jueves, 27 de marzo de 2025

Aarón, el hermano sacerdote

Aarón, el hermano sacerdote

Eduardo de la Serna



A lo largo de estas páginas, en las que intentamos presentar diferentes personajes bíblicos, hemos pretendido mostrar qué dice la Biblia (o algún libro bíblico) sobre ellos. No nos interesa tanto detenernos en el personaje histórico. Esto último sería mucho más complicado y no parece lo principal. La Biblia no es un libro de historia, sino un libro en la historia. Esto que acá señalamos es particularmente importante para referirnos a Aarón. Un personaje con muchos matices según los diferentes autores. Aquí trataremos de presentar los principales.

Hay algunos elementos que son muy importantes de tener en cuenta antes de dar un paso más. Primero, que la Biblia no es un libro, sino un conjunto de muchos libros (“Biblia” en griego quiere decir, precisamente, libros). Muchos libros con muchos autores que tienen diferentes miradas, diferentes enfoques, diferentes ideologías. Por eso, por ejemplo, podemos ver textos donde Aarón es mirado desde una perspectiva crítica y otros en los que se lo presenta de un modo notablemente positivo, como veremos. Por otro lado, es importante también tener presente que en Israel hay diferentes tribus (descendientes de los 12 hijos de Jacob), y los descendientes de Leví (los levitas) conforman todos ellos una familia sacerdotal (ver Ex 4,40). Es decir, no hay sacerdocio en Israel fuera de los levitas. Pero dentro de la tribu de Leví la familia de Aarón conforma un “clan” donde hay un sacerdocio de mayor estatus (más tarde de este clan provendrá el Sumo Sacerdote, algo que empieza a existir en Israel bastante más tarde).

Así encontramos, por un lado, a Aarón ligado a la construcción de un Becerro de Oro, emblema de la idolatría en el desierto (casi un “pecado original” en el nacimiento de Israel, Ex 32), y también su confabulación con Miriam contra Moisés (Núm 12) pero por otro lado, él y su hijo son presentados como modelo de sacerdocio (Ex 28-29; Lev 8-9), pero, a su vez, – curiosamente – hay escritos que dan importancia al sacerdocio, pero no hacen mención a Aarón y su familia (1-2 Re; Ez). Es interesante, también, que hay momentos en que se nos presenta detenidamente a Moisés y hay silencio sobre Aarón (a pesar que en otros lados aparece como su vocero, ver Ex 4). ¿Cómo se entiende esto?

Sin duda, en el comienzo del pueblo y la reflexión de su historia, los escritores de este tiempo procuran profundizar la figura de Moisés, el conductor y liberador, el que le da al pueblo una especie de “constitución” (los Mandamientos) y que debe enfrentar – a veces en soledad – los muy diferentes conflictos que se le presentan al pueblo en su trayecto a la libertad. Pero con el paso del tiempo, especialmente cuando los nuevos dominadores sobre Israel (los babilonios, los persas, los griegos) han destruido la monarquía (ya no hay reyes, aunque se espere que “algún día” los habrá) la figura principal pasa a ser el sacerdote (y entre ellos uno que será “sumo”). En este caso, entonces, el modelo para los autores de estos tiempos pasa a ser Aarón, el hermano de Moisés (2 Cro 5,29; Dt 32,50), el que puede entrar en el Templo (6,34); sólo los “hijos de Aarón” y no el rey pueden quemar incienso (2 Cro 26,16-21). En los libros del Éxodo, Levítico y Números encontramos la mayor cantidad de menciones a Aarón. Y la mayor parte de estas fue escrita por grupos sacerdotales por lo que la mirada es particularmente positiva con ellos: son “ungidos” (Ex 30,30-31), pueden usar vestimentas sacerdotales (Ex 28,3-43), son ordenados (Ex 29,9.35) y consagrados (Ex 29,1). En el libro del Levítico se profundizan los criterios y modos como deben vivir Aarón y sus hijos, sean estos en casos matrimoniales, o incluso para sus sepulturas (21,7.11); el acento está puesto en la “consagración de sus manos” (Núm 3,2-3) ya que sólo Aarón y sus hijos son sacerdotes (Núm 3,10; 17,5).

Así encontramos, entonces, textos más antiguos que son críticos con Aarón (incluso en Dt 9,15-16 Dios está enojado y decide eliminarlo y sólo la intercesión de Moisés le salva la vida) siendo el Becerro de Oro (Ex 32,4.25; Dt 9,15-16) el ejemplo más importante, pero no el único (Núm 12,1-8). Aunque – es de señalar – en estos casos no se destaca lo sacerdotal de Aarón (como tampoco en Mi 6,4 donde se destaca lo profético). Sin duda, entonces, la profundización, motivada por los acontecimientos históricos que padece el pueblo de Israel la llevan a ahondar una nueva mirada, sacerdotal, en la figura de Aarón, al que – para reforzar la continuidad con el pasado – se lo presenta destacadamente como hermano de Moisés. Con mucha frecuencia la Biblia procura mostrar que, en los diferentes momentos históricos, de felicidad o de opresión, de fidelidad o de miserias, Dios se hace presente en la historia de su pueblo para marcar caminos. Y lo sigue haciendo.


Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Aar%C3%B3n

miércoles, 26 de marzo de 2025

Dos notas breves

Dos notas breves

1. "Argentina, levántate y camina"

2. Aportes eclesiales al discurso de Agustín Laje (y "La verdad los hará libres")

Eduardo de la Serna



1.- “Argentina, levántate y camina”


En más de una ocasión, la Conferencia Episcopal Argentina ha repetido, aplicada a nuestro país, la frase de Jesús: “¡levántate y camina!”; por ejemplo, con motivo del anterior Jubileo: «en estas circunstancias Jesús nos está diciendo una vez más: “¡Levántate y camina!” (Lc 5,23-24)» (CEA, Jesucristo, Señor de la historia, 13 de mayo 2000, 2).

 

Como es sabido, el texto refiere a un diálogo entre Jesús y un grupo de escribas y fariseos a raíz de que algunos le presentan a Jesús a una persona con parálisis. Evidentemente, “levántate” se dice, en este caso, al enfermo y “anda” es el complemento necesario que vuelve patente el milagro (que, en realidad, en este caso, “esconde” el perdón de los pecados). El verbo griego egeirô se usa frecuentemente para referir a una persona dormida, y es sinónimo de otro verbo, anístêmi que puede ser, también, levantarse de un asiento.

 

Cuando en Israel empieza a creerse en la resurrección de los muertos, por ejemplo, se recurre a estos verbos ya que permiten la imagen del acostado / dormido luego despertado / levantado; por ejemplo, en el libro de Daniel: “Muchos de los que descansan en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para vergüenza y horror eternos” (Dn 12:2). En este caso utiliza anístêmi y traduce el hebreo qitz (levantarse).

 

Los textos evangélicos conservan, con frecuencia, la ambigüedad entre morir y dormir, y, por tanto, levantarse / despertarse y resucitar.

 

Volviendo al punto de partida, en ocasiones la Argentina postrada parece dormida… en otras, directamente muerta. Pero Jesús nos invita a la esperanza; aún muerta la resurrección está en el horizonte. Pero es un levantarse para ponerse en camino (peripateô). En el texto bíblico, la dirección está indicada: “toma tu camilla y vete a tu casa”; no es un simple caminar, sino hacerlo con una dirección. El que no tiene un destino es un vagabundo, un errante; el que se dirige a un lugar específico es un peregrino.

