domingo, 11 de noviembre de 2018

La divinidad de los pobres, los vicarios de Cristo

La divinidad de los pobres, los vicarios de Cristo


Eduardo de la Serna



No cabe duda que hablar de los pobres es entrar en un terreno de múltiples lecturas. Es un término, una idea y un colectivo verdaderamente amplio. Y, en cierta manera, es importante saber de qué y – sobre todo – de quienes hablamos y qué decimos, a fin de entendernos. El tema es amplísimo, pero intentaré señalar lo que considero fundamental “en cristiano”. Y este es mi punto de partida… hablo “en cristiano”, las consecuencias obviamente abarcan e implican lo social, lo económico, lo político, lo internacional, etc. Pero, ante todo y sobre todo, quiero pensar “en cristiano”.


I./1 En el mundo antiguo, no solamente en Israel, la preocupación por la justicia era un tema importante.

El egipcio Herkhuf en su autobiografía afirma:

Di pan al hambriento, vestí al desnudo, transporté al que no tenía barca” [LPAE 24]

El dios creador afirma:
He realizado cuatro acciones buenas en el pórtico del Horizonte; he creado los cuatro vientos, para que todos los hombres puedan llenarse de él los pulmones, cada uno igual que su contemporáneo; es mi primer beneficio. He hecho la gran inundación [se refiere a la inundación del Nilo que da fecundidad a la tierra] para que el pobre tenga derecho a sus beneficios igual que el rico; es mi segunda acción. He hecho a todo hombre semejante a su prójimo; nunca les he ordenado hacer el mal, son sus corazones los que han transgredido mis preceptos; es mi tercera acción” (ANET [Ancient Near Estern Texts] 7s).
Amenemope afirma:
Guárdate de robar al pobre y de oprimir al débil. No extiendas tu mano contra un anciano que se aproxima (…) No desplaces el mojón de las lindes del campo; no alteres la posición de la cuerda de medir, no seas codicioso por un palmo de tierra ni traspases las lindes de la viuda. Guárdate de quien hace esas cosas: es un opresor del débil” (ANET 421-424)
En Mesopotamia, en Lagash y en Ur, hay referencias semejantes: 
el huérfano no fue entregado al hombre rico, la viuda no fue entregada al poderoso, el hombre de un siclo no fue entregado al hombre de una mina [una mina son aproximadamente 60 siclos, Ez 45,12]” (ANET 523-525)
El código de Hammurabi afirma:
Los dioses me llamaron y me convertí en pastor benéfico cuyo cetro es justo (…) siempre los goberné en paz, los protegí con mi sabiduría. Para que el poderoso no oprima al débil, para que se haga justicia al huérfano y a la viuda” (ANET 163-180, XXIV,40-74).
Los hititas insisten en un himno al dios Telepino:
Del oprimido, del humilde… tú eres padre y madre; la causa del humilde, del oprimido, tú, Telepino, te la tomas a pecho” (ANET 397)

I./2 Valgan estos ejemplos simplemente para notar que cuando el tema irrumpe en Israel no se trata de una novedad, aunque tenga características propias. Es evidente que los profetas, particularmente – pero no solo – Amos y Miqueas, son vehementes y muy firmes con este tema. Muchas de las cosas que dicen serían hoy irrepetibles por no ser “políticamente correctas”. Llamar a las mujeres ricas que se desentienden de la suerte del pobre “vacas de Basan” sería hasta causa de denuncia (Amós 4,1). Por todas partes insisten los profetas que para encontrarse con Dios no hay que recurrir al culto sino a encontrarse con los (y las) demás como hermanos en la búsqueda y práctica del “derecho y la justicia” (mishpat wetzedaqá; el par se encuentra 173x en la biblia hebrea). Es decir, lo que Dios quiere, y donde nos encontramos con Él, no es en el templo (Jer 7,5), no es en el ayuno (Is 58,7), las oraciones (Am 5,24), los santuarios (Os 8,11-13) sino en el hermano y la hermana. Ese es el motivo por el que las leyes de Israel no miran la propiedad privada sino, por encima de todo, la vida del hermano. No puede prestarse dinero a usura al hermano, ni esclavizar al hermano (Dt 15,3.12). Y si alguien tuviera alguna deuda y nadie pudiera condonarla, Dios mismo se hace garante del pobre (es el go’el, Lev 25,25-28). Es que Dios es padre y protector del huérfano y de la viuda (Sal 68,6; 146,9; comparar con el 94,6).

Por eso, cuando Israel ya no puede aplicar su propia ley por ser un pueblo sometido, empieza a cobrar valor la limosna. Esta se encuentra en algunos de los últimos libros del AT (Tobías y Sirácida) y se entiende como un ocuparse de la vida del pobre (del cual la ley imperial se desentiende; todo lo contrario de lo que debiera ser y hacer un buen rey para Israel, ver Sal 72).


II./1 Entrando en el Nuevo Testamento, Pablo cuestiona a los cristianos de Corinto sus eucaristías. Los ricos no esperan la llegada de los pobres en las asambleas y entonces, unos pasan hambre mientras otros se emborrachan; y Pablo dirá con firmeza: “eso no es comer la cena del Señor” (1 Cor 11,20), el que no reconoce que el pobre es miembro de su cuerpo eclesial “come y bebe su propio castigo” (v.29).

II./2 Jesús de Nazaret, el judío marginal, no se desentendió del sufrimiento de sus hermanos. La compasión (conmoción de las entrañas, splagjnizomai) es causa fundamental del obrar de Jesús, sea para curar un leproso (Mc 1,41), resucitar un hijo único de una viuda (Lc 7,13) o alimentar una multitud (Mt 15,32). Es que así es Dios (Mt 18,27; Lc 15,20) y así nos invita Jesús a ser con el hermano (y la hermana; Lc 10,33).

Por desentenderse del hermano (y la hermana) Jesús es sumamente duro con los ricos. La referencia a la imposibilidad de que pase un camello por el ojo de una aguja es ciertamente imagen clara de la imposibilidad (Mc 10,25). De hecho, al rico que le pregunta cómo tener vida, Jesús le repite los mandamientos añadiendo “no defraudes” (aposteréô, 10,19). El término se utiliza para indicar la actitud del fuerte que puede aprovecharse de la debilidad del pobre (Sir 4,1), “el pan del necesitado es vida del pobre, quien lo defrauda es un hombre sanguinario” (Sir 34,21). “Mata a su prójimo quien le arrebata su sustento, vierte sangre quien quita el jornal al jornalero” (Sir 34,22). Malaquías repite: “Yo me acercaré a ustedes para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira, contra los que oprimen al jornalero, a la viuda y al huérfano, contra los que hacen agravio al forastero sin ningún temor de mí, dice Yahveh Sebaot” (Mal 3,5). Y Santiago, en uno de los textos más duros del NT contra los ricos les insiste: 
Y ahora les toca a los ricos: lloren y griten por las desgracias que van a sufrir. Su riqueza está podrida, sus ropas apolilladas, su plata y su oro herrumbrado; y su herrumbre atestigua contra ustedes, y consumirá sus cuerpos como fuego. Ustedes han amontonado riquezas ahora que es el tiempo final. El salario de los obreros, que no pagaron (apesterêménos) a los que trabajaron en sus campos, alza el grito; el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor Todopoderoso. Ustedes llevaron en la tierra una vida de lujo y placeres; han engordado y se acerca el día de la matanza. Han condenado y matado al inocente sin que él les opusiera resistencia” (Sgo 5,1-6). 
Lo que Jesús le pide al rico es cumplir con el mandamiento del hermano. No hacer justicia con el pobre, no ocuparse de su suerte, es comparable a un asesinato, a “derramar su sangre”.

