martes, 8 de octubre de 2019

Comentario evangelio 28C

La fe de los marginados es ejemplo para el pueblo de Dios


DOMINGO VIGESIMOCTAVO - "C"


Eduardo de la Serna

                                                                                                                                   






Lectura del segundo libro de los Reyes     5, 10. 14-17

Resumen: Un hombre poderoso del ejército sirio está cubierto de “lepra”, y por recomendación de una esclava jovencita va a ver al profeta Eliseo. Dos horizontes el del poder y el de la impotencia se enfrentan, pero el poder se manifiesta impotente ante la enfermedad. Sólo Dios puede curar. Pero el “hombre de Dios” limpiará al enfermo que así reconocerá a Yahvé como único Dios.

Para acompañar el relato del Evangelio de la curación de diez leprosos por parte de Jesús, la liturgia nos presenta la curación del leproso Naamán, jefe del ejército arameo [por lepra ha de entenderse toda enfermedad de la piel; en este caso parece asemejarse bastante a la psoriasis]. El texto es amplio y presenta elementos variados (que continúan la serie de milagros obrados por Eliseo), muchos de ellos omitidos en el texto litúrgico: los triunfos militares del rey arameo son obra de Yahvé (v.1); la mujer de Naamán tiene una pequeña esclava judía que le habla del profeta (vv.2-3), el rey arameo manda una carta al rey de Israel que la toma como una excusa para ser atacado (v.7), cuando Eliseo manda a Naamán bañarse siete veces en el Jordán éste se molesta porque “los ríos de Damasco son mejores” (v.12), pero son los servidores (nuevamente los esclavos son mediadores) los que lo convencen de hacerlo (v.13). Finalmente, Naamán pide excusas por los cultos que deberá dar por su cargo, pero que eso no debe tomarse más que como algo “oficial” ya que se ha convertido a Yahvé (vv.18-19) y –finalmente- el criado de Eliseo, Guejazí, a diferencia de los otros criados, pide a Naamán aquello que Eliseo había rechazado (una recompensa por la curación) y en “castigo” se le “pega” a él la lepra de Naamán (vv.20-27). El relato, como se ve, tiene una serie de elementos que se han omitido para dejar solamente la curación en primer plano; pero veamos el texto y su marco:

Los vv.1-9, como se ha dicho, constituyen la introducción preparando el encuentro entre Naamán y Eliseo. Enterado de los temores del rey de Israel, Eliseo se decidirá a intervenir “para que sepa que hay un profeta en Israel” (v.8).

En vv.10-19 se produce la curación, o mejor dicho, la “purificación”; es interesante que si en la primera parte –vv.3.6.7- se habla de “curación”, en el cuerpo del relato se prefiere “limpieza” (vv.10.12.13.14) lo que subraya el sentido cultual, y el encuentro entre ambos. Esta tiene tres partes: objeción de Naamán a hacer lo que el profeta le encarga (vv.11-13), v.14, curación instantánea y vv.15-19 reacción y confesión de fe de Naamán.

Los vv.20-27 presentan la reacción negativa –y consecuencia- del criado de Eliseo, que contrasta claramente con los criados / esclavos de Naamán.

Hay un elemento que no puede dejarse de lado: Naamán es presentado como un “gran hombre”, importante, y que se mueve en “ambientes importantes”, lo que contrasta con el “mundo de los servidores / esclavos”. Cuando una “muchacha pequeña” esclava le habla a su mujer del profeta “que hay en Samaría”, Naamán se mueve en el horizonte de los hombres importantes: habla con el rey, éste se dirige al rey de Israel en términos oficiales, lo llena de regalos, una carta oficial, pero el poder de detiene aquí: no puede hacer nada frente a la enfermedad: “sólo Dios” da la muerte y la vida (v.7). El profeta, “hombre de Dios” (vv.8.14.15) “envió” a decir al rey (¿cómo se enteró?) “que venga a mí y sabrá que hay un profeta en Israel”. Eran las palabras de la “muchacha joven”, pero saber que hay un profeta no era lo que Naamán buscaba sino su curación (“curación”, no “purificación”, ya que es un extranjero). Con toda su parafernalia (“sus caballos y su carro”) llega ante el profeta y este no le “da audiencia” sino que envía un emisario con el encargo de bañarse 7 veces en el Jordán, y “tu carne se volverá limpia” (el profeta sí piensa en “purificación”). El hombre importante, poderoso, se marcha indignado: las cosas no eran como él las pensaba. A su enojo, suma el desprecio por el Jordán: en Damasco hay ríos mejores (v.12). Nuevamente interviene el “mundo de los esclavos” que evitan el fracaso y hacen caso a lo dicho por el hombre de Dios. El gran hombre sale con la carne “de un muchacho joven” (ver v.2). El general, “supo que había un profeta”, y no se limita a agradecer la “curación” sino que confiesa a Yahvé y se proclama “siervo” esclavo de Eliseo (v.15.17[x2]) y siervo de Yahvé (v.18).