 

Argentina podría caminar desorientada y sin rumbo una vez que se levante de la postración. Pero – de ser el caso – entonces sólo se acumularía cansancio y la esperanza estaría ausente. En cambio, cuando hay una meta, el cansancio es fructífero, aunque todavía no se haya llegado y se siga “levantado” y “caminando”. Muchos soñamos (y ayer, en la marcha, se olfateaba en el aire) que Argentina se levante y camine… ¡y que vuelva a casa! Ah… y mal que le pese a “ese”, eso de levantarse, despertarse, en inglés se dice “woke”.


2.- Sencillo aporte eclesial al discurso de Agustín Laje


Una de las tantas tonterías y falsedades del video que presentó el gobierno en boca de Agustín Laje, en el que pretendía, decía, contar la “verdad completa” de lo ocurrido en la Dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica, se pudo ver en lo que en su discurso señalaba como “el comienzo de la violencia”, la cual, para él, empezó con las organizaciones armadas. 


Como tantos otros pueblos, el nuestro estuvo marcado por la violencia desde sus orígenes. Quizás más unos y menos que otros, pero ciertamente marcado. La conquista, la usurpación de territorios a sus legítimos ocupantes indígenas, obviamente no fue pacífica. Ni al norte, ni al sur. El proceso de independencia, no hace falta señalarlo, tampoco lo fue. Nuestros próceres de aquel tiempo eran generales o cabos (y si abogados, como Belgrano, se lo reconoce como “General”). El proceso constituyente, los conflictos entre unitarios y federales, menos aún. Ya empezado el s. XX la violencia, de una u otra manera, campeaba el territorio. Señalo de modo incompleto algunos ejemplos: los frecuentes golpes militares que abundaron desde 1930, incluso golpes dentro del golpe, como el conflicto entre Azules y Colorados (1962-1963). Entre estos ocupa un lugar central, nunca lo suficientemente valorado, el bautismo de fuego de la fuerza aérea, acompañada de la aviación naval, asesinando argentinos indefensos en Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955. El derrocamiento de Perón y la consiguiente proscripción provocaron la resistencia con sus diversos modos y formas. Las guerrillas (me refiero a las peronistas, no a otras) fueron un modo de esto. Y la represión también. ¿Cuándo empezó, entonces, la violencia en la Argentina? (más fácil sería un estudio de cuándo no la hubo).


Señalar que “la violencia siempre es mala” puede ser casi una caricatura. A menos que se sostenga que, en ocasiones, es un mal necesario. Hubiera sido más grato que España aceptara amablemente las independencias de sus territorios en colonias. Pero es evidente que no ocurrió así. Y la lucha por la independencia requirió violencia. Los mismos documentos de la Iglesia católica romana reconocen que en ocasiones, la violencia es justificada.


Señalando esto, me resultó desde el principio, lamentable que en los tres tomos eclesiales “La Verdad los hará libres”, que el mismo Papa atribuye al episcopado argentino (aunque un grupo de personas elegidas coordinadas por la Facultad de Teología de la UCA los haya perpetrado), no tiene ningún análisis serio sobre “la Violencia” y con absoluta y discutible arbitrariedad elige empezar el análisis en 1969 (sic). Si un libro que se autopercibe serio, y casi una última palabra (“la verdad”), no solamente no analiza seriamente la violencia, sino que no propone un acabado análisis de la misma., de sus causas y demás, y propone extrañamente una fecha para el comienzo del análisis, ¿por qué un autopercibido católico, como Laje, no podría hacerlo? Sencillamente un aporte más de "La Verdad los hará libres" a la confusión general (y, lamentablemente, siempre para “el mismo lado”).


Foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:24_de_marzo._D%C3%ADa_de_la_memoria._71.jpg


martes, 25 de marzo de 2025

Cuaresma 4C

Una fiesta para los despreciados

4º domingo de cuaresma ciclo C


Eduardo de la Serna

Peter Brueghel, Fiesta de bodas (1567)



Lectura del libro de Josué     4, 19; 5, 10-12

Resumen: a modo de “espejo” con el relato del éxodo, desde la vocación de Moisés, la salida, el paso del mar, y el maná, se pone fin al tiempo de desierto. La llegada a la Tierra prometida, con características semejantes, marca el final de esta etapa y un nuevo comienzo, el del asentamiento. Cesa de caer el maná y se celebra la fiesta de pascua. El pueblo que vuelve del exilio en Babilonia también debe volver a empezar, reunirse, celebrar.


El libro de Josué constituye un “engarce” entre la ley (o Pentateuco) y la “historia” del Pueblo en la tierra. Es la llegada y asentamiento. Es el fin de una historia y el comienzo de otra. Después de una “pre-historia” centrada en personas (patriarcas y matriarcas, Génesis), nos encontramos con un pueblo, cautivo, esclavo en Egipto. Ese cautiverio y fuga atravesando el desierto, estableciendo una alianza con Dios y recibiendo su ley, se despliega en los libros siguientes: Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio (las etapas, y proceso de redacción de esta literatura es muy interesante y complejo, y no es este el espacio de comentarlo). Finalmente, muerto Moisés, conducido por Josué el pueblo llega a la tierra, para luego de una serie de dificultades, conflictos y conquistas, culminar con otra alianza y dar comienzo a la vida en la tierra (Jueces, etc.). Para confirmar este rol de “gozne”, el texto que hoy presenta la liturgia es parte de una gran unidad donde se repiten muchos elementos que se encontraban en el éxodo, a modo de señalar el fin de una etapa y el comienzo de otra. Veamos los paralelos a suerte de ilustración:


Éxodo
Acontecimiento
Josué
14,21-27
Paso milagroso del mar / río
3,14-17
12,43-51
importancia de la circuncisión para participar de la pascua
5,2-9
12,1-20
Celebración litúrgica de la pascua
5,10-12
16,14-16
Alimentación con el maná (principio y fin)
5,12
14,19
El ángel del Señor
5,13-15
3,5
Descalzarse en tierra sagrada
5,15


Esto nos permite ver que el relato que la liturgia hoy nos propone – y su contexto -  funciona a modo de “espejo” con el comienzo.

En realidad, la unidad que la liturgia propone es un pequeño fragmento de todo este bloque, sólo centrado en la celebración de la pascua.

La unidad empieza con un interesante dato cronológico: la fecha de lo que se celebrará. El primer mes, desde el regreso de Babilonia, es el mes de Nisán. En la primavera comienza el “año nuevo”, y el día primero es la luna nueva. La salida de Egipto en primavera invitó a conmemorar este acontecimiento liberador y fundante en ese tiempo, y se celebraba en la luna llena (es decir, el 14 del mes; por eso – entre paréntesis - la Pascua cambia siempre de fecha, porque se celebra en la luna llena de primavera del Norte o en otoño del Sur, es decir, marzo o abril).

El acampe se da en Guilgal, que tiene una interesante tradición bíblica. Figura como un viejo santuario popular en Jue 3,19-26; es el lugar donde Saúl es consagrado rey (1 Sam 11,14-15); es un conocido lugar de reunión (1 Sam 13 y 15), y posteriormente santuario tradicional en el pre-exilio (Am 4,4; 5,5, Os 4,15; 9,15; 12,12, Mi 6,5). Pareciera, entonces, un lugar fácilmente reconocible en los comienzos, aunque no se lo mencione luego y desconozcamos su ubicación. En este caso es el lugar donde se asientan por un tiempo (hasta 14,6). Se lo relaciona con Jericó ya que esta ciudad será, en el cap. 6, el próximo paso en el asentamiento.

Antes de la conmemoración de la pascua se hace expresa referencia a la circuncisión. Seguramente remitiendo a ritos antiguos (cuchillos de pedernal). Ya Éxodo había señalado que no se puede participar de la pascua sin ser circunciso; esta unidad concluye con una nueva referencia tradicional a Guilgal (5,9). El tema merece un análisis que acá omitimos por no estar en los textos litúrgicos, pero es importante señalarlo por los paralelos que destacamos recién entre Josué y Éxodo.