No se trata, entonces, solamente de “dar pan”, sino también insistir en la justicia. Justicia que lleva a vivir como hermanos (y hermanas) ya que no solamente Dios se “conmueve” ante el sufrimiento, sino que no es sordo al clamor, que es el grito del que sufre. Se conmueve por la sangre de Abel, que clama (Gen 4,10) y por los latigazos que les infligen los capataces a los esclavos en Egipto (Ex 2,23; 3,7). De hecho es interesante el juego de palabras (perceptible en hebreo) que hace Isaías diciendo que “esperaba mishpat y hubo mishpah, esperaba tzedaqá’ y hubo tzehaqa’…” (5,7). Esperaba derecho y justicia, pero hubo derramamiento de sangre y hubo “clamores”, gritos de dolor. El clamor – ante el que Dios no puede permanecer indiferente – es todo lo contrario de lo que debiéramos provocar. El grito del pobre llega a Dios, porque es un dolor causado.

Pero no necesariamente se trata de que el rico lo cause (aunque ciertamente es posible y habitual). La parábola del pobre Lázaro y el rico anónimo (Lc 16,19-31) es muy clara: en ningún momento se señala que el rico sea injusto con el pobre. Pero no se ha preocupado por la suerte de su hermano, se ha desentendido de su dolor. Y entonces se ejemplifica narrativamente la bienaventuranza y su correspondiente “ay”:
-       Bienaventurados los pobres, porque de ustedes es el reino de Dios
-       Ay de ustedes, los ricos, porque ya han recibido su consuelo (Lc 6,20.24).

No se trata de que sea malo ser rico, lo que sí lo es, es no preocuparse por el hermano. Es por eso que la inversión de las situaciones que ya canta proféticamente María la que celebra que Dios “Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada” (Lc 1,52-53) se concreta en las comunidades que viven conforme a lo que Dios quiere: “no había necesitados” “todo era común entre ellos”, “vendían las posesiones y repartían el precio entre todos según la necesidad de cada uno” (Hch 2,44-45) “nadie llamaba suyos a sus bienes” (4,32.35).

II./3 El cristianismo de la segunda generación fue creciendo en número, y muchos ricos se incorporaron a las comunidades (no parece sensato imaginar, como se hizo un tiempo, que las primeras comunidades fueran todas y sólo de clases pobres y marginales). Lucas se ocupa – como vemos – de señalarle a los ricos que sí se pueden salvar (cosa que parecía imposible en Marcos con el camello y el ojo de una aguja): si comparten sus bienes ganarán un tesoro en el cielo y amigos que los recibirán en las moradas eternas (Lc 16,9). Los discípulos de Pablo se ocuparán de insistir que “la codicia es una forma de idolatría” (Col 3,5) y que “la raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Tim 6,10).

II./4 Es necesario decir una palabra sobre el Evangelio de Mateo. En su versión de las bienaventuranzas, Mateo “espiritualiza” lo que había dicho Jesús. Por ejemplo, la bienaventuranza de los que tienen “hambre” (Lc 6,21) se transforma en “los que tienen hambre y sed de justicia” (Mt 5,6). En ese sentido se ha de entender la referencia a los “pobres de espíritu” (es interesante que el término pobres, ptôjos, se encuentra 158x en la Biblia, sólo acá se refiere a “pobres de espíritu” (5,3), aunque se encuentra también en Qumrán (1QM 14,7: El Dios de Israel “ciñe los riñones de los lomos quebrados. En los pobres de espíritu [...] al corazón duro. Por los perfectos del camino serán destruidas todas las naciones impías); el término se asemeja a los anawim, los humildes. Mateo retoca la bienaventuranza para transformarla en un modo de vida. Ser humilde, en especial frente a los bienes, dejando a Dios en el centro (y no al dinero) es la propuesta de Mateo. Pero de ninguna manera ha de entenderse que el Jesús mateano se desentiende de los pobres. De hecho, en el “test” del cristiano que Mateo propone en el juicio final (Mt 25,31-45) insiste en que es indispensable dar de comer al hambriento, de beber al sediento con quienes Cristo se identifica…


III. Terminado el tiempo bíblico, los primeros siglos fueron pródigos en textos llamando a la solidaridad y al cuidado del pobre. Los textos de los santos Padres son abundantes hasta casi el exceso. Me permito citar solamente algunos muy conocidos:

«Así son los ricos: por haberse apoderado primero de lo que es de todos, se lo apropian a título de primer ocupante. Si cada uno tomara lo que cubre su necesidad, y se limitaran a dejar lo demás para quienes lo necesiten, nadie sería rico, nadie pobre» (San Basilio [330-379], homilía sobre la parábola del rico insensato)

«Tú posees muchas riquezas: ¿de dónde te vienen, pues? De que has preferido gozar tú solo de ellas antes que socorrer con ellas a muchos. Esto está clarísimo. Por tanto, en la medida en que abundas en riquezas, en esa misma medida estás falto de caridad» (san Basilio, homilía sobre el joven rico).

«A la puerta están tendidos mil Lázaros (…) pero gritan y no se les oye, pues lo impide el sonido de la orquesta y los coros de cantos espontáneos y el estrépito de las carcajadas. Pero si llegan a molestar un poco más en las puertas, salta de cualquier rincón un portero canallesco del amo cruel, y los echa a palos, o llama a los perros y los azota en las mismas heridas. Y así, los amigos de Cristo tienen que marcharse, llevando de propina insultos y golpes, y sin haber conseguido un pedazo de pan o un bocado de comida, ellos que son el resumen de los mandamientos. Y dentro, en esa morada de Mammón, unos vomitan la comida como naves sobre oleajes, y otros se duermen sobre la mesa junto a las copas mismas» (san Gregorio de Nisa [335-394] Homilía sobre el amor a los pobres).

«Ya se los he dicho mil veces: las riquezas, acompañadas de buenas obras, son buenas ellas también. ¿Cómo son buenas? Si con ellas se remedia la pobreza y se socorre a quienes lo necesitan. Me dirán: “¿Ya está otra vez metiéndose con los ricos?” Pero yo les digo: ¡Ya están otra vez ustedes contra los pobres!” (…) Si ustedes no se hartan de devorar y tragarse a los pobres, yo no me harto de echárselos en cara» (san Juan Crisóstomo [344-407] expos. Salmo 48.4).

«Aprendamos a pensar como corresponde, y a honrar a Cristo, así como él quiere ser honrado. Para quien recibe un honor, el honor más grato es el que él quiere, no el que nosotros imaginamos. Pedro pensaba que honraba al Señor al no permitirle que le lavara los pies. Pero esto no era un honor, sino lo contrario. Tú hónralo con este mismo honor que El estableció por ley: gasta tus riquezas en los pobres, porque Dios no tiene necesidad de vasos de oro, sino de almas de oro» (san Juan Crisóstomo, Homilías sobre san Mateo 50,3).

