miércoles, 24 de mayo de 2017

Los perros mudos y la vida arriesgada

Los perros mudos y la vida arriesgada


Eduardo de la Serna



Como muchos han notado, el Grupo de curas en opción por los pobres, hemos expresamente “renunciado” a la palabra “sacerdotes”.  El “sacerdote” dice expresa relación con el altar, y creemos que la misión del “cura” no está sólo relacionada al altar, además de que ese mismo altar está rodeado de laicos que son también sacerdotes por el bautismo. “Curas” (Cura de Ars, Cura Brochero) dice “cuidado”, son los que cuidan, los que se preocupan. Y ya no “cura de almas” sino cuidado de la comunidad en la que estamos y de la que somos parte. En este mismo sentido, este “cuidado” es un “cuidado pastoral”, de allí la imagen de pastores.

El pastor, especialmente en los ambientes campesinos, es el que conduce el rebaño allí donde hay pastos (ver Jer 3,15), donde hay agua, es el que defiende (de allí el “báculo” o vara) frente a los peligros, sea de un risco o un animal salvaje, e incluso el que puede cargar sobre los hombros la pequeña, la herida o enferma (ver Is 40,11). Más allá de la metáfora pastoril, el “pastor” es imagen de aquel que cuida delicadamente los que le son encargados. Ya lo señalaba Jesús: el pastor arriesga la vida por su rebaño mientras que el contratado se desentiende ante el peligro que lo amenaza.

David tiene la honda y las piedras propias del pastor para defender las ovejas (1 Sam 17,40), la realidad de los “malos pastores” es concreta (Sal 49,15: “los pastorea la muerte”; Jer 23,1-4; 50,6; Ez 34: pastores que “se apacientan a sí mismos”, 34,2; Zac 11; Jud 12) de allí que el gran pastor de Israel es Dios mismo (Ez 34,12-22; Sal 23) y lo será el nuevo “David” esperado (Ez 34,24; 37,24; ver Miq 5,3).

En este sentido, todo dirigente (político o religioso) es calificado en la Biblia de “pastor”, y será bueno o malo según la suerte que procure a los que le han sido encargados. Un pueblo “desorientado” porque está “como ovejas sin pastor” es frecuente alusión a los malos dirigentes en tanto y en cuanto se han “desentendido” de su “rebaño”. La “dispersión” es grave en el caso de las ovejas (Núm 27,15; 1 Re 22,17 // 2 Cro 18,16; Ez 35,5; Zac 10,2) y es –obviamente– responsabilidad de esos pastores.

Breve nota sobre el “rebaño”. Con justicia muchos hoy sostienen que “no somos rebaño”. Sin embargo la metáfora pastoril ha de entenderse en su contexto. Al repetir la imagen de “pastor/es” no estamos señalando que los “dirigidos” por los “dirigentes” son corderos mansos y “llevados” sino de la responsabilidad que los dirigentes tienen con los que le han sido confiados (al menos en cuanto representantes, o como “pastores”); son “pastores que no saben entender; sigue su propio camino cada cual, hasta el último busca su provecho” (Is 56,11). Así, (notar la cruda paradoja) son “perros voraces” porque son “perros mudos” (vv.10-11). Los que tienen responsabilidad con el “rebaño” en lugar de alertar ante el peligro o defender al rebaño, se alimentan de él:

Apacienta las ovejas de matadero, esas que sus compradores matan impunemente, mientras sus vendedores dicen: «¡Bendito sea Yaveh; ya soy rico!», y a las que no perdonan los pastores”. (Zac 11:4-5)

Ante estas imágenes Juan insiste (preparado ya por los otros evangelios, cf. Mc 6,34; 14,27, ambos textos aluden al A.T.) en que Jesús es “buen pastor”, pero su característica – a diferencia del contratado (10,12) – es que “arriesga su vida” por las ovejas.

Nota sobre “dar la vida”. Alguien que “da la vida” se asemeja, en nuestro tiempo, a un suicida. Nada de esto está en el texto bíblico. El verbo usado por Juan en realidad debe traducirse por “poner la vida” en el sentido de “arriesgarla”. Los mártires no “dieron la vida” sino que les fue arrebatada. Y lo fue porque la “arriesgaron” por una causa. No querían morir (¿quién lo querría sanamente?); eso es algo que “querían” los asesinos; pero la militancia en favor de una causa es la que motiva que se la quiten. Jesús arriesgó su vida en la búsqueda militante de “vida” para “sus ovejas”, y los que quieren “robar, matar y destruir” (10,10) son los que se la arrebatan. Jesús la arriesga “voluntariamente” por la causa de Dios y el bien de su pueblo.

Los pastores (obispos, presbíteros y diáconos) tienen (tenemos) la responsabilidad del “cuidado” (= cura) pastoral de aquellos que nos fueron confiados. No se trata de algo “espiritual” en el sentido habitual del término, se trata de algo “vital”. De eso se nos pedirá cuentas.

La vida plena de los que nos fueron confiados es algo de lo que debemos rendir cuentas al “jefe de los pastores”

A los ancianos que están entre ustedes les ruego como colega, testigo de la pasión de Cristo y partícipe de la gloria que se ha de revelar: apacienten el rebaño de Dios que les han confiado, [cuidando de él] no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino generosamente; no como tiranos de los que les han asignado, sino como modelos del rebaño. Así, cuando se revele el Pastor supremo, recibirán la corona eterna de la gloria.  (1Pe 5:1-4)

El pastor debe saber dónde están los peligros (rocas, peñascos, precipicios, lobos, desiertos) y dónde el alimento y el agua necesarios para la vida del rebaño.

El pueblo que nos ha sido confiado como pastores en nuestra América Latina de hoy está en plena tormenta de muerte. Los modelos económicos se alimentan de las ovejas del rebaño y los pastorea la muerte, se alimentan de las ovejas y celebran ser ricos apacentándose a sí mismos. Y muchos pastores, como perros mudos, son testigos de los perros voraces que saquean y matan y callan. ¡dolorosamente callan!

Debo confesar con escándalo el silencio episcopal ante el modelo económico genocida, que mata y hambrea, desocupa y empobrece; debo confesar dolido las intervenciones religiosas que dan respuestas a preguntas que nadie se formula; debo confesar impotencia ante un régimen que parece todopoderoso y ante el que parece – casi – que nada se puede hacer.

Muchos creemos que la siembra no es en vano y se trata de esparcir solidaridad, alegría y esperanza, paz y verdad, justicia y gritos proféticos que más tarde o más temprano darán fruto. ¡Y sueño que Dios mande pastores para que arriesguen su vida en favor de su pueblo y no sean cómplices silenciosos de la muerte! Sueño que alguna vez volverán los obispos que gritarán proféticamente (“voz de los que no tiene voz” se decía entonces) en lugar de amplificar las voces del Poder. Sueño que quizás haya una Iglesia perseguida por arriesgar. Sueño… ¡para no tener más pesadillas!


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