martes, 18 de noviembre de 2025

Domingo 34C

Un señor que reina en la misericordia

DOMINGO TRIGESIMOCUARTO - "C"
SOLEMNIDAD DE CRISTO, REY

Eduardo de la Serna


Lectura del segundo libro de Samuel     5, 1-3

Resumen: David –que ya era rey del sur, es elegido ahora rey del norte con lo que se unifica la región. Pero esto no nace de la ambición de un hombre, sino de la decisión de los “ancianos” y la voluntad de Dios. David pasará a ser entonces el rey modelo, y más tarde el “padre” del futuro Mesías.

Por más que en cierto modo el libro de Samuel (y los que conforman toda la “gran historia deuteronomista”) son libros “históricos”, no es menos importante notar que no es el o los acontecimientos históricos lo que nos interesa comentar. La historia –por más “maestra de vida” que sea, al decir de Cicerón- no es “palabra de Dios” (no en el sentido bíblico). Es decir: no nos interesa en este momento –aunque ciertamente es un tema muy importante, pero también sumamente debatido por los historiadores y arqueólogos contemporáneos de las diversas escuelas- el “David de la historia”, sino lo que, partiendo de los hechos históricos, un (o unos) autor le dice a la élite de su pueblo cuando está por regresar del exilio en Babilonia. Podríamos resumirlo –un poco simplistamente- de este modo: hemos caído muy bajo por culpa de la idolatría (comenzada por Salomón), distinto hubiera sido si hubiéramos seguido fieles como David. Ahora que vamos a empezar de nuevo, ¿qué vamos a hacer? Es por esto que muchos personajes, incluso los mismos David y Salomón son exagerados (aunque sin disimular virtudes y defectos) a fin de presentarlos como modelo y anti-modelo del proyecto a comenzar. David es el rey ideal, “hacer en todo como David” es lo correcto, lo que se pretende, y si lo hubiéramos hecho no habríamos perdido la tierra prometida, no se habría destruido el Templo, etc.

En el texto de la lectura forma parte del largo acceso de David a ser rey de todo Israel, sur y norte. La muerte de Saúl desencadenó la sucesión, y el hijo de éste, Isbaal (literalmente varón de Baal, lo cual será cuestionado más tarde cambiándole el nombre por Isboset, varón de la vergüenza), es nombrado rey en Israel, el norte. El sur, en cambio, elige por rey a David (2,1-4a). Una serie de conflictos y política interna, con varios asesinatos incluidos, finaliza con el crimen de Isbaal y la decisión del norte de nombrar, también a David, rey de su territorio (unos siete años y medio después de ser nombrado en el sur, según el texto, cf. 2,11; 5,5). Sin duda este nuevo nombramiento real hace que ahora todo “Israel”, sur y norte quede unificado y el territorio sea importante (desde Dan hasta Berseba, cf. 3,10). Pero todo esto no nace de la ambición de un hombre sino de una firme decisión de Dios que lo ha escogido (5,2; cf. 3,10). Nunca Israel tuvo un territorio tan extenso –siempre siguiendo los textos bíblicos- y esto se debió a que Dios estaba con David y éste le fue fiel. Salomón, en cambio, empezó a entregar y perder tierras (ver 1 Re 9,10-14). 

Para consolidar el reino, y promover la unidad entre las dos regiones, a continuación (5,6-12) David tomará la ciudad de Jerusalén (a medio camino entre ambas partes, norte y sur) a fin de establecer allí la "ciudad del rey”, y –luego- el Templo, que él no hará sino su hijo. Lo importante es que los ancianos en representación del norte, y David en representación del sur hacen ahora una alianza, y la hacen ante Yahvé. El pueblo está unido y Dios es testigo.

Sin dudas la imagen de David rey, de quién el Mesías sería heredero, según algunas corrientes,  es tenido en cuenta por la liturgia para poner el texto en la fiesta de “Cristo Rey”.



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Colosas     1, 12-20
 
Resumen: dado que algunos en Colosas han interpretado la persona de Cristo como uno de los ángeles, el autor de la carta intenta destacar –y el himno introductorio lo presenta claramente- la primacía fundamental de Cristo ya desde la creación, y luego en el acontecimiento reconciliador de la creación entera.

Para comenzar con esta carta que se leerá durante algunas semanas, destaquemos algunos breves elementos introductorios que conviene tener presentes.  Es muy probable que esta obra no sea compuesta por Pablo sino por un discípulo, transcurrido bastante tiempo y –probablemente- habiendo ya desaparecido el Apóstol. Hay muchos indicios que nos invitan a esta conclusión, como temáticas que indican el paso del tiempo, y respuestas que también parecen propias de nuevas realidades y una mayor “organización” eclesial. 

El texto que se propone en la liturgia es un gran himno introductorio, donde encontramos presentados algunos elementos que se desarrollarán más extensamente –o más claramente- en el cuerpo de la carta. 

Algunos autores proponen que el himno comienza en realidad en v.12, pero es posible que vv.12-14 sean una suerte de conclusión de lo anterior e introducción al himno, es decir, un pasaje de transición con elementos comunes a la acción de gracias y oración inaugural (1,3-11) y también al himno (1,15-20). 

Tenemos un texto primitivo, quizás no paulino, de origen litúrgico, con interesantes reminiscencias a los textos sapienciales bíblicos y para-bíblicos (Qumrán incluido), incorporado por el autor para ilustrar lo que desarrollará a continuación. Es interesante ver cómo está estructurado el himno para ver cómo despliega su pensamiento el autor:

1.- Él es… (hos estin) […] Primogénito (prôtotokos) v.15

2.- pues en él (hoti en auto) todas las cosas (ta panta) en cielos y tierra v.16

3.- todo por él y para él (panta di autou kai eis auton) v.16

1.- Él es… (hos estin) […] Primogénito (prôtotokos) v.18

2.- pues en él (hoti en auto) toda la plenitud (pan ta plêrôma) v.19

           3.- por él… y todo para él (kai di autou… ta panta eis auton) en la tierra y los                              cielos v.20

Esto nos muestra dos estrofas construidas de modo semejante, la primera poniendo el centro en la creación (v.15.16 formando inclusión) y la segunda en la reconciliación (v.20; también presentada como pacificación). 

