Las maravillas de la guardia pretoriana
Eduardo de la Serna
El famoso escritor romano, Marco Tulio Cicerón (el
verdadero, no el falsamente citado en ocasiones) afirma sobre la historia:
«Y en cuanto a la historia, testigo de los
tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo del
pasado, ¿con qué otra voz sino es la del orador se la encomienda a la
inmortalidad?» (Sobre el orador II.36).
Como parece que hay quienes niegan la historia, y en
ocasiones la reemplazan por animalitos en billetes, o, también, la limitan a un
tic toc o, cuanto mucho, a lo que pueden ver en una serie televisiva,
quisiera destacar algunos elementos. La estética mussoliniana, que a su vez
remeda la romana no ayuda demasiado a una buena comprensión de la cuestión, así
que destacaré – con perdón de la “plebs” - alguna bibliografía.
Durante la república romana, cuando algún magistrado
iba en campaña militar, era frecuente que tuviera un grupo de guardaespaldas.
Pero luego del triunfo de Octaviano sobre Marco Antonio y Cleopatra (2 de
septiembre 31 a.C.), llamándose ahora Augusto, amplió este grupo armado de una
manera considerable, pero – como era tradición – siempre cuidando que no
hubiera uniformes militares en la ciudad de Roma (los que tenían algún rol en
este sentido, vestían de civil).
Su sucesor, Tiberio encargó a su amigo Lucio Elio
Sejano (20 a.C. – 31 d.C.) como prefecto, la organización de una guardia
imperial que se transformó en un importante grupo armado. Este grupo, fue
concentrado ahora en un cuartel[1]
de manera que recibieran a un tiempo las órdenes, se
llenaran de confianza en sí mismas al contemplar su propio número y fuerza, y
causaran miedo a los demás (…) Tampoco se abstenía de intrigas en el senado
para premiar a sus clientes con honores y gobiernos, ante la mejor disposición
de Tiberio, tan de su parte que no sólo lo celebraba como compañero de fatigas
en sus conversaciones...
(Tacito, Annales IV,2:1.3).
el control de la situación por el miedo y la
ostentación del terror, de ser necesario, caracterizaba la presencia de la
guardia pretoriana, ahora sí en la Gran Ciudad.
Lo
que quiero decir es que el Princeps no tenía por qué conciliar a la plebe si
estaba dispuesto a mantenerla bajo control por la fuerza (como lo estaba
Tiberio), utilizando a las cohortes pretorianas, a los actores exiliados y a
los líderes de sus clubes de fans. Incluso cuando murió, la plebe se vio
frustrada en su plan de quemar el cuerpo en un anfiteatro para obligar al
tacaño emperador a ofrecer al menos un espectáculo.
(Griffin 41)
Cuando Tiberio se retiró a Capri, Sejano actuó como
virtual emperador haciendo que a aquel solamente le llegara la información
filtrada por él, lo mismo que sólo quienes él decidía podían acceder a Tiberio.
Pero tanto poder no fue gratuito, y ante sospechas de traición, fue ejecutado
en el año 31 (el 18 de octubre).
Sucesores de Sejano como Afranius Burrus (51-62) y
Ofonius Tigellinus (62-68) supieron mantener una considerable influencia[2].
Pero este poder no estaba ajeno a otros problemas. El sucesor de Sejano, Quintus
Naevius Cordus Sutorius Macro (nombrado prefecto por
Tiberio, 31-38) eliminó a toda la familia de Sejano del ambiente cortesano; y siendo
amigo y cómplice de Calígula (al que le “permitió” ser amante de su propia
esposa) es el probable asesino de Tiberio. Más tarde, Calígula, sospechando de
él lo envía a Egipto donde lo despoja de todo, llevándolo al suicidio. Su
sucesor, Marcus Arrecinus Clemens, nombrado por Calígula en el año 38
participa del derrocamiento del emperador ante su evidente locura (que es finalmente
asesinado en el año 41). La Guardia pretoriana es la que nombra a Claudio como
sucesor de Calígula.
