domingo, 16 de noviembre de 2025

La importancia y el peligro de la esperanza

La importancia y el peligro de la esperanza

Eduardo de la Serna



Es sabido que en el corazón de la vida cristiana hay tres virtudes “teológicas” que son fundamentales y “sin las cuales no” hay sencillamente cristianismo: la fe, la esperanza y el amor (o caridad). Es evidente que esas virtudes también las aplicamos a las personas a las que podemos creerles, en quienes podemos esperar y a quienes y con quienes es bueno vivir el amor. Por eso es importante señalar que estas son “teológicas”, es decir, remiten a Dios. Se trata de creerle a Dios, de esperar en Dios y amar y ser amados por Dios.

Habiendo aclarado esto, quiero decir algo de la esperanza, porque, aunque es vital y fundamental, puede transformarse, por una mirada miope, en algo negativo si no opio del pueblo. Esperar no es estar sentado aguardando que algo ocurra o parado mirando la llegada de un momento o persona. Si así fuera, sería tan funcional a los poderosos que sería, preocupante y detestable. La esperanza cristiana es activa y militante, es tensión vital. Cuando esperamos la venida de un amigo a casa, no se trata de estar mirando el reloj, sino de preparar la casa, limpiar, poner la mesa, hacer la comida… es “esperar la fiesta del encuentro”. La esperanza cristiana es dinámica, es confianza.

Si la esperanza fuera hacer una lista de dramas y calamidades y cantar que “Dios te ama” (dilexi te) esperando que venga desde el cielo una suerte de respuesta mágica a los problemas, respuesta que ¡no vendrá!, probablemente estemos en el terreno de la idolatría. Porque la esperanza se nutre de la fe, es decir, ¿cómo es el Dios en el que creemos (y en el que no creemos)? Es importante conocer lo más acabadamente posible las angustias y las tristezas, pero conocerlas implica mirar sus causas (causas que, generalmente tienen nombre y apellido… tantas veces prudente o diplomáticamente silenciado) para ser “honrados con lo real”, pero, precisamente por esperanza confiada, dinámica y militante, es ir removiendo esas causas. Y saber dónde está Dios en esa dinámica.

Lamentablemente en nuestro tiempo, lo que mueve son los sentimientos (fácilmente manipulables, por cierto) y no las razones. Por eso el individualismo y el espiritualismo son vitales y sustanciales. No importan las razones que se den para alentar la esperanza, o para encontrar reales y no ilusorias buenas noticias que comunicar, importa lo que se siente, se celebra, se canta, se baila. Que no se entienda que pretendo anular u obturar los sentimientos; somos humanos… pero, precisamente por eso, pretendo que las razones sean cuestionadas con otras razones, o más razonables, o, al menos, sencillamente otras razones, y no por sentimientos (o sentimentalismos). No es cantando vivas o aleluyas que se fortalece la esperanza. Es mirar toda la crueldad campante, es analizar las razones y las fortalezas y debilidades, y proponer pasos concretos sabiendo que en ellos Dios no está ajeno ni ausente. Y esos pasos concretos, con Dios y en favor de las víctimas de las calamidades señaladas, esos pasos se llaman “amor”. De eso se trata la esperanza.


Imagen tomada de https://tn.com.ar/cocina/recetas/2024/10/08/del-celular-a-la-parrilla-los-10-consejos-de-la-inteligencia-artificial-para-hacer-el-mejor-asado/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Cualquiera puede comentar y no será eliminado, aunque no este de acuerdo con lo dicho, siempre que sea respetuoso (caso contrario, será borrado). Pero habitualmente no responderé los comentarios, ni unos ni otros, para no transformar este blog en un foro. De todos modos, podrán expresar su opinión.