Otra
vez “el episcopado”…
Eduardo
de la Serna
Una pregunta que una y otra
vez me viene a la mente es ¿por qué los obispos argentinos hacen lo que hacen o
callan lo que callan? (sé que no son los únicos y quizás tampoco los peores,
pero son “los míos”). Podríamos remontarnos a tiempos de la Revolución de Mayo
y al obispo Lué, pero no pretendo hacer una “historia política de la Iglesia argentina”. Que ya ha sido
comenzada. Quiero detenerme en los tiempos y experiencias que me han tocado
vivir. Ni siquiera voy a referir a la caída de Perón en 1955 y el rol episcopal
en la misma. La conversión al pueblo de Carlos Mugica es lo suficientemente
expresiva como para no ahondar en ello.
Lo habitual era / es ver las
fotos de los obispos en los actos oficiales o en actos de “gente importante”.
Que se entienda: no niego presencias episcopales junto a los pobres (obviamente
un obispo “de provincias” deberá – aunque alguno lo haga con el ceño fruncido –
ir a los últimos rincones a hacer confirmaciones, por ejemplo) y – mucho menos –
pienso en “todos los obispos”. Pienso en el “cuerpo” episcopal. Y ni siquiera
voy a detenerme en el emblemático momento de la dictadura
cívico-eclesiástico-militar. Ya se ha trabajado abundantemente, y como curas
opp también lo hemos hecho. Sobre esto simplemente quisiera señalar que no
coincido con los que piensan que la mayoría de los obispos apoyaron y alentaron
el golpe genocida. Creo que hubo un grupo de obispos que no sólo lo apoyó sino
que lo alentó, bendijo y acompañó “espiritualmente”, hubo un muy importante
número de obispos que se guio por el miedo (miedo al escándalo, miedo al
comunismo, miedo a perder espacios – o poder – y otros miedos varios), hubo – y
creo que fue la mayoría – muchos obispos que “no se metieron” y siguieron lo
que los “popes” decían o hacían, hubo obispos en “desacuerdo corporativo” (es
decir: que no estaban de acuerdo con la mayoría, tenían actitudes muy
positivas, pero no “levantaban la voz”) y hubo un pequeño grupo de profetas.
Pero valga esto a modo de pequeña síntesis: los nombres son reconocidos.
¿Y en el presente? ¿Qué pasó
con el episcopado en la crisis neo-liberal del menemismo? Es sabido que había
un pequeño grupo de obispos muy cercanos al expresidente, obispos que lo
alertaban ante un amago de crítica para que inmediatamente (y oportunamente)
aparecieran “bendiciones papales” a Carlos Saúl, “premios de la ONU”, etc… lo cual
inmediatamente “compraba” el silencio del “cuerpo episcopal”. El mutismo
de los obispos ante temas como la Deuda Externa y el genocidio neoliberal resultan
atronadores. Pero no podían aparecer como responsables de hablar y “escandalizar”
ante un premio vaticano y decir que “el neoliberalismo mata”, que “no se puede
ser cristiano y neoliberal”. Sólo obispos como Novak o Hesayne eran libres de
hacerlo. Y la campaña menemista contra el aborto (y el “día del niño por nacer”)
terminaron de comprar silencios y aplausos mitrados.
Ante la crisis y explosión del
país los obispos “volvieron a las andadas” y nuevamente quedaron “del lado del
poder” y empezaron un dizque “Diálogo Argentino” donde los poderosos se sentaban
a la mesa y “ellos” eran simplemente observadores. Los pobres no fueron invitados
a la mesa (lo cual simbólicamente era notable en tiempos de mesas vacías), pero
además nada decían los obispos de los victimarios, sentados junto a ellos como “amigables”.
El grupo de curas opp fuimos muy críticos de ese supuesto Diálogo que servía
más a los poderosos y para ganar tiempo, que a las víctimas.
Durante los doce años de “gobierno
kirchnerista” en los primeros tiempos el episcopado se mantuvo callado.
Demasiada demolición había. Pero cuando había palabras públicas nunca eran
favorables al oficialismo. Especialmente cuando sentían que se “tocaba” un pilar
fundamental de la fe: la familia (porque para muchos la familia es más importante
que la Santísima Trinidad). Sin palabras expresas y claras, el clima episcopal
en general fue adverso al gobierno anterior (me refiero al episcopado, no al
clero, que es otro tema diferente).
Dejo de lado la actitud de
obispos, curas y religiosas/os frente al gobierno saliente que con sus palabras
y declaraciones “se metieron en política”.