El tema de la primera estrofa es el papel de Cristo en la creación. Puesto que pretende destacar la preexistencia y su relación con la creación, el autor recurre a imágenes propias de la literatura sapiencial: Pr 3,19; 8,22-31; cf. Sab 7,22; 9,2-4. 

Pablo hablaba de los seres humanos como “imagen” de Dios (cf. Rm 8,29; 1 Cor 11,7; 15,49; 2 Cor 3,18) pero también lo dice de Cristo (2 Cor 4,4); es imagen (eikôn, de donde viene nuestro término “ícono”). El término remite frecuentemente a los ídolos (cf. Mc 12,16p; Rm 1,23) pero en la carta lo volvemos a encontrar en referencia a Cristo (el Hombre Nuevo) “imagen” del Creador (3,10).

Los “Tronos, dominaciones, Principados y Potestades” forman parte del “todo creado en cielos y tierra”. No es evidente a qué se refiere ya que en 2 Pe 2,10; Jds 8 se refiere a personajes terrenos. 

  • El trono (thrónos) es con frecuencia un asiento (cf. Mt 5,34; 19,28…) y jamás se encuentra en Pablo ni en sus discípulos fuera de aquí. 
  • El señorío (kyriótês) fuera de este texto y en 2 Pe y Jds lo volvemos a encontrar en Ef 1,21, un texto que parece influido por Colosenses. 
  • Los “principados” (arjê, por tanto también principio,comienzo) los encontramos en Rom 8,38 que parece contrapuesto (por el contexto) a ángeles, en 1 Cor 15,24 junto con “poder y dominación”, son destruidos por Jesús que está por encima de ellos (Ef 1,21) al final de la historia; se manifiesta a ellos y potestades en la Iglesia (Ef 3,10) que son “fuerzas del mal” (Ef 6,12). Jesús es el “principio” (Col 1,18), la “cabeza” de todo “principado y potestad” (2,10) y despojados por Cristo (2,15). 
  • Las potestades (exousía, por tanto también poder, derecho, libertad) en Rom 13,1.3 se refiere a las autoridades romanas, como se dijo, son adversarios de Cristo (1 Cor 15,24; en Ef 2,2 tienen que ver con el “príncipe” (arjontes) del poder y espíritu que actúa en los rebeldes; 3,10; 6,12; en Col 1,13 es “poder de las tinieblas”; cf. 2,10.15). 

Como se ve, en general se refiere a fuerzas supra-humanas, con frecuencia ángeles que obran el mal. En este caso, luego de haber señalado que todas las cosas fueron creadas “en él”, señala un par de merismos (construcción retórica que expresa la totalidad señalando extremos opuestos: cielo-tierra; visible-invisible) y concluye señalando la creación de estas fuerzas a las que la “herejía colosense”, contra la que el autor reacciona, parecen fuerzas rivales de Cristo, o “complementarias”.

Una nota sobre la “herejía de Colosas”: La angelología fue muy desarrollada en el judaísmo tardío; incluso empieza a proliferar una suerte de culto a los ángeles que será combatido en el N.T. (cf. Col 2,18; Heb 1,5.13). Pareciera que algunos en Colosas, ante la importancia dada a Cristo por los cristianos lo han puesto como “un gran ángel” o algo semejante. De allí la insistencia del autor en relacionarlo con la Creación, y como que “todo” fue creado “en él, por él y para él”, es “el primero en todo”, y “en él reside la plenitud de Dios corporalmente” (2,9; cf. 1,19) e incluso los “derrota”.

Como dijimos, la referencia a antes que todo, alude a los textos sapienciales de la sabiduría. El himno presenta a Cristo como preexistente, otro reflejo de la especulación sapiencial del judaísmo helenístico.

En la segunda estrofa, se destaca que Cristo es “la cabeza del cuerpo, la Iglesia (v.18; cf. 2,19). Muchos autores suponen que «la Iglesia» altera la idea de Cristo como cabeza del cuerpo cósmico, y que sería un añadido a un texto primitivo. Pero el tema “cabeza del cuerpo, la Iglesia” es un tema importante en Col (1,24.27; 2,17.19; 3,15 y en Ef 1,23; 4,15- 16; 5,23). En los escritos auténticos de Pablo la imagen del cuerpo es usada como metáfora de la Iglesia (1 Cor 6,15; 10,16-17; 12,12-27; Rom 12,4-5); en este caso no se trata de una “imagen como un cuerpo” sino del mismo cuerpo de Cristo (tampoco de un “cuerpo místico”, por cierto) lo cual significa un avance con respecto a Pablo.

Una nota sobre la escatología de Col (y Ef): como se sabe, Pablo espera para un tiempo relativamente cercano la venida de Jesús (cf. 1 Tes 4,15-17; 1 Cor 15,51-52). Sin duda que Pablo fue evolucionando en este sentido, especialmente cuando empieza a ver la muerte suya cercana como algo posible. Pero no parece –en este caso- que Pablo piense que Jesús demorará su venida sino que él adelantará su partida. Con el paso del tiempo, la demora de esta venida de Jesús fue un tema interesante para los cristianos. ¿Por qué se demora? Mientras algunos autores (emblemáticamente 2 Pe 3,3-10) destacan que se demora expresamente a fin de dar la ocasión de la conversión; otros (y Colosenses es un ejemplo de ello; también Efesios o el evangelio de Juan) señalan que nosotros en cierta manera ya entramos en este ámbito escatológico. Eso se verá claramente en Ef 2,6 donde “nosotros” ya estamos resucitados, sentados en los cielos “en Cristo”. En este sentido, la imagen de la cabeza y el cuerpo sirve en cierta manera para remarcar esta tensión entre lo que se ha llamado frecuentemente el “ya, pero todavía no”.

