Dios ¿castiga?
Eduardo de la Serna
La
imagen de un Dios castigador es, lamentablemente, frecuente. Sería fácil decir
que esa imagen se parece más a Júpiter que al dios abbá, padre y madre de
Jesús, pero es bueno, y sensato, ver qué nos dicen los textos bíblicos para ver
si al presentar a Dios de ese modo, decimos bien o decimos mal de Dios.
En
las traducciones castellanas de la Biblia, la idea de castigo ocurre bastantes
veces, aunque puede referirse también a un castigo penal (por ejemplo, la pena
de muerte), el castigo a un animal, una actitud política contra otras naciones,
un padre castiga a sus hijos, o un docente debe castigar al que se resiste al
aprendizaje, etc. En general puede decirse que es una actitud pedagógica (sin
duda no aceptada en nuestros días), la sanción pretende conducir por el buen
camino a un animal, al educando, a un pueblo (uno de los términos griegos que
se traduce por castigar es paideuô, es decir, algo pedagógico). Pero no puede
ignorarse que de las muchas veces que encontramos la raíz castigo en las
Biblias en castellano, la mayor parte de las referencias aluden a Dios que
castiga. Simplemente para que se vea que las traducciones influyen, pero a su
vez pueden confundir un poco, veamos que la idea de “castigo” se encuentra 305
veces en la Biblia de Nuestro Pueblo; 193 veces en la Biblia de Jerusalén (2da
edición), 229 veces en la 3ra edición), 308 veces en el Libro del Pueblo de
Dios y 360 veces en la Biblia Latinoamericana. Evidentemente con este término
traducen diferentes palabras griegas y hebreas que pueden traducirse también
por reprender, juzgar, sancionar, etc.
Pero
si miramos los Evangelios, el término lo encontramos escasísimas veces: en
Mateo 15,4 y Marcos 7,10 se hace referencia al Antiguo Testamento, y a la pena
de muerte (= castigo) a quien ofende a sus padres. En una parábola, Mateo hace
referencia a un castigo eterno [25,46], una pena, de la que se deberá hablar en
otro escrito (= “infierno”), y que alude a la “expulsión” (ver 1 Juan 4,18).
Pilatos “castiga” a Jesús (paideuô) o las autoridades a Pablo… Es
algo habitual en las autoridades a sus súbditos (Rom 13,4.5; 1 Pe 2,14) y
eventualmente una comunidad a alguien por alguna razón (2 Cor 2,6; 10,6). Es
decir, la idea de un castigo divino no ocurre prácticamente nunca en el Nuevo
Testamento, lo que contrasta notablemente con el Antiguo Testamento.
Pero no se entienda que “el
Dios del Antiguo Testamento es cruel y castigador mientras que el del Nuevo
Testamento es Dios amor” como sostuvo Marción en el siglo II. Era frecuente
entender, antiguamente, que algunos males, como podían ser sequía, plagas, o
incluso invasiones enemigas, eran consecuencia de un “castigo” divino (por
ejemplo, notemos que términos como sequía, langostas, plaga, tan frecuentes en
el AT están prácticamente ausentes en el NT, el último con excepción del
Apocalipsis, con clara influencia del AT). No ha de descuidarse, además, el
sentido claramente “pedagógico” de algunas cuestiones vistas como “castigo”,
pero no como un Dios airado y enojado con los suyos, sino como un Dios que,
como padre, busca enderezar el camino desviado de sus amigos o de su pueblo. Veamos un extenso texto que sirve ilustrativamente para comprender:
como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección [paideía] del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige [paideuô]; y azota a todos los hijos que acoge.
Aguanten para corrección [paideía] de ustedes. Como a hijos los trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige [paideuô]? Mas si quedan sin corrección [paideía], cosa que todos reciben, señal de que son bastardos y no hijos.
Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían [paideutás], y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad.
Cierto que ninguna corrección [paideía] es de momento agradable, sino penosa; pero luego produce fruto apacible de justicia a los ejercitados [gymnazô] en ella. (Heb 12:5-11)
En este sentido, el Nuevo
Testamento, lo hemos señalado en otra ocasión, al mostrar a Dios como “padre”
no pone el acento en el “obedecer” sino en el “amar”.
Queda, finalmente, una pregunta. Hoy, con nuestra mentalidad, nuestra pedagogía, nuestra profundización de la imagen de Dios revelado en Jesús, ¿podemos seguir diciendo que Dios castiga? Sería bastante fundamentalista, y hasta podríamos preguntarnos qué imagen de Dios tiene quien cree que el Dios amor y padre castiga a sus hijos. Su pedagogía, sin duda, pareciera, hoy, que nos invita a andar por otros caminos.
Imagen tomada de https://www.hahistoriayarte.com/la-flagelacion-romana-un-castigo-cruel/
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