jueves, 28 de julio de 2022

La oración (3º parte) - La oración en san Pablo

La oración (3º parte) - La oración en san Pablo

Eduardo de la Serna



Después de haber presentado la oración en general intentamos ver cómo era la oración de Jesús. Pretendemos, ahora, ver cómo entiende Pablo, el Apóstol, la oración, y qué enseña él a sus comunidades.

Como ya dijimos, hay muchas palabras griegas que usa el Nuevo Testamento, y por tanto también Pablo, para aludir a la oración; sin embargo, hay un punto de partida fundamental: esta es presentada claramente como consecuencia de la presencia del espíritu santo derramado sobre la comunidad. Si bien es cierto que Pablo no piensa en una “persona divina” sino en el aliento, la fuerza de Dios sobre nosotros (por eso usamos las minúsculas), se trata de la obra de Dios en la comunidad y en los seguidores de Jesús. Somos guiados por el espíritu de Dios y por lo tanto somos hijos de Dios (Rom 8,14) y ese espíritu en nosotros nos hace exclamar (con la misma voz de Jesús) “abbá”, papá (8,15) porque “nadie puede decir ‘Jesús es señor’ sino con el espíritu santo” (1 Cor 12,3). Es la presencia del don pleno de Dios (el espíritu) la que nos sumerge en el nuevo tiempo, los tiempos definitivos de Dios, y que obra en nosotros en la vida, en la confesión de fe y en la oración. Por eso, quienes tienen el espíritu (“espirituales”) miran atentamente el bien de la comunidad en sus palabras y sus actitudes; su oración es oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente” (1 Cor 14,15) es decir, para ser comprendidos por todos los presentes en la asamblea en orden a su edificación.

Como ya lo había indicado Jesús (Lc 18,1), Pablo insiste en ser perseverantes en la oración (Rom 12,12; 1 Tes 5,18; Fil 4,6), y reitera a sus hermanos y hermanas que reza por ellos (Rom 1,9; Fil 1,9; 1 Tes 1,2; Flm 4) pidiendo, especialmente, que las consecuencias del obrar de Cristo sea recibido y se propague entre las y los miembros de las comunidades (Fil 1,9; 1 Tes 3,10), algo por lo que, con notable frecuencia, Pablo da “gracias” a Dios y por eso también les pide a sus destinatarios que recen por él (1 Tes 5,25; Rom 15,30-32).

Como ya se ha dicho, la oración es un identificarse con la voluntad de Dios. De ese modo puede entenderse (como es frecuente en toda la Biblia) el rol del intercesor que es la actitud de quien pide a Dios por aquello que el pueblo, o la comunidad quiere pedir, pero dejando o confiando en Él la última palabra. Eso lo encontramos expresamente señalado en Rom 8,34. No son pocas, además, las veces que Pablo contrasta un “mi deseo es que todos…” con aquello diferente que Dios obra en ellos y aceptando plenamente esta situación (ver 1 Cor 7,7; 14,5).

Un elemento notable, además, es que, en Pablo, la oración no esta dirigida solamente a Dios, sino que también en una ocasión incluye a Cristo en la misma (2 Cor 12,8) cosa que se insinúa también en Rom 10,10.12. Algo de eso, además, se ve en la formulación aramea que se repite en 1 Cor 16,22 si esta ha de entenderse en sentido orante (¡ven, Señor!) y no como una afirmación (¡el Señor viene!), aunque esta última parece preferible [la diferencia radica en la lectura, si se opta por marana-thá (¡Señor, ven!) o por maran-athá (¡el Señor viene!)].

Es interesante que, aunque a veces la oración es presentada como una lucha (ver Rom 15,30) la característica fundamental que ha de tener toda oración es la alegría (1 Tes 5,17; Fil 1,5) y con la actitud de libertad para hablar (parrêsía) ante Dios: 2 Cor 3,12; Fil 1,20.

Destaquemos, para concluir, que Pablo escribe cartas a comunidades que se reúnen periódicamente (para la oración, el encuentro de amor y la celebración) y en las que espera sus cartas sean leídas ante todos y todas; de allí que encontremos un tono habitualmente litúrgico, que se expresa, no solamente en el uso de terminología aramea o hebrea, desconocida por sus destinatarios, pero usual en la liturgia, como es el caso de abbá, maran-athá, amén, por ejemplo, o también actitudes, como es el caso del beso santo (Rom 16,16; 1 Cor 16,20; 2 Cor 13,12; 1 Tes 5,26), o terminologías como leitourg--- (de donde viene “liturgia”) que es "servicio" (ver 2 Cor 9,12). De esas comunidades, en las que el espíritu ha sido derramado, Pablo sabe que quienes participan lo dejan aflorar en sus oraciones y sólo tienen tal comunión que piden y agradecen lo que el mismo Dios da a todas y todos como consecuencia de los frutos del amor de Cristo derramado. La oración supone tal comunión que, aunque por momentos se pide aquello que deseamos, se llega al momento en que solo se pide aquello que Dios mismo quiere dar, y que es en favor de las comunidades y del querer y obrar de Dios en la historia humana (Fil 2,13).

 

Imagen tomada de https://vidaesperanzayverdad.org/vida/vida-cristiana/cristianismo-en-progreso-cada-momento-importa/lo-que-realmente-significa-orar-hagase-tu-voluntad/

 

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