miércoles, 20 de noviembre de 2024

El Jesús que aprendo a conocer

El Jesús que aprendo a conocer

Eduardo de la Serna



Es evidente que cada quién tenemos un Jesús introyectado que nos hace pensar, o intuir, que él “es así” o “no es así” cuando nos hablan o vemos una imagen diferente del que conocemos y abrazamos. Pero no es menos cierto que ese Jesús no es el mismo que conocimos de niños: ha crecido con nosotros, ha cambiado, se ha travestido con otras ropas, rostros, colores… Y, probablemente, seguirá cambiando.

Pero, ¡son tantos los que hay en góndola!, que es sensata la pregunta de cuál se va asemejando más y más al del madero y al que anduvo en la mar. Porque es evidente que todo Jesús anunciado está cargado de nuestras cargas, nuestra cultura, nuestras imágenes, nuestras crisis; y es ese el que mostramos, y es ese el que nos muestran. Evidentemente, cuando hablamos de Jesús hablamos de ese mismo que tenemos dentro; y no es insensato empezar sabiendo que ese Jesús del que hablamos honestamente, ¡no es Jesús! (solo puede ocurrir que se le asemeje).

Y así, hablamos o nos hablan de Jesuses altos o bajos, blancos u oscuros, sonrientes o lagrimeantes, aislados o acompañados… Un Jesús en oración, un Jesús hacedor de milagros, un Jesús eucaristía, un Jesús rodeado de personas, un Jesús…

En estos párrafos quiero mostrar al Jesús que fui conociendo en mis años militantes (que no han terminado).

En los grupos juveniles, allá por los primeros 70s lo veíamos y presentábamos como un amigo, un compañero de camino; era “el Flaco” (para incomodidad de sectores formales, por cierto). Era un Jesús al que sentíamos y sabíamos cercano, con el que conversar en los momentos particulares (que, con el paso del tiempo, fueron viniendo aterradoramente sobre nosotros). Creo que ese Jesús amigo y cercano, aunque fuera tomando otros rostros, fue fundamental para sobrevivir en la “noche oscura”; eran momentos de pánico y soledad en los que experimentar la cercanía abrazadora del amigo daba otro aire; otra paz.

Pero esa noche oscura, en mi caso, coincidió con mi estadía en el Seminario preparándome para ser cura (y, debo decir, que, salvo el primer año introductorio, en lo que a la estadía en el seminario respecta, no fueron para mí años complicados). Pero señalo dos elementos (podrían ser más) que entonces me marcaron… por un lado la soledad forzada ante la desaparición de amigas y amigos, o los exilios indispensables de otros y otras. Esto me hizo, por un lado, empezar un nuevo mundo de relaciones (que no era el de la militancia sino el “parroquial”) ya como seminarista. La formalidad estaba a la mano. Metafóricamente hablando, con mis amigos, desapareció “el Flaco” … y desapareció “Cacho”, que era el “yo” que era. Por otro lado, fue concentrarme en el estudio, en lo que no tenía dificultades, particularmente en lo bíblico. Fueron estos encuentros con la Biblia, especialmente con algunos docentes muy adecuados, los que me hicieron buscar con mis capacidades e incapacidades y me llevaron a entrar más y más en la Biblia, cosa que no he dejado de hacer hasta el día de hoy. Y, no es menos evidente, es precisamente en la Biblia donde pude ir encontrando un Jesús más nutritivo, más existencial, más vivo.

Para quienes no estén en tema les cuento, muy sucintamente, que, cuando estaba en la Facultad de Teología (1975-1980), los estudios serios decían que no era posible conocer al Jesús histórico con los elementos con los que contamos; por tanto, en mi formación e investigación, Jesús estaba “escondido” (así se decía) detrás del “Cristo de la fe”. El Cristo que, por ejemplo, los Evangelios predicaban era – es, precisamente – una predicación (en griego se dice kérygma) de un personaje concreto (Mateo, Marcos, Lucas, Juan, por ejemplo) a comunidades concretas con intencionalidades concretas… ¿Cómo encontrar allí a Jesús? Parecía imposible. Pero desde adentrados los 80s se empezó a profundizar un nuevo modo de encuentro con Jesús, nuevos métodos, nuevos límites, menos ambiciosos acaso, nuevos conocimientos, pero que hicieron “explotar” los trabajos sobre Jesús (por cierto, muchísimos de ellos de nula seriedad académica). Por tanto, al Jesús que se manifiesta en los estudios bíblicos lo fui descubriendo ya terminada la Facultad de Teología en mis lecturas posteriores.

Soy consciente que Lucas, por ejemplo, presenta al Jesús que él conoce y que puede predicar a su comunidad, y no “el Jesús real”; y lo mismo los demás evangelistas, por cierto. Pero no es menos cierto que detrás de ese Jesús predicado se asoma aquel que caminaba los caminos galileos.

Y no voy a entrar en temas académicos, que no es el caso, pero no soy menos consciente que muchos (colegas o no) muestran y/o predican un Jesús que, me parece, totalmente deformado. Un Jesús desencarnado echando rayos místicos, un Jesús eucaristía adorada sin pueblo, un Jesús milagrero, un Jesús en las nubes me parece que es más alienación que huellas para andar.

Quiero señalar tres textos que me parecen ilustrativos en este sentido:

  •          Demasiadas teologías oficiales hablan como si la Biblia dijera que la Palabra se hizo nube y sobrevoló sobre nosotros, en vez de lo que realmente afirma: que la Palabra se hizo carne y plantó su chabola entre nosotros” (J. I. González Faus, Etty Hillesum. Una vida que interpela, Santander: Sal Terrae 2008, 73).
  •          Un Jesús cuyas palabras y hechos no encontraran rechazo, sobre todo entre los poderosos, no es el Jesús histórico” (J. P. Meier, A Marginal Jew. Rethinking the historical Jesus, New York: Doubleday [ABLR] 1991, 177 [versión castellana, Un Judío Marginal (Estella, Navarra 1998; edición digital) 174]).
  •          El Cristo que no puede ser secuestrado por la gente de alto nivel económico es el Jesús histórico”, E. Johnson, “The Word was made Flesh and Dwelt among Us. Jesus Research and Christian Faith”, en D. Donnelly, Jesus, a Colloquium in the Holy Land, London: Continuum 2001, 162; en castellano “La palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”, en D. Donnelly (ed.), Un coloquio en Tierra Santa, Verbo Divino 2004, e-book 204 (citando a J. Miranda).