Al acampar –sigue el relato- los israelitas celebraron la pascua el día 14 (día de la luna llena en el calendario lunar).

Algunos elementos interesantes para destacar son: la relación entre la Pascua y los panes ácimos terminó siendo integrada, pero parecen haber sido originariamente dos celebraciones independientes (la pascua fiesta de pastores, los panes ácimos fiesta de agricultores). Seguramente tanto unos como otros conmemoraban en su fiesta tradicional de la primavera, los frutos del ganado o la cosecha, cuando empezaron a relacionarla con la liberación de Egipto. Más tarde, con el tiempo se integraron ambos recuerdos. Esto invita a notar que el texto debe tenerse por tardío, como lo será – de hecho - la celebración organizada de la Pascua (cf. Núm 33,3 y Lev 23,5-6). Probablemente debemos ubicarnos en un contexto posterior a la llamada “reforma de Josías” (fines del s.VII a.C.), seguramente ante el regreso de Babilonia. Estamos ante una fiesta ya no de la familia (como será la pascua en los comienzos, según es posible, y como lo será más tardíamente, en tiempo de Jesús) sino una fiesta de toda la comunidad.

Con la Pascua empezó el éxodo, y con esta pascua finaliza. A partir de ahora, ya en la “tierra prometida”, comen los frutos de la tierra. Y a partir de ese momento, deja de haber maná. El pueblo “ha llegado a casa”. El paso de Egipto a la tierra “que mana leche y miel” fue mediado por el desierto. Se comenzó con un llamado, con la intervención del ángel del Señor, una comida (de pastores o de agricultores circuncidados), un paso milagroso entre las aguas, y un ponerse en camino. El maná fue el signo visible de que Dios acompañaba a su pueblo por este duro trayecto. Llegados a la tierra, cruzan nuevamente de modo milagroso las aguas, se circuncidan (“nuevamente”, sic; 5,2) y comen la pascua. Entonces el maná ya puede dejar de acompañarlos porque “el maná cesó desde el día siguiente… ya aquel año se alimentaron de los productos de la tierra” (v.12). Luego, se hará presente el “jefe del ejército de Yahvé” (v.14; ver Ex 14,9) para acompañar y preparar el siguiente paso: la toma de Jericó, para lo que Josué se debe “descalzar porque está en lugar sagrado”. Así como Dios ha acompañado a Moisés en su misión que ahora finaliza, acompañará a Josué en el asentamiento en la tierra que Dios mismo le ha dado.



Segunda carta de san Pablo a los Corintos     5, 17-21


Resumen: Pablo se presenta como “ministro de la reconciliación”, es decir “acerca de la reconciliación" que nos trae Jesús en la pascua a partir de su solidaridad extrema con la humanidad. Solidaridad que también manifiesta Pablo en su vida y su predicación marcadas por la gratuidad, a diferencia de sus adversarios.


La unidad literaria va de 5,14 a 21; el texto litúrgico recoge sólo la segunda parte En la anterior, Pablo nos ha dicho cómo se ve él ante Dios. Ahora señala que todo esto es obra de Cristo. Estamos ante una de las unidades más cristológicas de la carta. Un juego de opuestos (que volveremos a encontrar en Rom 5,12-21) entre uno y todos da sentido a la muerte de Cristo. Es una muerte de uno por (hyper), palabra que se repite seis veces en esta unidad y parece provenir de la lectura cristológica del texto del cuarto canto del Siervo de Is 53 y señala la acción en favor de todos nosotros (cf. Rom 5,6.8). El efecto de esta muerte es la reconciliación (también en Rom 5,6.8). Y porque estamos reconciliados - se reconcilia el mundo, cf. v.19 -, se nos confía, a los ministros de la palabra, el ministerio de la reconciliación. La misión del apóstol parece claramente hacer realidad (imperativo) lo que ya ocurre (indicativo) por obra de Cristo: estamos reconciliados, ¡reconciliémonos! Y lo que nos debe mover (a todos nosotros) es el amor, que nos apremia, nos oprime y compele (a anunciarlo a todos) por eso el efecto reconciliador busca que los que viven no vivan para sí, sino para el Señor. Solidarios con la muerte de Cristo, como su muerte es solidaria con nosotros, no debe preocuparnos que se desmorone el hombre exterior; por el contrario, eso significa una muerte a ese hombre y la irrupción de la novedad de Cristo, novedad que es presentada como nueva creación. Una nueva paradoja: pecado-justicia se revela en esta “solidaridad por”. Jesús fue hecho pecado por nosotros (se supone: hecho por Dios, es un “pasivo divino”)  y en él venimos a ser justicia, así como en él somos nueva creación.
La unidad comienza poniendo el centro en el amor de Cristo. Es ese amor el que da nuevo sentido a la cruz. Y, por ese amor, el acontecimiento de la cruz provoca reconciliación. Ese amor da a Pablo una clave, de la muerte de Cristo saca una conclusión: la unión con Él hace que su muerte provoque nuestra muerte, pero ahora entendida en un sentido metafórico, es muerte al pecado. Y precisamente por eso pasa del pasado al futuro, del don a la tarea. La vida de los que han muerto al pecado (Rom 6,11) es un anticipo de la resurrección porque para el apóstol muerte y resurrección son inseparables. El movimiento de paradojas es ahora entre muerte y vida; hay un interesante juego gramatical: murió y resucitó ocurrieron en un momento puntual, obviamente la Pascua, pero como esto ocurre para ellos (hyper autôn), su efecto continúa en el tiempo, en los que han muerto al pecado - quizá remita al bautismo - y pertenecen al Señor.

Esta acción de Cristo en favor de los suyos, sigue teniendo consecuencias: nos introduce en un nuevo tiempo escatológico aunque el tiempo viejo subsista simultáneamente. La actuación de Dios en Cristo provoca una novedad tan absoluta que no mira lo viejo, los delitos, la carne sino que hay un nuevo modo de mirar las cosas, un modo “escatológico”, reconciliado, de justicia. Se ha querido ver en 5,16b una referencia a que Pablo conoció antiguamente a Jesús según la carne. No parece que el párrafo esté preocupado por esto; no sólo porque dice Cristo, cuando, en ese caso, sería de esperar “Jesús”, sino porque 'según-la-carne' es sinónimo de “a modo humano”, o también viejo, que se contrapone a nuevo. Es un nuevo modo de conocer todo, a lo que Pablo se refiere; por eso es más probable que diga conocer-según-la-carne a Cristo; antes que conocer a Cristo-según-la-carne. En todo caso, también es probable que se refiera a su conocimiento de Cristo antes que éste le fuera revelado, es decir, su conocimiento del Cristo predicado por los cristianos. Ese es según la carne; es un conocimiento incompleto de Cristo que no viene acompañado por la revelación de Dios y que, por lo tanto, no puede alcanzar una plena comprensión. 
Sabemos y conocimos son paralelos y también lo son ahora no y ya no. El tiempo al que se refiere es el anterior a Damasco. Cuando en los tiempos finales Dios le reveló (apokalypsai) a su Hijo (cf. Gal 1,16), ya no lo conoce según la carne, como lo había conocido en un primer momento; Pablo ya está en Cristo, y recibió en un momento específico, el de su vocación, el ministerio de la reconciliación.

