lunes, 18 de noviembre de 2024

Las maravillas de la guardia pretoriana

Las maravillas de la guardia pretoriana

Eduardo de la Serna



El famoso escritor romano, Marco Tulio Cicerón (el verdadero, no el falsamente citado en ocasiones) afirma sobre la historia:

«Y en cuanto a la historia, testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo del pasado, ¿con qué otra voz sino es la del orador se la encomienda a la inmortalidad?» (Sobre el orador II.36).

Como parece que hay quienes niegan la historia, y en ocasiones la reemplazan por animalitos en billetes, o, también, la limitan a un tic toc o, cuanto mucho, a lo que pueden ver en una serie televisiva, quisiera destacar algunos elementos. La estética mussoliniana, que a su vez remeda la romana no ayuda demasiado a una buena comprensión de la cuestión, así que destacaré – con perdón de la “plebs” - alguna bibliografía.

Durante la república romana, cuando algún magistrado iba en campaña militar, era frecuente que tuviera un grupo de guardaespaldas. Pero luego del triunfo de Octaviano sobre Marco Antonio y Cleopatra (2 de septiembre 31 a.C.), llamándose ahora Augusto, amplió este grupo armado de una manera considerable, pero – como era tradición – siempre cuidando que no hubiera uniformes militares en la ciudad de Roma (los que tenían algún rol en este sentido, vestían de civil).

Su sucesor, Tiberio encargó a su amigo Lucio Elio Sejano (20 a.C. – 31 d.C.) como prefecto, la organización de una guardia imperial que se transformó en un importante grupo armado. Este grupo, fue concentrado ahora en un cuartel[1]

de manera que recibieran a un tiempo las órdenes, se llenaran de confianza en sí mismas al contemplar su propio número y fuerza, y causaran miedo a los demás (…) Tampoco se abstenía de intrigas en el senado para premiar a sus clientes con honores y gobiernos, ante la mejor disposición de Tiberio, tan de su parte que no sólo lo celebraba como compañero de fatigas en sus conversaciones... (Tacito, Annales IV,2:1.3).

el control de la situación por el miedo y la ostentación del terror, de ser necesario, caracterizaba la presencia de la guardia pretoriana, ahora sí en la Gran Ciudad.

Lo que quiero decir es que el Princeps no tenía por qué conciliar a la plebe si estaba dispuesto a mantenerla bajo control por la fuerza (como lo estaba Tiberio), utilizando a las cohortes pretorianas, a los actores exiliados y a los líderes de sus clubes de fans. Incluso cuando murió, la plebe se vio frustrada en su plan de quemar el cuerpo en un anfiteatro para obligar al tacaño emperador a ofrecer al menos un espectáculo. (Griffin 41)

Cuando Tiberio se retiró a Capri, Sejano actuó como virtual emperador haciendo que a aquel solamente le llegara la información filtrada por él, lo mismo que sólo quienes él decidía podían acceder a Tiberio. Pero tanto poder no fue gratuito, y ante sospechas de traición, fue ejecutado en el año 31 (el 18 de octubre).

Sucesores de Sejano como Afranius Burrus (51-62) y Ofonius Tigellinus (62-68) supieron mantener una considerable influencia[2]. Pero este poder no estaba ajeno a otros problemas. El sucesor de Sejano, Quintus Naevius Cordus Sutorius Macro (nombrado prefecto por Tiberio, 31-38) eliminó a toda la familia de Sejano del ambiente cortesano; y siendo amigo y cómplice de Calígula (al que le “permitió” ser amante de su propia esposa) es el probable asesino de Tiberio. Más tarde, Calígula, sospechando de él lo envía a Egipto donde lo despoja de todo, llevándolo al suicidio. Su sucesor, Marcus Arrecinus Clemens, nombrado por Calígula en el año 38 participa del derrocamiento del emperador ante su evidente locura (que es finalmente asesinado en el año 41). La Guardia pretoriana es la que nombra a Claudio como sucesor de Calígula.

