jueves, 28 de enero de 2021

Una nota sobre el Carmelo de Nogoyá y las torturas

 Una nota sobre el Carmelo de Nogoyá y las torturas


Eduardo de la Serna




El Carmelo descalzo es una orden fundada por santa Teresa de Ávila (1515-1582). Mujer (con lo que eso significaba en ese tiempo y en esa (esta) institución, que se atrevió a salir y fundar, fundar y fundar. Y a escribir (¡horror!). Mujer libre, quiso mostrar pequeñas comunidades (no más de 22 monjas). Perseguida, investigada y sospechada por la “santa” (sic) Inquisición, murió antes de ser “echada”, y por eso exclamó: “muero hija de la Iglesia”, es decir, no les doy tiempo a que me expulsen. Un grupo de mujeres y varones supo acompañarla en sus iniciativas, pero ya inmediatamente después de su muerte se intentó “domesticar” semejante osadía, ¡semejante santidad! El encargado fue Nicoló Doria que empezó a poner el acento en la rigidez (de él es la imagen de que Teresa “reforma” el Carmelo poniendo religiosidad al desenfreno reinante). Para conseguir eso, Doria pretende expatriar a Juan de la Cruz, que muere antes de ser enviado a México (“voy a Indias mejores”), y a Ana de Jesús, que queda en Francia (por eso el Carmelo francés fue menos rígido, y de él se nutre Teresa de Lisieux).

Todas las ordenes y congregaciones se fueron degradando (lo que es natural, ciertamente) y por eso, a partir del Concilio Vaticano II, se pretendió que todas revisaran sus leyes y estatutos a la luz de la novedad conciliar. Quien trabajó activamente en esto fue el cardenal argentino Eduardo Pironio. Cuando pasado un tiempo se preguntó a las diferentes congregaciones y ordenes si habían podido vivir bien su carisma vocacional, la respuesta positiva fue abrumadora. Pero, en el Carmelo, ocurrió algo: ocurrió la Madre Maravillas de Jesús, de España. Cercana a la alta alcurnia española, presionó para que el Carmelo volviera a las viejas constituciones a pesar que más del 85% de los carmelos habían opinado favorablemente. Con contactos logró llegar a la curia vaticana, siempre sensible a las seducciones del poder. Ya no estaba Pironio, ya “reinaba” Juan Pablo II. Resumiendo, la Madre Maravillas logró que el Vaticano diera marcha atrás y ordenara volver a las viejas constituciones. Para parecer tolerante, permitía a quienes no se sintieran a gusto, entrar en alguna otra orden o congregación contemplativa. Con una notable oposición, especialmente de los carmelos mexicano y francés, Roma hubo de dar marcha atrás de su marcha atrás. El tema fue largo, pero lo cierto es que el Vaticano finalmente estableció dos tipos diferentes de carmelos, uno según las antiguas constituciones y otro con alguna adaptación conciliar. Coherentemente con su posición claramente ideológica, Juan Pablo II aprobó primero las constituciones antiguas y esperó casi un año después para aprobar las “nuevas” (con un elemento simbólico bastante lamentable: las primeras fueron aprobadas el 14 de diciembre, día de San Juan de la Cruz, las segundas el 1 de octubre, día de Teresa de Lisieux, ¿no podía esperar 14 días más y hacerlo el día de Teresa de Ávila?). Esto causó tensiones en el interno del Carmelo. Los padres carmelitas, por ejemplo, eran acusados por las primeras de ser infieles al espíritu de Teresa. Por eso solían tener rotas las relaciones con los carmelos a los que, irónicamente, llamaban “maravillosos”. Las directivas indicaban que cada comunidad, consultadas en capítulo todas las monjas, debía adherir a una u otra constitución. Dos breves anécdotas antes de seguir:

  • el querido Maximiliano Herraiz fue a visitar, en la década del 90, a una monja que estaba grave en una clínica. Allí, pasando el tiempo, la monja había leído las revistas del lugar y, se enteró ¡¡¡que había habido un concilio!!! (1962-1965)
  • un Carmelo, que había adherido a las constituciones “maravillosas”, no pudo soportar que los “padres” (los curas carmelitas) no les prestaran atención. Entonces, la superiora decidió pasar a las “nuevas constituciones”. Las monjas (que debían haber sido consultadas) le dijeron: “¡qué alegría, Madre nuestra, nosotras queríamos más estas constituciones para estar con los padres!”. Era el de Nogoyá.