Señalar que Jesús es el principio parece ser un juego de palabras entre arjê, principio, referido a la preexistencia y al rol de Cristo en la creación, y arjê, «principado» que hemos señalado. Es paulina también la idea de Jesús como el primogénito de entre los muertos (cf. Rom 8,29; 1 Cor 15,20) en obvia referencia a la resurrección de Jesús y su estrecha relación con la de la humanidad.

Al señalar que en él reside la plenitud parece una versión abreviada de lo que dirá en 2,9: “en él reside la plenitud de la divinidad corporalmente”. Los que piensan en un himno primitivo no paulino, lo relacionan con la plenitud de poder en la creación. 

Pero el objetivo es la “reconciliación” (apokatallasô, término que sólo se encuentra en Colosenses 1,20.22 y Efesios 2,16; Pablo utiliza simplemente katallassô, cf. Rom 5,10; 2 Cor 5,18.19.20; cf. 1 Cor 7,11) que es sinónimo de “pacificar” (única vez en el NT; y sólo una vez en el AT griego, Pr 10,10). Lo que se reconcilia es “todo”, lo que se pacifica (por la sangre de su cruz) es también “todo” expresado en el merismo “tierra y cielos” (v.20).


+ Evangelio según san Lucas    23, 35-43


Resumen: Jesús en la cruz recibe las burlas de los que están cerca. Pero no todo es negativo en ese ambiente de sufrimiento. El pueblo simplemente mira, y más tarde, se manifestará arrepentido; y uno de los malhechores reconoce la inocencia de Jesús y le pide que lo “recuerde”, a lo que Jesús le otorga la “salvación” que las burlas reclamaban.

Siguiendo a Marcos, Lucas presenta las burlas de tres grupos a Jesús (es sabida la predilección de Marcos por el “tres”): en Marcos eran los que pasaban (15,29-30), los sumos sacerdotes y escribas (vv.31-32a) y finalmente “también lo injuriaban los que estaban con él crucificados” (v.32b). Lucas, en cambio, modifica un poco su fuente y añade un episodio que le es propio, el del llamado “buen ladrón”. Para empezar, los primeros que se burlan son los “magistrados” (23,35b), luego serán los soldados (vv.36-37). El pueblo, en cambio estaba mirando (v.35a) y se retira golpeándose el pecho en señal de arrepentimiento (v.48). La burla de los crucificados es reemplazada por la burla de sólo uno de ellos y el reconocimiento de la justicia de la pena propia y la inocencia de Jesús por parte del otro. No es improbable que haya una cierta conexión con las tres tentaciones al comienzo del ministerio de Jesús en el desierto. 

El primer contraste con Marcos viene dado por la actitud del “pueblo” (láos) que estaba “mirando” (theôrôn), no “burlándose”. Esta actitud es neutra, pero –como se dijo- enseguida hablará de “espectáculo” (v.48) y el consiguiente arrepentimiento. Es notable la diferencia entre el pueblo y sus dirigentes (arjontes). Como antes los fariseos (16,14), estos ridiculizan a Jesús.

En el comienzo del ministerio de Jesús le dicen “Médico, cúrate a ti mismo” (4,23), la actitud no ha cambiado. Es verdad que “ha salvado a otros” (7,50; 8,48; 17,19; 18,42) e incluso es reconocido como “Salvador” (2,11; Hch 5,31; 13,23). Pero sabemos que hay una estrecha relación entre la salvación y la fe (“tu fe te ha salvado”) mientras que la burla pretende un auto-beneficio. Como la “confesión de Pedro” que afirmaba que Jesús es el “Mesías de Dios” (9,20), lo repiten los magistrados, y añaden “el elegido” algo que es afirmado en la Transfiguración (9,35). Las tres burlas en Lucas ponen el acento en la salvación que Jesús debería - dicen - procurarse a sí mismo (vv. 35.37.39). 

Lucas, que había omitido las burlas crueles de los soldados en las torturas en el pretorio (ver 22,63-65, donde dice “los varones”) añade aquí una burla de los soldados. La oferta de vinagre (ver Sal 69,22) siendo una alusión menos evidente que en Mc 15,35-36 quizás refuerce la burla puesto que Jesús había dicho que ya no beberá “del producto de la vid” hasta llegado el reino (22,18). La burla explícita, no sólo retoma el reclamo de auto-salvación, sino que toma también el dicho de la “inscripción” (epigrafê) sobre la cruz: “el rey de los judíos” el cual se mencionará inmediatamente. Este “cartel” es algo habitual en los castigos romanos. Cuando el historiador romano Suetonio cuenta las perversiones de Calígula, por ejemplo dice:

“Durante una comida pública en Roma, habiendo arrancado de un lecho un esclavo una hoja de plata, mandó en el acto al verdugo que le cortase las manos, se las colgase al cuello y lo pasease así por todas las mesas con un cartel que dijese la causa del castigo”. (Suetonio, Vida de Calígula 32,2)
Los cuatro evangelios coinciden en el título en el epígrafe con ligerísimos matices. Es razonable la pregunta de por qué Pilato (si fue él) pone la referencia a Jesús, “rey de los judíos” si es que lo ha considerado inocente (notar que a la pregunta que le formula acerca de si lo es realmente, Jesús afirma que sí, y entonces Pilato dice que no encuentra “ningún delito en este hombre”, 23,3-4.14-15.22). ¿Le coloca un cartel indicando que es ejecutado sin delito alguno? ¿Se trata de una burla? ¿O quizás un llamado de atención a cualquiera que intentara algo semejante afirmando que cualquiera que intente mostrarse como “rey” le espera una condena del estilo? 

Uno de los malhechores lo insultaba (eblasfêmei), y a la común referencia a la auto-salvación añade lógicamente la propia. Irónicamente, uno de los “malhechores” sí será salvado, pero no descendiendo de la cruz, sino permaneciendo en ella e invocando la memoria salvadora de Jesús.

