lunes, 25 de julio de 2022

Una bandera a la victoria

Una bandera a la victoria

Eduardo de la Serna



Con un pueblo harto ya de estar harto, habituado a la derrota, contemplando con tensa paciencia la sistemática humillación y empobrecimiento, no podemos menos que volver a Evita. Especialmente conmemorando los 70 años de su paso a la inmortalidad.

Es evidente que su enorme figura ha sido mancillada desde sus últimos momentos (con el “viva el cáncer”) hasta la profanación de su cuerpo. ¡Tanto les dolía su nombre y su memoria! Actitud que sigue hasta nuestros días: basta con evocar el silenciamiento atroz del macrismo al conmemorarse 100 años de su nacimiento (1919) a la utilización domesticada de su persona en movimientos que ostentan su nombre para “evitarla”. Mientras tanto, el monumento a Evita sigue apagado en las noches de la avenida 9 de julio desde que Carolina Stanley (cómplice de los “cayetanos”) la apagara y el sistema eléctrico, luces y demás, fuera saqueado, sin que haya culpables o responsables y sin que, 3 años después, este haya sido restaurado.

En ese mismo lugar de las penumbras, un 22 de agosto Evita exhibió su grandeza renunciando, pero sólo a los honores, nunca a la lucha.

Y en los jirones de su vida el pueblo “cariñosamente” la sigue llamando Evita, aunque nos quede la duda eterna de qué diría, o qué haría hoy Evita en tal o cual circunstancia, con tal o cual personaje. Ya fue complejo el viejo contrapunto violento de lo que sería si “Evita viviera”. Pero parece que hacer y deshacer “en nombre de…” es algo que nos constituye. Y Alfonsín puede haber dicho clara y contundentemente “mi límite es Macri” y hoy escuchar a los de su partido hecho jirones, que hoy Alfonsín apoyaría a Macri. No puedo imaginar a Evita hoy callada, o cómplice de algunas políticas o políticos… La escucho gritar; no puedo pensarla de otra manera. Y con palabras muy claras y cero diplomáticas: traidores, es un término bastante contundente y frecuente en “Mi Mensaje”. Y dirigida a políticos, sindicalistas, periodistas, eclesiásticos… No la imagino cerrando grietas, no la puedo pensar negociando con el FMI, la supongo firme en la causa de los pobres, sus grasitas. Enjugando lágrimas, besando enfermos, visitando los últimos ranchos llevando, por lo menos el abrazo del amor.

Hace 70 años se apagaba la vida de Evita. Y hubo profanadores de cadáveres y de memoria. Pero también hay una Evita viva. Pero no viva en fulanos o menganos (e imposible de imaginar en chinos o barbudos, y otros lenguaraces a los que la vida no los acompaña), está viva en el corazón de su pueblo. Donde una viejecita curtida sonríe, donde una matrona grita solidaria en un piquete de justicia (no de planes), donde un trabajador reclama para sí y sus compañeros, donde unos niños llenos de mocos pueden jugar con juguetes dignos, donde hay hospitales y maternidades de excelencia, donde unos ancianos son tiernamente abrazados, por ahí anda paseando Evita. Aunque siga apagado su monumento.


Foto tomada de https://www.laizquierdadiario.com/El-renunciamiento-de-Eva-Peron-a-la-candidatura-a-vicepresidente

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