viernes, 26 de agosto de 2016

Con las alas abiertas hacia el "sí"

Con las alas abiertas hacia el «sí»


Eduardo de la Serna



Conozco Colombia desde 1973. ¡Hace mucho! Y después de eso he venido innumerable cantidad de veces. Mi pasaporte es testigo. Nunca conocí a “Colombia en paz” a menos que por “paz” se entienda la paz de los cementerios, la paz del encierro temeroso o la paz tensa de la no agresión; una supuesta paz que tanto se asemeja a la “pax” romana del estilo “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.

Obvio que si hace 52 años Colombia no tiene paz, los colombianos se han habituado. Los seres humanos tenemos una increíble capacidad de adaptación a los momentos terribles. Me recuerda a los canarios enjaulados que no saben sino de rejas. Pero “otro mundo es posible”. Y la paz está cerca, la paz de los humanos, la paz del encuentro y las diferencias, la paz difícil de la democracia.

Obvio que los “fabricantes de jaulas” no quieren saber nada con esa novedad. Y entonces, su aparato de propaganda inunda calles y mentes. Las dos frases más escuchadas son: “están entregando Colombia a la guerrilla” y “vamos camino a ser Venezuela”. Frases fácilmente desmontables y sólo cómodas a quienes no quieren volar.

En La Habana se firmó la paz… meses y años de discusiones, debates, firmas parciales llevaron al cese el fuego y finalmente la firma de la paz. Ahora, como corresponde a una democracia, la última palabra la tiene el pueblo colombiano. Se decidirá un sí a la firma o un no en un plebiscito el próximo 2 de octubre.

Cualquier persona sensata se plantearía que es casi absurdo el planteo: ¿quién podría estar de acuerdo con la guerra?, como me dijo una amiga… pues “¡los fabricantes de jaulas!” ¿O no es hermoso el canto de los canarios?

Azuzando miedos (a Venezuela o a la guerrilla) la derecha (que se auto proclama “centro”) empezó una feroz campaña por el “No”. Campaña que no solamente cuenta con los militantes de la guerra sino con los temerosos de siempre. El miedo suele ser muy poderoso en las mentes pobres. Y – debemos reconocerlo – una jerarquía eclesiástica temerosa y conservadora es muy propensa a pavimentar caminos hacia las jaulas. No importa el reino de la paz (del que un tal Jesús parece haber hablado), no importa el desafío fascinante de la libertad (que incluye, obviamente, el error), importan los miedos. Y las amistades, claro; porque no es falaz reconocer que en ciertos ambientes eclesiásticos (no "eclesiales") las amistades con el poder parecen más poderosas que el Evangelio. Es llamativo (hasta ahora) que en un tema tan sustancial (y tan cristiano) como la “PAZ” no haya una campaña omnipresente de la/s iglesia/s en favor del “SI”. Llamativo no significa “sorprendente” en esta jerarquía, claro. La misma Conferencia Episcopal (no su presidente, Castro, que es claro defensor de la paz), que tan rauda es para hablar de homosexuales o de abortos guarda silencio ante la guerra, la violencia, las armas y la muerte.

El “no” significa “seguir como estábamos”, cantando en las jaulas, con la “seguridad democrática” de estar tranquilos en nuestras casas y de mirar como enemigos a casi todos. Es el miedo (y el dinero que generan los miedos en cámaras, perros, armas, guardias, etc…) y la derecha es experta en azuzarlo. Para no andar con subterfugios, es evidente la feroz campaña por el “no” por parte del dizque “Centro democrático” (con doble “SIC”) encabezada por su jefe, Álvaro Uribe y – por los artilugios jurídicos por el poderosísimo Procurador Alejandro Ordoñez, otro dizque católico. Lefrebvriano él.

Es más que evidente que la firma de los acuerdos de paz no implica la “llegada de la paz” sino “el primer paso hacia la paz”. Tantos (de uno u otro lado) habituados a la violencia difícilmente aceptarán la dejación de armas. Los sedientos de sangre difícilmente se habitúen al agua, o al vino. Pero resulta patético que tantos eclesiásticos (no “eclesiales”) prefieran las temerosas, o timoratas aguas del “ni” antes que la militancia indiscutida por un sí difícil, arduo, complejo…

La seguridad democrática de las jaulas impide el vuelo libre con las alas de la libertad desplegadas hacia la esperanza. Colombia se merece la paz que los timoratos y los guerreristas le quieren negar. Colombia se merece la vida y que salga el sol de un nuevo amanecer.


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