La importancia y
el peligro de la esperanza
Eduardo de la Serna
Es sabido que en el corazón de la
vida cristiana hay tres virtudes “teológicas” que son fundamentales y “sin las
cuales no” hay sencillamente cristianismo: la fe, la esperanza y el amor (o
caridad). Es evidente que esas virtudes también las aplicamos a las personas a
las que podemos creerles, en quienes podemos esperar y a quienes y con quienes
es bueno vivir el amor. Por eso es importante señalar que estas son
“teológicas”, es decir, remiten a Dios. Se trata de creerle a Dios, de esperar
en Dios y amar y ser amados por Dios.
Habiendo aclarado esto, quiero
decir algo de la esperanza, porque, aunque es vital y fundamental, puede
transformarse, por una mirada miope, en algo negativo si no opio del pueblo.
Esperar no es estar sentado aguardando que algo ocurra o parado mirando la
llegada de un momento o persona. Si así fuera, sería tan funcional a los
poderosos que sería, preocupante y detestable. La esperanza cristiana es activa
y militante, es tensión vital. Cuando esperamos la venida de un amigo a casa,
no se trata de estar mirando el reloj, sino de preparar la casa, limpiar, poner
la mesa, hacer la comida… es “esperar la fiesta del encuentro”. La esperanza
cristiana es dinámica, es confianza.
Si la esperanza fuera hacer una
lista de dramas y calamidades y cantar que “Dios te ama” (dilexi te)
esperando que venga desde el cielo una suerte de respuesta mágica a los
problemas, respuesta que ¡no vendrá!, probablemente estemos en el terreno de la
idolatría. Porque la esperanza se nutre de la fe, es decir, ¿cómo es el Dios en
el que creemos (y en el que no creemos)? Es importante conocer lo más
acabadamente posible las angustias y las tristezas, pero conocerlas implica
mirar sus causas (causas que, generalmente tienen nombre y apellido… tantas
veces prudente o diplomáticamente silenciado) para ser “honrados con lo real”,
pero, precisamente por esperanza confiada, dinámica y militante, es ir
removiendo esas causas. Y saber dónde está Dios en esa dinámica.
Lamentablemente en nuestro
tiempo, lo que mueve son los sentimientos (fácilmente manipulables, por cierto)
y no las razones. Por eso el individualismo y el espiritualismo son vitales y
sustanciales. No importan las razones que se den para alentar la esperanza, o
para encontrar reales y no ilusorias buenas noticias que comunicar, importa lo
que se siente, se celebra, se canta, se baila. Que no se entienda que pretendo
anular u obturar los sentimientos; somos humanos… pero, precisamente por eso,
pretendo que las razones sean cuestionadas con otras razones, o más razonables,
o, al menos, sencillamente otras razones, y no por sentimientos (o
sentimentalismos). No es cantando vivas o aleluyas que se fortalece la
esperanza. Es mirar toda la crueldad campante, es analizar las razones y las fortalezas
y debilidades, y proponer pasos concretos sabiendo que en ellos Dios no está
ajeno ni ausente. Y esos pasos concretos, con Dios y en favor de las víctimas
de las calamidades señaladas, esos pasos se llaman “amor”. De eso se trata la
esperanza.
Imagen tomada de https://tn.com.ar/cocina/recetas/2024/10/08/del-celular-a-la-parrilla-los-10-consejos-de-la-inteligencia-artificial-para-hacer-el-mejor-asado/
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