jueves, 11 de diciembre de 2025

El problema de los sínodos…

El problema de los sínodos…

Eduardo de la Serna

Al Sínodo Rionegrino, los curas lo transformaron en un librito verde para la biblioteca. El Sínodo Rionegrino fue resistido fundamentalmente por los curas. Por una cuestión de poder. No querían dar verdadera participación a los laicos [Juvenal Currulef]

 


En lo personal creo que una Iglesia que no es sinodal está siendo infiel al sueño de Jesús; una Iglesia piramidal no se parece en nada a la comunidad primitiva.

No es casualidad, por último, que cada profundización en el misterio de la Iglesia vaya acompañada de un retorno a los orígenes. No por un mero deseo de restauración, sino por una búsqueda de autenticidad. La Iglesia despierta y se renueva cuando vuelve a preguntarse sobre lo que la hizo nacer, sobre lo que la define en profundidad (León XIV, Carta apostólica sobre la importancia de la arqueología cristiana, 11 de diciembre 2025).

Ahora bien… ya hemos tenido la experiencia de sínodos de ficción (donde estaba todo “cocinado”, cosa evidente en tiempos de Juan Pablo II, algo razonable en el Invierno Eclesial; curiosamente, además, pareciera que solamente los obispos caminaban juntos, porque el laicado, el presbiterio o la vida consagrada estaban ausentes ¡siempre!); de Sínodos en los que se escuchó al pueblo de Dios, pero luego fueron “boicoteados” desde el poder (el clericalismo en primer lugar) o de sínodos de buena voluntad pero que parecía que se hacían porque “había que hacerlos”, pero no porque naciera de una decisión convencida del pueblo de Dios de la importancia de ser escuchados.

En lo personal (repito, lo “personal”, es decir, es mi opinión, por lo que no pretendo más que eso) creo que – como dije – la actitud verdaderamente sinodal es necesaria y fundamental, pero, creo que, lamentablemente, la gente no está habituada (a veces por autoritarismo clerical, otra por cómoda sumisión) a ser escuchada. Y, entonces, con frecuencia dice “lo que se supone que debe decir” … Por ahí, creo , se debe comenzar… que el pueblo de Dios esté convencido (y que sea verdad, por cierto) que su opinión es tenida en cuenta, que es escuchada… ¡Y necesaria!

En otra ocasión he señalado que, para mí, el gran origen de la situación – de la lamentable situación – actual (no sólo en lo social o político, sino también eclesial) es triple: el espiritualismo (ciertamente no la “espiritualidad”, que es otra cosa), el individualismo y la pereza. Sólo fracturando estas caries creo que un sínodo será fructífero y constructivo; caso contrario, será un amontonamiento de espiritualidades, individualidades y perezosas respuestas.

Pero, entonces, sólo cuando se trate de una intensa y profunda, ardua y concienzuda escucha un sínodo será eso… O, mejor, empezará a ser eso... porque hay una contradicción en los términos: estamos hablando de la escucha, no del “caminar” que es lo que, por definición, debiera constituir un sínodo (syn hodos). Pensar que un sínodo es la etapa de la escucha y no del “seguir andando” resulta, cuanto menos, extraño; aunque, por cierto, es insensato caminar juntos sin antes mirar, pensar, conocer los caminos…

En este sentido veo algunas cosas con preocupación… En lo personal (repito, lo “personal”) me parece que la llamada “conversación en el espíritu” es insustancial, pobre e insuficiente, y, además, con un curioso tufillo a espiritualismo e individualismo… Creo que las metodologías (necesarias, pero que deben relativizarse) son, en ocasiones, más un obstáculo que una ayuda en el camino, y, finalmente, creo que – lamentablemente entiendo que es lo que oficialmente “está establecido” – señalar la centralidad del obispo (o de los obispos, o del obispo de Roma) – es extraño. Tiene “olor” a hablen, digan lo que les parezca, pero yo voy a hacer lo que me convenza… Y, si así fuera, la escucha del Espíritu Santo, que al fin y al cabo es el sentido de una escucha sinodal, quedaría en la nada… y, si así fuera, al menos para no defraudar, para no despertar falsas ilusiones, quizás sea mejor sencillamente no escuchar; no convocar.

Repito… creo que la Iglesia (mundial, nacional, diocesana y parroquial) DEBE ser sinodal si pretende ser fiel a Jesús; pero debe comenzar desde sus cabezas (no solamente – aunque también – el / los obispo /s sino también el clero) un proceso de sincera y evangélica conversión, una firme decisión humilde de escucha y docilidad al Espíritu Santo y un oído puesto en el pueblo y otro en el Evangelio. ¡Así sí!

 

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Los hijos de Oseas

Los hijos de Oseas

Eduardo de la Serna



En otras ocasiones hemos escrito sobre el fascinante profeta Oseas, sobre su mujer, Gomer y sobre el sentido simbólico del nombre del hijo del profeta Isaías, Maher Salal Jas Baz. En coherencia con todo esto, hay que señalar que Gomer tiene tres hijos (sólo del primero se dice que es de Oseas), y el profeta debe ponerles a los tres, nombres cargados de significado simbólico.

Yizreel (algunas traducciones prefieren Jezrael, Yezrael o Izreel; Oseas 1,4). En realidad, es el nombre de una localidad, una llanura (Jos 17,16). En la localidad, unas décadas atrás, había un propietario de una viña, llamado Nabot (1 Re 21,1-4). El entonces rey quería poseer esa viña, pero Nabot no puede venderla (es tierra de los padres), entonces, para lograrlo, el rey, motivado por la reina Jezabel, asesina a Nabot, acusándolo de haber maldecido a Dios, por lo que es apedreado y el rey se apropia del lugar (1 Re 21,8-15). Con el tiempo, y guiados por el “ojo por ojo…”, el general Jehú asesina a Jezabel en Yizreel (2 Re 9,30-37). El nombre del hijo de Oseas hace referencia a todo esto, a “la sangre derramada” en aquel lugar, por lo que Dios pondrá fin a la dinastía real.