«A los que no ambicionan las riquezas ajenas, pero con todo no distribuyen generosamente las suyas, se les debe aconsejar que con mucha diligencia consideren que la tierra de la que ellos se proveen es común a todos los hombres, y que da frutos para todos. Los que quieren exclusivamente para sí lo que Dios ha dado para todos deben ser considerados culpables, porque cuando no dan de lo que han recibido, están contribuyendo a la muerte de sus prójimos: por guardarse los subsidios de los pobres que mueren de hambre los hacen morir» (san Gregorio Magno papa [540-604] Regla pastoral III/ cap 21).

«No es parte de tus bienes lo que tú das al pobre; sino que le devuelves lo suyo. Porque lo que es común y ha sido creado para el uso de todos, te lo usurpas tú solo. La tierra ha sido dada para todos no solo para los ricos». (san Ambrosio [339-397] Libro de Nabot c.12, n. 53).

«Con razón habla el evangelio de riquezas “injustas”, pues todas las riquezas no tienen otro origen que la injusticia, y no se puede hacer uno dueño de ellas a no ser que otro las pierda o se arruine. Por lo cual me parece muy exacto aquel refrán popular que dice que: Todo rico es ladrón o hijo de ladrón» (san Jerónimo [347-419] carta a Hedibia 120.1).


IV. Sería injusto decir que con Constantino la Iglesia “apostató” o “traicionó” de sus fuentes. De hecho, muchos de los escritores aquí citados son post constantinianos. Eso no impide reconocer aquello que dijo el poeta al enviar a Constantino al infierno porque por él “vino el primer Papa que fue rico” (Ahi, Costantin, di quanto mal fu matre, non la tua conversion, ma quella dote che da te prese il primo ricco patre!». [Divina Commedia, Inferno, Canto XIX 115-117]).

Tampoco sería justo afirmar que “la Iglesia” se olvidó de los pobres y se “casó” con los ricos. Cientos de textos y de sujetos lo desmentirían, desde Francisco de Asís a las Beguinas, para limitarnos al medioevo.


V. La así llamada “Doctrina Social de la Iglesia” (desde fines del s.XIX) ha intentado, con mejores o no tan buenos textos insistir en una serie de temas que hacen a la “cuestión social”, profundizando la “Propiedad privada”, la vida (y muerte) de los pobres, y la actitud de los ricos. Es sabido, por ejemplo, la insistencia (que no encontró el debido eco) de Juan XXIII al referir a la Iglesia como Iglesia de los pobres en el concilio Vaticano II. También el eco encontrado en América Latina desde la asamblea de Medellín y la teología de la liberación.


VI. Resumamos: la Iglesia es Iglesia de los pobres porque Jesús es el mesías de los pobres (consagrado con la unción [ungido, = mesías, = Cristo] para anunciar buenas noticias a los pobres; Lc 4,18 releyendo Is 61,1). La Iglesia se juega su fidelidad a Jesús, a los Evangelios y a la Tradición en su militancia en favor de los pobres y en la denuncia de las causas y su vida amenazada.

No se trata, como se ve de algo socio-político en un primer momento. Es algo divino. Se trata de Dios. Pero el Dios judeo-cristiano no es ese al que se lo encuentra en las nubes. Es un Dios tan parecido al ser humano que este es creado a su imagen (Gen 1,26) tanto que es “apenas inferior a Dios” (Sal 8,6). Pero es evidente que todo lo que afecte benéfica o maléficamente a los seres humanos tiene implicancias económicas, sociales, políticas… Y – obviamente – a quienes tengan en estos terrenos su mirada principal les resultará coincidente o confrontativo el discurso o la praxis de defensa de la causa de los pobres. Pero mal haríamos los seguidores del Nazareno en callar para no molestar, no ofender o no ser malinterpretados. Ya sabemos que en nuestro tiempo “sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social” ya que hay “ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” (Juan Pablo II, Discurso inaugural en Puebla [28/1/79] III,4)

«Permítanme que desde los pobres de mi pueblo, a quienes represento, explique entonces brevemente la situación y actuación de nuestra Iglesia en el mundo en que vivimos, y reflexionar después desde la teología, sobre la importancia que ese mundo real, cultural y sociopolítico, tiene para la propia fe de la Iglesia. (…)
«El constatar estas realidades y dejarnos impactar por ellas, lejos de apartarnos de nuestra fe, nos ha remitido al mundo de los pobres como a nuestro verdadero lugar, nos ha movido como primer paso fundamental a encarnarnos en el mundo de los pobres. En él hemos encontrado los rostros concretos de los pobres de que nos habla Puebla. (cfr. 31 -39). Ahí hemos encontrado a los campesinos sin tierra y sin trabajo estable, sin agua ni luz en sus pobres viviendas, sin asistencia médica cuando las madres dan a luz y sin escuelas cuando los niños empiezan a crecer. Ahí nos hemos encontrado con los obreros sin derechos laborales, despedidos de las fábricas cuando los reclaman y a merced de los fríos cálculos de la economía. Ahí nos hemos encontrado con madres y esposas de desaparecidos y presos políticos. Ahí nos hemos encontrado con los habitantes de tugurios, cuya miseria supera toda imaginación y viviendo el insulto permanente de las mansiones cercanas. (…)
«Creemos que ésta es la forma de mantener la identidad y la misma trascendencia de la Iglesia. Insertarnos en el proceso socio-político real de nuestro pueblo, juzgar de él desde el pueblo pobre e impulsar todos los movimientos de liberación que conduzcan realmente a la justicia de las mayorías y a la paz para las mayorías. Y creemos que ésta es la forma de mantener la trascendencia e identidad de la Iglesia porque de esta forma mantenemos la fe en Dios. (…)
«Los antiguos cristianos decían: "Gloria Dei, vivens homo", (la gloria de Dios es el hombre que viva). Nosotros podríamos concretar esto diciendo: "Gloria Dei, vivens pauper". (La gloria de Dios es el pobre que viva). Creemos que desde la trascendencia del evangelio podemos juzgar en qué consiste en verdad la vida de los pobres; y creemos también que poniéndose del lado del pobre e intentando darle vida sabremos en qué consiste, la eterna verdad del evangelio». (san Oscar Romero, discurso al recibir el doctorado Honoris Causa en la Facultad de Teología de Lovaina el 2 de febrero de 1980).

Foto tomada de lacapital.com.ar


jueves, 8 de noviembre de 2018

Inficionados


Inficionados

Eduardo de la Serna



Una de las cosas que nos dejó clara la dictadura cívico-militar era que muchos, casi todos quizás, estábamos “inficionados” de marxismo. Puesto que el marxismo campeaba, según ellos, fue tarea ardua “desinfectar” a la sociedad. Otra dictadura, la paraguaya, después de “sólo” 40 años de desertificar las mentes guaraníes, afirmó, poco antes de caer, que había que eliminar a los marxistas, a los filo-marxistas, a los cripto-marxistas y a los para-marxistas.