Hay una serie de criterios, molestos en ocasiones, que no quiero dejar de lado a modo conclusivo…

  •          Creerse los “dueños”, los garantes de la ortodoxia, del “verdadero” Jesús, suele ser indicio de que lo estamos manipulando y nos aprovechamos de él (y de nuestro “poder”);
  •          Presentar un Jesús que nos beneficia económicamente (por ejemplo, con apariencias de milagros, sanaciones, exorcismos) no solamente es manipulación de Jesús, de la fe del pueblo y de sus dolores y necesidades, sino nos pone a nosotros por delante.
  •          Presentar un Jesús solo compañero de camino, solo humano-hermano, también nos pone en el terreno de la distorsión o la amputación.
  •          Presentar un Jesús desencarnado, sea solo glorioso, sea solo resucitado, sea solo eucarístico (para ser adorado y no masticado) nos pone en el peligroso terreno de la idolatría [la idolatría no es solo la adoración de lo que no es Dios, sino también la manipulación de Dios].

Jesús es complejo. ¡Maravillosamente complejo!; y por eso adueñarse de él lo deforma. Dejar a Jesús ser Jesús debería ser la permanente consigna de la oración, la predicación, la catequesis, las comunidades…

En suma, sigo vislumbrando el rostro de Jesús, intuyéndolo, descubriéndolo con hermanas y hermanos, tachando jesuses deformados, abrazando rostros pobres, con el hedor de los pueblos, encontrando algunos aspectos que me permiten “armar el rompecabezas” y mostrar, con mis límites, al Dios que se autolimita, al “tan humano, solo Dios”, al que eligió la historia para que lo podamos ver ¡cara a cara!, como una persona con sus amigos (cf. Ex 33,11; Jn 15,15). Ese es el Jesús que conozco, el que amo, y el que quisiera ir mostrando para que sea amado:

«Solo hay una cosa que hacer durante la noche, la única noche de la vida que llegará una sola vez, y es amar, amar a Jesús con todas las fuerzas de nuestro corazón y salvar almas para él, para que sea amado... ¡Oh, hacer amar a Jesús!» (Sainte Thérèse de l’Énfant-Jésus et de la Sainte-Face, correspondance générale T. I, Paris: Cerf – DDB 1974, 504 (nouvelle édition, lettre à Celine 96 [15 de octubre 1889] 2vº; edición castellana, Obras completas, Burgos: Monte Carmelo 51980, carta 74, pag. 440.

 

Imagen del Grafito de Alexámenos. Se trata de la primera "imagen" de Jesús que se conserva. Es una burla de Jesús crucificado, en quien Alexámenos creía, representado como un burro en la cruz, grabada en una escuela de Roma de los primeros siglos.  https://es.wikipedia.org/wiki/Grafito_de_Alexámenos#/media/Archivo:Alexorig.jpg

martes, 19 de noviembre de 2024

Comentario a las lecturas domingo 34º B

 El reino de la vida y la paz ha comenzado... y se manifiesta

 DOMINGO TRIGESIMOCUARTO – “B”

CRISTO REY

Eduardo de la Serna




Lectura de la profecía de Daniel     7, 13-14

Resumen: Daniel ve en sueños una serie de imágenes terribles, pero finalmente una señala que Dios no se desentiende de su pueblo y podrá vivirse para siempre en un ambiente humano sin opresores ni violentos.


Para comprender el texto litúrgico es necesario mirar bien todo el texto del capítulo 7 hasta su final en el versículo 14, En v.15 comienza la segunda parte en la que Daniel, ante lo que ve queda preocupado y pide explicación de todo esto (7,15-28). El texto litúrgico, entonces, conforma la mirada final de las “visiones nocturnas” (= sueños) de Daniel. El texto señala – como es propio de la literatura apocalíptica que en cuanto tuvo las visiones Daniel las puso por escrito (v.1). Se refiere a cuatro bestias terribles. La imaginación intenta mostrar figuras monstruosas de destrucción con lo que a las imágenes animales (león, oso, leopardo) añade elementos que refuercen lo dramático (alas, costillas…). El acento está puesto en la cuarta bestia que es la más terrible (no tiene imagen, simplemente señala que era terrible, espantosa y muy fuerte, con dientes de hierro, que come, pisotea y tritura… “Era diferente de las bestias anteriores” (v.7). Se destaca que tiene diez cuernos (el cuerno es imagen de poder por lo que tiene pleno poder, pero no es interminable; ver Ap 12,3; 13,1; 17,3.7.12.16). Y “estaba yo observando” cuando despunta un pequeño cuerno con su boca decía cosas espantosas (v.8). Acá está el acento del presente del libro ya que a continuación se pasa a un “intervalo” donde un Anciano (sin dudas Dios) a quien miles y miles lo sirven, se sienta en el tribunal y se abren los libros (en la literatura apocalíptica los libros son los libros donde están escritos los nombres de los justos, el “libro de la vida”). Entonces la pequeña bestia es aniquilada, las otras bestias despojadas de poder y es ahora donde surge la visión conclusiva de la liturgia de hoy: el “hijo del hombre”. Este “hijo de hombre” viene del cielo (las bestias venían del mar, v.3) y es presentado ante el “anciano” y recibe “poder”.

Antes de seguir es importante una breve nota sobre la apocalíptica: la literatura apocalíptica es sumamente concreta e histórica a pesar de aparentar ser mitológica o de ensueño. Hace referencia a situaciones o grupos concretos de su tiempo pero “disfrazados” de imágenes extrañas. En un contexto de conflicto, persecución y muerte se invita a los lectores a pensar la realidad y mirarla con esperanza: Dios no se desentiende de su pueblo. La destrucción de Jerusalén (año 587 a.C.) hizo que Israel perdiera su libertad, primero en manos de los babilonios, luego de los persas, luego de los griegos ptolomeos y finalmente los griegos seléucidas (= cuatro bestias). Dentro de estos, además, Antíoco IV fue particularmente sanguinario quemando los libros de la Ley, obligando a comer alimentos impuros, prohibiendo las reuniones los sábados, profanando el templo (es la “pequeña bestia” que blasfema). Pero Dios no permanece indiferente, y ante tanta destrucción “monstruosa” finalmente enviará un pueblo “humano” (Israel, el “hijo del hombre”). Y mientras los otros monstruos destructores tienen un poder terrible, pero limitado (diez), cuando llegue el tiempo de Israel su poder “será eterno” y su reino “no será destruido”.