No-compadecida (el nombre hebreo es “lo-ruhamáh”). A causa de los pecados de su pueblo, Dios se ha distanciado de Israel y ya no se compadecerá de él (ella) y no los protegerá frente a los adversarios (1,7). Es bueno recordar que, en el libro de Oseas, el pecado fundamentalmente es la idolatría: el pueblo confía que la fertilidad de campos, ganados y personas se la otorga el dios Baal, y Gomer parece tener relación con la prostitución dedicada a estos dioses.

No-mi-pueblo (en hebreo “lo-ammi”) porque Dios entiende que Israel ha roto la alianza con Él, y por lo tanto ya no es su pueblo y Él no es “para ustedes” (1,9). Dios es el Dios de la alianza, y esta se formula diciendo: “yo seré su Dios, ustedes serán mi pueblo”; si Israel busca otros dioses y Yahvé ya no es su Dios, por lo tanto, este ahora ya no es “su pueblo”.

Como se ve, los tres nombres tienen claras referencias históricas. El primero acerca de la violencia de la casa real en la historia reciente, algo con lo que Dios no está de acuerdo. Los dos segundos expresan que Dios se ha alejado definitivamente de Israel, y ya no se compadece de él (ella) porque ya no es “su pueblo” dado que él “no es su Dios”.

Ahora bien – como dijimos en su momento – la relación de Oseas con Gomer es reflejo de la relación de Dios con su pueblo Israel, y en algún momento (a consecuencia de la falta de fertilidad en la tierra, que, evidentemente no es el dios Baal el que la concede) abandonará los malos caminos para volverse a Dios. Incluso esto ocurrirá en “el desierto” (es decir donde no hay fertilidad alguna, 2,16). Ella (= Gomer, = Israel) “me llamará: «Marido mío», y no me llamará más: «Baal mío»” (2,18); “yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en amor y en compasión” (2,21) y se acabará la sequía (habrá fertilidad, pero no por los dioses, como Baal, sino por el Dios de Israel) y entonces, “la tierra responderá al trigo, al vino y al aceite virgen, y ellos responderán a Yizreel. Yo la sembraré para mí en esta tierra, me compadeceré de «No-compadecida», y diré a «No-mi-pueblo»: Tú «Mi pueblo», y él dirá: «¡Mi Dios!» (2,24-25).

Las relaciones de Israel con Dios pasan por diferentes momentos; algunos bastante complicados, como es el caso de tiempos de Oseas. La situación económica floreciente para los ricos, y de pobreza creciente para los humildes, hace que muchos busquen y esperen fertilidad en los campos y los ganados en el culto a Baal. Frente a esto, Oseas, en los nombres de los hijos de Gomer, manifiesta una palabra crítica de parte de Dios. Pero se trata de un Dios enamorado de su mujer – pueblo y dispuesto a compadecerse de él – ella y cuidarla en las adversidades, un Dios que renueva su alianza y se manifiesta como “su Dios” ya que renueva el amor con “su pueblo” y lo llenará de fertilidad proveniente de Dios mismo en los campos de Yizreel.


Imagen tomada de https://www.worldhistory.org/trans/es/1-20626/oseas/

miércoles, 10 de diciembre de 2025

¿Podemos soñar con una primavera eclesial?

¿Podemos soñar con una primavera eclesial?

Eduardo de la Serna



En lo personal, nunca fui “francisquista”. Es decir, hubo cosas del papa Francisco que no me conformaban. Para poner un solo ejemplo, y podría decir más, creo que nunca entendió la lucha feminista. Pero no ser “francisquista” no me transforma, ¡ni remotamente!, en “anti”. Tener una postura crítica, lo sigo creyendo, es constructivo, porque no pretende ser demoledor, no es “crítica sistemática”, no es – mucho menos – anti eclesial. Es cierto que no estoy de acuerdo con quienes hablan de “primavera”, especialmente porque imagino que esta debiera ser “eclesial”, no “papal”, y no veo, por ningún lado, que la iglesia esté floreciente. Que la Iglesia no es el Papa es algo evidente; o debiera serlo. Mirar los votos, por ejemplo, en los documentos sinodales revela, sin duda, para mí, que muy lejos estamos de una iglesia primaveral. Pero nada de eso impide que crea firmemente que Francisco fue, ¡por lejos!, el mejor Papa que hemos tenido últimamente. En lo personal, creo que en algunas cosas superó a Pablo VI, aunque no en otras (pero en aquellos tiempos sí había “primavera eclesial”). Es cierto que durante el “invierno” (¡curiosa institución la Iglesia que pasa de la primavera al invierno!) los papas fueron pocos: Juan Pablo I no puede contarse, obviamente, por lo que fueron solo dos, aunque Juan Pablo II fue excesivamente largo. Sin duda alguna, quiero señalarlo, el pontificado de Francisco fue muchísimo mejor de lo que esperaba. ¡Y lo celebro!

Una de las cosas que más le cuestiono a los pontificados invernales es que con su actitud de intolerancia y reacción llevaron a un grupo importante, poderoso y ruidoso a sentirse y actuar como “la única y verdadera Iglesia”. Es decir, “nosotros” (y Francisco) somos infieles, adversarios de la verdad y de la sana doctrina. ¡Y lo propalan!