Tácito, como señaló Syme, enfatizó la nueva situación reemplazando la fórmula tradicional 'senatus populusque' por 'senatus milesque et populus'.[3] Los emperadores tampoco dudaron en utilizar estas fuerzas contra la multitud, y, en el período posterior al asesinato de Cayo, los cónsules los utilizaban para detener los saqueos. El propio emperador era asistido regularmente por una escolta armada, generalmente pretorianos vestidos de civil. (Griffin 40, cf. Tacito, Annales XVI,27).

Así lo narra Tacito:

Nerón no había tomado medida alguna en este sentido, e incluso los hombres valientes se asustan ante acontecimientos imprevistos; cuánto menos aquel comediante, acompañado simplemente por Tigelino y sus cortesanas, osaría ofrecer resistencia armada. Añadían que llegan a término muchos intentos que a los cobardes les parecen arduos. De nada valdría esperar sigilo y lealtad en los ánimos y cuerpos de tantos comprometidos: nada cerraría el paso al tormento o a la recompensa. Le hacían ver que también a él iban a venir a prenderlo para a la postre darle una muerte indigna (Tacito, Annales XV.59,2-3).

La complejidad de las relaciones es evidente: Nerón, Galba y Vitelio (emperadores) fueron abandonados o asesinados por la guardia.[4]

Finalmente, luego de su triunfo militar en 312, en el que la guardia apoyó a su adversario, Constantino decide disolverla.

Deteniéndonos brevemente en el ambiente bíblico, Flavio Josefo utiliza el término “pretor” en un sentido “popular”, esto es, jefe de gobierno. El pretorio, en estos casos, es la sede de este personaje con su guardia militar. Sin embargo, no ignora el riesgo que la concentración de poder implica (aunque en griego utiliza el término strategós, no praitôrion, como en ocasiones también lo hace Hechos de los apóstoles; cf. Hch 16,20-38):

Otra conspiración fue urdida por ellos, bajo la dirección de Cherea Cassius, el tribuno [de la banda pretoriana]. Minuciano Annio también era uno de los grandes que estaban dispuestos a oponerse a su tiranía. (Ant J. 19:18)

Cuando la multitud se sentó, y Cherea, con los otros tribunos, también se sentó, y el ángulo derecho del teatro fue asignado a César, un tal Vatinio, senador, comandante de la banda pretoriana, preguntó a Cluvio, uno que estaba sentado junto a él, y que también era de dignidad consular, si había oído algo de las noticias, pero tuvo cuidado de que nadie oyera lo que decía. (Ant J. 19:91)

Pero como en ese momento la multitud estaba consternada, y todo el palacio estaba lleno de la locura de los soldados, y los mismos guardias del emperador parecían estar bajo el mismo miedo y desorden que las personas privadas, la banda llamada pretoriana, que era la parte más pura del ejército, estaba deliberando sobre lo que se debía hacer en esa coyuntura. Ahora bien, todos los que estaban en esta consulta tenían poca consideración por el castigo que Gayo había sufrido, porque merecía justamente su fortuna (Ant J. 19:214).

Los evangelios, por ejemplo, afirman que Jesús es llevado y condenado por Poncio Pilato en el “pretorio” (praitôrion, Mt 27,27; Mc 15,16; Jn 18,28.33) donde también es llevado Pablo según Hechos de los apóstoles (Hch 23,35) y Pablo mismo afirma estar allí detenido (sin que, en este caso, sepamos si se trata de algo ocurrido en Roma o en Éfeso; Fil 1,13).