La presencia del pueblo solamente mirando (es decir, no burlándose) y la del “buen ladrón” ha permitido a Lucas mostrar que no todo lo ocurrido en el calvario es negativo. La insistencia en el tema del perdón a lo largo de todo el Evangelio llega aquí a su máxima expresión. No solamente hay una cadena de personas que reconocen la inocencia de Jesús, comenzando por Pilato, siguiendo por Herodes, ahora el malhechor y concluyendo con el centurión que lo reconoce “justo”. Pero además, en la larga escena de la Pasión encontramos diferentes momentos de curación y perdón, desde la oreja del servidor del Sumo Sacerdote, hasta el perdón “porque no saben lo que hacen” de aquellos que lo crucifican.  

La respuesta del otro –la gran novedad de Lucas en la escena de las burlas al crucificado- alude al “temor de Dios” que es una actitud religiosa de respeto reverencial. Expresamente señala la inocencia de Jesús (la cuarta vez que se hace en la unidad, cf. las referencias a la inocencia en boca de Pilato recién señaladas). Expresamente afirma que Jesús “no ha hecho nada fuera de lugar” (átopon). La condena “justa” (v.41) de los dos malhechores, y la misma condena (krima) del inocente Jesús se presentan en claro contraste. Justicia que vuelve a ser reforzada cuando el centurión lo reconoce como un “justo” (v.47). 

Recordar” no se trata de un acto mecánico de la memoria, sino de “hacer presente”, “traer a la memoria” (cf. Gen 9,15; 19,29; Ex 2,24; 6,5; Neh 9,17; 2 Sam 18,18; Ez 21,28; 29,16; 33,13; Tob 1,12; 2,2). No hay unanimidad en los manuscritos sobre el dicho del “buen ladrón”: Para simplificarlo puede entenderse como “cuando llegues a (eis) tu reino” o “cuando llegues con (èn) tu reino”; en el primero se trata de la entronización de Jesús como Mesías, en el segundo de la venida de Jesús con poder de rey (se puede decir que el primero se trata del reino, el segundo del reinado). De todos modos, la idea de “llegar al reino” es una buena traducción de ambas variantes, teniendo en cuenta el griego popular de la época. La historia de José y los dos malhechores encarcelados con él en Egipto parece influir en esta escena: “a ver si te acuerdas de mi cuando te vaya bien” (Gen 40,14), paralelo que se refuerza más aun viendo cómo lo relee Flavio Josefo: por ejemplo, el servidor que será “colgado” (40,19) para Josefo será “crucificado” (anastauroô).

Son pocas las veces en las que alguien se dirige a Jesús llamándolo por su nombre: 4,34; 8,28; 17,13; 18,38; cf. Mc 1,24; 5,7; 10,47, se trata de personas que precisan “salvación” (es bueno recordar que “Jesús”, abreviatura de Yehoshua, significa “Yahvé salva”). 

Hoy” es sumamente frecuente en Lucas (como se ha visto en varias ocasiones): 2,11; 4,21; 5,26; 13,32.33; 19,5.9; 22,34.61, es el momento preciso de la salvación, de la intervención de Dios. ¿Qué significa “paraíso”? En el NT sólo lo volvemos a encontrar en 2 Cor 12,4 y en Ap 2,7. Ap 2,7 alude expresamente a que allí se encuentra “el árbol de la vida” (cf. Gen 2,9); el texto de 2 Cor parece aludir al “séptimo cielo”. La mayor parte de las veces que el término se encuentra en el AT griego la referencia es también al jardín que Dios preparó a la primera pareja (Gen 2,8). Es habitual en la mentalidad escatológica judía que los tiempos ideales futuros se piensen semejantes a como fueron los tiempos ideales de los orígenes; de allí que un/el paraíso es visto como tiempo ideal: 

Cuando haya consolado Yahveh a Sión, haya consolado todas sus ruinas y haya trocado el desierto en Edén y la estepa en Paraíso de Yahveh, regocijo y alegría se encontrarán en ella, alabanza y son de canciones”. (Is 51,3)

Así se pueden ver también en varios textos apócrifos:

  • Fiel es el Señor con los que le aman de verdad, con los que aceptan su corrección, con los que caminan cumpliendo sus mandatos en la Ley con que ha ordenado nuestra vida. Los santos del Señor vivirán por ella para siempre, el paraíso del Señor y el árbol de la vida son sus santos…” (Salmos de Salomón 14,1-3)
  • En ese día serán asignados los dos monstruos, el femenino llamado Leviatán, para morar en el abismo del mar sobre las fuentes de las aguas, y el masculino denominado Behemot, que ocupará con su pecho el desierto inmenso llamado Dendayn, al oriente del Paraíso donde moran los escogidos y justos, donde fue recibido mi antepasado, el séptimo varón desde Adán…” (1 Henoc 60,7-8)
  • Él (el mesías sacerdotal) abrirá ciertamente las puertas del paraíso y apartará de Adán la espada amenazante. A los santos dará a comer el árbol de la vida, y el espíritu de la santificación estará sobre ellos. Él atará a Belial y dará poder a sus hijos para pisotear los malos espíritus. El Señor se regocijará en sus hijos y pondrá sus complacencias en sus amados para siempre…” (Testamento de Leví 18,10-14; aunque esta obra es vista por muchos autores como un escrito de gran influencia cristiana o con añadidos cristianos). 

El “buen ladrón” ha recibido el solemne “amén” de Jesús asegurándole su participación (“salvación”) en el hoy escatológico y presente a la vez, así participará del reino al que Jesús se encamina. Así como a los que han “perseverado en las pruebas” les dispone “un reino” (22,29-30). Entrar en la gloria (Lc 24,26), y entrar en el reino, ¿son semejantes? (cf. Dt 7,13-14) ¿Hay alusión a la venida de Jesús (= parusía) como a la que se alude al decir “venga tu reino” (11,2)? Sin dudas los lectores de Lucas saben que en el “hoy” de la cruz, Jesús “entró” en su reino y arrastró consigo al ladrón que sabe reconocerlo.


