sábado, 25 de marzo de 2017

La vida es sagrada. ¡Los 30.000 también!

La vida es sagrada. ¡Los 30.000 también!

Eduardo de la Serna



Lo que solemos denominar “sagrado” no necesariamente ha de limitarse al espacio religioso. Hay “cosas” que sin duda están revestidas de un halo intocable, que amerita respeto, silencio y veneración.

Un ejemplo característico es la bandera. Pedazos de trapos debidamente cosidos en un orden preestablecido, con colores prefijados representan un país, una “patria” (y matria). Y frente a ese “trapo” se hacen juramentos, se combate, se da la vida. Hay una liturgia al izarla y arriarla, al doblarla y cuidarla. “Algo” ocurrió para que dejara de ser “un trapo” y pasara a una órbita sagrada.

Y lo mismo puede decirse de muchas otras cosas, desde una foto de “la vieja”, la “camiseta”, el hogar… Son cosas sagradas que no deben ser profanadas o manchadas. Son “algo” que no pueden comprender los “profanos”.

En el mundo religioso ocurre lo mismo (es el origen de lo aquí planteado). Se trate de imágenes de la divinidad o de lo “sagrado” o cosas que aludan a ello, desde templos a estampas por caso. Veamos un ejemplo en el ámbito católico-romano. La madre de Jesús, “la Virgen María”, ciertamente es una persona, una mujer de carne y hueso que vivió, lloró, sangró, se alimentó y murió, pero además – especialmente en el ambiente católico-romano y el de las Iglesias católicas ortodoxas orientales – es un símbolo. La Virgen María tiene un profundo valor simbólico, y de allí que haya peregrinaciones, estampas, iconos, imágenes, santuarios… Algo semejante ocurre con Pedro. También él fue una persona concreta con todo lo que ello significa. Pero – siempre en el mundo católico-romano – también él es simbolizado. Pedro es Roma, el Papa, figura de unidad (o debiera serlo).

Valga esta introducción para hacer referencia a algo que es “sagrado” para millones de argentinos: el número 30.000. Esto es simbólico – por eso sagrado – y va más allá de la precisión matemática. Y es algo que comprenden bien los profanos – profanadores del partido o alianza de gobierno. Decir que les interesa precisar el número es una mentira, les interesa manchar un símbolo.

Me permito otro ejemplo. Todavía no se sabe con precisión cuántos son los y las víctimas de la masacre del Mozote (El Salvador). Siguen apareciendo fosas comunes, decenas (o cientos) de cuerpos fueron devorados por animales, y pueden estar “por ahí”. Pero “El Mozote” es sagrado. Es símbolo de la represión genocida del paramilitarismo salvadoreño (con asesoramiento argentino, digámoslo para nuestra vergüenza) incentivado por los Estados Unidos. El Mozote es Atlacatl y Rufina, son niños y bayonetas, es Monterrosa y FMLN. Se dicen 1.000, es posible que sean más, pero es “El Mozote”.

Los que niegan “los 30.000” no suelen ser precisos historiadores que buscan al detalle incluso datos negados por familiares que ocultan un pasado de sus hijos que los avergüenza (¡perdón, Pardo!), denuncias nunca realizadas, fosas jamás encontradas, centros clandestinos de detención y exterminio debidamente camuflados. Los que niegan son aquellos que quieren “echar por tierra” (= profanar) lo sagrado de la lucha por los Derechos Humanos que (¿ellos?) contribuyeron a mancillar. Los que niegan no pueden entender el valor sagrado de los símbolos; o porque lo entienden quieren aniquilarlo. Y no pueden entender por qué ayer éramos miles y miles que repetíamos – casi como un mantra, o una letanía – un número sagrado.



Imagen tomada de https://elterrenopalmademallorca.files.wordpress.com

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