viernes, 5 de mayo de 2017

¡Malas Palabras! ¡Traición!

¡Malas palabras! Traición

Eduardo de la Serna



¡Qué palabra fea “traidor”! En la vida cotidiana parece dividir el mundo entre buenos y malos, amigos y enemigos. Parece atentar contra una deseada cultura del encuentro. Parece ponernos del lado de los sanos confrontando con otros a quienes se ubica en una supuesta “vereda de enfrente”. A lo mejor sea bueno evitar esa palabra, mala palabra.

El diccionario denomina traición al quebranto de la confianza puesta en alguien, a la fractura de una lealtad debida. Y, a fuer de sinceros, debemos reconocer que eso parece algo frecuente en la vida cotidiana personal, social o política. Es cierto que a veces la ingenuidad hace que pongamos la confianza en quien no lo merece, o que seamos “inocentes” alentando aquello de “la ocasión hace al ladrón”; pero también es cierto que muchos pueden seguir confiados el aullido “¡síganme, que no los voy a defraudar!” O semejantes. O muchos pueden seguir un determinado colectivo al cual se han subido algunas personas no confiables. Eso ocurre con un proyecto, por ejemplo. Si un conjunto de personas afirma ir en un determinado rumbo y alguno o algunos en la mitad del camino tuercen el timón sin duda que los que están embarcados en una dirección se encontrarán que la nave a la que han subido no llega al destino deseado y esto ha ocurrido porque alguien (o “alguienes”) ha modificado sin previa explicación, acordada por los pasajeros, la meta de llegada. ¿Se puede llamar “traidor/es” a quién ha desviado el rumbo llevando a los que pretendían llegar o dirigirse a un determinado lugar a otro muy diferente, o hasta opuesto? Convengamos que si – especialmente en algunos órdenes de la vida – no se aplica la categoría traidor habrá que encontrar otra bastante parecida.

¿Cómo llamar a legisladores que fueron votados para llevar adelante un proyecto que voten otro que es exactamente el contrario?

Uno puede preguntarse el por qué determinada decisión, pero no le toca al común dar esa respuesta. No es cuestión de resolver el porqué de algo que no debiera haber ocurrido. Si hemos de dar crédito a la napoleónica frase de que “todo hombre tiene su precio” a lo mejor se pueda comprender mejor ese “porqué”. Sea el precio en contante, o sean carpetazos o “muertos en el placard”. Lo cierto es que la voluntad de los votantes fue traicionada, la confianza que se puso en un proyecto fue quebrantada.

Podríamos decir, además, que “hay quebrantos y quebrantos”. Y parece cierto. Hay votos que son circunstanciales, o de temas menores, mientras que hay otros que comprometen el presente y el futuro. Votar el endeudamiento, por ejemplo, no solamente atañe al presente. Especialmente ante ¡tanto! endeudamiento.

Y parece pertinente preguntarse por los muchos, ¡muchísimos!, senadores del Frente para la Victoria que votaron a favor de los nuevos Ministros de la Suprema Corte. Es interesante recordar que, de un modo aberrante, la oposición al anterior gobierno se negó a tratar el tema durante ¡todo un año! argumentando que el gobierno estaba por finalizar (es decir, el gobierno tuvo durante una cuarta parte de su mandato un miembro menos de la corte, además de un senil). La oposición utilizó un hecho evidente (legal aunque no legítimo): ¡hacen falta 2/3 de los senadores para lograrlo! Después del vergonzoso intento del nuevo gobierno de colar por la ventana dos candidatos (que vergonzosamente aceptaron el intento lo cual los descalificaría ad eternum) estos fueron presentados al Senado y una enorme cantidad de senadores del Frente para la Victoria dio el acuerdo necesario. A estos jueces de la ventana y la vergüenza, a estos que ya comenzaron a deshacer todo lo conquistado en materia de Derechos humanos. No solamente afirmaron que las decisiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no obligan sino que – además – ahora equipararon a responsables de crímenes comunes con genocidas, aplicando una ley “más benigna” a quienes fueron juzgados y condenados cuando esta ya había sido derogada. El 2 x 1.

Ahora muchos deseamos juicio político a esos malos jueces, pero no tenemos ninguna esperanza en los traidores que son los que deberían votarlo. Como dice Serrat tocará guardar la utopía hasta que vengan mejores días. Días que vendrán. Y día en que tendremos memoria para que “¡esos cuantos no lo olviden fácilmente!



Imagen tomada de saber divertido - blogger

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