En ese “combo” de infieles, figura desde hace tiempo “Tucho” Fernández. Y aclaro… a Tucho lo vi pocas veces y nunca fuimos amigos. Saludos cordiales y ¡no más! Puedo decir que, personas amigas, que lo tuvieron de docente en clases, hablaban excelencias de él. Pero con él no tengo contacto alguno. Pero ya fue, por lo menos pintoresco, si no espantoso, cuando al ser elegido en el Dicasterio de la Doctrina de la Fe le cuestionaran un librito de catequesis sobre el Beso. El evidente apoyo que tuvo (ya desde el arzobispado de Buenos Aires) y la feroz campaña en su contra de los sectores integristas argentinos y vaticanos para que no fuera reconocido como Rector de la Universidad Católica (UCA), hablaban, para mi mirada, en su favor.

La publicación de Fiducia Suplicans molestó. A los mismos que molestaba el beso… (es curioso que les molesten estas cosas y cierren los ojos ante los casos de abusos; o no, no es curioso… es comprensible). Y, al igual que en tiempos de la UCA, hablaban y condenaban desde la atalaya amurallada de una doctrina a la que no le importan las personas (el sábado es más importante). Pareciera que nunca pisaron el barro de la humanidad y solamente pontificaban desde una doctrina que se siente a salvo del mal desde su superioridad impoluta.

Luego, debo confesar, cundo se anunció un documento sobre los títulos marianos me dio un poco de temor. Al leerlo, sigo reconociendo, celebré con euforia que se reafirmara vehementemente el Concilio Vaticano II para el cual la mariología se debe pensar en la eclesiología, no en la cristología. Y, además, la importancia para el diálogo ecuménico, congelado en los pontificados invernales. Es cierto que hay cosas que podemos cuestionar (la voz profética de María no aparece, por ejemplo), pero sin duda, creo, es el camino correcto. Pero, es evidente que, si algo ha caracterizado a los integristas es la urgencia de “congelar” el Concilio Vaticano II. Para sintetizar, casi de un modo acrítico, debo confesar que viendo lo que dicen Sarah, Burke, Müller, Viganó y otros de esa caterva, además de grupos y medios afines, sé que es en la otra punta donde está el Evangelio.

No sé cómo reaccionará León XIV. También confieso que es un papado que hasta ahora no ha logrado entusiasmarme, ni siquiera conformarme. Pero espero que, de una u otra manera, el Espíritu Santo se cuele, sople e inspire. Y espero que los aires templados permitan que, aunque menos cálidos que ayer, la Iglesia tenga todos los elementos adecuados para encaminarse a una primavera.


Iglesia destruida y buitres. Lima, Peru 2023

martes, 9 de diciembre de 2025

Reflexionando sobre la “PAZ”

Reflexionando sobre la “PAZ”

Eduardo de la Serna



Lo que nosotros llamamos sencillamente paz, es un término que tiene acepciones y variantes interesantes… Hasta el punto que términos despectivos como “pazguato” o “pacato” se originan en él.

No es menos evidente que en ocasiones se asocia a la mismísima muerte: “jardín de paz”, “descansa en paz” (RIP), o, sencillamente “la paz de los cementerios”.

En tiempos bélicos o parabélicos también se asocia a la ausencia de conflictos, como es el clásico uso de la “pax romana”, lo cual implica, ciertamente, un sometimiento a la potencia imperial. El conocido “si vis pacem para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra) es una indicación de la quietud de quien tiene la bota imperial sobre su cuello. Y no es algo aplicable solamente a Roma, por cierto… Basta con mirar hoy hacia el Norte.

En el Evangelio de Juan, Jesús dice que “les dejo la paz, mi paz les doy; no se la doy como la da el mundo. No se turbe su corazón ni se acobarde” (Jn 14,27) de allí que añada: “les he dicho estas cosas para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo” (Jn 16,33). El contraste está dado entre “en el mundo” y “en mí”. En Juan, “el mundo” es la sociedad que es adversa al proyecto de Jesús (en la cual el Imperio Romano, obviamente, ocupa un espacio principalísimo) y “en mí” implica a todos y todas quienes hacen suyo el mandamiento del amor. En Juan, los capítulos 14-17 son un largo discurso de despedida en el que Jesús encarga a los suyos una vida con la que se constituirán en sus herederos en la historia (de allí que este género literario sea conocido como Testamento); es interesante que en Juan, la palabra paz solamente se encuentra en la parte final de su Evangelio o también como donación del Resucitado. “En el mundo”, los discípulos de Jesús están convocados a mostrar que otro “mundo” es posible, y ese amor vivido “hasta el extremo” es inevitablemente un mundo de “paz”.

En el ambiente judío (hasta el día de hoy) el término “shalom” es desde un saludo hasta el sueño de un futuro ideal. Y, es sabido, shalom es mucho más que lo que expresamos con el término “paz”. El ‘termino es muy antiguo y frecuente en las lenguas del entorno y continúa hasta hoy, por ejemplo, en árabe (salam), incluso usado, en ocasiones como nombre divino. San Pablo, por ejemplo, habla de “el Dios de la paz” (Fil 4,9; Rom 15,33). Shalom es prosperidad, plenitud, un estado integral, de felicidad (con lo que se asemeja a las bienaventuranzas) …

Valga todo esto – y muchísimo más que se podría decir – para destacar el cruel contraste, por un lado del uso del término por parte de un Estado genocida, y también, por la cruel ironía de que sea reconocida como Nobel de la Paz una turbia protagonista que nada dice de los bombardeos a lanchas de pescadores en el Caribe y, todavía más, por la patética (en el sentido más preciso del término) actitud de un presidente que dice que vetustos y casi inservibles aviones de guerra son “ángeles guardianes” (sic), y que hace de la “no paz” un modo de gobierno y su modo de ser. Que el gobierno que más gastos militares haya tenido desde la Guerra de Malvinas al presente hable de paz, abrace a Corina Machado, se alíe con Trump y con Netanyahu algo dice sobre el sentido que dan a las palabras.

