martes, 11 de septiembre de 2018

Comentario domingo 24B

La cruz y los crucificados marcan el camino
DOMINGO VIGESIMOCUARTO - "B"


Eduardo de la Serna


Lectura del libro del profeta Isaías     50, 5-9a


Resumen: tomando uno de los llamados “cantos del Siervo sufriente de Yahvé” la liturgia presenta al sufriente como un discípulo ejemplar de Yahvé.

El texto constituye el llamado “tercer canto del Siervo de Yahve”. Aunque los cantos están en debate en cuanto a época, autores y destinatarios (se ha propuesto, por ejemplo que es el canto de dolor de los que regresan de Babilonia al ser rechazados por los que residen en la tierra) el texto está incorporado en la liturgia en el marco de la cruz, tanto en Pascua como en el contexto de los anuncios de la cruz para Jesús y para los suyos.

El tercero de los “Cantos del Siervo de Yahvé” (aunque la palabra “Siervo” aquí no es usada, por lo cual algunos no lo cuentan entre estos cánticos) ubica al poeta como un sabio (“lengua de discípulo”, v.4, “oído abierto”, v.5), como alguien que debe educar al que “anda en tinieblas” (v.10) y comunicar al cansado una palabra de aliento (v.4). Las agresiones e insultos de “otros” (vv.6-7) no le impiden anunciar aquello que debe comunicar como sabio. 
El texto está armado en cuatro estrofas comenzadas por “el Señor Yahvé” (vv.4.5.7.9). Yahvé es el maestro que genera un discípulo ejemplar, maestro a su vez. Y como Yahvé (40,28-31) debe confortar a los fatigados. La primera estrofa está centrada en el tema del discípulo (enmarcada por los términos lengua / palabra, oído / escuchar y la repetición de “despertar” (“palabra despierta”, “despierta el oído”, v.4). Retomando la idea, la segunda estrofa da un paso más: los sufrimientos. Esto fue tomado particularmente por Mateo (26,67 y 27,30, las escupidas a Jesús). Los vv. 7 y 9 comienzan con “el Señor Yahvé me ayuda” (cf. 41,8-13) lo que contrasta con los verbos “ser confundido” y “quedar avergonzado” (cf. 41,11; 45,16.17; 50,7; 54,4); La confianza en Dios pasa a ocupar un lugar principal en el texto; el discípulo manifiesta su disposición a comunicarlas. El lenguaje, a partir del v.8 es judicial, se refiere al pleito en la puerta de la ciudad. El contraste está dado entre ¿quién disputará conmigo? / ¿quién me condenará? El que “me justifica” / “me ayuda” – Yahvé – está “cerca” (cf. 46,12 donde los incrédulos están “lejos”).


Lectura de la carta de Santiago     2, 14-18

Resumen: La “fe” y las “obras” van juntas, como el cuerpo y el espíritu. El obrar, especialmente en función de los pobres, manifiesta visiblemente la fe que nos anima.


La lectura de Santiago de la semana pasada, al hablar de la no discriminación de personas según la apariencia, ponía como ejemplo, o test, la relación con los pobres. Hoy, al hablar de la fe y las obras nuevamente pone la actitud frente a los pobres como ejemplo. Es evidente que el tema de los pobres (y los ricos) es un tema  importante en la carta y para la comunidad.

El tema de la fe y las obras es central en toda esta unidad que se extiende desde v.14 hasta v.26 (el par fe-obras se encuentra en la unidad en los vv. 14.17.18.20.22.24.26). En Santiago, las “obras” (érgon) las encontramos además en 1,4 hablando de las “obras perfectas” que acompañan la paciencia, en 1,25 el que considera la “ley perfecta de la libertad” es uno que “hace su obra” y en 3,13 el sabio y prudente está invitado a mostrar su buena conducta con obras de la “humildad de la sabiduría”. La “fe” (pistis), por su parte conduce a esa paciencia de la que ha hablado (1,3). Con fe se ha de pedir sabiduría (1,6) porque la oración con fe consigue su efecto (5,15). La fe en Jesucristo no da cabida a la acepción de personas (2,1), ya que los pobres “del mundo” son “ricos en la fe” (2,5). Fuera de estos textos, ambos términos se encuentran abundantemente en la unidad que la liturgia de hoy introduce (omite los vv.19-26). 

El uso del término “fe / creer” es bastante diferente al uso paulino. Se refiere a algo más “racional” que “existencial”. Pablo, por ejemplo, jamás podría decir que “los demonios creen” (2,19). Lo mismo ha de decirse de las “obras”, que en Santiago se trata del obrar conforme a aquello que se cree, mientras que en Pablo se trata de las “obras de la Ley”.

Frente al pobre, no bastan las palabras, se exige un compromiso concreto ante él para aliviarlo de su situación. A eso llama “fe muerta” ya que las obras manifiestan la fe (v.18). Esto – luego de ilustrarlo bíblicamente con los ejemplos de Abraham y de Rajab - vuelve a repetirlo en v.26 comparándolo con el cuerpo:
“Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. (v.26)

Las obras y la fe van juntas como el cuerpo y el espíritu. Y la manifestación evidente de esta vida se expresa en la actitud frente a los pobres.

El contraste se da entre la palabra que no actúa frente al pobre: “les dicen… pero no les dan”. Las obras son poner en práctica la “ley perfecta de la libertad”, y deben actuarse. Una ley que no se cumple queda vacía. Así se entiende el comienzo y final de la primera parte, esa fe (muerta), “¿de qué sirve?” (vv.14.16). De hecho esa fe muerta no “salva”, ese tal no queda excluido del juicio divino que tiene particularmente en cuenta a los pobres.