A Orlando Yorio, en la tortura le dijeron “sabemos que ustedes no son guerrilleros, ni están armados, pero hacen pensar a la gente y eso es subversivo”. Además, había que sumar a los “idiotas útiles”. La cosa es que, para la intelectualidad armada, pocos son los que se salvan en ese extraño occidente cristiano “avant la lettre” o “a la carta”, o “de diseño”…

La cosa es que millones estaban (estábamos) infectados de ese perverso mal. Infectado, infiltrado es lo mismo. Lo que importa es el mal a erradicar.

Claro que, peut être, quizás, a lo mejor, el problema era la infición que había en la “mente” (sic) o ideología que sustentaba la dictadura con iniciativa y aliento civil y bendición eclesiástica (para las cuales el marxismo era la mismísima encarnación de Satán, Belzebú, Lucifer, Belial, o todos ellos insieme). Y, entonces, lo que no encajaba en su esquema inficionado era tenido por marxismo, o leninismo, o guevarismo, o castrismo, o maoísmo, o estalinismo, o trotskismo que es todo igual y lo mismo como cualquiera sabe. ¡Zurdos y listo!

Pero, aparentemente, terminó la dictadura, y la infección que nos inficionaba parece no haber hecho estragos infectando la sociedad. ¿O sí? ¿O qué otra cosa es el castro-chavismo-lula-kirchnerismo, sino? (y sumemos luguismo, correísmo, evismo, y cientos de otros ismos perversos que se resumen en el más perverso de todos: el populismo).

Quizás, sólo quizás, la dictadura haya terminado, aunque los desaparecidos siguen desaparecidos, los niños apropiados siguen mayoritariamente apropiados, y muchas creaciones dictatoriales reviven como la deuda externa, la represión chocobárica, lacrimógena o “a la pimienta” o sencillamente los presos políticos o asesinados que “no le importan a nadie” de los inficionados de dictadura.

Puesto que algunos lo repetirán (incluso intraeclesialmente) quiero decirlo yo anticipadamente ya que “a confesión de parte, relevo de prueba”: estoy inficionado, infectado, infiltrado. El Evangelio que Jesús, el mesías de los pobres que quiere comunicarles a ellos “buenas noticias” es mi lugar desde el que quiero vivir, celebrar, sufrir, militar "malgré tout". Sé que en mi vida he tenido errores, pecados, metidas de pata, y hasta miserias. Cuando he podido creo haberlas remediado. Pero no tengo en mi conciencia haber negado, traicionado, ignorado el mundo de los pobres. Tampoco niego errores pasados, presentes y seguramente futuros en esto. Pero siempre (hasta ahora al menos) creyendo y convencido de estar, pensar y obrar “desde el lugar del pobre”. Y no quiero vacunarme.

Estoy inficionado. Lo repito. Los curas opp estamos inficionados. Y quisiéramos que esa infección infecte todo, esa infiltración se infiltre por doquier. Sabemos que eso es subversivo. Lo somos. Queremos subvertir este sistema en el que los pobres no cuentan más que a la hora de votar (o de decir que lo hicieron, voto electrónico mediante); queremos subvertir un mundo en el que los negros, bolitas-paraguas, villeros, cabecitas o kabezas, choriplaneros o simplemente “los nadies” no existen porque sabemos que “otro mundo es posible”, porque queremos “un mundo en el que quepan muchos mundos”; queremos subvertir una Iglesia vertical (o verticalista) donde hay arriba y abajo, para soñar una Iglesia de los pobres, una casa de los hermanos y las hermanas. No estoy dispuesto a pedir perdón si alguien se ofende por eso, sí a llamarlo a conversión; pedir perdón por celebrar una misa por la paz, el pan y el trabajo porque algunos se sintieron mal me suena a “agachada”. Y creo que, si a algunos les molesta, deberíamos inocularles una buena dosis de Evangelio para que se infecten del hedor de los pobres, se inficionen de barro y mates, se infiltren de esa enfermedad que contagia el Nazareno marginal que se llama solidaridad. C’est tout!


Foto tomada de ABC.es

martes, 6 de noviembre de 2018

Comentario domingo 32B

El ejemplo de una mujer, viuda, pobre y discípula

DOMINGO TRIGESIMOSEGUNDO - "B"


Eduardo de la Serna



Lectura del primer libro de los Reyes     17, 8-16

Resumen: Una mujer viuda extranjera es beneficiada por el profeta que le pronuncia una palabra de parte de Dios en la cual la mujer cree, poniendo en práctica lo dicho por Elías.


En 1 Re 17 comienza una gran unidad en la que el profeta Elías será protagonista y que será continuada por otra sobre Eliseo que concluye en 2 Re 13 con varias intercalaciones. El contexto histórico del tiempo de Elías comienza con el reinado de Ajab y, especialmente, el conflicto con su esposa Jezabel, la reina fenicia, hija del rey de Sidón (que continúa ejerciendo autoridad aun a la muerte de su esposo). Para un profeta celoso de los derechos del Dios de Israel la introducción de los dioses fenicios (Baal especialmente) y sus ministros resulta algo intolerable. Veamos brevemente algunas ideas introductorias.

Elías significa “Yahvé es mi Dios” lo cual es claramente un nombre programático. A repetirlo dedicará su vida el profeta.

Baal: en realidad significa “señor”, es el nombre de respeto con el que los cananeos se dirigen a su Dios principal, Hadad. La Biblia evita nombrarlo (salvo en el caso de los nombres que incorporan divinidades como es el caso de Ben-Hadad, hijo de Hadad, rey cananeo, cf. 1 Re 20,1). De Baal se esperan tormentas y – por tanto – fecundidad. En Israel muchos han tomado a Yahvé como el Dios nacional pero aceptado también otros dioses y diosas (incluso pareciera que muchos afirmaban que Yahvé tenía una diosa como esposa, Aserá). Así, por un lado Yahvé cuida a su pueblo pero Baal, por ejemplo, garantiza la fecundidad.

Sequía: en una región subtropical con estación seca como es la tierra de Israel una temporada de pocas lluvias es terrible ya que representa uno o dos años sin buenas cosechas y poco ganado. Elías anunciará una sequía (17,1) precisamente para mostrar que es Yahvé y no Baal quien garantiza la fecundidad o su ausencia en la tierra de Israel. Claro que este anuncio – y su realización – empieza a desatar el conflicto entre Elías y la casa real. Primero debe esconderse (17,2-7) y luego dirigirse a territorio extranjero. Aquí sucede el relato de la liturgia, en Sarepta, tierra de Sidón.

Yahvé se dirige a Elías diciéndole que se dirija a Sarepta y que “ha ordenado a una mujer viuda que le suministre alimento”. Sin embargo, la mujer no parece estar enterada de esto. Sin duda ha de entenderse que Elías ha de ser quién le comunique a ella la voluntad de Dios, cosa que hará (v.14).

La mujer es presentada como viuda. En Israel las viudas (y los huérfanos) son presentados como paradigma de “pobres”. Es desposeída y desprotegida. Si no tiene quienes se ocupen de ella – cosa que todo buen judío debiera hacer – está condenada a la miseria o a ser víctima de la injusticia (cf. Ex 22,21; Is 1,17). 