Estar en Cristo, que como se sabe es un “lugar teológico” en Pablo, muestra una in-corporación, entrar en un cuerpo, fundirse en la realidad escatológica de Cristo, lo que se logra por el bautismo. La preposición en, en este caso, está cargada de sentido antropológico, cristológico, eclesiológico y también escatológico. Por eso puede decir algo tan terminante, aplicado a los cristianos lo que no ha de entenderse de un modo individualista: si alguno (está) en Cristo, (es) nueva creación. La semejanza que hemos visto con Rom, la velada alusión a Adán y el nuevo Adán en v. 14bc, y las alusiones al AT (como también las encontraremos en 6,2 donde cita expresamente Is 49,8) parecen invitarnos a pensar en textos como Is 48,5; 65,17; 66,22 donde se presentan los tiempos escatológicos como novedad. Así lo primero, lo viejo, lo anterior a Cristo y según la carne, ya pasó (¿se refiere al bautismo?), y ya estamos (y seguimos estando) en el nuevo eón.
En Cristo” o “en el Señor” es casi exclusivamente paulino (entre las cartas de Pablo y las de sus discípulos lo encontramos casi 140 veces y sólo 5 veces fuera de Pablo (aunque en ambiente no muy lejano, como es el caso de 1 Pe). Es cierto que “Cristo” no es un “lugar”, por lo que el uso de “en” no es siempre fácil de comprender. Hay diferentes opiniones, pero la imagen “bautismal” (sumergidos en Cristo) parece la más probable.

Siguiendo en el mismo contexto, ahora Pablo pasa a desarrollar algo nuevo: cinco veces usa el término reconciliar/reconciliación en esta unidad, pero siempre la iniciativa parte de Dios y la reconciliación es con él. No se entiende que Dios se reconcilie con nosotros, sino nosotros con él. Pero, ¿cómo entender la voz pasiva de v.20d? ¿Reconcíliense - por Dios - con Dios? O ¿reconcíliense con Dios, colaboren con su obra? El tiempo concreto parece remitir a la Pascua; el uso de nosotros [habitualmente es difícil en 2 Cor comprender quiénes son esos “nosotros”] puede referir en toda la unidad a Pablo y hacer alusión a la reconciliación de Pablo con Dios en camino a Damasco, o referir a los cristianos (en 18bc es evidente que se refiere a él mismo y quizá también a sus colaboradores). No es fácil saber si ministros (diakonos) refiere a un tipo de ministerio propio de las comunidades paulinas, de sólo algunas comunidades (cf. Flp 1,1), o si es un título usado por los adversarios. Todas son posibles y no son todas excluyentes; pensamos probables la segunda y la tercera. Como se ve en esta perícopa (y también en Rom 5,10-11) la reconciliación con Dios es el fruto por excelencia de la muerte y resurrección de Cristo (5,15), y por lo tanto es el contenido principal de la predicación apostólica; el ministerio de la reconciliación es aquí sobre, acerca de, la reconciliación predicada como efecto de la Pascua. Los apóstoles deben ser ministros, deben comunicar esta novedad comenzada y que ya podemos conocer. Sumergiéndonos en Cristo ya viviremos para él y seremos justicia de Dios.

En v.19 el acento está puesto en la obra de Dios, obra siempre caracterizada por la gratuidad, por eso no cuenta los delitos. Con el lenguaje económico se contrasta nuevamente por un lado, la gratuidad de Dios - que no saca cuentas -, y que Pablo quiere imitar, y por otro la explotación o paga que pretenden los adversarios.

Reconcíliense supone una urgencia, ¡ya!; sin embargo los corintios ya estaban reconciliados - convertidos. ¿Entiende Pablo que los adversarios – con los que se enfrenta tan frecuentemente en la carta - han deshecho la obra de Dios y los corintios deben renovar la reconciliación? El uso del término embajadores parece que debe entenderse como un reclamo de status, seguramente en comparación con el que la comunidad da a los otros; y pretende también tener en cuenta el lugar que debe ocupar el mensaje, la liturgia y beneficencia, que debe transmitir el embajador de parte del Emperador (embajadores de Cristo). Lo evidente es la instancia mediadora entre Cristo y los corintios.

Es extraña la frase que indica que Cristo fue hecho pecado. No conocer el pecado es un semitismo por no experimentarlo en la vida. Es un tema frecuente en el Nuevo Testamento la afirmación de que Jesús no pecó (cf. Jn 9,16.31; Rom 6,10; Heb 4,15; 1 Pe 2,22; 1 Jn 3,5), mientras que manifiesta solidaridad con el pecador. La frase, sin embargo, no parece remarcar esta solidaridad sino que fue hecho pecado; la voz pasiva - como es frecuente - remite a Dios (pasivo divino: “hecho por Dios”). Este tipo de paradojas son habituales en Pablo para señalar los frutos reconciliadores de la obra de Cristo (ver también 8,9; Gal 3,13; Rom 8,3-4; el tiempo pasado en hecho pecado parece remitirnos a la Pascua). Preposiciones como para (hina) y también por (hyper) apuntan a dar un sentido a la muerte de Jesús que no ha perdido su dimensión de escándalo. Cómo se debe interpretar este ser hecho pecado: el mismo Pablo en la carta a los Romanos nos da una clave de lectura, Dios ha “enviado a su propio Hijo de modo semejante a la carne de pecado (sarkòs hamartías) y con respecto al pecado, condenó el pecado en la carne” (Rom 8,3). Es un “hecho carne” en el sentido de “solidario con” la carne de pecado, es representante de todos los pecadores. En este sentido es semejante a murió por todos - todos pecaron de v. 14 y forma inclusión literaria con ellos enmarcando todo el relato.



Evangelio según san Lucas     15, 1-3. 11-32

Resumen: la introducción presenta a Jesús comiendo con pecadores; este hecho desencadena la murmuración de los religiosos de entonces. La parábola que Jesús propone contrasta la actitud del Padre, derrochando ternura, con la del hijo mayor, que reclama justicia y no acoge a su hermano que ha vuelto. Presentando dos actitudes, Jesús nos confronta con “nuestra” actitud frente a los hermanos despreciados, y pecadores.


La así llamada “parábola del hijo pródigo” comienza con un marco que le da expreso sentido: la comida de Jesús con pecadores (15,1-3). Ante la “murmuración” de fariseos y escribas, Jesús “les” cuenta una serie de parábolas. Se las ha llamado, justamente, “de la misericordia”. En 16,1 continúa con parábolas, pero el destinatario son “sus discípulos” por lo que podemos suponer un cambio de escena, y también de temática, porque hablará de la idolatría del dinero (16,1-13) y son testigos los fariseos, que eran “amantes del dinero” (16,4). Las parábolas que Jesús narra ahí son tres, las dos primeras perfectamente paralelas presentando, como es habitual en Lucas (¿y en su fuente, a la que llamamos “Q”?) un varón y una mujer, en este caso un pastor que pierde una oveja (15,4-7) y una mujer que pierde una moneda (15,8-10). El tema principal, en ambas, es la alegría por lo perdido que ha sido encontrado. La narrativa de ambas es claramente paralela. La tercera es, precisamente, la mal llamada “del hijo pródigo”, y que hoy nos propone la liturgia. Veamos el contexto y el relato.

Con clara intención polémica y acentuando el “lugar” de Jesús, Lucas señala que “todos” los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús. Este par contrastará en seguida con el otro: fariseos y escribas; al “acercamiento” de unos se opone la “murmuración” de los otros. Finalmente, al contenido de esa murmuración, Jesús contra-propone las parábolas (sólo la tercera – con la introducción - está incluida en la liturgia de hoy). Pero veamos, para comenzar esta primera parte:

La dupla “publicanos y pecadores” es frecuente en los Sinópticos (Mc 2,15.16; Mt 9,10.11; 11,19; Lc 5,30; 7,34; 15,1; por otra parte, mirando las citas señaladas vemos que es usada por Marcos, por Q y quizás también por la fuente propia de Lucas). Y lo interesante es que en todos los casos lo que se destaca es el contexto de que Jesús come con ellos. Las comidas parecen ser el punto de partida del escándalo que Jesús provoca (“dichoso el que no se escandalice de mí”, Lc 7,23). El “acercamiento” de estos, se corresponde con la “acogida” de Jesús. Hay muchos elementos muy importantes en esta introducción, y merecen ser presentados.