Pero si la FIFA da un premio de paz a Donald Trump (¿?) eso indica que la palabra se ha vaciado totalmente de contenido y que – una vez más – cualquier cosa vale. Pero, tristemente, ya nos vamos habituando a este vaciamiento lingüístico. Ya lo sabíamos puesto que, para estos sujetos, a esto que están imponiendo lo llaman “libertad”.

 

Imagen tomada de https://es.123rf.com/photo_151177271_estandarte-romano-signa-romanum-con-la-inscripción-pax-romana-paz-romana-águila-romana-dorada-con-la.html

Adviento 3A

Un profeta desconcertado muestra que Dios está interviniendo

TERCER DOMINGO DE ADVIENTO - "A"

 Eduardo de la Serna




Lectura del libro de Isaías     35, 1-6a. 10

Resumen: comenzando con metáforas en las que la alegría y la felicidad humanas se proyectan al desierto y la estepa, el canto espera la venida de Dios como vengador y salvador para llenar de fuerza a los desanimados y preparar un camino nuevo para su pueblo que vuelve del exilio manifestando esa alegría plena.



Un oráculo de Isaías invitando a la alegría muestra la novedad que la acción de Yahvé en la historia provocará a su pueblo. El texto comienza y termina con una invitación a “regocijarse”. El motivo de esto viene dado por una “venida”, tanto de Yahvé (vv.2b-6a) como de los exiliados (vv.8-10). El sorprendente cambio del desierto, guarida de chacales, donde impera la aridez que será ahora un estanque donde abundarán la caña y el papiro (vv.6b-7) queda en el centro. El texto puede, entonces verse así estructurado:

a. regocijo y júbilo (vv.1-2a)
b. venida de Yahvé (vv.2b-6a)
c. desierto cambiado en estanque (vv.6b-7)
b’ venida de los exiliados (vv.8-10a)
a’ alegría y regocijo (v.10b-d)

La unidad literaria nos invita a ubicar este texto en algún profeta del post-exilio, cercano a los discípulos de Isaías llamados 2º y 3er Isaías. El tema central está dado por el regreso a Jerusalén de los exiliados (v.10). Es llamativo que no se aluda al Templo, quizás porque aún no estaba reconstruido. Yahvé volverá a ocupar Jerusalén como antes de la destrucción por parte de Babilonia. 

La unidad comienza, como se ha dicho, con una manifestación de emociones humanas de alegría y gritos de júbilo, pero aplicadas a la geografía. La abundancia de felicidad no es lo que se espera normalmente del desierto, el sequedal y la estepa. La naturaleza acompaña la alegría que abundará sin que sepamos todavía de quién. A esta tierra (se le ha dado “a ella”, Jerusalén, cf. 60,13), además, se le ha dado la fertilidad reconocida del Carmelo y el Sarón, y hasta la “gloria” (kabôd, también puede entenderse como “abundancia”) del Líbano. Salomón había construido el Templo y el Palacio con las maderas del Líbano (1 Re 5,15-26; aunque siendo en este caso un trato, esto significó para Salomón una “deuda externa” que debió pagar con tierras, [1 Re 9,10-14]; en cambio, ahora esta gloria del Líbano “le ha sido dada a ella”, Jerusalén); en Is 60,13 se refiere al Líbano y a la reconstrucción del Templo. Sobre el Carmelo y el Sarón se trata de lo contrario de lo que ha ocurrido en 33,9. 

Abruptamente en v.2b pasa a afirmar que “ellos” (sin que todavía sepamos quiénes) verán la gloria de Dios; la estructura paralela que hemos señalado nos muestra que se trata de los exiliados que regresarán a Sión. 

Pero como es necesario experimentar la intervención efectiva de “el Dios de ustedes” (la fórmula no se encuentra en Is 1-34, pero sí en 40,9) este Dios que viene es presentado como “salvador” (cf. 17,10; 25,9; 30,15; 33,22; 35,4; 37,20.35; 38,20; 43,12; 45,8.17.20.22; 46,7; 47,13; 49,25; 51,5; 59,1.16; 61,10; 62,11; 63,1.5.9; 64,4) y “vengador” (cf. 1,24; 34,8; 35,4; 47,3; 59,17; 61,2; 63,4). Esta acción de Dios en los exiliados se manifiesta como efecto sobre ciegos, sordos, cojos y mudos (y es citada en el Evangelio de Mateo del día de hoy), nuevamente se trata de metáforas sobre la debilidad de los exiliados (como la felicidad del desierto; cf. 42,7).

Este cambio maravilloso pasa de la “alegría del desierto” al “agua en el desierto” con lo que éste deja de ser tal, el ámbito de la muerte pasa a ser espacio de fertilidad y de vida.

En este ex - desierto habrá un camino sagrado, por lo que no lo atravesarán ni impuros ni animales salvajes, es camino para que el pueblo regrese del exilio (11,16; 62,10). Una gran peregrinación se dirige a Jerusalén (quizá en imagen contracultural ante las grandes procesiones que se dirigen cada año nuevo en Babilonia hacia la “puerta de Istar”. El texto de v.10 se repite exactamente en 51,11. El canto de alegría del comienzo ya no es del páramo y la estepa sino de los exiliados, el pueblo liberado por Dios. El texto es así un canto de esperanza: se invita a celebrar anticipadamente, confiados en Dios, la fiesta de la libertad y la vida. El nuevo éxodo, en este caso con la referencia al agua en el desierto, es tema frecuente en el 2º Isaías (41,18-19; 43,20; 48,20-21).


