jueves, 23 de junio de 2016

¡Paz a los hombres!

“Paz a los hombres…”


Eduardo de la Serna



Hablar de la “paz” es algo prácticamente constitutivo de la vida humana. El judío – de ayer y de hoy – se comunica el “Shalom” en el encuentro con el otro, como un deseo-comunicativo íntegro de plenitud, paz, vida, felicidad… Es tan importante el “Shalom” que es también el modo de encuentro con los suyos de Jesús resucitado.

En contraste con el imperio romano que propugnaba una “pax” que se asemejaba más a la de los cementerios que a la de la vida en encuentro festivo y amistad social, el nuevo Testamento propone esa otra paz.

La paz no ignora el conflicto. Si este existe, el conflicto debe ser mirado de frente, a los ojos. La negación del conflicto es huida, es hasta cobardía, o – lo que es peor, en ocasiones – la negación del conflicto es complicidad, consciente o no, con los ganadores, los victimarios.

Los avances maravillosos en el proceso de Paz en Colombia sólo han sido posibles porque todos los implicados enfrentaron el conflicto. Porque no se quiso mirar la paz de la derrota, del aplastar al otro o los cementerios, sino el dificultoso camino de la paz del encuentro, la discusión, el disenso.

No deja de ser llamativo notar – en este caso – quiénes son los principales opositores a este proceso de paz (dejo de lado los dementes o extremistas, que los hay en todas partes) el Procurador Alejandro Ordoñez y el ex presidente Álvaro Uribe; ambos fieles representantes de la derecha más reaccionaria (porque no se trata de que Juan Manuel Santos sea de la izquierda, por cierto). Y ambos, enarbolando la bandera religiosa, lo cual reduplica la perversión. La paz es difícil, hay y habrá conflictos, choques, retrocesos, nunca faltará algún motivo real o ficticio para cuestionarla o frenarla, pero la paz es un bien supremo y se dio hoy un paso fundamental en su consecución.

En el manejo monopólico de los medios y los sentidos, el gobierno de Macri habla de la paz, de poner fin a la discordia entre los argentinos, y cerrar “la grieta”. Pero en cada palabra, en cada actitud, en cada gesto no hace sino provocar más y ahondar más el desencuentro y el conflicto. Aunque el conflicto no es malo en sí mismo. En algunas ocasiones, ante el conflicto existente, la cuestión radica en dónde quedamos parados los cristianos. Y si no quedamos del lado de los pobres, de las víctimas, de los oprimidos seguramente estaremos pensando más en la paz de los cementerios o la pax romana que en la paz a los hombres de buena voluntad. La paz de Jesús, el crucificado, el asesinado, no nos pone del lado de los romanos sino del lado del ajusticiado; invitando a todos a participar de la vida, pero no navegando a dos aguas ignorando el conflicto. Jesús les dice a los suyos que deben “tomar la cruz”. El conflicto está desatado, e ignorarlo no hace sino dejar que “siga ahí” y dejarlo para que venza el más fuerte, el más violento (que generalmente no es el triunfo de los pobres, por cierto). La paz y el conflicto pueden darse la mano, mano que no pueden estrecharse la paz y la huida, o la negación.

En nuestro país, y en toda la Patria Grande latinoamericana, somos muchos los que queremos, buscamos y peleamos por la paz. Pero sabemos que esa paz será posible cuando florezca la justicia, cuando cesen las violencias de los discursos, cuando el pobre sea mirado y reconocido como un hermano y se actúe en consecuencia. En esta búsqueda de la paz todos están invitados, salvo los que se nieguen a reconocer al hermano, a preferir y optar por los pobres, a celebrar su dignidad. ¡Neoliberales abstenerse!



Foto tomada de biblioguero.blogspot.com

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