El contraste entre las bestias y el “hijo de hombre” (es obvio que el acento está puesto en la humanidad de este nuevo personaje) es evidente en la misma imagen. Este nuevo grupo – Israel – tendrá “poder, honor y reino” y todos los “pueblos, naciones y lenguas” lo servirán. Sin dudas el contraste es notable, no sólo entre lo terrible y brutal por un lado y lo humano, por el origen desde el mar (lugar de las fuerzas del mal, ver Ap 21,1) y desde “las nubes del cielo”, sino también en el breve tiempo que dura (que durará, porque está escrito en tiempo de persecución, y allí se fundamenta la esperanza) en contraste con el “poder eterno” y “reino no destruido” en el que Israel – como en tiempos de David – reinará y dejará que sea Dios el que reine (el anciano). 

Nota conclusiva sobre el “hijo del hombre”. El hebreo es una lengua “florida”, redundante. Un “hijo de hombre” sin dudas es sencillamente un “hombre”, un ser humano (así se usa, por ejemplo, con toda frecuencia en el libro de Ezequiel). Es evidente que en este caso se refiere a un “grupo humano” en contraste con las bestias, y – por lo tanto, si las bestias eran pueblos opresores, aquí también se refiere a un pueblo, ver v.27: “el pueblo de los santos del Altísimo”. Ahora bien, con la expectativa creciente en la venida futura de un enviado de Dios (un/el mesías) esta figura del “hijo del hombre” empezó – siempre en la literatura apocalíptica – a tener connotaciones ya no colectivas sino personales. Es en ese sentido que será usado en tiempos de Jesús y es muy posible que él mismo lo haya utilizado aplicado a sí mismo (aunque, curiosamente siempre lo hace en tercera persona y el muchos casos en futuro). Así se ve por ejemplo, en el libro apócrifo de Henoc:
Allí vi al que posee el «Principio de días», cuya cabeza es blanca como lana, y con él vi a otro cuyo rostro es como de apariencia humana, mas lleno de gracia, como uno de los santos ángeles. Pregunté a uno de los santos ángeles, que iba conmigo y me mostraba todos los secretos, acerca de aquel Hijo del hombre, quién era, de dónde venía y por qué iba con el «Principio de días». Me respondió así:
—Este es el Hijo del hombre, de quien era la justicia y la justicia moraba con él. El revelará todos los tesoros de lo oculto, pues el Señor de los espíritus lo ha elegido, y es aquel cuya suerte es superior a todos eternamente por su rectitud ante el Señor de los espíritus. Este Hijo del hombre que has visto levantará a los reyes y poderosos de sus lechos y a los fuertes de sus asientos, aflojará las bridas de los poderosos y destrozará los dientes de los pecadores. Echará a los reyes de sus tronos y reinos, porque no lo exaltan ni alaban, ni dan gracias porque se les ha dado el reino. Humillará el rostro de los poderosos y los llenará de vergüenza: la tiniebla será su morada; gusanos, su lecho; y no tendrán esperanza de levantarse de él, porque no exaltan el nombre del Señor de los espíritus. Estos son los que erigen como árbitros a los astros del cielo, levantan la mano contra el Altísimo, pisotean la tierra y moran en ella mostrando iniquidad en todas sus obras. Su fuerza está en su riqueza, y su fe, en los dioses que forjaron con sus manos negando el nombre del Señor de los espíritus, persiguiendo sus casas de reunión y a los creyentes que se apegan al nombre del Señor de los espíritus. (1 Hen 46; ver también 47-49).


Lectura del libro del Apocalipsis     1, 5-8

Resumen: el libro del Apocalipsis comienza con un canto litúrgico donde se canta a Jesucristo y se celebra los efectos de su amor en la vida de la comunidad.



El libro del Apocalipsis está lleno de elementos y cantos litúrgicos lo cual es coherente con esta literatura que pretende establecer una suerte de “puente” entre el cielo y la tierra, Dios y su pueblo (de eso se trata la liturgia). 

El texto parece un coro que puede estructurarse de esta manera:

[lector           "Juan, a las siete Iglesias de Asia:          Gracia y paz a ustedes
de parte de Aquel que es, que era y que va a venir, y
de parte de los siete Espíritus que están ante su trono, y
de parte de Jesucristo,       el Testigo fiel,
                                                      el Primogénito de los muertos,
                                el Príncipe de los reyes de la tierra.

[coro            Al que            nos ama
                    nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre
                    nos ha hecho reyes y Sacerdotes para su Dios y Padre,

A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén".

[lectorÉl viene sobre las nubes y todos lo verán, aún aquellos que lo habían traspasado.                         Por Él se golpearán el pecho todas las razas de la tierra. Sí, así será. Amén.

[el rey Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que                                  vendrá, el Todopoderoso.

La asamblea experimenta el amor actuante (participio presente) y responde con tres coros a los tres atributos de Jesucristo.

El acento está puesto en el rey-reino que tiene características particulares. Lo primero que se dice de “aquel” que “es, era y va a venir” hace referencia a su muerte (martys pistós, un testigo creíble), a la resurrección (el primer nacido de entre los muertos, “primogénito) y ser “príncipe de los reyes” (Sal 89,28) y a estar “sentado junto a Dios”:
Dijo el Señor a mi señor: Siéntate a mi derecha hasta que haga a tus enemigos estrado de tus pies. El Señor extenderá desde Sión el poder de tu reinado: ¡domina entre tus enemigos! (Sal 110:1-2)

El coro, entonces, canta lo que el amor actuante de Jesús ha provocado en ellos: liberar de los pecados (con su sangre, no parece referencia al Bautismo sino a los efectos de la muerte de Jesús). La sangre “compra” (5,9), “lava” (7,14), “vence” (12,11), y como el vino (del lagar, 14,20) la beben los asesinos (16,6) y embriaga (17,6). Y el efecto es ser “un reino y sacerdotes”. Esto vuelve a repetirlo en la primera gran visión (cc.4-5) en 5,10: “con la sangre del cordero ‘compró’ hombres de “toda raza, lengua, pueblo y nación haciendo un reino y sacerdotes”. De hecho, los muertos en fidelidad resucitarán y serán “sacerdotes” y “reinarán” con él “mil años” (20,6). Es interesante que en Apocalipsis este ser sacerdotes, que es propio del pueblo de Dios (como en Ex 19,5), es inseparable del reino. 

La referencia al “traspasado” (ver Jn 19,37) remite a Zac 12,10: 
“…derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito”.