Lectura de la carta del apóstol Santiago     5, 7-10

Resumen: Una serie de exhortaciones enmarcadas en el tema de un gran estado de ánimo (magnanimidad, paciencia) debe caracterizar a los “hermanos” teniendo una actitud positiva de esperanza de la “venida del señor”. Esa actitud, por otro lado, debe manifestarse en el interno de la comunidad teniendo una actitud positiva hacia los hermanos.


La llamada “carta de Santiago” presenta muchos elementos interesantes para la investigación y el debate. No podemos señalarlos aquí, aunque algunos serán destacados. Se la ha llamado la “carta del cristianismo práctico” ya que se trata de un escrito sapiencial en el que se invita a vivir de un cierto modo, sin entrar en temas teóricos o teológicos (ni cristológicos). En este sentido, y como es propio de las exhortaciones, es frecuente el vocativo “hermanos” (1,2.16.19; 2,1.5.14; 3,1.10.12; 4,11; 5,7.9.10.12.19) estructurando en cierta manera las diferentes partes de la carta. También es habitual el uso de verbos en imperativo, como también suele ocurrir en las secciones exhortativas de las cartas (12 en esta unidad literaria). 

El verbo “makrothyméô” es puesto enfáticamente al comienzo, y seguido de un “pues” (oun) para dar preeminencia a la idea; “makro” es grande, importante; “thymê” es pasión, deseo. Y es un término importante en esta unidad (3 veces en vv.7 [x2] y 8). Es magna-animidad, aunque se lo puede traducir por paciencia (más adelante veremos su paralelo con “resistencia” en esta unidad). Es la actitud a la que se exhorta a los hermanos hasta la “venida del Señor”. Para esto se pone el ejemplo del campesino que espera “pacientemente” recibir el fruto “precioso” de la tierra. En v.8 reitera la invitación a la “paciencia” comparada con “fortalecer (stêrizô, establecer, mantener firme) los corazones”. Del mismo modo que el tiempo de la recolección de los frutos, está cerca (êggiken, el mismo verbo que se utiliza para destacar que “el reino de Dios está cerca”, Mc 1,15) el tiempo de la venida. En 4,8 Santiago exhorta a “acercarse a Dios” y –por lo tanto- “él se acercará a ustedes”. 

Con un nuevo “hermanos” invita a “no quejarse” unos de otros (cf. 4,11). “Stenázô” suele traducirse también por “gemir”, pero en este caso parece “manifestar descontento” y el contexto es judicial: “no ser juzgados”, “el juez está a las puertas”.

Otro “hermanos” da comienzo a una nueva invitación a la “paciencia” y la actitud ante el sufrimiento tomando el ejemplo de los profetas de quienes se destaca que “hablaron en el nombre del Señor” (v.10), es decir, fueron fieles a la misión, para lo que se señala el ejemplo de Job y su “resistencia” (hypomonê, que parece en este caso ser sinónimo de “paciencia”, makrothymía) y cómo terminó esta paciencia de Job ya que “el Señor es compasivo y misericordioso” (v.11). 

Como se ve, los temas que presenta la unidad son tres, aunque el primero y el tercero tienen cierta relación entre la “paciencia” y el “aguante” y el primero y el segundo entre la “venida del señor” y que “el juez está a las puertas”.

La imagen de la “venida” (parousía) es una idea normal, que puede aludir a una visita de alguno (1 Cor 16,17; 2 Cor 7,6.7), aunque con frecuencia se hace referencia a la visita de una autoridad a la ciudad. Es frecuente en las cartas en las que el remitente puede anunciar que visitará a los destinatarios (Fil 1,26; 2,12). Sin embargo, el añadido “del Señor” es término frecuente en el ambiente cristiano (1 Tes 3,13; 4,15; 5,23; 2 Tes 2,1.9; 2 Pe 1,16; 3,4), imagen probablemente tomada del ambiente grecorromano en la que se espera la “visita” de un personaje importante o hasta de una divinidad. Sin embargo, en esta perícopa, “señor” parece referir a Dios y no a Jesús (vv.9.11; cf. 2 Pe 3,12), de allí que no es evidente a quién se refiere Santiago; aunque es habitual un cierto traspaso de los títulos divinos aplicados a Cristo. Esto es característico de Santiago donde lo cristológico parece ausente (“Cristo” sólo se encuentra mencionado expresamente en dos ocasiones 1,1; 2,1). La comparación con el “juez” que está “a las puertas” también puede referir a Dios (cf. 4,12) o a Jesús. Los evangelios con frecuencia aluden a la “venida” del “hijo del hombre”, una imagen apocalíptica cargada de connotaciones judiciales, pero no es tema de Santiago

La carta presenta en esta unidad varios términos extraños (algunos que no se encuentran en otras partes del NT), y presenta además, algunos problemas textuales. No es evidente –por ejemplo- si por “primitivo / primeros” y “tardíos / últimos” hay que entender los primeros y últimos frutos o las primeras y últimas lluvias (de otoño y primavera respectivamente; cf. Dt 11,14; Jer 5,24; Os 6,4; Jl 2,23; Za 10,1), de todos modos, en lo que respecta al texto la imagen del campesino que espera los frutos preciosos es comprensible. Los frutos son imagen frecuente en la escatología: Mt 3,8.10; Lc 3,8.9; Jn 15,16; Rm 6,21-22; Fil 1,11; Heb 12,12; Sgo 3,17.18), mientras se espera la culminación de un tiempo, la “esperanza”, la “paciencia”, la “resistencia” deben caracterizar la vida de los “hermanos”.