Video con comentario al Evangelio en
https://youtu.be/8effjigmRCA
o también ver en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/11/video-con-comentario-al-evangelio-del_17.html

Cuadro tomado de www.enbetel.org

domingo, 16 de noviembre de 2025

La importancia y el peligro de la esperanza

La importancia y el peligro de la esperanza

Eduardo de la Serna



Es sabido que en el corazón de la vida cristiana hay tres virtudes “teológicas” que son fundamentales y “sin las cuales no” hay sencillamente cristianismo: la fe, la esperanza y el amor (o caridad). Es evidente que esas virtudes también las aplicamos a las personas a las que podemos creerles, en quienes podemos esperar y a quienes y con quienes es bueno vivir el amor. Por eso es importante señalar que estas son “teológicas”, es decir, remiten a Dios. Se trata de creerle a Dios, de esperar en Dios y amar y ser amados por Dios.

Habiendo aclarado esto, quiero decir algo de la esperanza, porque, aunque es vital y fundamental, puede transformarse, por una mirada miope, en algo negativo si no opio del pueblo. Esperar no es estar sentado aguardando que algo ocurra o parado mirando la llegada de un momento o persona. Si así fuera, sería tan funcional a los poderosos que sería, preocupante y detestable. La esperanza cristiana es activa y militante, es tensión vital. Cuando esperamos la venida de un amigo a casa, no se trata de estar mirando el reloj, sino de preparar la casa, limpiar, poner la mesa, hacer la comida… es “esperar la fiesta del encuentro”. La esperanza cristiana es dinámica, es confianza.

Si la esperanza fuera hacer una lista de dramas y calamidades y cantar que “Dios te ama” (dilexi te) esperando que venga desde el cielo una suerte de respuesta mágica a los problemas, respuesta que ¡no vendrá!, probablemente estemos en el terreno de la idolatría. Porque la esperanza se nutre de la fe, es decir, ¿cómo es el Dios en el que creemos (y en el que no creemos)? Es importante conocer lo más acabadamente posible las angustias y las tristezas, pero conocerlas implica mirar sus causas (causas que, generalmente tienen nombre y apellido… tantas veces prudente o diplomáticamente silenciado) para ser “honrados con lo real”, pero, precisamente por esperanza confiada, dinámica y militante, es ir removiendo esas causas. Y saber dónde está Dios en esa dinámica.

Lamentablemente en nuestro tiempo, lo que mueve son los sentimientos (fácilmente manipulables, por cierto) y no las razones. Por eso el individualismo y el espiritualismo son vitales y sustanciales. No importan las razones que se den para alentar la esperanza, o para encontrar reales y no ilusorias buenas noticias que comunicar, importa lo que se siente, se celebra, se canta, se baila. Que no se entienda que pretendo anular u obturar los sentimientos; somos humanos… pero, precisamente por eso, pretendo que las razones sean cuestionadas con otras razones, o más razonables, o, al menos, sencillamente otras razones, y no por sentimientos (o sentimentalismos). No es cantando vivas o aleluyas que se fortalece la esperanza. Es mirar toda la crueldad campante, es analizar las razones y las fortalezas y debilidades, y proponer pasos concretos sabiendo que en ellos Dios no está ajeno ni ausente. Y esos pasos concretos, con Dios y en favor de las víctimas de las calamidades señaladas, esos pasos se llaman “amor”. De eso se trata la esperanza.


Imagen tomada de https://tn.com.ar/cocina/recetas/2024/10/08/del-celular-a-la-parrilla-los-10-consejos-de-la-inteligencia-artificial-para-hacer-el-mejor-asado/

jueves, 13 de noviembre de 2025

Onán, el egoísta

Onán, el egoísta

Eduardo de la Serna



En la Biblia, la descendencia es un tema muy importante. Por un lado, que es muy significativo, tener hijos es indicio de que Dios bendice a un matrimonio. Una pareja que no puede tener hijos es vista como una que es rechazada por Dios, como que Dios no los acompaña (y, frecuentemente, tratando de averiguar o inventar, las causas o razones por las que Dios no lo hace): se habla de maldecidos, de ignominia, o de humillación (ver Lc 1,25). Señalemos, y no es un tema menor, que habitualmente la “culpable” es siempre la mujer. Ella es la que es tenida por estéril y de la que se afirma que Dios no la ha bendecido. Tenemos muchísimos casos de la imagen de la "mujer estéril" a lo largo de la Biblia. Pero, fuera de este tema, lo que nos interesa aquí señalar es que los judíos procuran insistentemente cuidar la descendencia. Además de lo dicho, el tema que lo acompaña es la herencia: la propiedad, la tierra, las riquezas. Si uno muriera sin dejar descendencia, la herencia se dispersa y, por ejemplo, la tierra, don de Dios, que debería ser concentrada en un descendiente, se fragmenta de un modo incontrolable; muchos pasarín a ser los propietarios.

Para evitar esto, por ejemplo, al morir el padre, el mayor de los hijos varones hereda “doble parte” de la propiedad de su padre (Dt 21,17; ver 2 Re 2,9). El resto se reparte entre los restantes varones si los hubiera (las mujeres solamente heredan, normalmente, si no hubiera hijos varones). El objetivo, lo repetimos, es la concentración de la propiedad y evitar la dispersión. Ahora, ¿qué ocurre si uno muere sin dejar descendencia? En ese caso, la viuda debe relacionarse con un hermano del muerto a fin de engendrar un hijo, el cual sería, legalmente, hijo del difunto, con lo cual a él le pertenecen las propiedades, la tierra, ganado, etc. del muerto. A esto se lo conoce como “ley del levirato” (Dt 25,5-10; y es a esto que en cierta ocasión aluden los saduceos para ponerle una trampa a Jesús con un planteo absurdo; Mc 12,18-23).