La sequía parece también hacer efecto en esta región ya que la mujer no tiene más que un poco de harina y un poco de aceite. Sólo le queda esperar la muerte y de su hijo único (v.12). 

La escena es bien presentada: Elías ve a la mujer recogiendo leña para su última torta. Le pide agua, cosa que la mujer – en total coherencia con la normativa de hospitalidad – le trae. Pero al pedirle también un poco de pan ella narra la escasez. Elías como hombre de Dios le dirá “no temas” para pedirle su porción y asegurarle que “el Dios de Israel” (en territorio de Baal) le dice que no se le agotará ni la harina ni el aceite hasta que vuelva la lluvia. La palabra del profeta es escuchada y ella “hizo según la palabra de Elías”. Comieron los tres y ni el cántaro de harina se vació ni se agotó la aceitera “según la palabra que Yahvé había dicho por boca de Elías”. Ciertamente resultan contrastante las dos mujeres de Sidón con las que Elías se encuentra, la reina que intenta llenar – y lo logra – de profetas de Baal la tierra de Israel, y Elías, profeta de Yahvé, que se dirige a tierra fenicia y es escuchado por una cananea.

 
Lectura de la carta a los Hebreos     9, 24-28

Resumen: Cristo ha entrado de una vez para siempre en el santuario auténtico que se encuentra en el cielo y desde allí plenifica los sacrificios haciendo que ya un tengan sentido porque el suyo ha sido perfecto.


En 8,1-6 – siempre siguiendo la lectura espiritual del A.T. – el autor de Hebreos había señalado que Moisés en el monte había visto el templo “original” cuyo modelo debería repetir (Ex 25,40) en la tienda que haría en el desierto. Eso significa que el Templo verdadero está en el cielo y Jesús, por la resurrección (que es lo que lo constituye sacerdote) entra en él. Jesús es ministro de aquel santuario (8,2), que ya no es “hecho por las manos humanas” (9,11-24, lo cual parece insinuar algo idolátrico en el viejo culto, ya que es de los ídolos de los que se afirma que son “hechura de manos humanas” (jeiropoíêtos), cf. Lev 26,1.30; Jdt 8,18; Sab 14,8; Is 2,18; 10,11; 16,12; 19,1; 21,9; 31,7; 46,6; Dn 5,5.23; 6,28; algo semejante se dice en Mc 14,58; Hch 7,48; 17,24; y referida a la circuncisión en Ef 2,11).

La ofrenda de Cristo, leída espiritualmente como “sacrificio” es definitiva porque ha llegado hasta Dios, y es por tanto única como es único el sacerdocio nuevo. Un sacerdocio que “destruye” el pecado haciendo innecesaria la repetición. Cristo volverá pero ya no para retomar la seguidilla de ofrendas interminables e ineficaces sino para comunicar la salvación (9,28).
  

Evangelio según san Marcos     12, 38-44

Resumen: Marcos presenta dos ejemplos contrastantes, unos escribas que estaban a las viudas y por el contrario una viuda que da todo lo poco que tiene como manifestación de su amor a Dios.


Jesús sigue en el templo (desde 11,27) del que recién saldrá en 13,1. Allí encontramos dos escenas conclusivas: en primer lugar alerta contra los escribas (vv.38-40) y luego – tomando la palabra gancho “viuda” – pasa a poner a una como ejemplo (vv.41-44).

Los escribas – con alguna excepción como la que encontramos en 12,28-34 – son presentados en Marcos como los adversarios de la comunidad de Marcos. La Biblia griega con frecuencia traduce por “escribas” (grammateus) el hebreo shômer que es “oficial”, alguien que tiene una cierta relación de autoridad en el pueblo (cf. Ex 5,6.10.14.15.19; Num 11,16…). Desde el comienzo del Evangelio se nos dice que no tienen autoridad entre la gente (1,22), cuestionan el obrar de Jesús (2,6.16; 3,22; 7,1.5; 8,31; 9,14; 10,33; 11,18.27) y Jesús les cuestiona su teología (12,35) y su obrar hipócrita (12,38). Finalmente son partícipes del asesinato de Jesús (14,1.43.53; 15,1.31) [no es seguro que participaran del “partido” fariseo, aunque parece que sí, al menos muchos de ellos; Mateo preferirá – por motivos históricos y la situación de su comunidad – presentar como adversarios a los fariseos, aunque muchas veces los menciona juntos]. 

Lo que señala de los escribas son dos cosas coherentes con la búsqueda del honor. (1) Los amplios ropajes son manifestación de su ostentación (cf. Gen 41,42; Ex 28,2; 29,21: 31,10; 2 Cro 18,9; 23,13; Est 6,8; 8,15; 1 Mac 6,15), es símbolo visible del status que reclaman para sí. (2) Los primeros puestos en las sinagogas y los primeros lugares en los banquetes. Estos eran a quienes toda la sociedad consideraba los principales (algo totalmente contrario a lo que Jesús pide de los suyos a los que les invita a hacerse servidores y esclavos, esto es ponerse en el último lugar). Los lugares eran expresión del honor que la sociedad reconocía y que ellos reclamaban. La auto-estigmatización que Jesús reclama para él y los suyos resulta claramente subversiva y contracultural. Los expertos en la ley gozaban de alta estima (Sir 39,4-11). En Qumrán, los lugares están claramente fijados:

Estas es la disposición para cuando se reúnan los ‘grandes’: Estando ya cada uno en su sitio que se sienten primero los sacerdotes, en segundo lugar los ancianos, en tercer lugar el resto del pueblo. Cada uno en su sitio…” (Regla de la Comunidad, 1QS 6,8-9)

A esto añade que estafan a las viudas (sabemos que en Israel, el cristianismo primitivo y el medio ambiente en general había casos de viudas con una buena posición económica), que “devoran sus casas” (en este caso no se trataría de viudas pobres sino empobrecidas por los escribas). Ciertamente la gran paradoja es que los expertos en la Ley en lugar de hacer lo que deberían con respecto a las viudas, protegerlas, asistirlas, en este caso las estafan y roban. La estafa pareciera ser una extorsión de hacer largas oraciones en favor de ellas quedándose con sus bienes. En este caso, la ironía sería doble ya que la oración de las viudas es presentada como modelo (Lc 18,1-5; Hch 9,39-41). 

Luego, Jesús se traslada al Tesoro, el lugar donde se hacen las ofrendas de “cosas” (dinero, ropas, utensilios y otros bienes) en el templo (lo que permite ver el Templo como una suerte de banco antiguo, cf. 2 Mac 3,9-12). Allí ve a los oferentes, entre la “multitud” mirando especialmente a “muchos ricos”. El contraste de estos muchos ricos con una pobre es notable. A esta se le añade ser viuda. Hay escenas similares en el medio ambiente (Xenofonte cuenta algo semejante de Sócrates, por ejemplo). 

Lo que afirma es que las multitudes depositan “metálico” (jalkós refiere a metales) y acota que “muchos” ricos echaban “mucho”. El texto señala que una viuda pobre echo “dos lepta”, la moneda griega de cobre de más baja denominación (la moneda de menor denominación en Judea bajo Herodes el Grande era la p(e)rutah). Y Marcos acota que ambos lepta equivalen a un “kodrántês”, la monada romana de menor denominación. Literalmente, entonces el texto afirma que la viuda echó: “dos leptas, esto es un cuadrante”. Es posible que las monedas circulantes en Siria y Judea se conocieran con las denominaciones romanas, por lo que esto no ha de verse necesariamente como que Marcos escribe en Roma (aunque puede ser buen indicio de esto). 