Evangelio según san Marcos     8, 27-35

Resumen: el texto de Marcos es clave en todo el Evangelio. Muchos elementos confluyen en él. Pero las expectativas mesiánicas puestas en Jesús, a partir de Pedro, deben ser relativizadas por la inminencia de la cruz de Jesús y la cruz de los que lo siguen.


El Evangelio de Marcos está dividido en dos grandes partes anunciadas en el título de 1,1. La Buena Noticia es reconocer a Jesús como “mesías” (cristo, ungido) y como “hijo de Dios”. El autor va conduciendo a sus lectores a este reconocimiento. La confesión de Pedro, primera parte del Evangelio de hoy, manifiesta claramente el primero de las dos títulos del inicio: “tú eres el Cristo” (v.29). Esta primera parte, a su vez, tenía tres sub-unidades en las cuales el conflicto que se desata por Jesús se va agudizando. La tercera de estas nos muestra a Herodes intentando saber quién es este “tal Jesús” con palabras idénticas a las del texto, con lo que integra la unidad ("inclusión"). A partir de la confesión de Pedro, Marcos comienza a ir conduciendo a sus lectores a dar el siguiente paso: se lo ha reconocido como “mesías”, pero hay muchos 'mesías esperados'. ¿Qué tipo de Mesías debemos reconocer en Jesús? Pues un mesías crucificado. Haca la cruz se dirige toda la segunda parte, y en la cruz se dirá la segunda confesión de fe anunciada: “el hijo de Dios” (15,39). Por eso, la segunda parte de Marcos comienza con el triple anuncio de la pasión. Así, podemos decir que el texto litúrgico integra el fin de la primera parte y el comienzo de la segunda parte de Marcos:

Comienzo del Evangelio de Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios (1,1)
Parte 1 (1,14-8,30)
   Sub-Parte 1 (1,14-3,6)
   Sub-Parte 2 (3,7-6,6a)
   Sub-Parte 3: (6,6b-8,30)
        Jesús se había hecho célebre. “Algunos decían: ‘Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos… otros decían ‘es Elías’; otros ‘es un profeta’…” (6,14-15)
        Conclusión: unos dicen “que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que uno de los profetas” (8,28)
Tú eres el Cristo (8,29)
Parte 2: “Comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho…” (8,31)
Era el Hijo de Dios (15,39)

El texto, entonces, tiene tres partes que han de entenderse en el marco de toda la obra: (1) las opiniones de la gente forma unidad con el texto de Herodes; (2) la confesión de Pedro concluye lo anunciado en el título del Evangelio y da fin a la primera parte; (3) el anuncio de la pasión prepara la concreción de la cruz donde el centurión formula la confesión de fe definitiva.

1.- Podemos afirmar que lo que dice “la gente”, “los hombres” (anthrôpoi) sobre Jesús es parcial. Es evidente que hay un cierto reconocimiento de la novedad presente en su minnisterio, pero que ha de entenderse como incompleto. Lo que dicen los hombres no es idéntico a lo que dicen los discípulos (“ustedes”) formulado en boca de Pedro como portavoz del resto [es importante en la lectura de este Evangelio no mezclarlo con la lectura de Mateo que lo enriquece notablemente, pero no tienen la misma intención teológica]. 

2.- La confesión de Pedro también – como la de los hombres – puede ser ambigua ya que en las expectativas se esperaban, como se dijo, muchos y muy diversos “mesías”, que podían ser reyes, profetas, sacerdotes y hasta ángeles. Es por eso que Marcos dedica toda su segunda parte a mostrar el tipo de Mesías que Jesús es: el crucificado.

3.- Amante de las cosas en grupos de tres, Marcos presenta tres anuncios de la pasión (8,31-32a; 9,30-32; 10,32-34). Coherentemente con la novedad que Jesús trae, estos anuncios son malentendidos por los discípulos. En este caso, por el mismo Pedro (8,33b); en el segundo por los discípulos en general (9,33-37) y en el tercero por Santiago y Juan (10,35-45). “Curiosamente” para nosotros, (con clara intención literaria de Marcos) los que no comprenden el mesianismo de Jesús son los primeros llamados, que son los mismos que Jesús lleva a los momentos importantes (como la revivificación de la hija de Jairo, la transfiguración, Getsemaní…). Es interesante, además, que Jesús confronta estos malentendidos con la fórmula “el que quiera” (o “si uno quiere”; 8,34; 9,35; 10,44). 

El texto nos muestra un Pedro desconcertado ya que al haberlo reconocido como “mesías” no le resulta tolerable pensar en su tortura y muerte. Esto es una tentación para el mismo Jesús (obviamente la cruz no resulta algo fácil de asimilar). La actitud de Pedro es satánica. Poniéndose delante de Jesús, Pedro no está siendo discípulo, sus pensamientos son ajenos a Dios. Para ser discípulo, Pedro debe ir detrás de Jesús, seguirlo

Irónicamente, en la aclaración del malentendido de Pedro Jesús ahonda el escándalo. La cruz de Jesús resulta intolerable para Pedro, que entonces “reprende” a Jesús, pero este (en la aclaración, “si alguno quiere”) lo que les dice es doblemente intolerable. “Me van a matar, y a los que me sigan los matarán también”. Nada más ajeno al triunfalismo que muchos esperarían en el título “Mesías”.

Una nota al marco literario: lo que Jesús dice de sí mismo resulta intolerable, pero la cosa se agrava siendo intolerable también para los discípulos. Lo que espera a Jesús y a los suyos es “oscuridad y noche”. Este es el sentido del espacio que ocupa en Marcos la Transfiguración, una suerte de luz en la oscuridad, un anticipo de la resurrección. “El que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará”.


Dibujo tomado de elobservadorenlinea.com



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