Tácito,
como señaló Syme, enfatizó la nueva situación reemplazando la fórmula
tradicional 'senatus populusque' por 'senatus milesque et populus'.[3]
Los emperadores tampoco dudaron en utilizar estas fuerzas contra la multitud,
y, en el período posterior al asesinato de Cayo, los cónsules los utilizaban
para detener los saqueos. El propio emperador era asistido regularmente por una
escolta armada, generalmente pretorianos vestidos de civil.
(Griffin 40, cf. Tacito, Annales XVI,27).
Así lo narra Tacito:
… Nerón
no había tomado medida alguna en este sentido, e incluso los hombres valientes
se asustan ante acontecimientos imprevistos; cuánto menos aquel comediante,
acompañado simplemente por Tigelino y sus cortesanas, osaría ofrecer
resistencia armada. Añadían que llegan a término muchos intentos que a los
cobardes les parecen arduos. De nada valdría esperar sigilo y lealtad en los
ánimos y cuerpos de tantos comprometidos: nada cerraría el paso al tormento o a
la recompensa. Le hacían ver que también a él iban a venir a prenderlo para a
la postre darle una muerte indigna (Tacito, Annales XV.59,2-3).
La complejidad de las
relaciones es evidente: Nerón, Galba y Vitelio (emperadores) fueron abandonados
o asesinados por la guardia.[4]
Finalmente, luego de su triunfo
militar en 312, en el que la guardia apoyó a su adversario, Constantino decide
disolverla.
Deteniéndonos brevemente en
el ambiente bíblico, Flavio Josefo utiliza el término “pretor” en un
sentido “popular”, esto es, jefe de gobierno. El pretorio, en estos casos, es
la sede de este personaje con su guardia militar. Sin embargo, no ignora el
riesgo que la concentración de poder implica (aunque en griego utiliza el término strategós,
no praitôrion, como en ocasiones también lo hace Hechos de los
apóstoles; cf. Hch 16,20-38):
Otra conspiración fue urdida por ellos, bajo la
dirección de Cherea Cassius, el tribuno [de la banda pretoriana]. Minuciano
Annio también era uno de los grandes que estaban dispuestos a oponerse a su
tiranía. (Ant J. 19:18)
Cuando la multitud se sentó, y Cherea, con los otros
tribunos, también se sentó, y el ángulo derecho del teatro fue asignado a
César, un tal Vatinio, senador, comandante de la banda pretoriana, preguntó a
Cluvio, uno que estaba sentado junto a él, y que también era de dignidad
consular, si había oído algo de las noticias, pero tuvo cuidado de que nadie
oyera lo que decía.
(Ant J. 19:91)
Pero como en ese momento la multitud estaba
consternada, y todo el palacio estaba lleno de la locura de los soldados, y los
mismos guardias del emperador parecían estar bajo el mismo miedo y desorden que
las personas privadas, la banda llamada pretoriana, que era la parte más pura
del ejército, estaba deliberando sobre lo que se debía hacer en esa coyuntura.
Ahora bien, todos los que estaban en esta consulta tenían poca consideración
por el castigo que Gayo había sufrido, porque merecía justamente su fortuna (Ant J. 19:214).
Los evangelios, por ejemplo, afirman que Jesús es llevado y condenado por Poncio Pilato en el “pretorio” (praitôrion, Mt 27,27; Mc 15,16; Jn 18,28.33) donde también es llevado Pablo según Hechos de los apóstoles (Hch 23,35) y Pablo mismo afirma estar allí detenido (sin que, en este caso, sepamos si se trata de algo ocurrido en Roma o en Éfeso; Fil 1,13).
En suma… si un grupo afirma
ser “la guardia pretoriana” del gobierno, se me ocurren unas breves:
- Si pretende ser guardaespaldas del
presidente, lo celebro. No me alegraría que nadie lo asesine, ni tampoco que
nadie clave el último clavo de un cajón con él adentro. Sólo espero que sea
sepultado por votos que lo eyecten del poder ejecutivo que tan mal desempeña.