En suma… si un grupo afirma ser “la guardia pretoriana” del gobierno, se me ocurren unas breves:

  •          Si pretende ser guardaespaldas del presidente, lo celebro. No me alegraría que nadie lo asesine, ni tampoco que nadie clave el último clavo de un cajón con él adentro. Sólo espero que sea sepultado por votos que lo eyecten del poder ejecutivo que tan mal desempeña.
  •          Viendo las capacidades de fáciles traiciones (de ayer y de hoy) aprovechando el manejo y desmanejo del poder, debo confesar que no me da ninguna seguridad ni personal, ni social, ni – menos aún – democrática una tal Guardia
  •          Viendo algunas actitudes, como un pretoriano huyendo en el Congreso para refugiarse en una cafetería, y otro pretoriano orinándose encima en un avión ante un rapero que lo encara, no me da ninguna seguridad semejante guardia que sólo sabe “guardar” resguardándose en el anonimato; las balas perdidas o los disparos en huida pueden provocar muchos muertos.
  •          Los que creemos que, en democracia, sólo el Estado debe tener el monopolio de la fuerza, y, por lo tanto, someterse a estrictísimos protocolos (no bullricheanos, por cierto, que ni de protocolo, ni de controles ni de sobriedades sabe nada) esperamos que el mismo Estado – por ejemplo, desde un poder judicial, si lo hubiera – ponga límites y cotos. Los que hemos conocido la pretoriana Triple A, por ejemplo, no nos alegraría revivirla, aunque los negacionistas – obviamente – la nieguen. Escuchando, por ejemplo, a la incontinenta concejala Albasetti, no podemos menos que añorar, esperar, soñar al menos sobriedad. Pero la locura y la guardia pretoriana y sus mandantes, suelen ir de la mano. Mano armada, por cierto. ¡Días oscuros nos aguardan!


Notas

[1] «El odio de la plebe no pudo derrocar a Tiberio; su amor no pudo salvar a Nerón. Para mantener el control, el Princeps necesitaba contar con la lealtad de los comandantes del ejército, de los prefectos pretorianos, de los propios soldados y del personal de su casa, cuya proximidad física brindaba la oportunidad de asesinar». (Griffin, “Urbs Roma, plebs and Princeps”, en L. Alexander, Images of Empire [JSOT supp. 122], Sheffield, Sheffield Academic Press 1991, 39).

[2] L. Keppie, “Praetorian Guard”, en Anchor Bible Dictionnary V: 446-447.

[3] Las fórmulas significan: “el senado y el pueblo” y luego “el senado, el ejército y el pueblo”.

[4] «Sin embargo, cuando Claudio fue envenenado por su esposa Agripina y su hijastro Nerón, la Guardia no tardó en transferir su lealtad y asegurar el ascenso de este último al trono. Una vez más, un Prefecto Pretoriano, Sexto Afranio Burrus, ejerció una enorme influencia, esta vez para bien. Sin embargo, después de la muerte de Burrus, el creciente catálogo de crímenes de Nerón, que incluía el matricidio, provocó de nuevo la repulsión entre los oficiales conservadores de la Guardia, y varios de ellos, incluido uno de los dos sucesores de Burrus en la prefectura, estuvieron involucrados en la peligrosa conspiración de Pisonian del año 65 d. C. El otro Prefecto, Tigelino, tomó la iniciativa en la supresión de la conspiración, y la Guardia fue recompensada con una bonificación de 500 denarios por persona. A pesar de esto, tres años más tarde, el nuevo colega de Tigelino, Ninfidio Sabino, se encargó de que la Guardia abandonara a Nerón en favor del pretendiente Galba. Sabino había prometido a la Guardia 7.500 denarios por cada uno de sus hombres por su lealtad, pero Galba se negó a pagar. Esto permitió a su rival, Otón, sobornar a 23 especuladores de la Guardia para que lo proclamaran emperador. A pesar de la oposición de la cohorte de servicio en palacio, Otón acabó ganando al resto de la Guardia y, como resultado, Galba fue linchado el 15 de enero de 69». [B. Rankov – R. Hook, The praetorian guard, London: Osprey 1994, 10-12]


Imagen tomada de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/guardia-pretoriana-legionarios-elite-servicio-emperador_19324

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