Me parece maravilloso que lo hagan, pero creo que en su gran mayoría mezclando
campos peligrosamente. Por ejemplo: así como una cosa es un delito y otra un pecado (y hay pecados que no son delito y delitos que no son
pecado), muchos mezclan ambas cosas (y en el caso de la pedofilia es evidente,
grave y escandaloso, porque obviamente se trata de un pecado que un confesor
puede absolver, pero también de un delito que se debe sancionar… pero muchos
obispos y curas lo entienden “solamente” como pecado y entonces “ya está”). Lo
cierto es que al hablar de política, los criterios, metodologías, modos de
análisis deben ser políticos, ¡no religiosos! (aunque estén inspirados por la
fe). En lo personal responsabilizo también a muchos obispos, curas y religiosas por el nuevo gobierno, pero es otro tema.
¿Y qué pasa en el presente? No
se escuchan voces episcopales (ni climas) críticos de un gobierno empobrecedor,
desocupador, de un gobierno que calla los Derechos Humanos, etc. Casi pareciera
que los únicos gestos episcopales (no palabras, aunque también algunas)
críticos del actual gobierno provienen del Obispo de Roma. Pareciera que en
nombre de bellas palabras como “encuentro” o “diálogo” el episcopado – una vez
más – ha sido cooptado por los globos amarillos casi vaticanos que compran
nuevos silencios. Pero no solamente no se escuchan palabras episcopales
críticas (salvo generalidades, como el reciente mensaje navideño de la CEA) sino
que no hay actitudes claras allí donde callar quizás no sea delito, pero sí es
pecado. Y me permito un ejemplo: ¿Qué palabra clara, pública e indubitable han
pronunciado los obispos ante la injusta detención de la presa política Milagro
Sala? ¡Ninguna! (y si hubieran palabras “privadas” la dictadura militar ya
demostró no solamente su ineficacia sino también su proximidad a la
complicidad). Milagro está injustamente detenida desde hace casi un año, pero
los obispos de Jujuy ¡callan! Y sus hermanos “prudentemente” acompañan. Hay
presos políticos pero el episcopado sigue mudo. Curiosa concepción de “pastores con olor a ovejas” la de estos
obispos. No está de más recordar que el obispo de Jujuy adhirió a la
escandalosa convocatoria del gobernador de la provincia a celebrar “la paz y la libertad conseguidas”.
Quizás la situación de Milagro sea una suerte de “sacramento” que revela la
pastoralidad episcopal. El inepto presidente de la República dijo que Milagro debe
estar presa porque la mayoría en la provincia cree que así debe ser con lo cual
anuló de un plumazo el Poder Judicial de la provincia (bastante cómplice, por
cierto). Eso alentó a un grupo de legisladores a proponer un plebiscito
haciendo el absurdo más patente y ensordecedor aún. El obispo pareciera guiarse
con el mismo criterio, no importa si el pueblo grita “suelten a Barrabás”, quizás debiera saber que no debe preocuparse
por quedar del lado de la mayoría ocasional duranbarbescamente iluminada, sino
que es su misión quedar del lado de las víctimas, y soportar las críticas si
las hubiera. Y el resto del episcopado quizás debiera recordar que las actitudes
“corporativas” no son necesariamente las que edifican “el cuerpo místico” de
Cristo. Ser parte del cuerpo eclesial no significa ser corporativo. Recuerdo
cuando a Jorge Novak muchos obispos le cuestionaron una actitud (relacionada
con un libro de catequesis) y su defensa – que en un primer momento pareció
imprudente, pero se reveló eficaz – fue: “¿Me
están cuestionando mi fidelidad a la Iglesia?” Nadie podía ni por un
instante afirmarlo. Ser parte de la Iglesia no significa actuar corporativamente,
los excesos no son habitualmente buenos.
¿Será que el Episcopado se niega
a aprender de sus errores? ¿O será que para no tener que cambiar de actitud se
niega a reconocer como “errores” las actitudes pasadas para seguir tranquilos
en el presente? Pareciera que no se preocupan, “total, el próximo examen de
conciencia sería dentro de 500 años”.
En esos tiempos, ¡en todos!, también
hubo voces claras, proféticas. Lo curioso es que pasado el tiempo “la
corporación” los reconoce, valora y hasta canoniza luego de una debida
domesticación (el caso de monseñor Romero es emblemático). Pero esas palabras
siguen resonando, al fin y al cabo “el
Espíritu sopla donde quiere” y nadie sabe “ni de dónde viene ni a dónde va”. Quiera ese Espíritu en esta Navidad
que Jesús nazca y nos dé la suficiente libertad para ser voz. Voz eclesial, del
“cuerpo de Cristo”, no de la “corporación” capaces de dejar que Dios
ilumine caminos, y marque senderos. Aunque los poderosos se molesten, los CEOs
se incomoden y los gobernadores títeres sientan que – al menos una palabra –
les perturba las fiestas de su “noche de
paz”. Al fin y al cabo, los pastores que fueron al pesebre sí tenían olor a
oveja, los sumos sacerdotes en el palacio de Herodes tendrían olor a champagne
francés, que al fin y al cabo ahora es más barato.
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