domingo, 6 de marzo de 2016

¿Justicia?, ¡No!, ¡¡¡Poder Judicial!!!

¿Justicia? ¡No! Partido judicial


Eduardo de la Serna



En una charla con Nidia Díaz – histórica militante del FMLN, hoy diputada - durante nuestra visita a El Salvador, hablamos largamente sobre la situación de la justicia en su país. Entrampado por una ley de “amnistía” que impide investigar y juzgar a los responsables de crímenes, masacres y genocidios terribles, a pesar de estar hoy en el gobierno un presidente de signo contrario a los ocultadores y cómplices, nos decía que la comisión de la Verdad señaló la importancia de la renovación del Poder judicial cambiando a centenares de jueces, y entre ellos a la totalidad de la corte Suprema de Justicia. “-¡Ni Dios!” respondió el presidente de tan “honrosa” institución ante ese planteo. El poder judicial aparece como una rémora con la que hay que lidiar y es más obstáculo que una solución a los graves problemas del país, dijo.

Los roles que en diversos países cumplen diferentes instancias judiciales parecen más en beneficio de los poderosos, del mantenimiento del statu quo y la injusticia e impunidad que en favor de la justicia como valor social. El reciente ejemplo del juez Sergio Moro deteniendo a Lula da Silva en Brasil, o del impresentable Procurador Alejandro Ordoñez en Colombia son ejemplos emblemáticos de la necesidad semántica de distinguir “la Justicia” de “el poder judicial”.

El rol jugado por el poder judicial durante la última etapa del gobierno de Cristina Fernández le mereció ser calificado con propiedad de “partido judicial”. Resultó junto con los Medios de Comunicación (también lo es en Brasil) el principal medio de oposición al gobierno. Y lo que en principio resulta un instrumento virtuoso (la divulgación de delitos o irregularidades, por ejemplo – pero no sólo – en el gobierno y la aplicación de una justicia independiente ante esos hechos) se malforma y distorsiona cuando la oposición es sistemática y se tiene la firme seguridad de injusticia e impunidad. Siendo un órgano de gobierno, uno de los tres poderes de la república (y actuando como si fuera el único, o el definitivo y principal, al decir del presidente de la Corte Ricardo Lorenzetti) parece razonable pensar que el ejercicio de la injusticia por parte de este Poder de la república resulta una clara violación de los Derechos Humanos.

El ostensible intento – logrado, aparentemente – de traspasar el “caso de la muerte del ex fiscal Nisman” (con todas las apariencias de suicidio) al fuero federal, donde hay mejores amigos de una tendencia y enemigos del gobierno anterior, revela a las claras la falta de transparencia y la impunidad con la que se mueve este poder impúdico. La complicidad del siempre impresentable juez Oyharbide de “no pisar la manguera” de su colega Eduardo Riggi acusado de encubrimiento ante el asesinato de Mariano Ferreyra, o la sistemática aversión a la letra “K” del juez Bonadío, tan impresentable como el anterior, invita a la desconfianza sistemática ante este “partido judicial”.

¿Qué puede sentir el común de los mortales, la “gente de a pie” ante cualquier abuso por parte de algún espacio de poder? Sin duda desamparo. Sin duda injusticia. Sin duda impunidad.

Macri dijo al asumir el gobierno en las 12 horas de gracia que el poder judicial le regaló que no habría “jueces macristas”. Más allá de su mentira sistemática, su cinismo, y de la apropiación de las palabras que caracteriza su gobierno que le permitirá afirmar que no será “macrista” en el sentido de que no habrá jueces de apellido Macri, o cosas del estilo…  Pero podría señalarse que no los necesita. Ya están allí. Y la vergonzosa actitud de la Corte y de los miembros del “partido” ante los dos jueces que el gobierno intentó “colar por la ventana” no hace sino confirmarlo y mostrar a las claras el desamparo de los ciudadanos y la impunidad de los poderosos. ¿Justicia? ¡Justicia es otra cosa!



Foto tomada de www.mejoraemocional.com

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