El encargado de promover santos de la orden carmelita (que fue despedido por el general por promover modelos de santidad que no eran los que la Orden veía con agrado) empezó el proceso de beatificación y canonización de la Madre Maravillas de Jesús. El milagro (sic) por el cual se reconoció la santidad de la Madre ocurrió en ¡Nogoyá!

Es comprensible que conventos que se guiaran por constituciones del 1500, en los que el cuerpo era una suerte de enemigo de la santidad, en los que era santo “fugarse del mundo”, existieran ayunos, cilicios, y algunas cosas del estilo, que fueron (lamentablemente) frecuentes en idos tiempos eclesiales. La intención de Pironio, precisamente, era profundizar la “consagración del mundo” como propio de la vida religiosa, en contraste con la “fuga mundi”, propia de tiempos antiguos. Tiempos maravillosos.

Ahora bien… precisamente porque Teresa de Ávila proponía pequeñas comunidades, es habitual que cuando en un convento hay vocaciones y se supera el número de 22, se hagan nuevas fundaciones. El Carmelo Lisieux Argentino (Villa Devoto) fundó en 1956 un Carmelo en Concordia, Entre Ríos, al cual fueron varias monjas, entre ellas, juniora aún (no con votos solemnes), la hermana María de los Ángeles. Con el tiempo, ella fue varias veces priora en Concordia hasta que en 1991 se decidió una nueva fundación en Nogoyá, Entre Ríos, al que también fue sor María de los Ángeles. Como es habitual, ella fue durante muchos años también la priora del nuevo convento, marcando así las líneas ideológicas (y su amor por la madre Maravillas, que supo transmitir a la familia del niño ahogado al cual pidieron sus padres por su intercesión la vida del pequeño). Sor María de los Ángeles falleció en 2012. En 2016 “explotó” el Carmelo por las denuncias de hechos aberrantes, torturas, flagelaciones. La ex monja denunciante recurrió al obispo, el que en actitud pilatesca se desentendió del hecho, y pareciera que nadie le cuestiona su silencio cómplice. No tengo duda alguna que la sucesora de María de los Ángeles hizo lo que aprendió de su “madre”. Cuando María de los Ángeles murió, sus dos hermanas vivas viajaron desde Buenos Aires a Nogoyá. Sólo pudieron verla entre rejas. Y en un acto de compasión y tolerancia las religiosas les acercaron el cajón inclinado para que entre agujeros pudieran apenas tocar con los dedos el féretro donde yacía su hermana muerta.

Podemos decir que todo esto supone una eclesiología, una teología de la vida religiosa, y podemos “agradecer” a “san” (sic) Juan Pablo II por todo lo que nos legó a la Iglesia, incluso en cosas tan locales. El único hermano varón de María de los Ángeles (“en el siglo” María Elena) había pasado por una demencia senil y falleció en el 2003, nunca más volvió a ver a su hermana. Era mi papá.


Otra nota: Como se sabe, los sectores ultra conservadores que con mons. Tortolo estaban en el seminario de Paraná, cuando llegó mons. Karlic que intentó hacer algo un poco más conciliar, se fueron a San Rafael. Primero al seminario y luego (¿con la llegada del visitador apostólico para seminarios en 1986?) fundaron el Instituto del Verbo Encarnado (IVE, que no es Interrupción Voluntaria del Embarazo, en este caso... aunque pretendan abortar toda reforma eclesial); no es casualidad que sea el seminario de San Rafael el que hoy tiene problemas, y haya sido clausurado a causa de la pandemia y la comunión en la mano. Pero la conexión de los del IVE con Paraná siguió, y entonces cuando empezaron a surgir vocaciones contemplativas femeninas estas fueron presentadas ¡en Nogoyá! Sor María de los Ángeles se sorprendió de la cantidad de nuevas vocaciones provenientes de San Rafael, precisamente. 

 

Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Clausura_mon%C3%A1stica

3 comentarios:

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