Ahora bien, Judá, el patriarca, el hijo de Jacob, tiene un hijo primogénito llamado Er, el cual murió joven sin dejar descendencia con su esposa Tamar (Gen 38,6). Judá, entonces, para que Er no quede sin hijos y que la propiedad no se disperse, le encarga a su segundo hijo, Onán, que engendre un hijo con su cuñada Tamar a fin de darle así “descendencia a su hermano” (38,8). Pero Onán tenía claro que, en caso de engendrar un hijo con Tamar, este no sería suyo y ya no sería él el “nuevo primogénito” perdiendo así la herencia, y – entonces – al tener relaciones sexuales con Tamar “derramaba a tierra evitando de ese modo dar descendencia a su hermano” (38,9).

No es este el único caso en la Biblia en el que, por cuidar o para pretender no perjudicar la propiedad, alguien evita cumplir con la ley de levirato (ver Rut 4,6) pero esto es algo muy mal visto por la Biblia, y – por eso – por su egoísmo en relación a su hermano muerto, Onán también muere. En la legislación, si uno no aceptara cumplir con la ley de levirato y lo reconoce públicamente ante los ancianos de la ciudad, la situación es tan humillante que se le escupirá en la cara al infractor, por “no edificar la casa de su hermano” (Dt 25,9). La historia particular de Tamar después de esta tragedia ya la hemos comentado en otra oportunidad.

En ocasiones, la historia de Onán se ha interpretado en clave sexual ("onanismo"), pero, como puede verse, no es este el caso. El tema no es la anticoncepción ni la búsqueda del propio placer, sino el egoísmo en el que Onán se mira a sí mismo y no mira a su hermano; no “edifica la casa” del difunto. El pecado de Onán no es sexual, sino que es no cuidar atentamente la herencia, la tierra, la descendencia que Dios ha prometido a su pueblo y de la cual también Judá debiera ser responsable. Judá y también su hijo. No son pocas las veces que el amor a los propios bienes, al dinero, a la herencia es puesto por encima de la voluntad de Dios (“no se puede amar a Dios y al dinero”, dijo Jesús, Lc 16,13); los que lo hacen rechazan a Dios y su proyecto. Como Onán.


https://es.wikipedia.org/wiki/Onán

martes, 11 de noviembre de 2025

Domingo 33C

El profeta Jesús anuncia a los suyos una suerte semejante en la que darán testimonio.

DOMINGO TRIGESIMOTERCERO - "C"


Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Malaquías     3, 19-20a

Resumen: ante la despreocupación de muchos por la intervención de Dios en la historia, Malaquías anuncia que “el día” de Yahvé será indudable, Y el contraste entre lo que les espera a los arrogantes y lo que espera a los justos resulta evidente a la luz del sol.


El final de Malaquías enfrenta a algunos que parecen guiarse por una suerte de “ateísmo práctico”. Ellos afirman que Dios no se entera de lo que hacemos o dejamos de hacer, es indiferente a nuestro obrar, tanto que “los arrogantes” son proclamados “felices” (v.15). Es entonces que Malaquías anuncia que pronto llegará “el Día” en el que Yahvé venga a los suyos.  Este día es el tema central de todo el cap.3 introducido y concluido por un personaje como Elías que dará la última oportunidad para hacer la voluntad de Dios (3,1.23-24). 

El texto de la liturgia es el final de este anuncio del “día” de Yahvé, día presentado como “abrasador como un horno”, y destaca los dos grupos en cuestión y su consecuencia: los que no escuchan la voluntad de Dios y, por el otro lado, los que “temen mi nombre”. Las consecuencias de su conducta contrapuesta serán también opuestas:

A)    Los arrogantes, cometen impiedad se consumirán (en el horno) como paja

B)   Los que temen el Nombre, brillará el sol de justicia, salud en sus rayos. 

La imagen del fuego es habitual para los malvados (Sof 1,8; Abd 18) pero aquí se trata de un horno (cf. Sal 21,10). En cambio el Sal 84,12; 103,3 presenta a Yahve como sol para los virtuosos. La imagen de los rayos sanadores es habitual en el mundo medio oriental; en Egipto, por ejemplo y en Asiria y Babilonia. Sin embargo los opuestos no son “lineales”: los arrogantes y malvados se contrastan con los que “temen (= respetan) mi nombre” es decir, supone una relación personal. Por otro lado, la maldad es de los humanos, mientras que la justicia es del sol. En el primer día ya no queda nada, todo es consumido; el nuevo día, el sol es un amanecer festivo (“saldrán brincando…”).


Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Tesalónica     3, 6-12

Resumen: En la comunidad de Tesalónica hay quienes viven de un modo claramente opuesto al ejemplo dado por Pablo cuando estuvo entre ellos. Mientras Pablo trabajó con sus manos para dar ejemplo, algunos no solamente no trabajan sino que “se entrometen en todo”. De allí que “Pablo” reitere el mandato de que deben trabajar pacíficamente para ganarse el pan.



Con mucha influencia de 1 Tesalonicenses (v.7 y 1 Tes 2,1; v.10 y 1 Tes 3,4; v.8 y 1 Tes 2,9), pero también elementos que le son propios, el autor de 2 Tesalonicenses- un discípulo de Pablo - comienza su despedida. 

Con un “hermanos” comienza la unidad; en v.13 volvemos a encontrar “hermanos” lo que es indicio de un nuevo comienzo, por lo que la unidad literaria puede encontrarse en 3,6-12. Esta unidad está estructurada en torno a tres temas diferentes. Se comienza con un mandato (paraggelô) en el nombre del Señor Jesucristo (v.6) y finaliza del mismo modo: “mandamos (paraggelô) y exhortamos en el Señor Jesucristo” (v.12).