La reacción de Naamán es presentada como “conocimiento”, lo que contrasta la mala comprensión anterior (v.11). Naamán quiere recompensar a Eliseo por la curación, pero este se niega terminantemente (lo que causará la reacción negativa posterior de su criado). Eliseo quiere dejar claro que fue Dios y no él mismo el que obró la curación, y rechaza toda ofrenda. Entonces Naamán –ya que Dios está en la tierra de Israel- quiere llevar la carga de dos mulos de tierra para allí dar culto a Yahvé ya que “en toda la tierra no hay otro Dios” (v.15) y ya no ofrecerá holocaustos o culto sino a Yahvé (v.17). Él que antes había negado seriedad al rio de Israel, ahora pide –como esclavo (v.16)- llevarse tierra de ese lugar. Incluso pide perdón por adelantado al profeta de tener que postrarse en el templo de Rimmon (Hadad) cosa que deberá hacer por su cargo, pero adelanta que no lo hará por idolatría sino por “deber civil”, lo que el profeta manifiesta comprender diciéndole que “vaya en paz” (v.19); no hay idolatría en Naamán, el “hombre de Dios” mostró que “hay un profeta” y Yahvé fue “conocido”. 


Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     2, 8-13

Resumen: En una suerte de testamento de Pablo se señala que su prisión no impide que el Evangelio siga siendo predicado ya que la solidaridad entre nuestro obrar –positivo o negativo- con Jesús es plena. Jesús sigue obrando y la Palabra no está encadenada aunque sí lo esté el ministro. 

El discípulo de Pablo se dirige a Timoteo, su “heredero” en la comunidad. Le pide que “recuerde”, que haga “memoria” de Jesús Cristo a quién destaca como resucitado. Y esto tiene que ver con su “Evangelio”, lo que “Pablo” ha predicado. En las cartas Pastorales, el Evangelio es presentado como “evangelio de la gloria de Dios” (1 Tim 1,11), pero que lleva al apóstol a sufrimientos de los que Timoteo debe ser solidario [synkakopatheô] (2 Tim 1,8) pero que destruye la muerte y hace irradiar vida e inmortalidad (2 Tim 1,10). Es posible que esta unidad (2,8-13) forme parte de una suerte de “testamento” que quiere legar a Timoteo la importancia de la enseñanza (2,1-7); el sufrimiento (2,8-13), y el enfrentamiento con los falsos maestros (2,14-3,16). Pablo está padeciendo por el Evangelio (v.9) y alienta a su amigo mostrando el valor del sufrimiento por el Evangelio. El poder de la resurrección (puesto delante de todo, incluso del nacimiento para resaltar su lugar) provoca –aun entre cadenas- que el Evangelio sea predicado. La palabra no está encadenada (v.9). es posible que el autor piense en que sus colaboradores continúen la predicación, pero la insistencia en la unidad de la solidaridad de Cristo y los cristianos, también puede anticipar lo que hemos llamado “la comunión de los santos”. Las mismas cadenas y sufrimiento paulinos tienen eficacia salvífica entre los suyos, los “elegidos” para su “salvación” en la “gloria eterna”.

Para justificar esa afirmación cita un himno primitivo quizás conocido por la comunidad. Pero lo hace introducido por la fórmula “pistós ho lógos” (es "un dicho creíble /confiable"). Hay una fórmula ligeramente semejante en Ap 21,5 y 22,6 pero así expresada se encuentra solamente en las cartas Pastorales (1,15; 3,1; 4,9; 2 Tim 2,11 y Ti 3,8); se ha sugerido que podría ser una suerte de catálogo o colección de dichos usados en catequesis. En el primero de los casos (1 Tim 1,15) se afirma que “Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores”, luego que si uno aspira a ser “epíscopo desea una noble función” (1 Tim 3,1; no ha de entenderse en sentido “episcopal” que sería anacrónico; y ha tenido y tiene consecuencias funestas de “carrerismo”); luego que “si nos fatigamos y luchamos es porque tenemos la esperanza puesta en Dios vivo, Salvador de todos” (1 Tim 4,10), finalmente el epíscopo debe ser capaz de exhortar con la sana doctrina y refutar a los que la rechazan (Ti 3,8). Como se ve, se trata ya de una Iglesia más estructurada, con ministerios más organizados y una “doctrina” (= Evangelio) afirmada (y rechazada por los “falsos maestros”). Lo que aquí afirma es la plena solidaridad entre nuestra actitud y Jesús presentada en un himno que asegura que la unión con el sufrimiento de Cristo trae aparejada la participación en su resurrección. El sufrimiento unido al de Cristo actúa efectivamente en toda la comunidad (cf. 2 Cor 1,6; 4,10-12).con claro paralelismo. El himno pone de relieve la plena solidaridad entre Jesús y el creyente estableciendo la correlación entre “nosotros” y “él”.