Jesús, entonces, como en 8,34 y 10,42 “llama” a los suyos para decir una palabra clarificadora, en estos casos sobre el discipulado (indicio que también esta lo será). Comienza con un clásico “Amên legô hymin” (en verdad les digo; cf. 3,28; 8,12; 9,1.41; 10,15.29; 11,23; 13,30; 14,9.18.25), una frase que prepara un clima expectante para un dicho profético o sobre el discipulado. En este caso un dicho contrastante ya que es evidente a la vista que los ricos han echado “mucho” más que las dos moneditas de la viuda. Por tanto en un segundo momento (v.44) Jesús explica la razón de esto: la abundancia y la necesidad son el criterio de Jesús. Esto lleva a cambiar la mirada económica que se guía por la cantidad y el cálculo. El valor está puesto en la generosidad no en lo valuable.

Esta viuda puso lo necesario para la “vida” (bios). Curiosamente el escriba de v.20 “sabe” que se ha de amar a Dios con toda la vida (psyjê), la viuda en cambio practica esto, “ama a Dios con toda su ‘vida’”. Ella “da” todo, mientras los escribas le “quitan todo” a las viudas. El discipulado encuentra en esta viuda pobre un nuevo ejemplo a seguir.


Foto tomada de www.rezaconmigo.com

sábado, 3 de noviembre de 2018

Politizar la fe, o Dios y el César, o el reino que no es de este mundo…


Politizar la fe, o Dios y el César, o el reino que no es de este mundo…


Eduardo de la Serna



Durante mucho tiempo, ¡años!, nos llenaron la cabeza con cosas como que la fe y la política no tienen que mezclarse, los curas a la sacristía, que Dios y el César no se mezclan, porque el reino de Jesús no es de este mundo, y no sé cuántas cosas más.

Resultaba que cosas que decía yo, o decían los MSTM, o los OPP, o algunos obispos era “meterse” en política, ideologizar el Evangelio, secularismo, horizontalismo y no recuerdo cuántos “ismos” más. Y todo eso debidamente sazonado con algunas citas bíblicas o papales leídas de un modo fundamentalista y bien “a la carta”. La Iglesia es divina y no puede embarrarse, es entrar peligrosamente en el mundo del pecado, la corrupción, los intereses mundanos. Eso se dijo, y se dijo, y se dijo… y muchos lo repiten, y repiten y repiten. Y lo creen.

Pero resulta que los “espiritualistas” se envalentonaron con aparentes triunfos. Muchos ganaron con Trump, otros apostaron y ganaron el sí a la guerra colombiana, otros con la aprobación o no de determinadas leyes, y hasta ahora con el triunfo de Bolsonaro, el Mesías brasileño. Creo que, con miopía, la comisión ejecutiva de la Cea afirmó – cuando se rechazó el proyecto de despenalización del aborto – que “El diálogo ecuménico e interreligioso ha crecido en este tiempo aunando esfuerzos para proteger la vida desde la concepción hasta la muerte natural” (9/8/18) no sólo casándose (una vez más) con los sectores más retrógrados de los cultos, sino también ignorando que algunos “no estaban dialogando” sino buscando aliados políticos. Y así, envalentonados, envían una suerte de “ejército de Dios” por las calles argentinas (Iglesia Universal) para combatir al diablo (o lo que ellos creen, o lo que sus mandantes afirman que el diablo es), algunos dirigentes buscan la bendición en los templos evangélicos (Mariu Vidal y hasta el diputado Olmedo) y otros repiten que no hay que “politizar las creencias”… Es decir, no se trata de que hay que evitar que se piense la política desde la fe, lo que no quieren es que se piense “esta política” desde la fe. Porque ya tienen antes su posición (la fe la reciben "al modo del recipiente"). Y desde esa posición miran la fe (y nos llaman ideologizados).

Podríamos responder uno a uno los argumentos sobre los textos bíblicos y del magisterio utilizados (si pretendieran dialogar, y no excusarse); podríamos mirar la historia de la Iglesia; podríamos hacer teología y pensar desde la “encarnación” el sentido de la fe, lo social, lo político, el hermano y la hermana, la justicia, la paz, la verdad, el Magisterio Social de la Iglesia y la enseñanza de los Padres, la misma Biblia, mirar la historia y dónde habla Dios hoy, y qué dice. Podríamos. Pero sería hablar a la pared en la inmensa mayoría de los casos.

Y pongo ejemplos:

  • Como curas hemos dicho que nos duele el silencio del episcopado ante la situación de muerte de los pobres. Muchos obispos se molestaron, e incluso uno (renombrado) dijo que nos queríamos apoderar de los pobres dentro de la Iglesia y criticábamos a los obispos. Pero hoy dijo algo semejante el arzobispo de La Plata: “los obispos actuales hablamos muy poco sobre los problemas sociales” y que, cuando “lo hacemos” es “con timidez, con miedo a hacer el ridículo, y quizás con pudor debido a los propios errores y pecados de la Iglesia".
  • Muchos curas o ministros ordenados se niegan a todo lo que “huela” a social en nombre del “espíritu” (aunque después hacen muchos dineros gracias a ese espíritu tan extraño) y boicotean acciones pastorales “con los pies en la tierra”.
  • Muchos movimientos o grupos religiosos se llenan de pañuelos que les sirven para lavarse las manos del barro de la historia. No se meten en política para no meterse en “esa política” porque están hasta el caracú en la “otra política” que les lava la conciencia con un poco de limosna. Una cosa es dar un pan y otra exigirlo; una cosa es buscar seguridad y otra que haya paz; una cosa es tolerar que me limpien el vidrio en un semáforo y otra que haya trabajo. Y si esa paz, pan y trabajo se pide en una misa en Lujánes muy grave. Tanto que el obispo pide “perdón” (sic) por haber molestado.

Algunos creemos que la carne del Verbo es palabra en la historia. Y creemos que callar es pecado (por aquello de poner una lámpara debajo de la cama). Y creemos que el Evangelio nos exige transitar caminos. Y – espero que no se ofendan – no voy a pedir perdón por transitarlos.

Foto tomada de https://www.pagina12.com.ar/147320-el-dia-en-que-bolso-nazi-fue-bautizado-messias

viernes, 2 de noviembre de 2018

Una presentación de los curas en opción por los pobres


Una presentación de los curas en opción por los pobres (OPP)

Eduardo de la Serna



Parece que los curas opp en algunos ambientes hemos tenido o estamos teniendo una cierta trascendencia. Trascendencia que nos hace “buenos, maravillosos o la única o verdadera Iglesia” o pestilentes “tercermundanos, ‘K’, marxistas o curas que quieren adueñarse del discurso de los pobres”.

Para aclarar eso, quisiera decir algo. Algo que no pretende ser todo, y que lo digo yo, es decir, no lo dice “el grupo”.

