jueves, 14 de noviembre de 2024

Saúl, el primer rey

Saúl, el primer rey

Eduardo de la Serna



Si quisiéramos conocer el personaje histórico que se encuentra detrás del sujeto “Saúl” tal como lo presenta la Biblia nos encontraríamos con muchas dificultades. Particularmente una: los textos son unánimemente “anti-saulitas” y es muy difícil tener una mirada histórica sin “escuchar las dos campanas”. Hay todavía otros elementos más, pero nuestra intención – en estas páginas – no es conocer sujetos históricos sino tratar de conocer qué nos dice la Biblia sobre ellos. A eso nos dedicaremos, entonces, al intentar presentar a Saúl.

Lo primero que se nos dice es que fue el primer rey de Israel (1 Sam 11,14). Esto no es preciso ya que en Jueces 9,6 se dice que “proclamaron rey a Abimelek” aunque sea de una sola tribu, en el período que conocemos como de los “Jueces”. Por otro lado, debemos “deconstruir” un poco la imagen que tenemos de los reyes. En aquel entonces el gobernante de una ciudad importante con frecuencia era tenido por rey (Núm 31,8; Deut 3,21; Jos 9,1). Este gobernaba la ciudad y los alrededores y allí tenía "la suma del poder público". Si era militar y económicamente poderoso podía gobernar más de una ciudad, pero era muy habitual que ese rey fuera, a su vez, súbdito de otros reyes más poderosos (2 Re 3,13), como por ejemplo del faraón de Egipto que regía lo que podríamos llamar un “imperio”. Finalmente digamos que, en tiempos antiguos, la tierra de Israel se vio invadida por un pueblo muy fuerte militarmente que dominó casi toda la región, los filisteos, que fueron rechazados de Egipto, pero destruyeron incluso a un pueblo tan guerrero como los hititas hasta hacerlos desaparecer y se asentaron en “Palestina” (el nombre “Palestina” tiene su raíz en el término “filisteos”). Los habitantes de la región, por ejemplo, no manejaban todavía el hierro, sino solamente el bronce, mientras que los filisteos sí, lo cual significaba una enorme supremacía militar (1 Sam 13,19). Entonces varias tribus, para poder enfrentar este enemigo común tan poderoso (1 Sam 14,47), eligieron una autoridad común, con plenos poderes: Saúl. A esta fuerza, ahora unificada, se sumaron quizás también otros grupos vecinos viendo en él la posibilidad de no ser dominados y hasta ser asesinados o ser sus esclavos; de estos grupos - como señalamos - es que llegará David.

El texto bíblico por un lado ve la realeza de un modo negativo, ya que el rey de Israel debe ser Dios mismo (1 Sam 8,7) y al querer tener un rey “como los demás pueblos” lo están rechazando a Él. Pero, en otros momentos, ve el lado positivo (9,17); entonces es Dios mismo el que elige a Saúl (10,1; 15,1). Pero, para ser precisos, para los autores bíblicos este rey es, además, una suerte de anticipo del verdadero rey que Dios quiere, el cual será David. Por un lado, David y su grupo, como dijimos, se unen al ejército de Saúl y tienen importantes triunfos militares; por otro lado, Saúl desobedece con frecuencia a Dios (13,13; 15,9-11; 16,14; 19,9; 22,21; 28,7-25) con lo que la elección le será retirada y – puesto que ahora ya hay realeza – esta recaerá en David (15,26-28). Es evidente, como dijimos, la parcialidad en favor de David de los autores bíblicos y de rechazo a la persona de Saúl.

Más allá de lo meramente militar, en lo que al comienzo parece que la suerte favorece a Saúl y logra no solo contener a los filisteos sino también someter a varios pueblos vecinos, luego, con su desobediencia a Dios y sus celos enfermizos por David (18,15.28; 19,2; 21,11; 23,10), Saúl es finalmente derrotado y muere en batalla (1 Sam 31); como es relativamente frecuente en la derrota, para evitar el deshonor de ser “expuesto”, Saúl se arroja sobre su espada poniendo así “honorablemente” fin a su vida (1 Sam 31,4).

Es difícil pensar históricamente que un rey olvide todas sus responsabilidades, especialmente teniendo enfrente un enemigo poderoso como los filisteos quienes se rearman para una batalla decisiva, para dedicarse a perseguir una y otra vez a David (hay varias escenas donde esta persecución se manifiesta, se vuelve atrás para luego retomarla; ver 20,30-32; 21,11; 22,17; 23,15; 24,1-3; 26,1…). Sin duda el texto lo que quiere señalar es que es Dios el que conduce la historia de su pueblo y en la medida de la fidelidad acompaña a los dirigentes, como lo hizo con Saúl durante un breve tiempo, pero – sobre todo – lo hará con David, y luego de él su descendencia.

 

 Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/ilustraciones/rey-saul

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.