miércoles, 20 de diciembre de 2017

No quiero tener "Memoria, Verdad y Justicia"

No quiero tener “Memoria, Verdad y Justicia”

Eduardo de la Serna



Uno de los grandes aciertos de Durán Barba es remarcar la falta de memoria social. La gente no recuerda, nos repite. Esto le permite a sus candidatos decir absolutamente cualquier cosa, ¡y las dicen!, y saber que, pasado un poco de tiempo, nadie las hará presentes. Basta a simple modo de ejemplo ver qué decían (incluso pocos meses ha) sobre las jubilaciones. En la conferencia de prensa en la que una vez más responsabilizó a otros sobre la violencia, recurriendo a los 3 slogans que repite aleatoriamente, afirmó que los jubilados terminarán el año que viene con ingresos entre 4 y 6 puntos por encima de la inflación. Nadie recordará el dislate el próximo año.

Es verdad que muchas veces la memoria es dolorosa. Recordar a los que ya no están nos duele, porque duele su ausencia, y más aún el modo en que esta se produjo, en la memoria política.

Pero la amnesia social resulta sumamente cómoda y funcional a los sistemas de opresión. Claro que se pretende, en ese caso, una desmemoria selectiva. No recordar que se dijo que “no está en nuestros planes una reforma previsional”, pero a su vez que tampoco se recuerde cómo estábamos antes. Hay que “recordar” los peores íncubos creados ad casum para que lo que ayer fueron sueños devengan pesadillas. Y entonces se pronuncian palabras mágicas que se repiten proyectando mañanas que, cuando no lleguen, siempre serán responsabilidad de los inefables y malignos que nos permitieron soñar. Y así, hasta ocurre que los lobos de ayer parecieran caperucitas de hoy, ¿no, Massot?

Pero resulta que no tiene futuro un pueblo que no tenga pasado; no hay esperanzas que no nazcan de la memoria.

Pero, y esto es lo que pretendo destacar, creo que no se trata de “tener” memoria. Sencillamente porque esa está ahí, pero no la hemos “hecho carne”. Irónicamente podríamos decir que basta una buena pastilla de “Memorex” o saber utilizar el Google. La clave está en “hacer memoria”. No es una cuestión neuronal sino una cuestión política.

Hacer memoria es una decisión de traer al presente incluso nuestros dolores, no para regodearnos en ellos sádicamente, tampoco para vivir del pasado, sino para poner cimientos en el presente y proyectar para el futuro. Como dijimos, hacer memoria puede ser doloroso, pero mucho más doloroso es repetir el pasado. Lo estamos viendo. La memoria no ha de ser algo que “está” sino que “hacemos” día a día. Es esa memoria la que nos permitirá “vivir en verdad”, “edificar la justicia”. Insisto, no pretendo que estás sean palabras que repetimos constantemente; pretendo que sean realidades que edificamos políticamente. El Alzheimer es una enfermedad, ¡y muy dura! Duro es también nuestro Alzheimer social que nos hace olvidar; si ni a nuestros personajes históricos nos permiten “re-memorar” en los billetes. Cuanta menos memoria mejor (para ellos).

Se acerca la Navidad. Como todas las fiestas son precisamente memoria. Memoria cuando las celebramos, no cuando miramos una especie de show hollywoodesco organizado por el gobierno de la ciudad. Fiesta sin pasado, nada de memoria. Hacer memoria litúrgica, cívica, social es fundamental. Pero quieren robárnosla. ¡Recordémoslo!

Y tengamos presente que el olvido sólo provoca nuevos retrocesos. Quizás en los tiempos pasados supimos “hacer memoria” con el genocidio y la dictadura, pero no “hacerla” mostrando que un modelo económico fue el gestor del mismo. Y no hubo, entonces, problema en pretender que este volviera. Quiera la Navidad, memoria histórica de la intervención decisiva de Dios entre nosotros, despertarnos la conciencia y decidirnos a sanar nuestra amnesia; para recordar que los pobres tuvieron la oportunidad y pudieron celebrar que algo estaba cambiando, aunque ahora las balas de goma, los palos, el gas pimienta nos prefieran desmemoriados.



Foto tomada de Amazon.com

2 comentarios:

  1. Te mando mi cordial abrazo amigo y felicitaciones por tus atinadas reflexiones. Muchas gracias por escribirlas y compartirlas.

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  2. Padre Eduardo. A partir de ahora soy un servidor suyo y de su causa. Un fuerte abrazo y hasta la victoria siempre !

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