Después de la disolución del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM) en el año 1973 las reuniones de curas afines eran muy restringidas. La Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) primero, y la Dictadura cívico-eclesiástico-militar después, no lo hacían prudente. Eso no impedía que los curas “en villas” (no se llamaban “curas villeros” entonces), los “Angelelli”, los de Victoria (Entre Ríos) se fueran reuniendo. Pero hubo de esperarse al retorno de la democracia para que a alguien se le ocurriera el esperado “¿y si nos juntamos?”. Así, reunidos aquí y allá, se propuso una primera reunión general en 1986 invitando a todos los “sobrevivientes” pero también a los “jóvenes” (entre los que me contaba, entonces, recién ordenado en 1981). Recuerdo que, haciendo memoria de ese encuentro, un día el querido Quito Mariani dijo “yo fui para saber quiénes estaban vivos”. Ese encuentro tuvo un clima tan positivo que permitió otro y luego otros y se fueron sucediendo nuevos encuentros anuales. La experiencia dolorosa del MSTM llevó a que el grupo no fuera “movimiento”, no hubiera una organización, delegaciones, ni siquiera un nombre.

En las sucesivas reuniones algunos fueron dejando de participar, otros se incorporaron, otros participaban algunas veces y otras no, algunos murieron, otros dejaron el ministerio, otros se llenaron de actividades y “están en contacto”. Con el tiempo fuimos requeridos en alguna actividad o para alguna palabra e hicimos un muy pequeño secretariado para “hablar” en nombre del grupo cuando se considerara que era necesario, y un coordinador para coordinar el siguiente encuentro que año a año tenía características, lugares y contextos diferentes.

Muchas cosas han ido cambiando y muchas seguirán cambiando. A veces, en alguna reunión somos pocos y otras veces, cuando se requieren firmas somos un número considerable; algunos están de acuerdo en algo que otros no… En lo personal considero las diferencias una riqueza. Una riqueza porque hay algo que nos une: “el evangelio a los pobres”.

Seguimos siendo desorganizados, seguimos sin ser un movimiento. Cada cura en su comunidad o en su zona hace lo que mejor sabe y puede siempre con el corazón en los pobres, y eso no requiere que estemos todos – o muchos – de acuerdo. Y, obviamente, lo que cada quien haga o diga (como lo que yo digo en estas líneas) es su responsabilidad. Y también esto creo que es una riqueza.

No pretendemos ser, ni nos creemos, “los únicos curas que están con los pobres”. Sabemos que hay muchos, muchos curas, como los "curas villeros" (y religiosas, religiosos, diáconos y grupos laicales) que están con los pobres, y quizás, más que nosotros. Simplemente somos un grupo y, como tal, nos reunimos, hablamos y decimos una palabra. Una palabra que a algunos les agradará y a otros les molestará. En lo personal debo decir que, si lo que decimos les molesta a los causantes de la pobreza que mata, o a sus aliados y cómplices, ¡lo celebro!

Somos curas (no decimos “sacerdotes” por motivos teológicos largos de explicar acá), y, por lo tanto, miembros de la Iglesia. No nos creemos ni “la verdadera Iglesia” ni tampoco “fuera de ella”. Nos duele cuando otros miembros de la Iglesia no levantan su voz ante el clamor de los pobres, sus llantos, su hambre. Y nos alegra cuando otros lo hacen. No somos “francisquistas”, y en el grupo hay muy diferentes opiniones al respecto, como tampoco somos de tal o cual agrupación política o social, aunque también hay diferentes opiniones. Y discutimos, gritamos y después brindamos el encuentro. Claro que el hecho de no ser del grupo Tal o Cual no impide que seamos críticos o adversarios de ciertos sectores. Sin duda un macrista no tendría lugar en el grupo, como no lo tendría uno del Opus Dei (¿son diferentes?), pero precisamente por eso de “anunciar el Evangelio a los pobres”, no por “ideología” y esas cosas. En fin, esos somos, aquí estamos. ¡Curas en opción por los pobres, para servirlos!


Foto de una procesión popular en los llanos riojanos

martes, 30 de octubre de 2018

Comentario Domingo 31B


El amor para Jesús es militancia

Domingo trigésimo primero - “B”

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Deuteronomio    6,2-6

Resumen: En una especie de “credo” el autor del Deuteronomio le señala al pueblo que está a punto de (volver) llegar a la tierra prometida, la garantía de la bendición de Dios en la medida en que rechace la idolatría y se comprometa en el amor obediente a Dios.

La redacción del libro del Deuteronomio es tema de debate entre los estudiosos. En este caso estamos en el marco de la fidelidad a la alianza que se ha establecido y que dice relación a la tierra. Si bien hasta ahora los judíos habían “escuchado” a Moisés (1,3; 4,12-13), ahora (desde 4,1) se insiste con “Escucha, Israel” (šema’ Israel; 5,1; 6,3.4; 9,1; 20,4; 27,9). El marco es litúrgico. Es decir, el Israel al que se dirige el libro, asamblea litúrgica, debe escuchar como lo hizo el pueblo en el desierto. Lo que debe escuchar son los preceptos y mandamientos (ḥuqqîm wemišpatim; el par se encuentra 14 veces en Deuteronomio, en 6,1 se añade “normas”, mēșāba, término típico de Deuteronomio, x43). Estos deben ser cumplidos en la tierra que van a poseer por los que leen y su descendencia para así “prolongar sus días”. La fórmula repite 4,40: ser feliz (x19 en Dt) y multiplicarse (término habitual para expresar la bendición de Dios, ver 7,13). Esto ocurrirá en la tierra “que mana leche y miel”.

El tema es frecuente en la literatura cananea: “los cielos llovieron abundancia, los ríos manan miel” (ANET 140).

La fecundidad de la tierra fue un tema siempre conflictivo, especialmente entre los profetas del reino Norte (= Israel). El contraste con el desierto es evidente, pero una vez asentados olvidaron a Yahvé “siguiendo a los baales”, dioses de la fecundidad. Por eso, en Deuteronomio, hay una particular insistencia (varios autores notan una relación ideológica entre Deuteronomio y el profeta Oseas) en la tierra por un lado y en la unicidad de Dios por el otro (y la unicidad de santuario), cosa que se reitera en el nuevo “escucha, Israel” de v.4.
La cercanía con Oseas se refuerza en la insistencia de que Dios ha de ser “amado” (x13 en Dt; ya no “temido” como en los tratados de vasallaje, algo que puede estar en el sustrato primitivo del Deuteronomio). La relación está dada, como se repite en el libro, entre el amor a Dios que se expresa en el cumplimiento de los preceptos y mandamientos (“los que lo aman y cumplen sus mandamientos”, 7,9; ampliado en 11,1 a prescripciones, normas, preceptos y mandamientos”). Este amor ha de ser con todo el corazón, el alma y las fuerzas (típico de Dt: 4,29; 10,12; 11,13; 13,4; 26,16; 30,2.6.10; Jos 22,5; 23,14; del maravilloso rey Josías dice:

Ni antes ni después hubo un rey como él, que se convirtiera al Señor con todo el corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, conforme en todo con la ley de Moisés” (2 Re 23:25).
Estas palabras, que el autor “dicta” han de quedar en el “corazón” (la sede de los pensamientos) para poder repetirla a los hijos (volviendo así a lo expresado en el v.2).

