martes, 29 de noviembre de 2016

La pos verdad recargada

La posverdad recargada

Eduardo de la Serna


Hace una semana escribí sobre la "posverdad". Y - un par de días después - caí en mi propio discurso enviando una "pseudo carta" de Pepe Mujica a Fidel Castro. Busqué un poco para asegurarme que fuera verdadera, pero "quería que lo fuera" y eso me entrampó, y la divulgué. Aunque después se afirmó falsa. Hoy en P/12 hay una nueva nota sobre la posverdad: https://www.pagina12.com.ar/5822-homo-post-verdadero pero me queda una pregunta. Sin caer en censuras y demás aberraciones, ¿no hay manera de encontrar medios para - si no puedo evitar que alguien crea lo que quiere creer - al menos evitar que alguien difunda lo que sabe que no es verdad? Los del brexit difundieron mentiras a sabiendas, los del "no" colombiano, lo mismo, Donald Trump otro idem y la mentira de Macri es ya sistemática. El debate con Scioli (¡y ahora los debates son ley!, ¡se legalizó la mentira! ¿Ganará el que mienta mejor?) fue emblemático, pero mintieron toda la campaña y siguen mintiendo a diario. ¿Cómo se puede hacer en estos casos? ¿O debemos rendirnos ante la mentira? ¿No habrá maneras de poner límites a los post-mentirosos?

Y si miramos el campo religioso, los discursos insustanciales, el “tú puedes”, tocar los sentimientos con milagros a la carta y frases pegadizas con luces y escenarios, música y colores (¡y hasta globos!) me hacen formular y reformular la pregunta. ¿Cómo acompañar, decir una palabra ante la posmentira / posverdad, que es lo mismo? Como cura que debo hablar a comunidades, ¿cómo aportar algo ante los convencidos de posverdades que no los trate como a niños que “necesitan del papá-cura” para decirles cómo hablar y obrar? ¿Cómo hablar de manera de tocar los corazones pero que sea en un escrupuloso respeto por la libertad (escrúpulo que no tienen los que mienten a sabiendas, por cierto), que incluye respeto por las decisiones posteriores? Y a su vez ¿cómo evitar discursos de marketing y no “predicamos a un Cristo y a este crucificado”, al decir de Pablo?

Quienes creemos en el Espíritu Santo creemos, sin duda, que la verdad prevalece sobre la mentira, lo que no significa que siempre y en todo momento prevalezca. Los triunfos electorales posverdaderos son buena prueba de esto, el éxito de los fundamentalismos y los discursos marketineros de evangelios light también lo son. Creer que la vida triunfa sobre la muerte no significa, tampoco, que siempre y en todo momento triunfa. Los artesanos de la muerte son un ejemplo. El “vencedor” del Apocalipsis (el Cordero, el jinete del caballo blanco y los suyos) “vence” pero después de haber “sido vencido”. Y esto – sería peligrosísimo, porque nos pone a las puertas del “opio del pueblo” – no ha de entenderse que es “verdad” o “vida” sólo para el “más allá” mientras en el “más acá” se enseñorean los mentirosos y los asesinos. Es acá donde queda claro que “los espirituales” son aquellos que “caminan según / con” el espíritu” y luchan en el “más acá” por el triunfo de la verdad o la vida. Para la Biblia, la “verdad” es algo bastante diferente que para el helenismo (aunque esté escrita en griego una parte de ella y por tanto se utilice la misma palabra: aletheia), por eso se puede “caminar en la verdad”. Cuando “el Jesús de Juan” dice “la verdad los hará libres” se refiere a la fidelidad, la lealtad, el amor. Y ese es el reto de los seguidores de Jesús (y de otros, porque no sólo de nosotros, por cierto): vivir según el Evangelio, la buena noticia que empieza por los pobres es el desafío. Pero enfrente nos provoca una supuesta posverdad, un otro camino en la calle, la historia, la vida cotidiana.


Creo que la posverdad nos desafía por tres partes: por un lado, ¿Cómo hablar? Porque tenemos con nosotros miles que eligen como verdadero aquello que les gusta, que les parece, aunque la realidad los desmienta. ¿Cómo mostrar de un modo eficaz cuando no es verdad lo creído o lo predicado?; por otro lado, ¿cómo denunciar?, ¿cómo llamar “mentira” a lo que tantos eligen creer? ¿Cómo denunciar a quienes mienten a sabiendas distinguiéndolos de aquellos (la mayoría) que repiten aquello que “han elegido creer”? y finalmente ¿cómo anunciar? No es fácil anunciar verdades (o lo que sensata y honestamente creemos que lo son) confrontando con los que eligen la mentira y la presentan y decoran hermosamente? Quizás debamos prepararnos, desde lo político a lo evangelizador a una larga serie de derrotas. Creo que una cosa es encontrar estrategias para presentar de la mejor manera posible nuestra propuesta (desde el Evangelio hasta propuestas sociales, económicas o políticas) y muy otra es anunciar o predicar lo que a sabiendas no es verdad, o no es posible (el ejemplo del “si tienes fe se salvará” dicho ante la cama del moribundo es buen ejemplo de eso). Quizás el primer paso sea reconocer que el raiting, el “minuto a minuto”, el éxito no es necesariamente garantía de “verdad”. Confundir “verdad” con éxito es – sin duda – un problema, especialmente mirando la cruz, “éxito” de los romanos. Es precisamente la pedagogía de la cruz, una predicación “pobre y crucificada” (usando categorías de Pablo) un buen test de fidelidad, como lo es la fidelidad a los pobres, en la predicación de Mateo. Pedro Casaldáliga dice que “somos soldados derrotados de una causa invencible”. Probablemente mirando nuestra “causa invencible”, el Reino, es que podamos saber dónde estamos parados, hacia donde caminar y qué palabras anunciar. La luz del cirio pascual es muy distinta de las luces de neón, y es allí donde deberían buscar a los cristianos y a los tozudos militantes de la vida.


Dibujo tomado de MásQueNegocio

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