Me tienen un poquito cansado los equilibristas
Eduardo de la Serna
Cuando de ciertos grupos se espera una palabra se supone que esta
sea clara y precisa a fin de que esa palabra diga algo. Una empresa emite un
comunicado a partir de una situación. Después, por supuesto, los lectores
haremos nuestra propia lectura y, por ejemplo, le creeremos o no, o interpretaremos
los por qué u objetivos escondidos. De Vicentín, por caso. Pero hay colectivos para
los que una palabra les es constitutiva. La Iglesia es un ejemplo de eso. Si
cada vez que se espera una palabra (que no es necesariamente lo mismo que cada
vez que se desea) esta se pronunciara, no haría falta empezar a medir, pesar y
calcular: si digo esto pueden pensar aquello, si callo esto dirán esto otro y
si esto o si… Porque entonces, son tantos, ¡pero tantos! los “si” que todo
parece un gigantesco “no”.
Desconozco, en muchos casos, los cálculos y las internas que
motivan ciertas declaraciones, pero con frecuencia parecen tan, pero tan
equilibradas que no solamente no dicen nada, sino que casi parecen un pedido de
perdón por decir algo.
Es evidente, por ejemplo, que hay obispos macristas y/o vidalistas.
No puedo entender cómo encaja esto con el Evangelio, pero es otro tema. Pero,
si una declaración episcopal se equilibra tanto para no enojar a… o no molestar
a… o que no se entienda que… parece mejor callar.
Un hecho muy concreto son las escuchas ilegales del macrismo, el
espionaje a distintos sujetos y sujetas de nuestra sociedad lo cual es algo
aberrante. Por imaginado y sospechado, no menos aberrante (aunque debo confesar
que no espero nada de este poder judicial, el mismo que hizo la vista gorda
ante las escuchas y le permitió a Macri asumir como presidente procesado por ¡¡¡escuchas!!!).
La reciente declaración episcopal sobre este tema expresa su molestia porque un
obispo fue escuchado, seguido e investigado, un hecho que es detestable. Pero
lo mismo lo es que se escuche a sindicalistas, políticos, curas, periodistas, y
hasta amigos, parientes y cómplices del entonces presidente. Una declaración
casi corporativa-episcopal y que por arriba alude a los demás, en realidad es
innecesaria. Y si es lavada porque sospechan que “antes” eso también ocurría
(además de que sería sensato y razonable que hubiera una mínima prueba o
indicio, como ocurre en este caso) se hubiera solucionado, sencillamente, si entonces
hubieran hablado. Si hablan siempre, pues nadie dirá “esto es por…” o “por qué
no acá y sí allá”. Pero si callaron ayer, o si para no molestar a amigos se
disimula lo que se debe decir hoy, pues entonces, el equilibrio se vuelve
indispensable. Y el equilibrio es fascinante en los espectáculos circenses, en
ciertas declaraciones, se parece más a la tibieza.
AMÉN. Cansan!
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