Con la auto-presentación de Jesús como “principio y fin” (alfa y omega, cf. 21,6; 22,13 y 1,17; 2,8; Is 41,4; 44,6) y como el que “es, era y va a venir” (cf. 4,8) retoma el comienzo cerrando la unidad.



Evangelio según san Juan     18, 33b-37

Resumen: en diálogo con Pilato Jesús contrapone dos mundos, dos modos de vivir. El de la vida, la luz, la fe sobre el que Él reina, y otro reino, de este mundo, en el que reina el diablo, la violencia, las tinieblas y la muerte.



El Evangelio de Juan tiene una serie de características que lo diferencian de los restantes evangelios. Una de ellas es que en la Pascua no encontramos un “juicio” religioso a Jesús (con Caifás, en los Sinópticos). Podemos afirmar que en realidad todo el Evangelio constituye un juicio en el que Jesús presenta testigos y en el cual los seres humanos están auto-juzgándose a sí mismos según sea su respuesta ante Jesús. Creer o no creer es en realidad el verdadero juicio.

El encuentro con Pilato se caracteriza con constantes entradas y salidas de Pilato al encuentro de los que entregan a Jesús (los judíos, que quedan fuera del pretorio para no quedar impuros y poder comer la pascua) y Jesús que está dentro. Estas entradas y salidas marcan pequeñas unidades que concluyen con la entrega para que sea crucificado. En su primera salida Pilato pregunta por la acusación y le afirman que Jesús es un “malhechor” (kakòn poiôn) por eso lo han “entregado”. Al entrar (este segundo momento constituye la lectura del día con la omisión de v.38a) la consulta no es por el “mal que ha hecho” (como en Mc 15,14 y los paralelos) sino si es “el rey de los judíos”. Este será el tema del diálogo entre Jesús y el procurador.

La primera parte de la respuesta de Jesús “dices esto por tu cuenta o lo han dicho otros” es doblemente irónica. Más adelante señalará Juan que los judíos afirman “no tenemos más rey que el César” (19,15; con lo que proclaman que Dios no es su rey, cosa que es característica de la fe de Israel; cf. Sal 47,9; 55,20; 146,10; Is 52,7); de hecho según los sumos sacerdotes es Jesús quien ha dicho que es rey, y que ellos no lo reconocen (19,21). Si es “rey de los judíos” lo concreto es que “tu pueblo” te ha entregado. El verbo “entregar” (paradídômi) en 6,64.71; 12,4; 13,2.11.21; 18,2.5; 19,11; 21,20 se aplica a Judas; en 18,30.35 se refiere a los “judíos”; en 19,16 Pilato lo entrega “a los sumos sacerdotes” para que fuera crucificado. Sólo en 19,30 la entrega tiene una connotación positiva ya que Jesús “entrega” su espíritu.

Jesús, entonces, comienza a aludir a su “reino” como “no de este mundo” con lo que – y Pilato comprende correctamente – Jesús se autoproclama rey pero de un modo distinto. Para empezar, es un reino de no-violencia: su gente no “combate” (agônizomai) para evitar que Jesús sea “entregado” a “los judíos” (v.36). No es la lucha lo propio de los servidores-guardias (hypêrétai) de Jesús.

Lo característico de Jesús es lo contrario de “este mundo” (kosmou toutou) ya que este es de los judíos (8,23), ya que Jesús vino a un juicio que tiene relación con creer o no en él (9,39), el que no ve la luz tropieza (11,9), rechaza esta vida mirando la vida eterna (12,25) ya que “este mundo tiene por príncipe” al diablo (12,31; 16,11). La hora de Jesús es su paso al Padre (13,1). Los discípulos de Jesús “no son de este mundo” (15,19). En Juan, entonces, se hace referencia a dos mundos, pero que no se refieren al mundo “celestial” y al “secular” sino a los que reciben a Jesús y los que lo rechazan, y – por tanto – rechazan su invitación al amor. El “mundo este” es el ambiente hostil a Jesús y obviamente en el cual Jesús no reina. Este mundo es el espacio de la muerte y la violencia.

Sin ser del mundo, Jesús vino al mundo a hablar en nombre de Dios (6,14; 11,27; 16,28). Pero los seres humanos prefirieron las tinieblas a la luz (3,19), y ese es – como se dijo – el “juicio” (9,39) para que el que crea no siga “en tinieblas” (12,46) porque vino “a salvar” (12,47). En los adversarios, en cambio, el que viene es “el príncipe de este mundo” (14,30). 

A esto Jesús lo llama dar “testimonio de la verdad” y “ser de la verdad” (v.37). La verdad, en la Biblia, no es una palabra que es conforme a la realidad, sino que es la conformidad a la alianza. Por “verdad” se ha de entender “fidelidad”, “lealtad” y también “amor”, por eso se puede “caminar en verdad” o “ser de la verdad” (por eso la verdad hace libres, 8,32), por eso el diablo es “padre de la mentira” (8,44) y homicida. Lo contrario de ser mentiroso es “guardar la palabra” de Dios (8,45). Esto es lo que Jesús testimonia (martyreô) ya que es testigo de Dios (3,11.32) y de que las obras “del mundo” son perversas (7,7). Dentro de los múltiples “testigos” del juicio al que hicimos referencia más arriba, Juan el Bautista ha venido para ser testigo “de la luz” (1,7.15.32.34; 3,26.28; 5,33), la samaritana da testimonio (4,39), las obras del Padre (5,36; 10,25; 12,17 [la vida de Lázaro]), el mismo Padre (5,37; 8,18) y las Escrituras (5,39) y el mismo Jesús lo da de sí mismo (8,13.14) y también lo hará el Paráclito (15,26) y los discípulos (15,27) especialmente el discípulo amado (19,35; 21,24). 

A esto se refiere con “escuchar su voz”, como la voz del viento-espíritu (3,8), ya que escuchar la voz (recibirla, creer en ella) conduce a la vida (5,25) como la voz del pastor da vida a las ovejas (10,3.27).

En suma, la vida y la muerte juegan su suerte en la Pascua de Jesús. Los que no escuchan su voz, los de la mentira, los de la violencia, los que lo entregan a la muerte, las tinieblas quedan del lado de “este mundo” y su “príncipe”, mientras que en el otro se congregan los de “la verdad”, los que escuchan la voz de Jesús, los de la luz. Sobre estos Jesús reina y sobre estos entrega su espíritu.