Evangelio según san Mateo     11, 2-11


Resumen: Juan, en Bautista, está desconcertado por las cosas que escucha decir de Jesús. Él responde a los enviados con citas bíblicas confirmando que Jesús es el mesías de los pobres. Pero esto no impide que Jesús presente a Juan como un gran profeta, como lo fue Elías.



La liturgia de adviento sigue presentando a Juan el Bautista. En este caso, un texto del documento Q. Las diferencias entre Mateo y Lucas son pequeñas, y en general son de estilo, salvando un duplicado de Lucas y el final, en la referencia a la violencia y a Elías (Mateo), pero está omitido en el texto litúrgico del día. Juan tiene sus dudas con respecto a Jesús (11,2-19), las ciudades de la región se niegan a la conversión (11,20-24), el reino permanece “oculto” a los sabios (11,25-27); los conflictos crecen (cap.12)… La tensión entre lo “oculto” y lo “revelado” marca toda esta unidad de Mateo (caps. 11-13).
  
El texto tiene dos partes muy evidentes: en envío por parte de Juan, desde la cárcel, a unos discípulos para preguntar a Jesús si es “el que había de venir o debemos esperar a otro”, y la respuesta de Jesús a estos (vv.2-6). Una vez que los mensajeros se han retirado, Jesús se puso a hablar acerca de Juan con la multitud (ojlós) [vv.7-15]. El texto finaliza con una síntesis comparando a Juan con Elías (v.14), y en v.16 Jesús, retomando algunos elementos de lo dicho, habla con la multitud acerca de “esta generación”. 

La pregunta de Juan acerca de si es “el que ha de venir” tiene que ver con el anuncio que Juan había hecho en 3,11: “aquel que viene detrás de mí”. En el canto de la multitud (ójlos) que acompaña a Jesús hacia Jerusalén, ésta canta hosannas “al que viene en nombre del Señor” (21,9), y Jesús, que anuncia su venida futura repite que no lo volverán a ver hasta que digan: “bendito el que viene en nombre del Señor”. Este texto, así repetido, pertenece al Salmo 118,26, un salmo que en más de una ocasión ha sido leído cristológicamente: es un salmo del justo sufriente, en v.22 habla de “la piedra que los constructores han rechazado en piedra angular se ha convertido”, que es un texto utilizado para ligar el sufrimiento del justo Jesús con la resurrección. Lo que se canta es que Dios “dé la salvación” (hosi’ ah na’, “hosanna”). Sin embargo, Juan, en la cárcel, oyó hablar “de las obras del Cristo” (v.2; es extraño en los Evangelios el uso de “mesías / Cristo” como nombre propio de Jesús). Lo que Jesús ha hecho en las unidades anteriores es curar una persona con lepra (8,1-4), exaltar la “mucha fe” de un pagano (8,10), expulsado demonios (8,28-34), perdonado los pecados de un paralítico (9,2), escogido un publicano para formar parte de su grupo (9,9), ha comido con pecadores (9,1-13) señalando que “ha venido” para llamarlos a estos, relativizó el sentido del ayuno que era celosamente practicado por los discípulos de Juan (9,14), no se ha preocupado de ser tocado por una mujer impura por hemorragias (9,20-22), tocó una niña muerta (9,25), ha curado ciegos (9,27-31) y expulsado nuevamente un demonio (9,32-34). Finalmente (cap.10) ha enviado a sus discípulos a realizar ellos todo eso mismo. Juan, en cambio, había anunciado que “el que iba a venir” era “más fuerte” e iba a hachar el árbol que no produzca fruto y quemarlo, era el Mesías terrible de la apocalíptica. Sin dudas Juan se ha desorientado ante “las obras” que escucha decir que “el Cristo” realiza. Sin embargo, eso mismo les manda Jesús contar a los enviados para que anuncien a Juan, “lo que oyen y ven”. Pero todo eso, ahora es sintetizado en boca de Jesús:


  • Los ciegos ven (Is 29,18b; 35,5a) [cf.9,27-31]
  • Y los cojos andan (Is 35,6a) [9,2-8]
  • Los que tienen lepra quedan limpios [8,1-4]
  • Y los sordos oyen (Is 29,18a; 35,5b) [9,32-34]
  • Y los muertos resucitan (Is 26,19) [9,18-26]
  • Y se anuncia a los pobres el Evangelio (Is 61,1; 29,19)

Si Juan se había guiado por aquellos textos en los que se anunciaba el “día de Yahvé”, como Día terrible, y la imagen de juicio escatológico del hacha y el fuego, Jesús invita a Juan “a leer otros textos”. Sin embargo, la bienaventuranza final parece una crítica –o al menos una distancia- con Juan: “¡Dichoso el que no se escandalice de mí!” (v.6; cf. 5,29-30; 18,8-9; 13,21.57; 15,12; 17,27; 18,6; 24,10; 26,31.33). Esta distancia quedará aclarada en los versículos siguientes. Mostrando el cumplimiento de las escrituras, Jesús le está respondiendo que sí, que es “el que ha de venir”.

