sábado, 11 de junio de 2016

Elegir...

Elegir…


Eduardo de la Serna



Elegir es un acto de la libertad. Quizás no sea lo que más nos hace libres, ni lo que más haga visible la libertad, pero es un espacio de la libertad. El esclavo o el preso no pueden elegir.

Elegir es optar. No se elige sin opciones. Al menos hay dos posibilidades para que haya elección. A veces son muchas más que dos, otras no. Pero se elige cuando una persona libre tiene opciones.

No siempre elegir es un bien; a veces toca optar entre dos males y suele ser prudente optar por “el mal menor”, otras es un acto del discernimiento entre un bien y un mal, y otras entre dos bienes. En este caso, que tampoco es fácil, se elige entre un bien mayor y uno que no lo es tanto, o simplemente lo que en determinado momento o posibilidad nos parece preferible.

Pero existe, y es el punto, la posibilidad de elegir mal. Por ejemplo, con la mayor honestidad y buena voluntad puedo elegir algo que resulta no ser lo mejor, y tarde o temprano descubrirlo. Puedo ser engañado – por mí mismo o por otros – y elegir erróneamente. En este caso elijo no mirar bien, elijo ingenua, superficial o irresponsablemente; pero elijo. En este caso, no es extraño que trate de disimular (o mentirme) lo más posible para no tomar conciencia que elegí mal, sea por responsabilidad o por engaño. Quizás por aquello del peor ciego, o para no auto-convencernos del error. No es grato reconocerlo, más cuando vemos que podíamos haber optado de otro modo.

Un ejemplo evidente – e importante – es cuando se trata de creer para luego “decidir”. Elegimos creerle a “A”, o a “B”, o no creerle a “C”… Claro que eso muchas veces puede manifestar nuestra ingenuidad, la falta de análisis, el mero sentimentalismo en la elección, el engaño, la superficialidad, la manipulación, entre otras cosas. Es cierto que “en boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso”, pero no es fácil reconocerlo al entrar en un terreno “social”. Por ejemplo: ¿le creo a tal Medio de Comunicación? Elijo creerle o no, obviamente. ¿Le creo a Perfil y otros sobre la “celda de Milagro Sala”? ¿Le creo a Clarín-TN sobre Lázaro Báez? ¿Le creo al Gobierno? ¿Le creo a Durán Barba? Creo o no, “that is the question”.

No estaría de más tomar conciencia de que creer, elegir, optar nos ponen – lo queramos o no – ante momentos importantes en los que hay cosas, personales o sociales, en juego. Por eso elegir u optar “en caliente” es tan poco recomendable. Y el “caliente” puede ser entusiasmo, enojo, sensibilidad, atracción o tantas cosas que impiden el análisis sereno, madurado, sensato y mesurado.

Esto tiene que ver con la moral, con la vida cotidiana, la familia, el trabajo… ¡¡¡y la política!!! A lo mejor será sensato, en el futuro, pensar mejor y mirar bien antes de “elegir un cambio”.




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