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lunes, 18 de noviembre de 2024

Las maravillas de la guardia pretoriana

Las maravillas de la guardia pretoriana

Eduardo de la Serna



El famoso escritor romano, Marco Tulio Cicerón (el verdadero, no el falsamente citado en ocasiones) afirma sobre la historia:

«Y en cuanto a la historia, testigo de los tiempos, luz de la verdad, vida de la memoria, maestra de la vida, heraldo del pasado, ¿con qué otra voz sino es la del orador se la encomienda a la inmortalidad?» (Sobre el orador II.36).

Como parece que hay quienes niegan la historia, y en ocasiones la reemplazan por animalitos en billetes, o, también, la limitan a un tic toc o, cuanto mucho, a lo que pueden ver en una serie televisiva, quisiera destacar algunos elementos. La estética mussoliniana, que a su vez remeda la romana no ayuda demasiado a una buena comprensión de la cuestión, así que destacaré – con perdón de la “plebs” - alguna bibliografía.

Durante la república romana, cuando algún magistrado iba en campaña militar, era frecuente que tuviera un grupo de guardaespaldas. Pero luego del triunfo de Octaviano sobre Marco Antonio y Cleopatra (2 de septiembre 31 a.C.), llamándose ahora Augusto, amplió este grupo armado de una manera considerable, pero – como era tradición – siempre cuidando que no hubiera uniformes militares en la ciudad de Roma (los que tenían algún rol en este sentido, vestían de civil).

Su sucesor, Tiberio encargó a su amigo Lucio Elio Sejano (20 a.C. – 31 d.C.) como prefecto, la organización de una guardia imperial que se transformó en un importante grupo armado. Este grupo, fue concentrado ahora en un cuartel[1]

de manera que recibieran a un tiempo las órdenes, se llenaran de confianza en sí mismas al contemplar su propio número y fuerza, y causaran miedo a los demás (…) Tampoco se abstenía de intrigas en el senado para premiar a sus clientes con honores y gobiernos, ante la mejor disposición de Tiberio, tan de su parte que no sólo lo celebraba como compañero de fatigas en sus conversaciones... (Tacito, Annales IV,2:1.3).

el control de la situación por el miedo y la ostentación del terror, de ser necesario, caracterizaba la presencia de la guardia pretoriana, ahora sí en la Gran Ciudad.

Lo que quiero decir es que el Princeps no tenía por qué conciliar a la plebe si estaba dispuesto a mantenerla bajo control por la fuerza (como lo estaba Tiberio), utilizando a las cohortes pretorianas, a los actores exiliados y a los líderes de sus clubes de fans. Incluso cuando murió, la plebe se vio frustrada en su plan de quemar el cuerpo en un anfiteatro para obligar al tacaño emperador a ofrecer al menos un espectáculo. (Griffin 41)

Cuando Tiberio se retiró a Capri, Sejano actuó como virtual emperador haciendo que a aquel solamente le llegara la información filtrada por él, lo mismo que sólo quienes él decidía podían acceder a Tiberio. Pero tanto poder no fue gratuito, y ante sospechas de traición, fue ejecutado en el año 31 (el 18 de octubre).

Sucesores de Sejano como Afranius Burrus (51-62) y Ofonius Tigellinus (62-68) supieron mantener una considerable influencia[2]. Pero este poder no estaba ajeno a otros problemas. El sucesor de Sejano, Quintus Naevius Cordus Sutorius Macro (nombrado prefecto por Tiberio, 31-38) eliminó a toda la familia de Sejano del ambiente cortesano; y siendo amigo y cómplice de Calígula (al que le “permitió” ser amante de su propia esposa) es el probable asesino de Tiberio. Más tarde, Calígula, sospechando de él lo envía a Egipto donde lo despoja de todo, llevándolo al suicidio. Su sucesor, Marcus Arrecinus Clemens, nombrado por Calígula en el año 38 participa del derrocamiento del emperador ante su evidente locura (que es finalmente asesinado en el año 41). La Guardia pretoriana es la que nombra a Claudio como sucesor de Calígula.

Tácito, como señaló Syme, enfatizó la nueva situación reemplazando la fórmula tradicional 'senatus populusque' por 'senatus milesque et populus'.[3] Los emperadores tampoco dudaron en utilizar estas fuerzas contra la multitud, y, en el período posterior al asesinato de Cayo, los cónsules los utilizaban para detener los saqueos. El propio emperador era asistido regularmente por una escolta armada, generalmente pretorianos vestidos de civil. (Griffin 40, cf. Tacito, Annales XVI,27).

Así lo narra Tacito:

Nerón no había tomado medida alguna en este sentido, e incluso los hombres valientes se asustan ante acontecimientos imprevistos; cuánto menos aquel comediante, acompañado simplemente por Tigelino y sus cortesanas, osaría ofrecer resistencia armada. Añadían que llegan a término muchos intentos que a los cobardes les parecen arduos. De nada valdría esperar sigilo y lealtad en los ánimos y cuerpos de tantos comprometidos: nada cerraría el paso al tormento o a la recompensa. Le hacían ver que también a él iban a venir a prenderlo para a la postre darle una muerte indigna (Tacito, Annales XV.59,2-3).

La complejidad de las relaciones es evidente: Nerón, Galba y Vitelio (emperadores) fueron abandonados o asesinados por la guardia.[4]

Finalmente, luego de su triunfo militar en 312, en el que la guardia apoyó a su adversario, Constantino decide disolverla.

Deteniéndonos brevemente en el ambiente bíblico, Flavio Josefo utiliza el término “pretor” en un sentido “popular”, esto es, jefe de gobierno. El pretorio, en estos casos, es la sede de este personaje con su guardia militar. Sin embargo, no ignora el riesgo que la concentración de poder implica (aunque en griego utiliza el término strategós, no praitôrion, como en ocasiones también lo hace Hechos de los apóstoles; cf. Hch 16,20-38):

Otra conspiración fue urdida por ellos, bajo la dirección de Cherea Cassius, el tribuno [de la banda pretoriana]. Minuciano Annio también era uno de los grandes que estaban dispuestos a oponerse a su tiranía. (Ant J. 19:18)

Cuando la multitud se sentó, y Cherea, con los otros tribunos, también se sentó, y el ángulo derecho del teatro fue asignado a César, un tal Vatinio, senador, comandante de la banda pretoriana, preguntó a Cluvio, uno que estaba sentado junto a él, y que también era de dignidad consular, si había oído algo de las noticias, pero tuvo cuidado de que nadie oyera lo que decía. (Ant J. 19:91)

Pero como en ese momento la multitud estaba consternada, y todo el palacio estaba lleno de la locura de los soldados, y los mismos guardias del emperador parecían estar bajo el mismo miedo y desorden que las personas privadas, la banda llamada pretoriana, que era la parte más pura del ejército, estaba deliberando sobre lo que se debía hacer en esa coyuntura. Ahora bien, todos los que estaban en esta consulta tenían poca consideración por el castigo que Gayo había sufrido, porque merecía justamente su fortuna (Ant J. 19:214).