- Viendo las capacidades de fáciles traiciones (de
ayer y de hoy) aprovechando el manejo y desmanejo del poder, debo confesar que
no me da ninguna seguridad ni personal, ni social, ni – menos aún – democrática
una tal Guardia
- Viendo algunas actitudes, como un pretoriano
huyendo en el Congreso para refugiarse en una cafetería, y otro pretoriano
orinándose encima en un avión ante un rapero que lo encara, no me da ninguna
seguridad semejante guardia que sólo sabe “guardar” resguardándose en el
anonimato; las balas perdidas o los disparos en huida pueden provocar muchos
muertos.
- Los que creemos que, en democracia, sólo el Estado
debe tener el monopolio de la fuerza, y, por lo tanto, someterse a
estrictísimos protocolos (no bullricheanos, por cierto, que ni de protocolo, ni
de controles ni de sobriedades sabe nada) esperamos que el mismo Estado – por
ejemplo, desde un poder judicial, si lo hubiera – ponga límites y cotos. Los
que hemos conocido la pretoriana Triple A, por ejemplo, no nos alegraría
revivirla, aunque los negacionistas – obviamente – la nieguen. Escuchando, por
ejemplo, a la incontinenta concejala Albasetti, no podemos menos que añorar,
esperar, soñar al menos sobriedad. Pero la locura y la guardia pretoriana y sus
mandantes, suelen ir de la mano. Mano armada, por cierto. ¡Días oscuros nos
aguardan!
[1] «El odio
de la plebe no pudo derrocar a Tiberio; su amor no pudo salvar a Nerón. Para
mantener el control, el Princeps necesitaba contar con la lealtad de los
comandantes del ejército, de los prefectos pretorianos, de los propios soldados
y del personal de su casa, cuya proximidad física brindaba la oportunidad de
asesinar». (Griffin, “Urbs Roma, plebs and Princeps”, en L.
Alexander, Images of Empire [JSOT supp. 122], Sheffield, Sheffield Academic
Press 1991, 39).
[2] L. Keppie, “Praetorian Guard”, en Anchor Bible Dictionnary V:
446-447.
[3] Las fórmulas
significan: “el senado y el pueblo” y luego “el senado, el ejército y el
pueblo”.
[4] «Sin embargo, cuando Claudio fue
envenenado por su esposa Agripina y su hijastro Nerón, la Guardia no tardó en
transferir su lealtad y asegurar el ascenso de este último al trono. Una vez
más, un Prefecto Pretoriano, Sexto Afranio Burrus, ejerció una enorme
influencia, esta vez para bien. Sin embargo, después de la muerte de Burrus, el
creciente catálogo de crímenes de Nerón, que incluía el matricidio, provocó de
nuevo la repulsión entre los oficiales conservadores de la Guardia, y varios de
ellos, incluido uno de los dos sucesores de Burrus en la prefectura, estuvieron
involucrados en la peligrosa conspiración de Pisonian del año 65 d. C. El otro
Prefecto, Tigelino, tomó la iniciativa en la supresión de la conspiración, y la
Guardia fue recompensada con una bonificación de 500 denarios por persona. A
pesar de esto, tres años más tarde, el nuevo colega de Tigelino, Ninfidio
Sabino, se encargó de que la Guardia abandonara a Nerón en favor del
pretendiente Galba. Sabino había prometido a la Guardia 7.500 denarios por cada
uno de sus hombres por su lealtad, pero Galba se negó a pagar. Esto permitió a
su rival, Otón, sobornar a 23 especuladores de la Guardia para que lo
proclamaran emperador. A pesar de la oposición de la cohorte de servicio en
palacio, Otón acabó ganando al resto de la Guardia y, como resultado, Galba fue
linchado el 15 de enero de 69». [B. Rankov – R. Hook, The praetorian
guard, London: Osprey 1994, 10-12]
Imagen tomada de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/guardia-pretoriana-legionarios-elite-servicio-emperador_19324
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