La estructura es evidente:

[A] Si… con él, también… con él (v.11b)
[A’] Si… con él, también… con él (v.12a)
[B] Si... (algo negativo hacia “él”) pues él… (v.12b)
[B’] Si... (algo negativo hacia “él”) pues (él)… (v.13a)

Los dos primeros párrafos son ciertamente positivos (11b y 12a), mientras los dos segundos son alarmantes (12b y 13a).Las dos primeras notas remarcan la solidaridad con la unión del prefijo “con” (syn) al verbo vivir / reinar. Podría leerse literalmente:

si conmorimos, también con-vivimos / si resistimos, también conreinaremos”. 

La primera parte del verso es ciertamente paulina. “Si hemos muerto con Cristo (creemos que) también viviremos con él” se encuentra en Rom 6,8 (aunque no es literalmente idéntico ya que Pablo usa “si hemos muerto con Cristo” y no si “conmorimos”, pero si usa “con-vivir”).

La aclaración de que “no puede renegar de sí mismo” parece añadida al verso para explicarlo.

Lo importante, como puede verse es la estrecha solidaridad entre nuestro obrar y el de Cristo el cual –por otra parte- da sentido a la idea anterior: el Evangelio es predicado aunque “Pablo” esté entre cadenas (la Palabra, que no se encadena) por la fuerza de la resurrección que sigue operando en la comunidad por esa solidaridad profunda.




Evangelio según san Lucas     17, 11-19

Resumen: en un texto propio de su Evangelio, Lucas presenta una curación de diez leprosos. Diez son curados, pero sólo uno da gracias a Dios por ello siendo –una vez más en su Evangelio- que un extranjero es presentado como modelo de religiosidad.

A la curación de un leproso que se encuentra en Marcos y Lucas retoma en 5,12-16, añade de su propia fuente una nueva curación de leprosos. Aunque el esquema es semejante, con algunos cambios de orden, Lucas añade elementos que es necesario destacar.

Lucas 5
Lucas 17



12 Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra que

11 Y sucedió que, de camino a Jerusalén, pasaba por los confines entre Samaría y Galilea,
 12 y, al entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a distancia
12b al ver a Jesús, se echó rostro en tierra, y le rogó diciendo «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
13 y, levantando la voz, dijeron: «¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!»
14 Y él le ordenó que no se lo dijera a nadie. Y añadió: «Vete, muéstrate al sacerdote y haz la ofrenda por tu purificación como prescribió Moisés para que les sirva de testimonio».
14 Al verlos, les dijo: «Id y presentaos a los sacerdotes».
13 El extendió la mano, le tocó, y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante le desapareció la lepra.
Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios.
15 Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz;
 16 y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano.
15 Su fama se extendía cada vez más y una numerosa multitud afluía para oírle y ser curados de sus enfermedades.
17 Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están?
 18 ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?»
 19 Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado».

La referencia a un lugar, el pedido del/los leproso/s, el postrarse en tierra, la referencia a la presentación a los sacerdotes, la curación presentada como “purificación”, y la reacción posterior son elementos comunes a ambos relatos. Veamos algunos elementos:

Como se ha señalado con frecuencia, una vez más Lucas insiste en el viaje a Jerusalén. El tema no debe descuidarse, y por eso insiste sobre el tema. Siendo que Jesús es presentado en cierto paralelo con Elías y Eliseo desde el discurso inaugural en la sinagoga de Nazaret (4,25-27), y que Jesús –con algunas palabras semejantes- resucita al hijo único de una viuda (7,11-17), como hizo Elías, la purificación de un leproso “extranjero”, como es el caso de Eliseo y Naamán, puede tener cierta intención en Lucas. 

La referencia geográfica a “los confines entre Samaría y Galilea” es extraña y ha hecho pensar que Lucas no conocía bien la geografía de la región. Sin duda la referencia a Samaría acompaña el hecho de que uno de los leprosos era samaritano, y –por otra parte- la insistencia en la ida a Jerusalén. 

