La vida no vale nada
Eduardo de la Serna
Un tema cada vez más recurrente en cada vez más
ambientes es la crueldad oficial. Ya hemos comentado sobre eso… Se trata de
gozar del sufrimiento de otras personas, disfrutarlo. Pero no se trata,
solamente, del sufrimiento de aquel a quien se considera enemigo (por más que
se despliegue una larga, ¡cada vez más larga!, lista de esos tales), algo ya de
por sí preocupante y patológico, sino del padecimiento de todos aquellos que no
somos “nosotros” (una lista de un “nosotros” cada vez más escueta, por cierto).
En ocasiones se ha hablado de su falta de empatía
(¡hasta Elon Musk habló de ello!), pero, si así fuera, solamente se pensaría en
una suerte de indiferencia, de no “sentir con”, o “en” (pathos) los
otros, los que sufren… Y acá, pareciera, que lo que mueve es algo más potente, no
es pasiva sino activa, es una actitud “contra” (anti) esos otros cada
vez más numerosos. La lista es innecesaria de señalar; es por todos conocida
(por todos los que quieren mirar, por cierto; porque siempre hay “peores
ciegos” y “peores sordos”). Pero la cosa se agrava cuando el sufrimiento es
creciente, incluso por causas ajenas a las políticas oficiales (aunque el
cambio climático - ¡que sí existe! – no sea “tan” ajeno a eso, por cierto). La
catástrofe de Bahía Blanca, la ola polar (y los muertos, incluso en ciudades
económicamente solventes), la falta de gas (en el país de Vaca muerta), se
suman a la falta de trabajo, educación, de salud, de pan (yerba, leche, carne;
en el país “granero del mundo”), etc.
Ahora bien… que determinadas
personas manifiesten ostensiblemente esa anti-patía, podría ser algo más
o menos preocupante si se tratara de vecinos, o de simples panelistas de TV (en
lo personal, creo que no conozco nada más insufrible que esos sujetos y sujetas)
… pero cuando se trata de miembros de los distintos poderes de la República we’ve
a problem! Y el “we” (nosotros) no se trata de yo y mis amigos, sino de un “we”
social… ¡nacional! La Argentina tiene un problema. Y, para peor, cuando desde
el poder se crea sentido (falso, por cierto; hegemónico, además) y convencen a
muchos – de esos sordos y ciegos sociales – de que hacer lo contrario sería “populismo”,
a lo que se añaden vomitivamente las cataratas oficiales de kukas, zurdos
y hasta mandriles, resulta que la llamada “batalla cultural” parece presentar
nuevos escenarios.
Si alguna persona milita políticamente
manifiesta ostensiblemente un pathos que debe tener un límite para estos
anti-páticos porque revela que siente con otros... lo que es
detestable para la oficialidad Y, como siempre, desde hace bastante, nada mejor
que los buenos amigos (o amigas, en este caso) en el Poder Judicial. Porque uno
puede decir “cárcel o bala” sin ninguna repercusión crítica, pero no vaya uno
(o una, en este caso, según dicen) a poner un pasacalle porque debe ser
perseguido y sancionado y encarcelado sin ningún sentimiento en su favor… Y, ¡que
conste que le perdonamos la bala!, parecen decir…
Muchos suelen entender que “el
amor es un sentimiento”, algo que no creo, de ninguna manera, porque el amor no
es “para mí”, como sería el sentimiento, sino “para otro/a/e” aunque con
frecuencia sí “se sienta”. Pero sentir (“pathos”) nos puede mover
favorablemente o no hacia otras personas y así nos introducimos en su vida, en
cierto sentido (em-pathía), sentimos como ellos/as/es (sym-pathía)
o actuamos decididamente en su contra (anti-pathía). Pero, insisto,
esto, que puede ser un tema meramente ocasional cuando se trata de un simple
hecho personal o familiar, es totalmente diferente cuando lo actúan los poderes
de la república. Es decir, es política. Es destructivamente política. Otros
creemos que la política es una expresión maravillosa del amor, pero,
lamentablemente, experimentamos en el día a día que en los cuatro poderes de la república
del amor ¡no entienden nada!
Foto tomada de https://secretsandiego.com/es/la-mesa-en-blanco/
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