miércoles, 29 de junio de 2016

De derrotas, fracasos y frustraciones

De derrotas, fracasos y frustraciones


Eduardo de la Serna



Un país apasionado por el fútbol vive como derrota nacional perder un partido. Más allá de que, como se ha señalado sabiamente, los “invictos argentinos” nunca perdimos; siempre son “otros los responsables”: “¡Ellos!”

Obviamente quería que Argentina ganara la Copa América, como quería que ganara la Copa del Mundo, pero para que se entienda mi reflexión quisiera señalar algunos elementos previos:

1.    Desde hace años (no sé si alguna vez no fue así), la selección nacional no me atrapa. Nada me apasiona en su estilo, en el equipo, y – por lo tanto – nada me invita a apasionarme. En realidad debo decir que me han apasionado pocos jugadores (Diego, en primer lugar), nunca equipos, y mucho menos técnicos. ¡Nunca!

2.    En esa misma línea, algunos me han transmitido tan poco – por no decir nada – que una derrota no me importaba, y hasta podía desearla a la espera de alguien que me enamorara. Alguien que hasta ahora no ha llegado.

3.    Como creo que hablar de “periodismo deportivo” es un oxímoron, y me molesta todo lo que diga y opinen, no me interesan los jugadores y técnicos que ellos han criticado o alabado… En este sentido (en lo deportivo, lo aclaro) detesto profundamente a Bielsa y aborrezco a Messi. Y sé que para “el mundo” esto suena a herejía. Y no me importa. Opino porque tengo derecho a hacerlo (y tendría más que decir).

4.    No me preocupa una derrota, ¡me preocupa el cómo! No me preocupa que se haya errado un penal (he amado a Palermo que erró 3 en un mismo partido).

5.    Debo reconocer que me transmite mucha – pero muchísima – más pasión un partido de los Pumas que de la selección de fútbol. Y por eso no me duele una derrota, me duele cómo vamos hacia ella.

6.  Desde acá indico que, en lo estrictamente personal celebro la renuncia de Messi a la Selección de fútbol, y espero que cumpla su amenaza, aunque creo que no la cumplirá. Obviamente esperaría y deseo que lo sigan muchos otros. Prácticamente todos. Y que el nuevo técnico (“nuevo”, dije) empiece de cero y sin compromisos, sin historias, sin arreglos con empresas, o con Fifas… sé que es utópico. Hablo de sueños.

Pero no es la derrota lo que me preocupa, las derrotas nos constituyen como personas. Una derrota bien elaborada nos puede ayudar muchísimo. Claro que si los derrotados son siempre “otros”, con lo que no pensamos cambiar nada, se hace imposible modificar lo necesario. Cuando veo perder a los Pumas, en general, pero veo que pusieron toda la pasión por ganar, que transmitieron a los espectadores vida, sangre y amor, pues perder no se me hace ni problema ni angustia, y hasta me da orgullo el “cómo”. El problema es cuando veo que se pierde como quien oye llover, como que no hacen carne que hay un pueblo que “está ganando o perdiendo, gozando o sufriendo; que está viviendo”… Y – debo decirlo – en millonarios jugadores de fútbol no lo veo en prácticamente ninguno. Ni técnicos ni jugadores desde hace años me transmiten nada. No me importa si ganan o pierden, porque a ellos mismos pareciera no importarles. Y hasta en algunos casos, celebro sus derrotas.

Pero en todo esto, de deportes se trata. Y la derrota, el verdadero fracaso es algo mucho más importante. Desde hace un poco de tiempo hemos sido derrotados. El pueblo ha sido vencido, y no parece – mirando, al menos – sufrir, llorar la derrota. Se burlan de nosotros y de todos, y no pareciera que haya una ola general de indignación o de ira contenida. Y si miramos más, vamos a España y vemos la derrota como una suerte de “sino”, de resignación que no tiene salida; un síndrome de Estocolmo que funciona a la perfección. Y es como si fuéramos al partido sabiendo que seremos derrotados antes de jugarlo. Hemos sido derrotados: hay un gobierno torturador y genocida, un gobierno que se florea sádicamente de la derrota de los pobres, de un pueblo que no logra recuperarse de su derrota. Y esa es la derrota que me duele. Es esa la derrota que me frustra.

Perdimos la copa América y lo lamento (aunque no me hayan transmitido pasión ni técnico ni jugadores, por lo que no lo viví con preocupación alguna), pero perdemos en el día a día en la lucha contra el hambre y la pérdida de trabajo, contra la esperanza y el futuro. Y preferiría perder mil copas Américas antes que ver el rostro de la tristeza y la desesperanza en los hermanos y hermanas. Es esa la derrota que me duele. Es ese el fracaso que me hace levantarme en grito y militancia. Perderemos esa lucha, y – por ahora – la seguiremos perdiendo, pero sepan que esa copa no la resignamos. Sepan que los que creemos que la vida es más fuerte que la muerte no nos preocupa un partido de fútbol, nos preocupa la lucha por la vida. Y no estamos dispuestos a bajar los brazos en esa lucha, simplemente porque creemos que en nuestro equipo juega la mejor del mundo, la invencible…. ¡la esperanza!


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