Dentro de los “hechos” de Cristo (como queda dicho, no se refiere solamente a los milagros... Probablemente a Juan lo desconcertara más la comida con pecadores, por ejemplo), cabe destacar que la “limpieza de personas con lepra” no está anunciada por los textos de Isaías que subyacen en las “obras de Cristo” (y es la única que no va precedida por “y”, kaì), sin embargo, el contexto de alusión a Elías, puede remitir a la resurrección de muertos y curación de personas con lepra por parte de Elías y Eliseo (cf. 1 Re 17,17-24; 2 Re 4,18-37; 5,1-27). Es llamativa también la inclusión del anuncio de “buenas noticias” a los pobres en medio de los milagros señalados. Sabemos que Mateo en el Sermón del monte habla de los “pobres de espíritu” proponiéndolo como modo de vida (5,3), pero se debe evitar entender –fuera de aquel texto- el término “pobres” (ptôjós) en ese sentido ya que aquí se anuncia un cambio de la situación (los ciegos, ven…), por tanto un paso de la situación negativa de la pobreza a la alegría de recibir la “buena noticia” de que la situación se revertirá, por eso –por ejemplo- el joven rico debe dar todo a los pobres (19,21) y de esa manera vivirá como discípulo del reino (será “perfecto”). En medio de “hechos” milagrosos, este anuncio refuerza el sentido mesiánico del ministerio de Jesús, y es lo que debe despertar el entendimiento de Juan. Cabe, sin embargo, la pregunta: “reciben buenas noticias” se encuentra en presente. Es fácil ver en el presente a uno con lepra curado o un cojo andando, pero ¿cuándo?, ¿cómo, se ve “en acto” la buena noticia a los pobres? Sin duda hechos como el del “joven rico” y actitudes semejantes (la insistencia en el perdón de las deudas, las mesas compartidas, la actitud del discípulo frente al dinero, la preferencia explícita de Dios que reina entre los pobres) son buen ejemplo de esto. ¡Y tarea! Si los “pobres de espíritu” (5,3) refiere –como parece- a los que “eligen ser pobres”, poniendo en Dios toda su confianza, y movidos por el reino tienen una actitud de disponibilidad con los bienes, sin duda la buena noticia ya empieza a ser “actual” para los pobres.

Pero luego de la ida de los discípulos de Juan, Jesús se puso a hablar acerca de él a la multitud. Una triple pregunta, “¿qué salieron a ver?” destaca dos comentarios falsos (una caña, un hombre), para poner el acento en el tercero: un profeta; con lo que se ve que Juan no ha sido comprendido por los contemporáneos (cf. 11,18). La caña es signo de fragilidad (cf. 1 Re 14,15; 3 Mac 2,21); las vestiduras que Juan no lleva son reminiscencia a los vestidos “como Elías” que Juan lleva en el desierto (3,4-6) pero también una referencia irónica a la corte de Herodes (“casas de los reyes”).

La frase “más que un profeta” cita expresamente Malaquías 3,1 donde el mensajero que prepara la llegada del “día de Yahvé” es comparado con Elías (cosa que expresamente repetirá el v.13; cf. Mt 17,13; Mal 3,23). La expectativa en un retorno de Elías (que no había “muerto” sino que se había ido en un carro, cf. 2 Re 2,11-13) preparaba en muchos textos judíos los tiempos mesiánicos. Los cristianos (no todos, cf. Jn 1,21) vieron en la persona de Juan que en él se cumplía eso que se esperaba. Sin embargo, el Bautista es presentado como el “mayor” entre los personajes del “Antiguo Testamento”, pero es el más pequeño “en el reino”, ya que Juan es un profeta, no un “cristiano” (v.13), pero también Juan es uno que “tenía que venir”, como Elías (v.14). 

La violencia que “desde los días de Juan” sufre el reino, es algo evidente puesto que este fue asesinado, como también lo será Jesús, y los discípulos que serán “entregados”, “como ovejas en medio de lobos” (10,16).


Foto tomada en Tumaco (Colombia)

sábado, 6 de diciembre de 2025

Los sacramentos cambian, el diaconado para las mujeres ¡no!

Los sacramentos cambian, el diaconado para las mujeres ¡no!

Eduardo de la Serna



En el Vaticano se ha hecha pública la decisión negativa sobre el acceso de las mujeres al diaconado… "a la luz de la Sagrada Escritura, la Tradición y el Magisterio eclesiástico” y quisiera expresar brevemente mi opinión ante tan lamentable postura.

Es evidente que los estudios bíblicos contemporáneos, particularmente después de la Divino Afflante Spiritus (Pio XII) y el documento Dei Verbum del Concilio Vaticano II han avanzado y crecido de un modo notable, para temor de algunos y provecho de la mayoría.

Así, mientras antiguamente la Biblia era solamente algo que debía confirmar lo que la dogmática afirmaba (Dicta Probantia), hoy se pretende – no en todas partes, hemos de reconocerlo – que la Biblia sea “el alma de la teología”.

Así, por ejemplo, se ha abandonado una mentalidad a la que podríamos calificar de “juridicista” que pretendía demostrar en qué momento preciso Jesús había instituido determinados sacramentos. Hoy parece más sensato afirmar que no se trata de que Jesús “fundó” la Iglesia, sino que la Iglesia debe “fundarse” en Jesús.

Y, como se dice, en esa vida y tradición eclesial se han de ubicar los sacramentos.

Es evidente que el Bautismo, por ejemplo, en un primer tiempo se administraba “en nombre de Jesús”, como se ve en Pablo y en Hechos de los Apóstoles. Recién Mateo, en las últimas décadas del s. I utilizó la fórmula “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” que luego se impuso. Pero, recién con el tiempo se aceptó una alternativa a la inmersión del bautizando aceptando el derramamiento de agua sobre su cabeza. E, incluso, ante la conversión en masa de indígenas en México, a causa del acontecimiento guadalupano, se aceptó el rociamiento con agua (aunque se vedó para el futuro). Todavía, entrado el siglo XX, el gran teólogo luterano Karl Barth señaló la inconveniencia del bautismo de niños, cosa que pasó a numerosos tratados teológicos europeos.

El sacramento de la reconciliación también tuvo sus momentos de cambio. Inspirado en Hebreos (9,26-28; 10,10) por varios siglos se administraba solamente una vez en la vida, con las obvias consecuencias que esto conllevaba. Añadido al momento penitencial, fueron importantes las peregrinaciones al Santo Sepulcro, a Roma y a Compostela (mucho más tarde, Francisco consigue que se incorpore Asís a este grupo) con las complicaciones que esto también traía y sus consecuencias económicas.

