miércoles, 20 de enero de 2021

Pensando la “opción por los pobres”

 Pensando la “opción por los pobres”

 

Eduardo de la Serna

 



Es difícil negar que Jesús habló y puso a los pobres en el centro:


+ los ciegos ven y los paralíticos caminan; los leprosos son purificados y los sordos oyen; los muertos resucitan y la Buena Noticia (= Evangelio) es anunciada a los pobres (Mt 11:5).

+ Una cosa te falta [para tener la vida eterna]: ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme (Mc 10:20).

+ El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar el Evangelio a los pobres (Lc 4:18).

+ ¡Felices [= bienaventurados] ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! (Lc 6:20).

+ Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos… (Lc 14:13).

 

y, por el contrario, tuvo una actitud crítica con los ricos:

 

+  Les aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. Se los repito, es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios (Mt 19:23-24).

+  A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías (Lc 1:53).

+ ¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo! (Lc 6:24).


En otras ocasiones hemos profundizado el tema; pero sinteticemos diciendo que la clave está en “dónde está el tesoro”. Se trata – los ricos – de aquel que “acumula tesoros para sí y no es rico a los ojos de Dios” (Lc 12:21), lo sensato es “no acumular tesoros en la tierra… sino en el cielo” (Mt 6,19-21). Ganar hermanos (hacerse amigo) de los pobres (cf. Lc 16,9) compartiendo los bienes, es el modo de atesorar en el cielo. Así le dice Jesús al rico: “ve, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme” (Mc 10:20).


Lo interesante es que, ante el hecho innegable, hay quienes tratan de negarlo. Como no pueden decir que Jesús no pone a los pobres en el centro, su clave hermenéutica es negar a los pobres: “los pobres son todos”, “los pobres son ‘de espíritu’…”, y demás cosas por el estilo. Se ha llegado, hasta a decir, que como los pobres son los poseedores del reino, los preferidos de Jesús, y los ricos son los que están lejos de Dios, es a ellos a los que se ha de dedicar “preferencialmente” la evangelización. No importa que el signo visible de que Dios está reinando sea el anuncio a los pobres, lo que importa (para los que esto dicen) es “quedar bien con los ricos”.


Pero dejando de lado estos dislates, en aquellos que quieren poner a los pobres en el centro, no es unánime explicitar la razón por la que Dios los prefiere y Jesús lo hace visible. Podemos decir que hay tres tipos de razones (que no son necesariamente excluyentes entre sí).


1. Dios prefiere a los pobres porque son más solidarios, más religiosos…

2. Dios prefiere a los pobres porque son las víctimas de la sociedad.

3. Dios prefiere a los pobres porque “así es Dios”.

 

  1. Es verdad que con frecuencia los pobres son solidarios entre sí, y que tienen una religiosidad que les permite vivir (y hasta con alegría) en medio del sufrimiento. Pero también es cierto que entre los pobres hay miserias, violencias, e insolidaridades. Propias de los seres humanos, digámoslo. En realidad, si Dios prefiere a los pobres porque estos son más religiosos, estaríamos en el terreno poco evangélico de la “meritocracia”. Si son más solidarios y más religiosos, ¡mejor para ellos!, pero evidentemente no es por eso que Dios los prefiere.

  2. Es obvio que los pobres son víctimas (aunque hay que señalar que hay pobres que no son víctimas de la injusticia o la violencia, como podría ser los que lo son por sequías, terremotos, enfermedades, por ejemplo). Es característico de la Biblia que Dios se conmueve ante los gritos del dolor (“el clamor”). De hecho, Dios sale en favor de Israel por escuchar el clamor que les provocan los látigos de los capataces en Egipto (Ex 2,23); los pueblos que oprimen al pueblo de Israel, por lo que Dios enviará uno de sus jueces (Jue 4,3; 7,23.24; 10,12.17; 12,1) o en favor del asesinado Abel cuya sangre clama (Gen 4,10) … Dios no quiere que haya “clamores”, que es “lo opuesto” de la justicia (cf. Is 5,7). Por tanto, es evidente que, ante los gritos del dolor, fruto de la injusticia, Dios interviene.

  3. Pero, si hablamos de algo de Dios, es razonable “dejar a Dios ser Dios”, es decir, dejarlo que tome él la iniciativa (Dios elige a los pobres “antes” que estos sean víctimas de la injusticia humana). Dios “es el que es”. La iniciativa divina parece el primer paso para luego conocerlo, pensarlo, “hablar de Él” (= teo-logía). En un segundo momento, la fe (respuesta al Dios que se revela y manifiesta) supone un modo de actuar. Pensar que Dios prefiere a los pobres porque “así es Dios” supone la actitud desafiante de buscar conocerlo, dejar que se revele y manifieste, encontrarlo allí donde Él elige hacerse presente (o ausente). Un Dios que quiere ser Madre / Padre de todos, para ser de todos empieza por los últimos. Porque no sería de todos de otro modo. Tampoco se trata de “clases”, por lo tanto… Se trata de “todos”, pero en ocasiones, hay quienes “no aceptan” sentarse en la mesa de los últimos: a Jesús lo cuestionan porque “acoge a los pecadores y hasta come con ellos” (Lc 15,2). Eligen no poner el tesoro donde es sensato ponerlo sino donde deben temer a los ladrones y a la polilla (Mt 6,20). Encontrar en los pobres verdaderos hermanos hace ser capaces de “vender todo y darlo a los pobres” (Mc 10,20). Encontrar en los pobres verdaderos hermanos, hace descubrir en Dios un abbá / papá (imma / mamá) de todas, todos, todes… Así nos encontramos con Dios, y lo conocemos… y recibimos allí donde él elige manifestarse. Dejar que Dios tome la iniciativa (también al elegir a sus preferidos) es el paso primero, y el que nos permite conocerlo para así amarlo. Un “acto segundo” será nuestra respuesta.

Pero esto no puede hacernos olvidar que el clamor, ¡que existe!, nos compromete, nos conmueve y mueve hacia las víctimas. quizá debamos decir que no es que Dios elige a los pobres porque son víctimas, pero sí que nos elige a sus amigos y amigas para ser sus manos, su voz, su corazón para que no haya víctimas. El Dios que elige a los pobres, porque así es Dios, nos convoca a gastar la vida en favor de los pobres, en aliviar a las víctimas, en lograr que los clamores se transformen en caminos de justicia y, por lo tanto, senderos de paz.

 

Foto tomada de https://pixabay.com/es/photos/moneda-bodeg%C3%B3n-metal-la-cadena-de-5347680/

 

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