Se señala que “publicanos y pecadores” (puede entenderse también como “publicanos, que son pecadores”) se “acercan” a Jesús. El verbo acercarse tiene su peculiaridad, especialmente en Lucas. Por cierto, con alguna frecuencia se habla de “acercarse a un lugar” (por ejemplo, Mt 21,1; Mc 11,1; Lc 7,12; 18,35; 19,29.37.41; 24,28) o que se “acerca un momento” (incluso importante, como “la Pascua” [Lc 22,1], “la hora” [Lc 21,8.20; Mt 26,45], “la liberación” [Lc 21,28]). También puede acercarse “alguien”, como es el caso de Judas a Jesús en el huerto (Lc 22,47; Mc 14,42; Mt 26,46), o de Jesús a los peregrinos de Emaús (24,15). Pero también, acercarse a Jesús, como es el caso del ciego, provoca salvación (18,40); pero es particularmente importante recordar que con Jesús, “el reino se acerca” (10,9.11; cf. Mc 1,15; Mt 3,2; 4,17; 10,7).

Y se “acercaban para oírle”. Como es obvio, el verbo “oír” es muy frecuente en el NT (428x). Pero en Lucas tiene algunos matices que son importantes destacar. Por ejemplo: en algunas personas, “escuchar” a Jesús produce “ira” (4,28), burla (16,14) u oposición (Pilato, 23,6; Herodes, 9,9; 23,8) y condena (22,71). Sin embargo, “escuchar a Jesús” es el primer paso del discipulado. Oír debe ir acompañado de “comprender” (8,10), por eso dirá “oigan bien” (8,18). Por momentos pareciera que con “oír” basta (5,1; 10,16), el pueblo lo escucha (19,48), enseña en el Templo (habitual en Lucas) y es escuchado (21,38). Aunque para los judíos basta con “oír a Moisés y los profetas” (16,29.31), al manifestarse Jesús, la voz de Dios dirá “a él, escúchenlo” (9,35); y es escuchado también en la voz de los suyos (10,16). Por eso, el prototipo de discípula es María, hermana de Marta, que “a los pies de Jesús” escucha la palabra (10,39).

Pero también se añade otro elemento para el discipulado, un segundo paso, y es “guardar” lo escuchado (11,28), a lo que se proclama “bienaventurado”. Por guardar parece entenderse “poner en práctica” esa “palabra de Dios” que se ha escuchado (6,47.49; cf. 8,12-15) lo cual nos introduce en la “familia de Jesús” (8,21).

Lo cierto es que este acercamiento y esta escucha provocan en escribas y fariseos “murmuración”. Este verbo también es muy importante. En el NT sólo lo encontramos aquí y otra vez en Lc (19,3) nuevamente provocado por el encuentro de Jesús con un publicano. El verbo se encuentra 10 veces en la Biblia griega, y salvo una vez (Sir 31,24) siempre se trata del rechazo al enviado de Dios (especialmente Moisés y Aarón: Ex 15,24; 16,2.7.8; Núm 14,2.36; 16,11; Dt 1,27; Jos 9,18).

El contenido de esta murmuración, de todos modos, es muy importante: “acoge a los pecadores y (hasta) come con ellos” (v.2). Es interesante que en Mc 15,43 / Lc 23,51 se hable de José de Arimatea como uno que “acoge el reino”. Pablo pide que los romanos acojan a Febe (diácono y patrona en Cencreas; 16,2), y a los Filipenses que acojan a Epafrodito (2,29). Es interesante que de las 14 veces que el término se encuentra en el NT, la mitad esté en la doble obra de Lucas. Se usa, por ejemplo, en referencia a Simeón y Ana (una nueva doble mención de varón-mujer en Lucas; 2,25.38). Es una actitud que, en este caso (y en 19,3 que hemos señalado) se relaciona con la hospitalidad (tema que será muy importante especialmente en la tercera y cuarta generación cristiana).

Sobre la comida de Jesús con pecadores se ha escrito mucho recientemente; y es particularmente importante en Lucas. Tanto que uno llegó a afirmar “a Jesús lo mataron por como comía”. En un mundo como el antiguo, “comer-con” significa “ser-como”. No se come con quien no es “como uno”, especialmente porque eso implica una estigmatización pública: “comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores” (7,34). En ese sentido debe entenderse “¡y come con ellos!” Esto – por otra parte - tiene que ver directamente con la consideración del honor público que determinados colectivos tienen o del que carecen. Es evidente que fariseos y escribas tienen un honor mucho mayor que el de los “publicanos”, que están en el “fondo”, lo último, comparable a las prostitutas (por eso la provocación de Jesús en Mt 21,31).

Por tanto, la introducción nos prepara el terreno poniendo dos colectivos frente a frente. Es en este contexto que surgen las parábolas. Las dos primeras, como dijimos, señalan la alegría por lo perdido encontrado, en referencia a “un solo pecador que se convierta” (vv.7.10); el marco de los “99 justos” (v.7) nos recuerda que no se está destacando que los fariseos y escribas sean injustos, o “pecadores”; es verdad que no lo son, y sobre esto volverá en la siguiente parábola, la del padre y sus dos hijos.

La parábola. En realidad, el paralelismo de la segunda y la tercera parte de la misma nos ponen ante una de las clásicas parábolas de “dos personajes” [como la del fariseo y el publicano (Lc 18,9-14), “el rey que perdona y el siervo que no” (Mt 18,23-35), etc.]. Si habitualmente en las parábolas se debe buscar “el tema” principal (como la alegría ante lo perdido encontrado, en las parábolas antedichas), en las parábolas de dos personajes, lo importante está en el contraste entre dos actitudes [es importante recordar que las parábolas no apuntan a la reflexión, la oración o al intelecto, sino a la acción, a la voluntad: “vete y haz tú lo mismo”]. Por tanto, afirmar que estamos ante una parábola de dos personajes (cosa que mostraremos) nos lleva a concluir que se contrasta la actitud del padre y del hermano mayor ante el hijo/hermano que vuelve a casa.

La parábola comienza con una presentación de la situación. En esta parte, el personaje central es el hijo menor. Esta parte está marcada por la partida y el regreso del hijo (“se marchó… volvió”, vv. 13. 20). La segunda y la tercera parte marca el contraste entra las actitudes del padre y el hermano frente a esta vuelta. Ambas partes finalizan con la misma fórmula (que nos recuerda las parábolas anteriores): “estaba perdido y ha sido hallado” (vv. 24. 32).

Primera parte: (15,11-20a). El hijo reclama su parte de la hacienda. El padre (en un acto que lo muestra como lo opuesto de los padres patriarcales, autoritarios o dominadores [lo que también es coherente con otros “padres” en parábolas, lo que ayuda a entender qué tipo de “padre” es el Abbá de Jesús]. Este hijo llega “hasta el fondo” del alejamiento de aquello que se espera de un buen hijo judío: se va al exterior, vive de modo libertino, y hasta cuida cerdos (animal impuro por excelencia para los judíos). Al destacar que tiene hambre empieza el drama (incluso algún estudioso supone que al decir que nadie le daba el alimento de los cerdos, supone que robaba para comer, añadiendo un nuevo elemento de gravedad a su situación). Lo cierto es que llegando al fondo, el acento se pone – como en toda esta parte - en el hambre: no le dan alimento, me muero de hambre, los jornaleros de mi padre tienen pan abundante (trátame como a uno de tus jornaleros, es decir: dame pan). Ante el hambre, el hijo “entra en sí mismo”, analiza la situación y concluye que debe volver a su padre. No debemos olvidar el contexto de la unidad, es decir las comidas de Jesús con pecadores, con lo que el tema del hambre, pan, comida, novillo cebado, cabrito, fiesta, “devoró tu hacienda con prostitutas” nos pone “en ambiente”. El campo semántico del hambre y la comida refuerza el sentido de la unidad. La formulación del hijo “he pecado” no debe entenderse desde nuestra concepción de pecar / pecado. Se trata de obrar mal (ver Hch 25,8) contra “el cielo” (= Dios) y ante ti”. En nuestro lenguaje, el hijo no parece “arrepentido”, lo que tiene es “hambre”. Y arma su estrategia para ser recibido. De todos modos, lo que importa en esta parte es sencillamente que el hijo decide volver. Su “vuelta” es la que desencadena “las dos actitudes”.