La teología deuteronomista presenta entonces, en estrecha relación la posesión de la tierra, la felicidad y multiplicación del pueblo, con el cumplimiento frecuente de las normas dadas por el único Dios y que han de repetirse de generación en generación. Cuando esto se escribe, nada de eso se había cumplido, convirtiendo el texto, entonces, en una suerte de kerygma para el pueblo que retornará del cautiverio en Babilonia y tiene ante sí la posibilidad de empezar de nuevo. El autor le señala casi a modo de un “Credo” (¡escucha!) los criterios a cumplir si quiere ser feliz.



Lectura de la carta a los Hebreos              7,23-28

Resumen: la carta a los Hebreos sigue señalando el contraste entre dos sacerdocios: el antiguo sacerdocio levítico y el único y de una vez para siempre de Jesús.

La carta a los Hebreos sigue profundizando el Sumo Sacerdocio de Cristo a semejanza de Melquisedec como es expresado en el Salmo 110. En este caso el acento está puesto en la perdurabilidad.

Es sabido que todo sumo sacerdote debe ser reemplazado por otro a su muerte. Pero puesto que Jesús es sumo sacerdote a partir de la resurrección ya no muere más y por lo tanto no tiene necesidad alguna de ser reemplazado, de aquí que sea “sacerdote para siempre” (ver 7,3.8.16).

Un tema frecuente en toda la “carta” es el contraste entre el sacerdocio antiguo (el levítico, temporal, sacerdocio producto de separaciones rituales) y el sacerdocio nuevo de Cristo. Este es plenamente eficaz, puede interceder perfectamente por estar siempre vivo.

El sacerdote ideal [“nos convenía: santo, inocente, incontaminado, apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, (v.26)”] podemos contemplarlo ahora en Cristo. Por eso introduce un nuevo elemento de superioridad de este sacerdocio con respecto al antiguo: las ofrendas. Los viejos sacerdotes debían ofrecen un sacrificio por los pecados del pueblo (se refiere, como en toda la obra, a la fiesta judía del Yom Kippur), pero para que esa ofrenda sea eficaz, debe ofrecer antes una víctima por sus propios pecados, ya que de otro modo sería infructuosa. Nada de eso es necesario con Cristo. Su “don de sí” también es “para siempre” y es plenamente eficaz (no necesita repetirse año a año, revelando de ese modo su ineficacia).

El texto culmina con una nueva insistencia en el contraste entre ambos sacerdocios: la debilidad de los sacerdotes contrasta con la “perfección” de aquel que es Hijo.

Una nota sobre la “perfección”. El verbo “perfeccionar” es especialmente sacerdotal (el texto griego de Lev 4,5; 8,33;16,32 hace referencia a la “perfección de las manos” de los sacerdotes). El uso del verbo (teleióô) en Hebreos es muy frecuente (2,10; 5,9; 7,19.28; 9,9; 10,1.14; 11,40; 12,23) y ha de entenderse en este sentido.


+ Evangelio según san Marcos          12,28b-34

Resumen: un escriba pregunta a Jesús por la jerarquía de mandamientos. Jesús remite al mandamiento del amor, cosa que el escriba felicita por estar por encima del criterio sacerdotal de los sacrificios. Por ese camino se entra al reino de Dios.

Como es frecuente en Marcos nos encontramos con unidades de a tres. Luego del diálogo con fariseos y herodianos primero y luego con saduceos, el Evangelio nos presenta hoy un diálogo con un escriba.

Es curioso el texto ya que en general el segundo evangelio presenta una imagen negativa de los “escribas”, mientras que de este Jesús afirma que “no está lejos del reino de Dios”. Aunque a continuación nos mostrará que en este caso parece tratarse de “la excepción que justifica la regla” ya que los escribas suelen enseñar cosas incorrectas (v.35) y “devorar” la hacienda de las viudas (v.40).

En este texto, a diferencia de los dos anteriores, no se dice que sea una pregunta para “atraparlo” (v.13) o partiendo de un error (vv.24.27), cosa que sí dice el paralelo de Mateo (22,25) y Lucas (10,25). La pregunta por el “primer” mandamiento es una pregunta muy importante. Los judíos reconocían 613 mandamientos. ¿cuál es el primero (no se refiere al orden sino a la importancia)? Aquel que de ninguna manera puedo dejar de cumplir si hubiera “conflicto de intereses”. En los diferentes grupos judíos no había unanimidad en qué era lo principal y tenían diferentes criterios. Al escriba le interesa saber qué tiene Jesús para decir ya que ha respondido bien a los saduceos.

Es interesante que la respuesta de Jesús destaca dos mandamientos y ninguno de ellos está en los llamados “Diez Mandamientos”. Comienza citando literalmente Deuteronomio 6,4-5, el šema, sólo que añadiendo “con toda tu mente” al trío corazón, alma y fuerzas (reemplaza dynameôs de LXX por isjyos). Pero agrega un segundo mandamiento: el “amor al prójimo” (Lev 19,18); ambos se integran por la repetición del verbo “amarás”. El amor no se trata de un sentimiento sino algo que se ha de tenerlo presente en la sede de las decisiones (corazón), en lo cotidiano (la vida, “alma”, psyjê), con todas las capacidades (fuerzas); sin duda, la intención es destacar la totalidad con diferentes enfoques o acentos.

Para los judíos, el “prójimo” es siempre otro judío. El texto no lo aclara (de hecho en Marcos el término “prójimo” solo se encuentra en esta unidad, y el verbo “amar” también, además de 10,21). Podemos pensar que en un primer momento Jesús – que se dirige a judíos – lo ha entendido de este modo, pero las fronteras comienzan a abrirse tempranamente: “amar al enemigo” (Mt 5,43-44) y como un “samaritano” (Lc 10,29), aunque el Jesús de Marcos reconoce a los “que no están con nosotros” (9,40) ya que Jesús da la vida por una multitud (10,45; 14,24).

El escriba reconoce que Jesús tiene razón y sintetiza la respuesta que le dio omitiendo ‘alma’ y ‘mente’ reemplazándolas por ‘inteligencia’, comprensión (synesis) destacando – aunque Jesús no lo había dicho – precisamente el conflicto de intereses: es más importante el amor que los sacrificios y holocaustos (recordar que esto está dicho en el Templo, donde – además – se recita frecuentemente el šema‘). Si Jesús había respondido bien al escriba, ahora es este el que interpreta correctamente a Jesús, de allí que ‘el le reconozca que “no estás lejos del reino de Dios”. Jesús no se ubica en la corriente sacerdotal que pone el Templo, el culto y los sacrificios por encima de todo, sino en coherencia con los profetas que ponen su centro en el “amor” expresado en el cumplimiento del “derecho y la justicia” (Am 5,21; Sal 40,7-9; 1Sam 15,22; Is 1,11; Os 6,6). El reino de Dios que Jesús predica desde el comienzo es inseparable de los hermanos y hermanas, hijos del Dios abbá.


Foto de Martin Luther King, Jr. siendo detenido en Montgomery (Alabama) por «vagancia» en septiembre de 1958 tomada de Wikipedia