Como corresponde a las prescripciones, los leprosos permanecen a distancia (Lev 13,45-46; Núm 5,2-3). El leproso debería “gritar” a la distancia que es “impuro” (Lev 13,45), pero en este caso, estos gritan pidiendo “compasión”. La frase que los leprosos le dirigen lo llama “epístates” (maestro [epístates en el NT sólo se encuentra en Lucas, 7 veces; mientras que “didáskalos” es más habitual, x12 en Mateo; x12 en Marcos; x17 en Lucas y x8 en Juan]; curiosamente, en este caso quien lo usa no es uno de los Doce, como ocurre en los restantes). Lo que le piden es que tenga “compasión” (eleéô), algo habitual en la piedad judía (Sal 41,5; 51,3-4; Is 33,2; en griego kyriê eleêson). El verbo no es tan frecuente en Lucas (x4) como en Mateo (x8; en Marcos x3), mientras el sustantivo sí lo es (Mateo x3; Marcos x0 y Lucas x6). El rico de la parábola en el lugar de tormento le pide “compasión” a Abraham (16,24) y dos veces, el ciego pide a Jesús “hijo de David, ten compasión de mi” (18,38.39). Esto supone una actitud activa hacia alguien que sufre; en casi todos los casos [en todos los casos en Lucas] se trata de un pedido del doliente. Es interesante que esta compasión tiene que ver con la visita de Dios a su pueblo (1,50.54.58.72.78) pero sin embargo los nueve curados miembros de su pueblo son los que no van a dar “gloria a Dios” por su curación.

A diferencia del otro relato de limpieza del leproso, en este caso ésta no ocurre frente a Jesús sino al retirarse para ir ante “la autoridad sanitaria” (= sacerdote; cf. Lev 14), pero esto es necesario para justificar la vuelta de solamente uno; por otra parte, el sólo hecho de ir, a fin de que el sacerdote constate la purificación ya indica la fe de los diez en que Jesús está obrando el milagro. El samaritano que vuelve ha reconocido que es Dios quien ha obrado ese milagro (vv.15.18), pero ha sido por mediación de Jesús. Es muy frecuente en Lucas la reacción de “glorificar a Dios” por parte de los beneficiados de milagros (Mt x2; Mc x1; Lc x8: 2,20; 5,25.26; 7,16; 13,13; 17,15; 18,43; 23,47; cf. Hch 4,21; 11,18; 13,48). “Dar gloria” es reconocer la intervención y presencia de Dios en un acontecimiento. 

La reacción del curado samaritano tiene varios elementos que merecen ser notados: “caer rostro en tierra” es una actitud reverencial ante Dios (Gen 17,3.17; 19,1; Lev 9,24; Num 16,22, etc.), pero también ante alguien importante (Gen 42,6; 44,14; 48,12; Rt 2,10; etc.). La referencia a estar “a los pies” –especialmente en Lucas- es la actitud del discípulo (7,39; 8,35.41; 10,39; Hch 22,3). Y este “da gracias” (eujaristôn). El término en Mateo y Marcos se encuentra sólo en un contexto “eucarístico”, Lucas añade una referencia al pan de la última cena (Mt y Mc la “acción de gracias” era sobre la copa), y también en la auto-alabanza del fariseo en la parábola (18,11). Pero el acento de todo este marco litúrgico está puesto en la conclusión: “¡era un samaritano!” (v.16). La frase sirve para destacar a la vez el rol de los extranjeros (Jesús lo llama “extranjero” expresamente; única vez que el término se encuentra en el NT; cf. Hch 10,28) y la ingratitud de los judíos, algo que Lucas destaca en su doble obra (ver, por ejemplo, la parábola del “Buen Samaritano”, 10,30-37; recordar que el samaritano es “el que tuvo compasión” [éleos]); Lucas da importancia a los samaritanos en su obra: 9,52; 10,33; 17,11; Hch 1,8; 8,1.5.9.14.25; 9,31; 15,3. La pregunta por la ausencia de los nueve restantes es simplemente una nota de tristeza: estos otros no vieron necesario dar gracias a Dios, “Dios siempre está con nosotros”, parece ser el presupuesto de los desagradecidos. Una vez más un extranjero samaritano es ejemplo de verdadero comportamiento religioso (en la parábola, ejemplo de amor; aquí, ejemplo de fe). El acento del relato no está puesto tanto en la curación obrada por Jesús (como en la primera curación de leproso) sino en la (no)respuesta dada por el/los beneficiado/s. Sin gratitud, la fe no es verdadera; se ha obrado el milagro pero no hay verdadera fe sin saber dar gracias a Dios por ello.

Tu fe te ha salvado” (v.19) ubica el texto en el contexto de la fe, que era tema del contexto (cf. 17,5-6). El dicho puede calificarse de “errante”, pero es curioso que en todos los casos (también en los restantes sinópticos) aquellos que manifiestan una fe que los ha salvado son siempre personas pertenecientes a grupos marginales: una mujer impura por hemorragias (Mc 5,34 / Mt 9,22 / Lc 8,48), un leproso samaritano (Lc 17,19), un mendigo ciego (Mc 10,52 / Lc 18,42), una prostituta (Lc 7,50).



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