Primera actitud, el padre (15,20b-24). La actitud del padre ante el hijo que regresa es claramente impresionante para cualquier auditorio oriental. Lo primero que se destaca en el padre es su “compasión”. El término griego “splagjnizomai” es sumamente importante. En el NT sólo se dice de Jesús, salvo cuando se usa en parábolas, y en estas caracteriza la actitud que es de desear tener (Mt 18,27; Lc 10,33; 15,20). Es la com-pasión, se refiere a las “entrañas” (splagjnon). Dios mismo tiene “entrañas de misericordia” (Lc 1,78). La compasión mueve a Jesús a alimentar una multitud (Mc 6,34), tocar y limpiar un leproso (Mc 1,41) o resucitar un hijo único de una viuda (Lc 7,13). Esa imagen casi maternal vuelve a caracterizar a este “padre” de la parábola.  Al verlo, “corre”. La actitud de correr revela “prisa” o “ansiedad”. En el NT Pablo lo utiliza en sentido provocativo aludiendo a la “gimnasia” (que es chocante para su auditorio), o para referir a su “carrera / trabajo” evangelizador. Se encuentra en los relatos de la pascua, pero no en un contexto semejante. Sólo un endemoniado poseído por una Legión corre y se postra ante Jesús y exclama (Mc 5,6); Marcos acota: “es que Jesús le había dicho… sal de ese hombre” (v.8). De ninguna manera se espera de un padre oriental que “corra” al encuentro de su hijo. La parábola quiere mostrar una actitud de ansiedad, por cierto. El derroche de afecto que viene a continuación lo confirma (se echó al cuello y lo besó afectuosamente, algo que sólo encontramos de modo parecido – y también con alta afectividad - en Hch 20,37). Cuando el hijo va a comenzar su “discurso” el padre no lo deja terminar y se dirige a sus esclavos: ¡rápido! deben vestirlo con el “mejor (primer) vestido”, y vestirlo, ponerle el “anillo” [única vez en el NT, es donde está el “sello” de la familia; en AT a veces refiere a anillo de nariz (cf. Gen 24,47; Is 37,29) ver Gen 41,42; Est 3,12; 8,8.10], y calzarle las sandalias (algo propio del amo de casa que habitualmente el esclavo sacaba al llegar a casa; cf. Mt 3,11; Lc 3,16; Hch 13,25; un escrito rabínico afirma que el discípulo debe hacer con su maestro lo mismo que hace un esclavo, excepto quitarle las sandalias). Pero el desborde de afecto no concluye aquí, falta la última orden: celebrar una fiesta con el “ternero cebado”, “comer”, porque “mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. El ternero cebado es la comida festiva por excelencia, dispuesta para cuando llegue una ocasión importante (1 Sam 24,28), o también una ofrenda de excelencia para Dios (2 Sam 6,13). El contraste que encontramos en Prov 15,17 muestra que se trata del mejor plato posible. El derroche de afecto y generosidad es lo que caracteriza la actitud del padre ante el regreso del hijo.

Segunda actitud: el hijo mayor (15,25-32). Los verbos que más arriba escuchamos (acercarse, oír, de los pecadores con Jesús) se aplican ahora al hijo mayor. Se acerca a la casa, oye la música, pero queda fuera. Nuevamente intervienen los esclavos que le informan lo que ocurre dentro de la casa, la causa de la fiesta. Esto provoca “irritación” y se niega a entrar a la casa. Las otras dos veces que encontramos en el NT el verbo “irritar” (Mt 22,7; Ap 12,17) aluden a la violencia del imperio romano contra el Pueblo de Dios. Nuevamente el padre sale fuera de la casa, y le suplica. La respuesta del hijo muestra su actitud ante el regreso del otro hijo. Los términos son precisos: “cuánto te sirvo”, “nunca pasé un mandamiento tuyo” en cambio “tú nunca” me diste ni un cabrito para “festejar” con mis amigos (la palabra fiesta es recurrente en la unidad, cf. vv. 23.24.29.32). El contraste es evidente: obediencia – desobediencia; cabrito - ternero cebado; fiesta – no fiesta. El otro hijo, como se ha dicho, “ha devorado tu hacienda con prostitutas” (es decir, adelantamos, no ha “cumplido los mandamientos”). El padre responde al hijo reforzando, por un lado las palabras que éste ha dicho: “siempre estás conmigo”. El padre no cuestiona las razones del hijo mayor, porque tiene razón. No está en cuestión la fidelidad del mayor, ni su “estar” en la casa. Por eso “todo lo mío es tuyo”.  Pero”, era necesario, “debía” (el término griego “dei” con frecuencia alude al plan de Dios; Lc 2,49; 4,43; 9,22; 11,42; 12,12; 13,16.33; 17,25; 18,1; 21,9; 22,7.37; 24,7.26.44; cf. 13,14; 19,5) hacer fiesta y alegrarse (obviamente quiere reforzar) pues “tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. El “pero” y el “deber” constituyen la clave.

Contraste de actitudes: Ciertamente el contraste es evidente; sin embargo es importante resaltar algunos elementos. En el contexto en que la(s) parábola(s) es pronunciada (o narrada por Lucas) un grupo de judíos fieles y religiosos (fariseos y escribas) rechazan a otros por ser “pecadores” (15,1-3). Esta actitud contrasta – y lo señalan claramente - con la actitud de Jesús que hasta “come con ellos”. El rechazo que les provoca la actitud de Jesús es el desencadenante del relato. Jesús, como “parábola de Dios”, muestra en sus comidas cómo es el Dios que predica. Las comidas de Jesús bien pueden verse como una parábola en acto, Jesús muestra en esto un reino presente, ya que Dios reina cuando “las ovejas perdidas del pueblo de Israel” participan del banquete del reino. Los fariseos y escribas tienen razón, ellos no desobedecen los mandamientos de Dios (como el fariseo de otra parábola de dos personajes lo recuerda, y también lo hace en contraste con un publicano, precisamente; 18,9-14). Es importante retener que no se trata de que los fariseos mientan o exageren, ellos dicen verdad. Son verdaderamente fieles y obedientes al Padre. Sin embargo – y aquí una de las claves de la parábola y de la actitud que la genera - lo grave es que se niegan a reconocer a los otros como hermanos. Es interesante que mientras tanto el padre como el esclavo le hablan de “tu hermano” (vv. 27.32), el hijo mayor le dice al padre “ese hijo tuyo” (v.30). Jesús “debe” comer con pecadores, para mostrar la fiesta de Dios que acoge a todos como hijos, las puertas abiertas del padre que derrocha ternura casi maternal, y que hace todo lo contrario a lo “esperado” con tal de recibir a su hijo. Los hijos mayores, por el contrario, son religiosos, obedientes, justos, pero si no se conmueven, si no reconocen al otro como hermano, sea este quien fuera, corren el riesgo de murmurar, y quedarse fuera de la fiesta.


el video con comentario al Evangelio en
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"Ultima cena criolla" tomada de http://www.taringa.net/posts/imagenes/1786081/La-Ultima-Cena-en-Varias-Versiones.html

lunes, 24 de marzo de 2025

Breves de una marcha no breve

Breves de una marcha no breve

Eduardo de la Serna



Habitualmente, cada 24 de marzo, mi rutina, al llegar a la marcha, es la misma: ¡caminar! Voy de la Plaza de Mayo a la 9 de julio y vuelvo, una o dos veces… Suelo ir solo, y, en ocasiones, encontrar conocidos. Mi idea es ver. Sencillamente ver (o ver y escuchar) … ver los atuendos de la gente, ver las actitudes, gestos, sensaciones, escuchar comentarios o cantos… Me sirve para “tomar el pulso”.