Los evangelios, por ejemplo, afirman que Jesús es llevado y condenado por Poncio Pilato en el “pretorio” (praitôrion, Mt 27,27; Mc 15,16; Jn 18,28.33) donde también es llevado Pablo según Hechos de los apóstoles (Hch 23,35) y Pablo mismo afirma estar allí detenido (sin que, en este caso, sepamos si se trata de algo ocurrido en Roma o en Éfeso; Fil 1,13).

En suma… si un grupo afirma ser “la guardia pretoriana” del gobierno, se me ocurren unas breves:

  •          Si pretende ser guardaespaldas del presidente, lo celebro. No me alegraría que nadie lo asesine, ni tampoco que nadie clave el último clavo de un cajón con él adentro. Sólo espero que sea sepultado por votos que lo eyecten del poder ejecutivo que tan mal desempeña.
  •          Viendo las capacidades de fáciles traiciones (de ayer y de hoy) aprovechando el manejo y desmanejo del poder, debo confesar que no me da ninguna seguridad ni personal, ni social, ni – menos aún – democrática una tal Guardia
  •          Viendo algunas actitudes, como un pretoriano huyendo en el Congreso para refugiarse en una cafetería, y otro pretoriano orinándose encima en un avión ante un rapero que lo encara, no me da ninguna seguridad semejante guardia que sólo sabe “guardar” resguardándose en el anonimato; las balas perdidas o los disparos en huida pueden provocar muchos muertos.
  •          Los que creemos que, en democracia, sólo el Estado debe tener el monopolio de la fuerza, y, por lo tanto, someterse a estrictísimos protocolos (no bullricheanos, por cierto, que ni de protocolo, ni de controles ni de sobriedades sabe nada) esperamos que el mismo Estado – por ejemplo, desde un poder judicial, si lo hubiera – ponga límites y cotos. Los que hemos conocido la pretoriana Triple A, por ejemplo, no nos alegraría revivirla, aunque los negacionistas – obviamente – la nieguen. Escuchando, por ejemplo, a la incontinenta concejala Albasetti, no podemos menos que añorar, esperar, soñar al menos sobriedad. Pero la locura y la guardia pretoriana y sus mandantes, suelen ir de la mano. Mano armada, por cierto. ¡Días oscuros nos aguardan!


Notas

[1] «El odio de la plebe no pudo derrocar a Tiberio; su amor no pudo salvar a Nerón. Para mantener el control, el Princeps necesitaba contar con la lealtad de los comandantes del ejército, de los prefectos pretorianos, de los propios soldados y del personal de su casa, cuya proximidad física brindaba la oportunidad de asesinar». (Griffin, “Urbs Roma, plebs and Princeps”, en L. Alexander, Images of Empire [JSOT supp. 122], Sheffield, Sheffield Academic Press 1991, 39).

[2] L. Keppie, “Praetorian Guard”, en Anchor Bible Dictionnary V: 446-447.

[3] Las fórmulas significan: “el senado y el pueblo” y luego “el senado, el ejército y el pueblo”.

[4] «Sin embargo, cuando Claudio fue envenenado por su esposa Agripina y su hijastro Nerón, la Guardia no tardó en transferir su lealtad y asegurar el ascenso de este último al trono. Una vez más, un Prefecto Pretoriano, Sexto Afranio Burrus, ejerció una enorme influencia, esta vez para bien. Sin embargo, después de la muerte de Burrus, el creciente catálogo de crímenes de Nerón, que incluía el matricidio, provocó de nuevo la repulsión entre los oficiales conservadores de la Guardia, y varios de ellos, incluido uno de los dos sucesores de Burrus en la prefectura, estuvieron involucrados en la peligrosa conspiración de Pisonian del año 65 d. C. El otro Prefecto, Tigelino, tomó la iniciativa en la supresión de la conspiración, y la Guardia fue recompensada con una bonificación de 500 denarios por persona. A pesar de esto, tres años más tarde, el nuevo colega de Tigelino, Ninfidio Sabino, se encargó de que la Guardia abandonara a Nerón en favor del pretendiente Galba. Sabino había prometido a la Guardia 7.500 denarios por cada uno de sus hombres por su lealtad, pero Galba se negó a pagar. Esto permitió a su rival, Otón, sobornar a 23 especuladores de la Guardia para que lo proclamaran emperador. A pesar de la oposición de la cohorte de servicio en palacio, Otón acabó ganando al resto de la Guardia y, como resultado, Galba fue linchado el 15 de enero de 69». [B. Rankov – R. Hook, The praetorian guard, London: Osprey 1994, 10-12]


Imagen tomada de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/guardia-pretoriana-legionarios-elite-servicio-emperador_19324

Video con comentario al Evangelio del domingo 34º B

Video con comentario al Evangelio del domingo 34º B



o también en

https://youtu.be/7RG1oInlwxk

Eduardo

domingo, 17 de noviembre de 2024

Derecha y derecho

Derecha y derecho

Eduardo de la Serna



Los términos con los que titulamos estos párrafos, parecen, y quizás en algunas ocasiones lo sean, simplemente las versiones masculinas y femeninas de un mismo momento, acontecimiento o sujeto. Por ejemplo, una persona que escribe con la mano diestra es derecha o derecho, según el género del sujeto; una persona que camina erguida, también. Pero…

Pero no es menos cierto que, en otros ámbitos, derecha y derecho son como el agua y el aceite. Pueden estar en un mismo espacio, pero no se juntan ni se mezclan.

No es ninguna novedad lo que afirmamos, no es creatividad alguna, es simplemente una constatación: la derecha sistemáticamente niega los derechos, y los defensores de los derechos no pueden convivir con las derechas.