 Es interesante notar cómo está armada esta unidad:

“Hermanos:
[A] Les mandamos en … Señor Jesús Cristo (v.6)
[B] Desordenada conducta (v.6)

[c] Imitarnos (v.7)
comer el pan…  trabajo (v.8)
[c’] Imitar (v.9)
Mandábamos (v.10)
[d] Trabajar … comer (v.10)
[B’] Conducta desordenada (v.11)
[A’] Mandamos … en Señor Jesús Cristo (v.12)
[d’] Trabajar … comer (v.12)

La unidad literaria, entonces, se muestra integrada, y tiene dos partes claras, la primera en la que “Pablo” invita a imitar su ejemplo de trabajar, la segunda en la que critica a quienes viven sin seguir su testimonio de trabajo.

Esta unidad es presentada como una “tradición” que “recibieron”. Ambos verbos (parádosis – parélabon) son tradicionales en referencia a la catequesis; sin embargo en esta carta aluden a una suerte de “ejemplo” que Pablo les ha dado (2,15; cf. 1 Cor 15,1.3). En este caso no se refiere a un aspecto teórico sino a que Pablo trabajó con sus manos en la comunidad para “no ser una carga”, y esto “para darles un ejemplo” (ver 1 Tes 2,9); la enseñanza es práctica, no teórica. En ese contexto Pablo había dicho “el que no quiere trabajar, que no coma” (v.10). Esto está dicho puesto que algunos en la comunidad llevan una conducta desordenada, que –en este caso concreto- es no trabajar nada y meterse en todo. En griego es un juego de palabras imposible de traducir al castellano: “mêdèn ergazoménous allà periergazoménous”. El encargo de “Pablo” es que trabajen tranquilamente. 

Siendo el contexto de la carta la expectativa inminente que algunos tienen en la venida de Jesús, es probable que estos tuvieran la actitud de no trabajar ya que el fin está cercano, de allí que “se metan en todo”; y de allí la insistencia en que si no trabajan, pues entonces que no coman. A esto califica de conducta (camino, peripatôn) desordenada (atáktos, 1 Tes 5,14 donde puede traducirse por indisciplinados). 

Una nota sobre el trabajo: es sabido que en ambiente greco-romano el trabajo no es visto como una virtud. En realidad, las élites se dedican al “ocio” mientras que los que trabajan son sus esclavos y los contratados. En ese sentido, el mundo judío es bien distinto; para ellos el trabajo es visto como algo que enaltece a la persona. Sabemos que Jesús trabajaba, Pedro trabajaba y Pablo trabajaba. Y si hay algunos que no trabajan en esta comunidad griega, sin duda lo más probable es que se trate de personas acomodadas socialmente. Que “Pablo” les “mande” un dicho tan taxativo como que “el que no trabaja, que tampoco coma” sin duda es también un fuerte desafío cultural.


Evangelio según san Lucas     21, 5-19

Resumen: Partiendo de una alabanza a la belleza del Templo que Jesús escucha, él anunciará –más precisamente que Marcos- la destrucción del mismo. Esto repercutirá también en la persecución a los seguidores de Jesús, pero el texto invita a no preocuparse por eso ya que Cristo no se desentiende de sus amigos, y lo que contará en este momento será la resistencia.


La unidad literaria del final de Lucas es muy extensa. La misma idea se repite en 19,47-48 y en 21,37-38. El contexto es de controversias en torno al Templo de Jerusalén. Sin embargo, ya en tiempos de Lucas, el Templo ha sido destruido, y también Jerusalén. Todo eso es visto por muchos como una suerte de “fin del mundo”. Estas tres destrucciones (del templo, de la ciudad y del mundo) marcan diferentes partes en la unidad (21,5-19. 20-24. 25-28). El término griego “tauta” (estas cosas) juega un rol unificador en la unidad (vv.6.7.9.12.28.31.36). “Estas cosas” vendrán acompañadas de signos (vv.7.11.25) que refieren a situaciones dramáticas. Pero Lucas les aclara que los seguidores de Jesús no deben confundir la destrucción del Templo y de la ciudad con el retorno de Jesús (v.8). Los discípulos tienen garantizado de parte de su Maestro que estará de su lado en el conflicto y los llenará de elocuencia en la persecución (cf. 12,11-12 [donde el que dará la elocuencia es el Espíritu] y los casos de Esteban y Pablo en Hch 7 y 21-26 respectivamente).

Como se sabe, en el año 587 a.C. los babilonios destruyeron Jerusalén y su templo. A la vuelta del exilio pudieron reconstruirlo, pero este era pequeño y no tenía el esplendor que se dice tenía el templo salomónico. Fue recién Herodes –amante de las obras “faraónicas”- el que comenzó la reconstrucción dándole esplendor y majestuosidad. Comenzó allá por el año 20 a.C. y la obra no quedó terminada hasta mucho más tarde (en el año 64 d.C.). En tiempos de Jesús todavía se seguía trabajando en ello. En el año 66 d.C. comienza la guerra con los romanos, y estos destruyen Jerusalén y su Templo en el año 70, por lo que la obra concluida tuvo una “vida” efímera. Pero el anuncio de cierta destrucción del Templo es coherente con la predicación de varios profetas (Mi 3,12; Jer 7,14; 26,18). 

Sin embargo, es preciso –brevemente ya que no es este el lugar para presentar extensamente esta distinción- diferenciar lo que puede haber dicho Jesús, que probablemente aludió a esta destrucción del Templo, de aquello que Lucas afirma. Jesús tuvo actitudes críticas con respecto al Templo, y una serie de ellas se agrupan en los días finales de su ministerio (expulsión de los vendedores, anuncio de la destrucción, falso testimonio de que destruirá el Templo, rasgadura del velo…), pero la redacción de Lucas da ciertos detalles (como también sobre la destrucción de la ciudad)  que invitan a pensar que el tercer evangelista releyó el texto de Marcos 13, quien a su vez releyó las tradiciones sobre los dichos de Jesús; todo esto a la luz de los nuevos acontecimientos y de la intención teológica del autor.

