Carta abierta a Diego Maradona
Diego querido:
¡Te fuiste sin
despedirte! ¡Qué pena! Me hubiera gustado abrazarte…
Hoy es día de
llanto… Hasta los que ni te quisieron ni los quisiste dicen estar compungidos.
Estos hablarán de tus “genialidades” o lo imborrable que hiciste en la cancha.
Y hasta comentarán o mostrarán fotos fuera de ella para que no miremos sino el
verde césped. Pero todos (los otros) sabemos que te equivocaste una y mil
veces, “pero la pelota no se mancha”. Resulta casi “divertido”, si cabe, ver
los twits de Rodríguez Larreta, Pato Bullrich, Avruj, Negri (con su metida de
pata, Dr. Freud) y “el cartonero Baez” hablando de vos y la pelota y la cancha.
¿Y quién lo negaría? Pero otros – los otros – también recordamos otras cosas,
¿sabés? Desde tu viaje en tren para gritarle en la cara a Bush ¡no al ALCA!
hasta tus abrazos con los más grandes. Esos que a muchos nos llenan de envidia.
Metiste la pata, ¡sí! ¡como todos! Vos las tuyas, yo las mías. Pero cuando
había que estar, siempre estabas en el lado que debías estar.
En estos días
circuló la foto de otro gran ex futbolista, firmándole una camiseta al
dinosaurio que preside Brasil. Y quedó más claro que nunca que la superioridad
no sólo estaba en la cancha. Estaba en el lugar donde elegiste estar. Nunca
olvidaste a tu Villa Fiorito natal, y aunque estabas en la cima de la Torre Eiffel,
no dejaste de mirar para abajo. Un “dios sucio” te bautizó Galeano… Y así es.
Uno como nosotros, pero “Diego”.
Y no está mal
mirar quienes te amaron (amamos) y quienes te odiaron para saber que, una vez
más, estuviste donde había que estar. Claro que, cuando se trata de la cancha;
¿quién lo negaría? Si hasta Clarín y La Nación lo reconocen. Pero también fuera
de la cancha: en la vida. En esa misma en la que te equivocaste y me equivoco, la
que nos embarra. Pero donde se juega algo más que un partido o un campeonato…
en la que se teje la historia. Esa historia en la que tu nombre será
reconocido, cantado y aplaudido. Simplemente por estar donde debías; por estar
donde molestaba a los poderosos; por estar donde podían levantar la cabeza las
víctimas y, al levantarla, ver tu melena al viento y tu sonrisa iluminadora.
chau Diego…
¡hasta la victoria!
Eduardo de la
Serna
A raíz de ciertas cosas, en la semana recordaba la maravillosa película de Milos Forman, Amadeus.
Sin pretender hacer un comentario cinematográfico, ni ser exhaustivo, hoy vuelvo sobre ella:
La película presenta un genio que sobresale de la mediocridad general: Salieri. Por eso es el músico de la corte, que incluso ha consagrado, como militancia su vida a la música. Incluso viviendo en castidad para ser puro y solo para el arte. Pero este genio, puro y casto, se da cuenta que hay otro, uno que es todo lo contrario a él: irreverente, mujeriego, sucio, que es verdaderamente una suerte de manifestación de Dios en la música. Eso lo llena de envidia (que será, en la película, la característica de Salieri) que no puede soportar que Dios se manifieste a través de alguien tan despreciable y no por él mismo, tan ejemplar. Y, claro, queda “picando” la pelota: ¿a quién Ama-Deus? ¿A ese ser ejemplar, consagrado y dedicado, o - por el contrario, a ese despreciable Diego Armando Mozart?
foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Grafiti_Diego_Maradona.jpg
Eduardo, que hermosa carta. Si su opinión fuera la de la mayoria del clero, otra sería la canción. Lamentablemente no es así, y por eso la Santa Madre Iglesia pierde todos los dias por varios goles con alternativas que ofrecen tambien, resolver las angustias. Cuando los sacerdotes que sostienen la estructura milenaria de la Iglesia, vencieron a los suyos, contradiciendo el mensaje de Cristo me alejé definitivamente. Un gran abrazo y mi admiración por la consecuencia en una lucha tan desigual
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