Es que es evidente, que, al decir derechos, no se está hablando de lo que “me” gusta o no; “yo” no soy el tema, sino que lo es una determinada situación. Y plantearlo en clave “me” gusta, “me parece”, “estoy (o no) de acuerdo” o demás cosas es mirarME y no mirar el hecho. Es evidente que el individualismo es característico de las derechas, los derechos ¡no! El derecho a vivir, a comer, a tener salud o educación o trabajo digno, por ejemplo, no son derechos en derechas. Los derechos de los aborígenes o de las mujeres a no sufrir violencias, no son derechos en las derechas muy derechas en la ONU; los derechos humanos no lo son para aquellos que las derechas entienden como infrahumanos que son las no-derechas, las que – por definición – son zurdos (es obvio que a la no-derecha de la derecha está la izquierda, ¿no?). Y así se puede seguir y seguir y seguir. Si se ha trabajado y aportado toda la vida, la jubilación o pensión no es un derecho en derecha; si se ha ejercido un cargo, no se es acreedor de derechos por derecha si no “le” gusta el en-cargado (o en-cargada) de los derechos (adquiridos) al monarca.

Monarca proviene del griego “monos” (y no es ironía), que significa “uno”, una unidad. Sólo una persona ejerce el primer lugar (arjé, en griego es – en este caso, porque es un término polisémico – poder, autoridad; como también se ve en olig-arca, tetr-arca, etc.). Se trata de cuando uno (monos) ejerce el poder (arjé), y no el pueblo (y volvemos al “me” y al rechazo de lo colectivo, comunitario, social…); no es un pueblo (demos) el que ejerce el poder (kratos) y aparece la derecha con toda su fuerza, poniéndose en primer lugar (arjé) y dejando a todos – o casi todos – en el último (esjatón). Así, uno solo (monos) deja que unos pocos (oligos) gocen de las mieles que tan generosamente derrama mientras la olla, abajo, empieza a juntar presión; la presión de los derechos conculcados por las derechas y que, en algún momento, tarde o temprano, reclamarán las víctimas.

Sabemos el problema que significa cuando no hay reconocimiento sistemático de los derechos: todos y todas y todes aquellxs a quienes les fueron vulnerados empiezan, con mayor o menos vehemencia, o firmeza, o rigor, o violencia… a reclamar. Si hay un gobierno defensor de los derechos, esto puede encauzarse por canales razonables, pero si hay un gobierno de derecha, que los ha negado o ninguneado, empieza cada quien a reclamarlos (con derecho) y emerge el caos (o el rio revuelto), y los trabajadores reclaman, los ancianos reclaman, los estudiantes reclaman, las disidencias reclaman, los enfermos reclaman, los gremios (a veces) reclaman, los indígenas reclaman, las cooperativas reclaman… ¡la vida reclama! Y tanto clamor (en la biblia es el grito del dolor de las víctimas) se vuelve re-clamo y tanto re-clamo se vuelve llamarada. Y, como siempre, la derecha acusará – con todo su poder y bombardeo mediático – a las víctimas del incendio que ellos mismos gestaron. Pero no es menos cierto que derechos y derechas no conviven ni convivirán; y no es menos cierto que habrá mareas altas o mareas bajas, pero a los seguidores del Nazareno – aunque nos miren ideológicamente como ideologizados – simplemente nos encontrarán reclamando más y más y más derechos. De eso se trata que tengan buenas noticias (en griego, evangelio) los pobres.


Imagen tomada de https://www.significados.com/la-monarquia-parlamentaria/

jueves, 14 de noviembre de 2024

Saúl, el primer rey

Saúl, el primer rey

Eduardo de la Serna



Si quisiéramos conocer el personaje histórico que se encuentra detrás del sujeto “Saúl” tal como lo presenta la Biblia nos encontraríamos con muchas dificultades. Particularmente una: los textos son unánimemente “anti-saulitas” y es muy difícil tener una mirada histórica sin “escuchar las dos campanas”. Hay todavía otros elementos más, pero nuestra intención – en estas páginas – no es conocer sujetos históricos sino tratar de conocer qué nos dice la Biblia sobre ellos. A eso nos dedicaremos, entonces, al intentar presentar a Saúl.

Lo primero que se nos dice es que fue el primer rey de Israel (1 Sam 11,14). Esto no es preciso ya que en Jueces 9,6 se dice que “proclamaron rey a Abimelek” aunque sea de una sola tribu, en el período que conocemos como de los “Jueces”. Por otro lado, debemos “deconstruir” un poco la imagen que tenemos de los reyes. En aquel entonces el gobernante de una ciudad importante con frecuencia era tenido por rey (Núm 31,8; Deut 3,21; Jos 9,1). Este gobernaba la ciudad y los alrededores y allí tenía "la suma del poder público". Si era militar y económicamente poderoso podía gobernar más de una ciudad, pero era muy habitual que ese rey fuera, a su vez, súbdito de otros reyes más poderosos (2 Re 3,13), como por ejemplo del faraón de Egipto que regía lo que podríamos llamar un “imperio”. Finalmente digamos que, en tiempos antiguos, la tierra de Israel se vio invadida por un pueblo muy fuerte militarmente que dominó casi toda la región, los filisteos, que fueron rechazados de Egipto, pero destruyeron incluso a un pueblo tan guerrero como los hititas hasta hacerlos desaparecer y se asentaron en “Palestina” (el nombre “Palestina” tiene su raíz en el término “filisteos”). Los habitantes de la región, por ejemplo, no manejaban todavía el hierro, sino solamente el bronce, mientras que los filisteos sí, lo cual significaba una enorme supremacía militar (1 Sam 13,19). Entonces varias tribus, para poder enfrentar este enemigo común tan poderoso (1 Sam 14,47), eligieron una autoridad común, con plenos poderes: Saúl. A esta fuerza, ahora unificada, se sumaron quizás también otros grupos vecinos viendo en él la posibilidad de no ser dominados y hasta ser asesinados o ser sus esclavos; de estos grupos - como señalamos - es que llegará David.

El texto bíblico por un lado ve la realeza de un modo negativo, ya que el rey de Israel debe ser Dios mismo (1 Sam 8,7) y al querer tener un rey “como los demás pueblos” lo están rechazando a Él. Pero, en otros momentos, ve el lado positivo (9,17); entonces es Dios mismo el que elige a Saúl (10,1; 15,1). Pero, para ser precisos, para los autores bíblicos este rey es, además, una suerte de anticipo del verdadero rey que Dios quiere, el cual será David. Por un lado, David y su grupo, como dijimos, se unen al ejército de Saúl y tienen importantes triunfos militares; por otro lado, Saúl desobedece con frecuencia a Dios (13,13; 15,9-11; 16,14; 19,9; 22,21; 28,7-25) con lo que la elección le será retirada y – puesto que ahora ya hay realeza – esta recaerá en David (15,26-28). Es evidente, como dijimos, la parcialidad en favor de David de los autores bíblicos y de rechazo a la persona de Saúl.