Sabemos que la Eucaristía también tuvo momentos diversos en la historia: la unidad entre “mesa” y “misa” fue frecuente en los primeros tiempos, aunque luego estas se dividieron. No deja de ser curioso que el texto eucarístico del Evangelio de Juan (Jn 6,9.13), la referencia comienza con el pan de cebada (pan de los pobres), no de trigo. Sabemos, incluso, que en un tiempo se participaba por la mañana de las oraciones y luego, por la noche, esto se complementaba. Sabemos, también, que. de la celebración eucarística, no podían participar sino los bautizados, por lo que, los catecúmenos sólo podían participar de una parte el primer año y, en el segundo año, hasta el Padrenuestro. También que, a partir de la crisis con el protestantismo, que se omitió la comunión con el cáliz.  Pero la eucaristía – especialmente desde la influencia del neoplatonismo – se celebraba en el misterio, algo que solamente quienes tenían acceso al altar podían ver. La celebración “circular” del pueblo en torno a la mesa-altar retomada por el Concilio Vaticano II, en lengua vernácula, fue, ciertamente, un nuevo cambio que, en general, gozó de amplia recepción.

En esta misma línea de pensamiento, es evidente que en la historia de la Iglesia ha habido diferentes momentos en los ministros ordenados. Es sabido que la actual estructuración en tres “grados”: diaconado – presbiterado y episcopado, recién fue establecida en la Traditio Apostólica (Hipólito romano, s. III). Es verdad que en los escritos tardíos del Segundo Testamento y algunos padres del s. II (Ignacio de Antioquía particularmente) ya se utilizan estos términos, pero, por un lado, no son universalmente (católicamente) aceptados en ese mismo tiempo, y, además, no es evidente que sean ni firmemente establecidos ni duraderos, al menos en ocasiones. Así, por ejemplo, se afirma que el acceso de mujeres al diaconado y presbiterado (del episcopado consta solamente una frase en una tumba sin que sea preciso el sentido) no han de entenderse en el actual modo de entender los ministerios. Podemos acordar con eso ¡sí, y solo sí! lo mismo se aplica a los varones; no es sensato afirmar que Esteban fue diácono pero Febe no lo fue, por ejemplo; o ambos no, o ambos sí…).

El antiguo (y vetusto) planteo de que Jesús instituyó la Eucaristía en la última cena (mirada juridicista) y también el ministerio ordenado al decir “hagan esto…” entra en crisis, no solamente por lo dicho más arriba, sino por la posibilidad concreta de que algunas mujeres también participaran de la cena con Jesús. Es obvio que en el Segundo Testamento no se indica el modo como se realizaban las celebraciones comunitarias, pero, en la primera generación (Pablo, por ejemplo), la participación de mujeres al mismo nivel que los varones es evidente. La estructuración eclesiástica siguiendo el modelo romano de la “casa” fue relegando a las mujeres, aunque en los primeros siglos su participación es más que evidente (especialmente porque si el “lugar” de las mujeres era el interior de la casa, es allí donde se celebraba la Eucaristía… Constan abundantes casos de celebraciones presididas por mujeres, aunque esto fuera cada vez más restringido y, hasta, más tarde, impedido.

El reciente ¡no! de la comisión vaticana encargada de evaluar el acceso de mujeres al diaconado es llamativo. Por lo menos llamativo. Para empezar, porque afirma que “por el momento no es posible formular un juicio definitivo, como en el caso de la ordenación sacerdotal”: es decir, si eventualmente se tomara una decisión en contrario, las mujeres no pueden ¡de ninguna manera!, esperar ni soñar el acceso al presbiterado…

Debo confesar que el argumento que algunos han planteado que “Jesús era varón” me ha resultado el argumento más insustancial y menos razonable que yo podría imaginar. Jesús era laico, ¡debemos recordarlo! Y cuando escucho “justificar” el supuesto respeto en la Iglesia por las mujeres dado el amor a la Virgen María, me pregunto si se están burlando de mí. Jesús no es referente para los varones y la Virgen para las mujeres, ¡evidentemente! María es modelo de discípula para mujeres y para varones; Jesús es la palabra que se hace “carne” humana (varones y mujeres) para mostrar un Dios que le sale al encuentro a la humanidad, a varones y a mujeres.

Lamentablemente, también debo confesar, no me extraña; no esperaba de los ambientes de la curia vaticana, apertura de género, atención a los signos de los tiempos, y, ni siguiera, docilidad al Espíritu Santo. El patriarcado, el miedo, el autoritarismo, y la misoginia (cuando no ginofobia) campean a sus anchas en la “Santa Madre” (sic). Curiosamente dicen que el tema debe ser mejor estudiado, siendo que grandes teólogas y algunos teólogos llevan casi un siglo estudiándolo atenta y concienzudamente. A lo mejor serían, al menos más honestos, y en lugar de decir que “por ahora”, que “debemos profundizar” se atrevan a decir “tenemos miedo”, consideramos a “las mujeres como inferiores”, “no queremos ceder poder” o cosas por el estilo. No sería grato, pero al menos sería más creíble. Mientras tanto, toca seguir esperando que alguna vez el Espíritu Santo, “el alma de la Iglesia”, se decida a “pegar un golpe sobre la mesa”.


https://laicismo.org/mujeres-en-el-altar/

 

Imagen de 4 religiosas limpiando de oleo el altar de la Sagrada Familia que el papa Benito XVI había consagrado, tomada de https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20101108/cuatro-monjas-limpiaron-oleo-altar-584380