Machado musicalizados por el Nano, y
repetir que “caminante, no hay camino. Se hace camino al andar”, recitado que hasta
el día de hoy recuerdo perfectamente (“se ve la senda que nunca, se ha de
volver a pisar”).
Y de su biblioteca recuerdo
un libro, que también me enseñó, prestó y leí: un libro de Ariel Dorfman y
Armand Mattelart llamado “Para leer al pato Donald”. Un libro donde – desde la
mirada sociológica, y marxista, por cierto, en la Chile de Salvador Allende – mostraba
a quien quisiera ver y entender (bastante pocos, por cierto) la ideología que
subyace en los dibujos de Disney.
Claro que mucho después,
Ezequiel ya no lo vería, “ideología” era dicho de otros. Ya lo habían
anticipado: Disney llegaba “más allá de las fronteras y las ideologías, más acá
de los odios y las diferencias y los dialectos” (p.20); las ideologías “politizan
el espacio sagrado de la infancia” (p.23).
“Lo imaginario infantil es la utopía política de una clase. En las historietas de Disney, jamás se podrá encontrar un trabajador o un proletario, jamás nadie produce industrialmente nada. Pero esto no significa que esté ausente la clase proletaria. Al contrario: está presente bajo dos máscaras, como buen salvaje y como criminal-lumpen. Ambos personajes destruyen al proletariado como clase, pero rescatan de esta clase ciertos mitos que la burguesía ha construido desde el principio de su aparición y hasta su acceso al poder para ocultar y domesticar a su enemigo, para evitar su solidaridad y hacerlo funcionar fluidamente dentro del sistema, participando en su propia esclavización ideológica”. (p.90)
El
libro termina con una fascinante editorial del diario El Mercurio, de consabida
militancia anti-periodística y anti-democrática (su director Agustín Edwards fue
el año pasado expulsado de la academia de Periodistas de Chile) donde se
manifiesta contra la literatura infantil promovida por el gobierno de la Unidad
Popular contraria a los clásicos infantiles consagrados en el mundo entero.
”Conviene subrayar que ni siquiera se descartan los medios de esparcimiento y entretención infantiles para impopularizar personajes ya consagrados en la literatura mundial, y al mismo tiempo reemplazarlos por otros modelos discurridos por los expertos en propaganda de la Unidad Popular” (p.93).
Ezequiel
no llegó a conocer a Zamba y al canal Paka-Paka, a la campaña en su contra
hecha por el “Gran diario argentino” (Magnetto está exento de ser expulsado
algún día de la academia de periodismo, no sólo porque es hoy presidente de facto,
en puesto mayor, sino que además es contador, no periodista. Repito: ¡contador!
Y está todo dicho); pero no puedo menos que recordar cuando a Casey Wander un comunicador, que seguramente leyó Para leer al Pato Donald cuando era periodista, lo envió a
Disney (y hoy estará feliz en Miami con su casa de 2,5 millones de dólares).
Hoy recordaba a Ezequiel. Aquellos fueron tiempos de resistencia, y hoy también lo es. Y su memoria nos permite saber que hay actores y actores. Los que resisten la memoria y los que la tapan, los que “golpe a golpe, verso a verso” quisieran que el poeta muera en un “país vecino”. Pero saber que “cuando el jilguero no puede cantar” algunos recordamos a nuestros tíos y antepasados y queremos resistir con aguante. Un tal Jesús dijo que “si ellos callan, hablarán las piedras”. De eso se trata… De memoria.
Hoy recordaba a Ezequiel. Aquellos fueron tiempos de resistencia, y hoy también lo es. Y su memoria nos permite saber que hay actores y actores. Los que resisten la memoria y los que la tapan, los que “golpe a golpe, verso a verso” quisieran que el poeta muera en un “país vecino”. Pero saber que “cuando el jilguero no puede cantar” algunos recordamos a nuestros tíos y antepasados y queremos resistir con aguante. Un tal Jesús dijo que “si ellos callan, hablarán las piedras”. De eso se trata… De memoria.
Foto tomada de unavezmas.com.ar
Que bueno Eduardo, como en el cajón de los Recuerdos, visitando a una familia mexicana a la cual le están expropiando sus tierras, que recibió de la Reforma Agraria, le encontré entre sus libros Para leer al Pato Donald y se le pedí prestado. Muchos recuerdos pasaron en mi mente y corazón. Y mirar hoy desde el pasado nos trae tantos recuerdos entre ellos a Goebels, Walt Disney, Pinochet, Videla, Magneto, Macri. Todos cortados por la misma tijera y por supuesto con los mismos frutos dominando al Buen Salvaje y explotando al Lumpen. Mi amiga por supuesto lucha contra grandes corporaciones Mediáticas y Económicas para no perder su tierrita, sin ayuda de nadie.....Quizás la memoria nos ayude para hacer como dicen los Quiché: para construir el futuro hay que mirar al Pasado. Y mirando al Pelado y viendo todo lo que le hicieron a Nuestros Pueblos nos animemos a ser sus Defensores. Un abrazo. Los Linyes de la Virgen.
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