Coherentemente con ciertas lecturas apocalípticas “todo” aparece entremezclado: la destrucción de Jerusalén coincide a su vez con el fin del mundo y con la venida del hijo del hombre. Lucas, expresamente, pretende desmontar este imaginario. La destrucción de Jerusalén ya ocurrió, el fin del mundo todavía no, y la expectativa de la venida del hijo del hombre fue aprovechada por ciertos personajes (ver Hch 5,36-37), pero todavía tampoco ocurrió, falta un poco aún (“el fin no es inmediato”, v.9).

Los momentos de confusión son alentados por falsos rumores (algo semejante a lo que motiva al discípulo de Pablo a escribir 2 Tesalonicenses). No hace falta ver los conflictos presentes como indicios de un fin inminente. Marcos los había presentado metafóricamente como “dolores de parto” (13,8). Lucas parece haber visto esos indicios no como anuncios del fin del mundo, sino de la destrucción de Jerusalén, algo que, como se dijo, ya había ocurrido. 

Lucas comienza destacando que algunos (probablemente los discípulos) hicieron referencia a los adornos del templo con bellas piedras y ofrendas (anathêma). Lo que cuenta –para ellos- del Templo no es su sentido (ser “casa de oración”, 19,46) sino su esplendor. Así como lo había dicho de la ciudad de Jerusalén, tampoco del templo quedará “piedra sobre piedra” (ver 19,44). La pregunta que surge es cuándo sucederá eso que Jesús anuncia, y para ello recurre a “signos” anticipatorios. Pero estos no son indicio de que ya está ocurriendo (como parece insinuar Marcos) sino de que eso indica que todavía falta para el fin.

Las autoridades paganas y judías perseguirán a los discípulos de Jesús. Esta es una gran ocasión de dar testimonio de Jesús, y no deben preocuparse por su defensa ya que el mismo Cristo les dará la elocuencia oportuna (en 12,12 lo hará el Espíritu Santo). En Hechos estas cosas son atestiguadas como ya ocurridas: los apóstoles son apresados (4,1-3; 5,18; 8,3; 12,4), son torturados (16,22-23), comparecen ante autoridades (18,12; 24,1; 25,1; 26,1)... 

Veamos más gráficamente esta relación entre “anuncio y cumplimiento”:

Hecho anunciado (Lc 21,12-16)
Cumplimiento en Hechos de los Apóstoles
Les echarán mano
4,3; 5,18
Perseguirán
9,4; 22,4
En las sinagogas
9,2; 26,11
Cárceles
5,19; 8,3;12,4; 16,23
Reyes
12,1; 25,13
Gobernadores
23,24,26; 26,30
Por mi nombre
4,7.10.17-18; 5,28.40
Para que den testimonio
3,15; 4,33; 5,32; 20,26; 26,22
Les daré una elocuencia
6,3.10
No podrán resistir ni contradecir
6,10; 4,14
Matarán a algunos
12,1-2

Es interesante –añadamos- que esta relación anuncio-cumplimiento queda reforzada por añadidos de Lucas al texto de Marcos a fin de acentuar la relación (por ejemplo, Lucas añade “perseguir”, “sinagogas”…).

Sin duda esta relación fortalece la imagen profética de Jesús que con tanta insistencia Lucas quiere señalar. El profeta Jesús revela que los tiempos escatológicos han comenzado, y la Iglesia –que debe ser profética por vocación- debe continuar esta obra a lo largo de su tiempo.

El historiador romano Tácito confirma lo anunciado en el v.17: los cristianos son “odiados por todos”. Haciendo referencia al incendio de Roma por el que fue acusado Nerón afirma: 

para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba cristianos, aborrecidos por sus ignominias” y más adelante señala que “se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego por denuncia de aquellos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto por la acusación del incendio cuanto de odio al género humano…” (Tácito, Annales 15.44.2-5).

La imagen de que los cristianos “serán entregados” (v.12) más adelante es precisada, eso lo provocarán los “padres, hermanos, parientes y amigos” (v.16). Listas semejantes se vuelven a encontrar en el evangelio como los que no deben ser invitados a un banquete (14,12), los que los discípulos deben dejar para seguir a Jesús (18,29). Son los más cercanos los que provocarán esta crisis, del mismo modo que a Jesús lo traiciona “uno de los Doce” (6,16; 22,3). El odio “de todos a causa de mi nombre” (v.17) es eco de la última bienaventuranza: “felices… cuando los hombres los odien” (6,22).

El tiempo de la Iglesia es tiempo de conflicto, y la salvación no llega por la autodefensa, ni por las reacciones, sino por la “constancia” (v.19). La “constancia”, “aguante”, “perseverancia”, “resistencia” (hypomonê) es un término característico de tiempos de conflicto. Sólo se encuentra dos veces en los Evangelios (ambas en Lucas, cf. 8,15), pero frecuente en Apocalipsis (7x), y en Pablo y sus escritos de influencia (6x en Rom, 3x en 2 Cor, 1x en 1 Tes, 2x en 2 Tes, 1x en Col, y una vez en cada carta pastoral, además de 2x en Heb y en Sgo 3x y 1x en 2 Pe). 

La constancia permitirá “ganar” (ktáomai) las vidas (psyjê). Es interesante que el verbo “ganar” tiene connotaciones económicas, como se ve en otras partes de la obra de Lucas (18,12; Hch 1,18; 8,20; 22,28 [debe destacarse que estas ocasiones son la totalidad de veces que ktáomai se encuentra en Lc-Hch; todas –como se ve- entendidas en sentido económico]. La relación entre la vida y las posesiones es habitual en Lucas 9,24-25; 12,15.33-34; 14,33; 18,29. Lo que Lucas propone es ganar la vida para lo que es necesario estar dispuestos a perderla (9,24; 17,33) que es –precisamente- lo que ocurrirá a los cristianos, pero que en la resistencia darán testimonio.


Foto del recuerdo de los mártires de Acteal (México)