Por ejemplo, y lo he señalado en muchas otras ocasiones, me llena de esperanza ver la cantidad de jóvenes (los que, obviamente, no padecieron la Dictadura cívico militar con bendición eclesiástica). Y – debo señalar – hoy me llamó la atención no sólo la cantidad de jóvenes sino también de niños y niñas. Obviamente eso significan muchas cosas: en primer lugar, que hablamos de familias. Es una familia la que elige ir a la Plaza, no una agrupación. En segundo lugar, lo educativo que eso significa. Por cierto, no sabemos de qué se habla en esas casas, pero sí que el solo hecho de marchar, ¡dice! Y dice algo muy claro, concreto y preciso. Y ver niños (¡muchos!) con pañuelos blancos, con camisas que gritan ¡Nunca Más!, dice mucho. El gobierno lo llamará “adoctrinamiento” (y otras cosas más), pero es con el ejemplo que se comunica sabiduría, vida y experiencia. Conocimiento.

Otra cosa que me llamó la atención es que no recuerdo en marchas anteriores tanta expresión futbolística. Camisetas o ropa referida a clubes de fútbol eran notablemente abundantes. Y, creo que es significativa, además, muchísimas con la imagen de Maradona. Esto último ciertamente revela rebeldía, revela una franca oposición a un modo negociado de ver el fútbol, revela un lugar donde se quiere estar parado. Y lo primero, creo que es evidente una reminiscencia al miércoles fatídico de la marcha a los jubilados (Beatriz Blanco, ¡presente!).

También me llamó la atención ver muchísima gente “armada”: muchísimas cámaras fotográficas. No gente munida de peligrosos celulares, sino cámaras listas para disparar. La memoria de Pablo Grillo ciertamente no estaba ausente (y visible).

Si, como dije, en las marchas suelo caminar para mirar, debo manifestar mi disconformidad con los espacios ocupados por “La Poderosa”. Ya estamos habituados, en todas las marchas, a sus cosas creativas, a veces hasta geniales, participativas, extraordinarias. Entonces se junta muchísima gente lo que me hace difícil caminar y debo detenerme (también yo para mirar y aplaudir).

Notables los cantos que se repetían con insistencia: el de “Milei, basura” y “el que no salta, votó a Milei” sonaban y resonaban. Algunos volvieron (que yo recuerde después de mucho tiempo), ciertamente reciclados: “traigan al gorila de Milei… que este pueblo no cambia de idea…” Y, sobre esto, me permito una nota breve: conmemorando hoy la Dictadura, creo que no es exacto decir que “Milei es la dictadura” aunque sea Dictatorship frendly. Ciertamente hay represión cruel, un mismo modelo económico, una casi ausencia de los poderes legislativo y judicial, pero no es preciso decir que lo sea. Lo que no quita que sea fascista, que sea autoritario, perverso, nefasto y el peor gobierno de nuestra historia democrática, pero quienes hemos vivido y padecido la dictadura hemos vivido momentos muy diferentes a los que estamos viviendo (lo cual no implica que también con Milei digamos “¡nunca más!”).

En las escalinatas de la Catedral (abierta a la gente) un grupo puso una muestra de “Mártires de la Iglesia católica”. En otras se precisaba: “desaparecidos, perseguidos y mártires de la Iglesia Católica. Y debo confesar que me llamó la atención. Siendo que ante mucha gente hay una imagen de que la Iglesia fue cómplice de la Dictadura, no está mal recordar que también hubo laicos, laicas, religiosos, religiosas, curas y obispos víctimas de esa dictadura… Ahora bien – para ser precisos, y para empezar – no solamente los desaparecidos son víctimas de la Dictadura… los asesinados también lo son, los exiliados también, los que fueron detenidos a Disposición del Poder Ejecutivo Nacional, también, los niños apropiados o los nacidos en cautiverio (hayan recuperado su identidad o no) también lo son… Y no se pueden olvidar los exilios internos, los quebrados, las víctimas psicológicas… Las víctimas de la dictadura fueron incontables; ¡no solo los 30.000! (¿se entiende, Laje? ¿se entiende, Espert?). Ahora, siendo este el caso, no se entienden muchos de los nombres presentes o los nombres ausentes en la muestra de la Catedral. A modo meramente ilustrativo: si se hizo mención de Daniel de la Sierra, ¿por qué se omitió a Jorge Goñi? La referencia al gran obispo Devoto, no explica las ausencias de Novak, Hesayne y De Nevares, ¿no? Carlos Mugica (de cuyo martirio no tengo la más mínima duda, y su asesinato por la Triple A) ¿tiene que ver con la Dictadura? ¿Qué hace José Villagra en la lista? Faltan Pepe Tedeschi y Pancho Soares, ¿por qué? En la referencia al “Proyecto Belén” ¡justo omiten a Mónica Mignone! (¡tanto que debieron añadirla con marcador!). Y no hay referencias a los curas (¡y no solamente curas!) que debieron ir al exilio, que debieron dormir fuera de sus parroquias, que recibían amenazas sistemáticas… Y, sinceramente, no creo que sea inocente, la ausencia de Francisco Jalicz y Orlando Yorio; esta me resulta escandalosa (¿escondiendo complicidad?).

Lo cierto es que en la marcha de hoy hubo una impresionante cantidad de gente. ¡Mucha! La marcha se hacía más lenta para caminar, con paradas interminables, a medida que se acercaba la hora estipulada… Y, hablando de cantidad, es casi insufrible, cuando se acerca esta fecha tener que escuchar a los negacionistas que “no fueron 30.000”. Hoy, para peor, marcha precedida por un video espeluznante de Agustín Laje. Video que no merece ser contestado porque sería darle entidad. Sólo señalo para terminar: ¡no hubo una guerra!, fue Terrorismo de Estado y ¡son 30.000!

 

Foto tomada de https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/una-marea-de-gente-se-volco-a-la-calle-contra-el-negacionismo-del-gobierno/

Video con comentario al Evangelio del 4º domingo de Cuaresma C

Video con comentario al Evangelio del 4º domingo de Cuaresma C



o también en

https://youtu.be/tXUnwYcWXJE

Eduardo


domingo, 23 de marzo de 2025

¡El persistente pecado de eclesiolatría!

¡El persistente pecado de eclesiolatría!

Eduardo de la Serna



Hace tiempo conocí a Françoise Marie Léthel, carmelita, ¡gran teresianista!; serio y profundo y, cosa que no siempre se ve, responsable y meticuloso en el trabajo con los textos.