Más allá de lo meramente militar, en lo que al comienzo parece que la suerte favorece a Saúl y logra no solo contener a los filisteos sino también someter a varios pueblos vecinos, luego, con su desobediencia a Dios y sus celos enfermizos por David (18,15.28; 19,2; 21,11; 23,10), Saúl es finalmente derrotado y muere en batalla (1 Sam 31); como es relativamente frecuente en la derrota, para evitar el deshonor de ser “expuesto”, Saúl se arroja sobre su espada poniendo así “honorablemente” fin a su vida (1 Sam 31,4).

Es difícil pensar históricamente que un rey olvide todas sus responsabilidades, especialmente teniendo enfrente un enemigo poderoso como los filisteos quienes se rearman para una batalla decisiva, para dedicarse a perseguir una y otra vez a David (hay varias escenas donde esta persecución se manifiesta, se vuelve atrás para luego retomarla; ver 20,30-32; 21,11; 22,17; 23,15; 24,1-3; 26,1…). Sin duda el texto lo que quiere señalar es que es Dios el que conduce la historia de su pueblo y en la medida de la fidelidad acompaña a los dirigentes, como lo hizo con Saúl durante un breve tiempo, pero – sobre todo – lo hará con David, y luego de él su descendencia.

 

 Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/ilustraciones/rey-saul

miércoles, 13 de noviembre de 2024

Breve reflexión sobre The Chosen

Breve reflexión sobre The Chosen

Eduardo de la Serna




No se puede – creo – hacer una evaluación sobre una expresión artística (sobre la calidad artística, precisamente, hay quienes pueden opinar con seriedad, lo que no es mi caso) sin tener en cuenta una serie de elementos previos:

·         Toda expresión pretende – obviamente – expresar. Provocar sensaciones o sentimientos. El arte comunica por la belleza, y, cada quien tiene todo el derecho incuestionable de afirmar “me gusta” o “no me gusta” sin que eso pueda ser cuestionado (aunque, lo sabemos, los gustos pueden variar, crecer, deformarse, evolucionar…).

·         Una obra cinematográfica no pretender ser un “documental”, es decir, que algo sea o no acorde a los momentos históricos reflejados no hace referencia (al menos no necesariamente) a la calidad de la obra. Por ejemplo, hemos visto hasta la saciedad nacimientos y pesebres donde los personajes llevan ropas del Renacimiento sin que eso nos cause sorpresa alguna… Obviamente no vestían así, por ejemplo, los pastores, o los magos en tiempos de Augusto… ¿Y? ¿no puede el autor expresarse para su tiempo? No es una obra de historia, ciertamente. Pero (siempre hay un “pero”) se supone que el autor o autora al expresarse de ese modo está comunicando algo a sus destinatarios y es importante escuchar qué quiere decir. Se me ocurren varias películas, por ejemplo, donde es evidente que algo no ocurrió tal como fue expresado, pero hay un sentido que enriquece la comunicación; un sentido perceptible por todos los espectadores en su tiempo (que es distinto de los espectadores siglos después, por cierto).

Teniendo esto en cuenta, quiero señalar algunos aspectos:

1.- A nivel histórico creo que se mezclan momentos muy creativos con elementos muy cuestionables. Por ejemplo, ¿qué hacen los romanos en Cafarnaum? Es tierra herodiana, como se sabe; e incluso se hace mención de Pilatos, que es gobernador (procurador, prefecto) en Judea y Samaría, no en Galilea. Muy creativa, por su parte, la escena de la “pesca milagrosa” que permite a Pedro poder pagar sus deudas con “los romanos”.

2.- A nivel bíblico, presenta a Mateo (interesante personaje con Asperger) y a Juan preparando sus evangelios, algo que no se entiende por qué lo hace, especialmente si creemos que ninguno de los 4 evangelios fue “escrito” por testigos presenciales del ministerio de Jesús. Que Pedro sea “el único casado” es, por lo menos muy dudoso. Parece seguir algunos datos de tradiciones menores sin sustento… e innecesarias.

3.- El personaje de Jesús aparece alegre y sonriente, lo cual lo vuelve notablemente atractivo. Además, aparece como itinerante, y muestra a “los elegidos” como dispuestos, con más o menos sorpresa, a ir con él allí donde vaya, pero que eso no implica un “dejar todo” definitivo (el caso de Pedro es evidente, y – además – es muy probable que así fuera).

4.- Hay elementos que no tienen fundamento… por ejemplo, que Jesús empiece a ser investigado por decir que es “el hijo del hombre” no tiene asidero alguno y no se entiende por qué es destacado.

5.- En el horripilante espacio Que no te la cuenten, del sedicente cura católico Javier Olivera Ravasi, se presentaron una serie de razones que el fundamentalista ve como criticables (casi heréticas) además de repetir tres veces que fue hecha por “evangelistas y mormones” (¡qué horror!). Esas pseudo-razones – creo yo – hablan a favor de la serie y aumentan las ganas de verla.

Mi problema no está en los cambios de los hechos históricos o bíblicos, sino en que yo no veo claro cuál sería la razón para que ese cambio se produzca, ¿qué quiere comunicar el autor? Porque, como dije, no se trata de un documental, sino de una “comunicación” artística, pero no tengo claro qué me quiere comunicar al modificar tal o cual cosa, al decir tal o cual otra. Inclusive, podría estar o no de acuerdo con lo que quiere comunicar, pero eso no debería impedir disfrutar del arte (hay decenas de pinturas, esculturas, películas con las que no acuerdo sin que eso me impida el disfrute). Entonces, el “choque” entre los acontecimientos “históricos” y los acontecimientos “narrados” debería llevarme a entender lo que el autor quiere decir, y, personalmente al menos, si no lo entiendo me conduce a desvalorar el producto. En mi caso, concretamente, y reconociendo muchos elementos positivos y creativos, a no recomendarla a nadie, porque creo que es más lo que confunde que lo que aporta. Una pena porque podría haberse sacado “mucho jugo” de lo que se quiso comunicar.

 

Foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:The_Chosen_-_Jesus_at_wedding_with_kids.jpg