jueves, 9 de febrero de 2023

El primer teólogo de la “Gran Iglesia”, Ireneo de Lyon

El primer teólogo de la “Gran Iglesia”, Ireneo de Lyon

Eduardo de la Serna



Cuando terminaron los escritos de lo que llamamos “Nuevo” (o segundo) “Testamento” (o “alianza”), en la segunda mitad del siglo II, por cierto que en la Iglesia se siguió pensando, hablando, escribiendo… En los primeros siglos posteriores hubo un grupo muy importante, en distintas regiones, que siguieron poniendo las bases para profundizar y comprender más ampliamente nuestra fe. A esos se los conoce como los “Padres de la Iglesia” (señalemos que, aunque hubo un importante grupo de mujeres, que también deben ser tenidas muy en cuenta, estas suelan ser invisibilizadas, aunque debamos considerarlas verdaderas “Madres de la Iglesia”... los “Padres de la Iglesia” constituyen auténticos “monumentos” para el crecimiento y profundización del Evangelio). En muchos casos, las predicaciones y escritos de estos Padres, con disensos y discusiones, por cierto, fueron, con el tiempo, confluyendo en que la institución eclesial, asumiera muchos nuevos elementos para, luego, hacerlos claros en concilios o dogmas de fe. Temas como la Trinidad, Cristo, el Espíritu Santo, por ejemplo, fueron debates intensos en los tiempos iniciales de los "Padres".

Uno de los primeros Padres, a quien queremos destacar por algunos elementos muy importantes que señalaremos, fue san Ireneo a quien recientemente el Papa Francisco proclamó "Doctor de la Iglesia". Nació cerca de Esmirna, la actual Turquía (después del 140) y murió en Lyon, Francia, a comienzos del 200 (quizás 202). No sabemos las razones – aunque las migraciones eran muy frecuentes en su tiempo – por las que llega a Lyon donde, tiempo después es ordenado presbítero. En el año 177 interviene ante el obispo de Roma para buscar la “paz” (que en griego se dice eirênê, de donde viene su nombre). Intentó, sin éxito, también influir en los debates por las fechas de la pascua (si esta debía celebrarse el domingo o, en cambio, el mismo día de la luna llena), aunque evitó una excomunión “en masa” como pretendía el Papa Víctor. Ante la muerte por torturas del obispo Potino, el pueblo lo escoge a él como su sucesor. Como obispo intentó profundizar muchos elementos de la fe, como señalaremos enseguida. Sobre su muerte no se sabe casi nada, y recién en el siglo VI se empezó a hablar de un martirio.

Enfrentamiento contra los gnósticos. La primera gran herejía que debió enfrentar el cristianismo a nivel global fue el gnosticismo. Una corriente espiritualista que negaba todo lo material, la carne, la historia. Dios sería – dicen los gnósticos – solo de un pequeño grupo (solo aquellos que “conocen”, en griego gnôsis) mientras el “mundo” es material, y es heredero de un dios del mal, de la carne, del pecado. Así, Ireneo, escribió una obra monumental llamada “Contra las herejías” (5 tomos) enfrentando a este grupo que se extendía por todas partes. Su criterio fundamental (la fórmula no le pertenece a él sino a Gregorio, un cristiano posterior, pero refleja bien su teología) es que “lo que no es asumido no es redimido”. La “encarnación” no fue una ficción (como decían los gnósticos) sino que Dios asume plenamente la humanidad y así la libera de todo lo que la oprime.

Los cuatro Evangelios. Como había cientos de grupos gnósticos con elementos propios y diversos, había también cientos de “evangelios” (cada grupo tenía los suyos; textos que no se incorporaron en la lista de los Evangelios ya que para la Iglesia estos eran “apócrifos”). Ireneo será el primero en decir que cien evangelios era un exceso, pero que uno solo (como otros pretendían) era muy pobre. Que estos fueran cuatro (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) como los puntos cardinales o como los elementos de la tierra, era algo sensato. Eso aportaba universalidad, y un reconocimiento de la comunión en la diversidad. Desde entonces, en la Iglesia universal se comenzaron a aceptar estos cuatro Evangelios, no más, no menos. Así, Ireneo, fue el primer teólogo que contribuyó a evitar la fragmentación sistemática en cientos de “iglesias” para fortalecer el surgimiento de lo que se ha llamado “la Gran Iglesia”.

Las manos de Dios. Además de señalar que los seres humanos fueron creados por las manos de Dios (y, por lo tanto, confrontar con los gnósticos para los que la creación - porque es "material" - era perversa), Ireneo insiste en que el Hijo y el Espíritu Santo son “las dos manos de Dios” actuantes en la creación, las manos de Dios en la historia, en las manos sanadoras de Jesús, y destacar que los seres humanos estamos en las manos de Dios, el artista y, por lo tanto, somos invitados a dejarnos modelar por él. Y al modelarnos por esas dos manos seremos “divinos”:

«Pero ¿cómo podrás un día ser divinizado si todavía no eres humano? ¿Cómo podrás ser perfecto, siendo así que apenas eres un ser creado? ¿Cómo llegarás a ser inmortal siendo así que no has obedecido a tu Creador en una naturaleza mortal?... Puesto que eres obra de Dios espera pacientemente la Mano de tu Artista que hace todas las cosas a su tiempo oportuno. Preséntale un corazón flexible y dócil y conserva la forma que te ha dado ese Artista, guardando en ti el agua que viene de él y sin la cual, endureciéndote, rechazarás la huella de sus dedos» (Contra las herejías, IV, 39.2).

 

Imagen tomada de https://www.primeroscristianos.com/san-ireneo-de-lyon/

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