Él me hizo conocer a Juana de Arco (francés él, y amigo de Teresa de Lisieux ¡no podía ser de otra manera!); incluso – gracias a él – pude acceder al texto de todo el juicio (injusto, por cierto) a que ella fue sometida… ¡y sentenciada! Es sabido que la condena fue articulada por la Facultad de Teología de París (la misma que poco más de un siglo antes condenaba también a la hoguera a Margarita Porete (1 de junio de 1310), y la misma que lamentaba la tradición de Francisco de Asís: “París, París, ¡que matas a Asís!” Pues bien, el juicio, por lo tanto, tuvo toda la apariencia de ser teológico, aunque en lo profundo fuera político: el contexto de la guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra (a la que la facultad de teología parisina adhería) ciertamente debe tenerse en primer lugar en un análisis que pretenda ser acabado.

Pues bien, Juana, que había comandado exitosamente el ejército a un triunfo militar, había humillado a la “pérfida Albión”, y eso, no podía dejarse pasar sin consecuencias. Juana, escuchando sus “voces” no escuchaba la voz altiva de “la Iglesia”.

El contexto eclesial es interesante de tener en cuenta. En el concilio de Basilea (1431), plena época del conciliarismo, «Torquemada informa de que, en Basilea, los padres se arrodillaban a las palabras del credo “et in unam sanctam Ecclesiam…” (S. de Eccl, I.20)»[1] En ese contexto, marcado además por un cierto auge del clericalismo, Juana es juzgada teniendo todas las de perder: mujer, iletrada, laica, y francesa…

La comunidad eclesiástica, que debería representar el Cuerpo místico, deviene un colectivo sin corazón ni cabeza, sin referencia viva a la cabeza que es Jesús y al corazón que es el Espíritu Santo, donde cada uno abdica de su responsabilidad personal, de su conciencia. Por falta de caridad, el poder eclesiástico se degrada en clericalismo, es decir en voluntad de poder afirmada de un modo abusivo contra una laica.[2]

Y esto lleva a Léthel a una cruel conclusión:

Puesto que se afirma el carácter esencialmente laico de Juana y de su misión, este clericalismo universitario aparece, entonces, con una excepcional nitidez. Hay una extraordinaria inflación eclesiológica que conduce a una “eclesiolatría”.[3]

Es sabido el desenlace: la acusación definitiva de obrar en contra de “la Iglesia” y Juana afirmando que se somete a la “Iglesia triunfante” (lo que la lleva a relativizar a la “Iglesia militante” ya que para ella “es imposible” (y lo repite tres veces el 31 de marzo de 1431 en el juicio) revocar “lo que Nuestro Señor le ha indicado en sus revelaciones”. Cuando le reiteran la obediencia al papa, cardenales, arzobispos, obispos y presbíteros de la Iglesia, responde afirmativamente, pero “primero servir al Señor”. Inclusive, cuando Juana acepta quitarse ropas de varón, y las tropas inglesas simulan una violación, logran que vuelva a ponérselas, atentando así contra la “ley natural” que afirma que esas ropas son propias de varones[4]. Y es esta definitiva desobediencia a la Iglesia la que provoca su posterior asesinato el 30 de mayo.

Pero sería poco serio creer que esta “eclesiolatría” constituye una rara excepción en la larga historia de la Iglesia. Se pueden señalar casos del pasado, por cierto (el caso y determinación del final de las beguinas ciertamente es también un buen ejemplo … y no es ajeno a esto que, nuevamente se trate de laicas, mujeres que confrontan con “la teología”); pero también casos del presente. No es sensato que se hable más de la Iglesia que de Jesús, del Papa que de la Biblia, dice el papa Francisco (E.G. 38) lo cual es, ciertamente, indicio de que así ocurre. Pero mientras parezca más importante el “Magisterio” que la “Palabra de Dios”, mientras “la Biblia” no esté en primer lugar en la vida eclesial, evidentemente la eclesiolatría sigue vigente. Evidentemente, ¡de Juana de Arco no hemos aprendido nada!

 

Notas

[1] Y. Congar, Eclesiología. Desde San Agustín hasta nuestros días (Historia de los dogmas III. 3cd) Madrid: BAC 1976, 192.

[2] F. M. Léthel, Connaître l’amour du Chist qui surpasse toute connaissance. La théologie des saints, Venasque: ed. du Carmel 1989, 342.

[3] Léthel, Connaître l’amour 348.

[4] 27 de febrero; 3 de marzo; 28 de marzo: “ley divina y natural”; Procés de Condamnation de Jeanne d’Arc, Societé d’histoire de France, Paris: Libraire C. Klincksieck 1960, pp. 75.95.192


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viernes, 21 de marzo de 2025

Memoria, Verdad y Justicia. La Biblia y nosotros.

 Memoria, Verdad y Justicia. La Biblia y nosotros.

Eduardo de la Serna



No hace falta casi señalar que entre el horizonte y el ambiente bíblico y el nuestro la distancia es abisal, en cultura, en lenguaje, en temáticas.

Es razonable que desde nuestro “hoy” nos preguntemos qué dice la “Palabra de Dios” sobre Tal o Cual tema, pero dejando claras las mediaciones y no leer “a la letra” cada párrafo o cada texto. Cuando hoy ponemos la mirada en los tres términos del título, es indispensable tener muy presente que no significan lo mismo ayer que hoy.

No es el caso presentar un análisis detallado, pero someramente señalemos:

La Memoria en Israel es constitutiva. El imperativo “¡recuerda!” es frecuente en el Deuteronomio (7x); se trata de mirar “delante” el pasado para reconocer el camino; no repetir los errores y acertar la dirección. Es un criterio normativo que se dirige del ayer a la vida presente.

La Verdad es la fidelidad a la palabra (por ejemplo, de Dios). Cuando, por caso, se dice que “Dios es veraz” se afirma que no se niega a sí mismo; por eso se asemeja a “lealtad”, y es sinónimo de “fidelidad”, por eso también se “camina en la verdad” (o en la mentira).

La Justicia es fidelidad al proyecto de Dios. Un sujeto “justo” es uno que camina los caminos de Dios, que lo obedece. Ciertamente esto incluye la justicia humana, puesto que Dios pretende que las personas vivan como hermanos, y no haya violencias, opresiones o faltas en la relación…

Por tanto, si hoy queremos mirar la Biblia para iluminar estos caminos hoy difíciles por el odio y la negación, no está de mas recordar que mirar el pasado es fundamental para no repetir los errores (y horrores) que marcaron nuestra historia. Es obvio que los artífices de las violencias de ayer se beneficiarían (y benefician) de las desmemorias de hoy para aprovecharse, como ayer se aprovecharon. Tener delante de nuestros ojos ese pasado nos permitirá ponernos en camino.

Además, es fundamental, en ese camino, ser fieles a un proyecto que como pueblo nos constituye, la lealtad a la historia y a nuestra identidad es y debe ser constitutiva, ciertamente en contraposición a proyectos ajenos a toda vida de hermanos y hermanas, de solidaridad, de caminar como pueblo…

Y todo esto como una respuesta existencial a un Dios que se nos muestra en el amor y que, a su vez, quiere ser reconocido en el amor mutuo de hermanas y hermanos. Ese camino fiel al proyecto de Dios, que Jesús llamó “reino de Dios” y que se debe buscar con toda la vida.

Así, teniendo el pasado por delante [memoria], buscando ser fieles a nuestro proyecto como pueblo [verdad] y siendo fieles al proyecto de Dios para nosotros [justicia], podemos encontrar caminos siempre nuevos y siempre fieles. Porque de “camino” y “caminar” y “caminante” se trata… Ciertamente todo esto se corroe desde la base (como los pies de barro de la imagen bíblica) cuando faltan estos tres.

Es evidente que hoy, entre nosotros, estos términos tienen otros significados (no opuestos, no contradictorios) que no podemos dejar de tener en cuenta, porque es hoy que vivimos, caminamos y queremos “vivir bien”; pero mirar para otro tiempo y otra cultura también puede enriquecerlos. De eso se trata. Memoria, verdad y justicia de ayer… y de ayer para hoy.