jueves, 28 de agosto de 2025

Epafrodito, un enviado

Epafrodito, un enviado

Eduardo de la Serna



En su carta a los Filipenses nos enteramos que Pablo está preso (Fil 1,13-14). No sabemos dónde, pero no ha de ser lejos de Filipos porque se ve que la comunicación entre ambos es muy fluida.

Sin duda, Filipos, es la comunidad preferida de Pablo, y ellos lo saben (4,1). Y no pierden oportunidad de dejarle claro al Apóstol que el afecto es mutuo. Enterados del mal momento de Pablo, ellos le envían a uno de la comunidad, Epafrodito, para que lo asista. Es bueno notar que, salvando los presos cuyo final es inminente, y dependiendo los lugares y carceleros, era habitual que los detenidos pudieran ser visitados y asistidos (ver, por ejemplo, Hch 24,23) llevándoles comida, bebida y vestido. Ese parece que será el rol que la comunidad le encarga. Le envían, por su intermedio, cosas a Pablo (seguramente alimento, ver 4,18, entre otras cosas) y el pedido de que lo “sirva” (2,25). Sin embargo, en algún momento, y quizás a causa del ministerio que debió cumplir, él enfermó gravemente y estuvo a la muerte, lo que preocupó sobremanera a los filipenses (2,26-27). Por eso Pablo decide reenviárselos, para evitar toda angustia de ellos (2,28), aunque deba quedarse solo (en realidad, con él está también Timoteo, ver 2,19). Es muy probable, además, que sea el mismo Epafrodito, al regresar, quien les lleve la carta que Pablo les escribe.

Pero es muy interesante la lista de lisonjas que Pablo le dedica. No es improbable que alguien pudiera pensar que “no hizo bien su tarea del cuidado de Pablo”, por lo que lo halaga notablemente: empieza llamándolo “hermano”, lo cual ya es afectivo, y agrega que ha trabajado con Pablo (co – laborador) y “luchado” con él (“compañero de armas”) en el ministerio evangelizador. Es más, reconoce que fue “enviado” por los filipenses (y en griego el término es “apóstol”, que significa, precisamente, enviado). Por eso Pablo lo reenvía acotando que deben tener en mucha estima a las personas como él (2,19). Su enfermedad y muerte cercana – acota – fue por la obra de Cristo en la tarea del servicio encomendado (2,30; ¿fue maltratado en la prisión?, ¿se contagió alguna enfermedad? ...) Si alguien pudiera pensar mal de él, Pablo se ocupa de dejar todo claro. Más aún, el “servicio” que debía prestarle en griego se dice “liturgia”, es decir Dios mismo está comprometido en ese acto solidario. E incluso, más adelante insistirá en esta idea “litúrgica” y dice que lo que Epafrodito llevó a Pablo de parte de la comunidad es un “suave aroma” (como sería el del incienso), una ofrenda a Dios (4,18) que él acepta gustoso.

Nada más sabemos de este “apóstol”; seguramente volvió a su ciudad de Filipos donde siguió siendo un miembro de la comunidad.

Pero no podemos descuidar algo muy importante: aquello que podríamos leer como un simple servicio solidario, un acto de bondad y amistad, Pablo lo interpreta cristianamente. Y ese enviado pasa a ser presentado como alguien que dedica su vida a Cristo y el Evangelio, visto como su hermano, y lo que hace, es señalado como un acto de culto. Porque, y es importante tenerlo presente: visto desde una perspectiva cristiana, el servicio, la generosidad, la solidaridad, la entrega en favor del otro u otra no se trata simplemente de un acto altruista, o sencillamente “bueno”, sino que es un momento religioso y de culto, en la misma línea de aquello que dice Jesús en Mateo; “estuve preso y me visitaste… lo que hicieron a uno de estos de mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mt 25,36.40). En ese sentido, el servicio de Epafrodito en favor del prisionero Pablo se trató de una acción verdaderamente “sacerdotal”.


Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Epafrodito_(Nuevo_Testamento)

martes, 26 de agosto de 2025

El soborno en la Biblia

El soborno en la Biblia

Eduardo de la Serna



Es sabido, y se ha dicho sin descanso, que la justicia social está en el corazón de la vida judeocristiana y de la Biblia. Por supuesto que, en ocasiones, y a veces frecuentes, esta no se lleva adelante. A eso también se lo llama “pecado”.

Uno de los modos precisos de dicho pecado es el “soborno” (en hebreo shd, en griego dôra, que deriva de dídômi, dar). Para ser precisos, ambos términos pueden tener una variante positiva, por lo que pueden traducirse como “dones”, o “regalos”. Entonces, el intercambio de regalos se muestra como un signo visible de un tratado de paz (1 Reyes 15,19) o un gesto de reconocimiento (los magos llevan “regalos” al niño Jesús, Mateo 2,11), pero su característica negativa es que los “regalos” sirven para “torcer la justicia” (ver 1 Samuel 8,3; Proverbios 17,23):

«Tus gobernantes son rebeldes y cómplices de ladrones. Todos aman el soborno y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano ni llega a ellos la causa de la viuda» (Isaías 1,23);

«No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos» (Deuteronomio 16,19).

Así lo afirma el Salmo 15:

¿Quién morará en tu tienda?, ¿quién habitará en tu santo monte?

El que anda sin tacha, y obra la justicia; que dice la verdad de corazón, y no calumnia con su lengua; que no daña a su hermano, ni hace agravio a su prójimo; con menosprecio mira al réprobo, mas honra a los que temen a Yahveh; el que no se retracta aun jurando en su perjuicio, no presta a usura su dinero, ni acepta soborno en daño de inocente. Quien obra así jamás vacilará.

Ciertamente, es característica propia de los que ejercen poder: «¡los que por soborno declaran justo al culpable, y al justo le quitan su derecho!» (Isaías 5,23). Y lo hacen, con frecuencia, en nombre de Dios:

Sus jueces juzgan por soborno, sus sacerdotes predican a sueldo, sus profetas adivinan por dinero; y encima se apoyan en el Señor diciendo: ¿No está el Señor en medio de nosotros? No nos sucederá nada malo. (Miqueas 3,11)

El Talmud dedica un buen espacio al soborno (Ketub 105b):

Raba afirmó: ¿Cuál es la razón de [la prohibición de aceptar] un regalo? Porque tan pronto como una persona recibe un regalo de otra, se vuelve tan afable con ella que se vuelve como su propia persona, y nadie se ve culpable. (…)

R. Papa dijo: Un hombre no debe actuar como juez ni de quien ama ni de quien odia; porque nadie puede ver la culpa de quien ama ni el mérito de quien odia.

En Qumrán, en Rollo del Templo es inflexible. Siguiendo Deuteronomio,

“Establecerás jueces y escribas para tus tribus en cada una de las ciudades que Yahveh te da; ellos juzgarán al pueblo con juicios justos. No torcerás el derecho, no harás acepción de personas, no aceptarás soborno, porque el soborno cierra los ojos de los sabios y corrompe las palabras de los justos” (Deuteronomio 16,18-19)

sentencia: “Aquel que acepte soborno y desvíe el juicio justo morirá, y no temerán ejecutarlo” (1Q11 [Rollo del Templo] 51,12-13; ver 57,20).

En el Nuevo Testamento, en ocasiones se refiere al don que se hace a Dios (ofrenda; Mateo 5,23-24; 8,4; 15,5; Lucas 21,1.4), aunque no se debe confundir y olvidar «que el Señor, su Dios, es Dios de dioses y Señor de señores; Dios grande, fuerte y terrible, no es parcial ni acepta soborno» (Deuteronomio 10,17). Sin duda, se trata de un regalo a Dios, no de un soborno (aunque, lamentablemente, en ocasiones, lo pareciera).

Sin embargo, no debe ignorarse que, en la sociedad antigua, todo don lleva implícita la esperanza de la retribución (do ut des). Los dones o regalos para establecer la paz, implican la pretensión de que dicho regalo “apacigüe” a la otra parte en su posible actitud beligerante. Las ofrendas a Dios, del mismo modo, en ocasiones pretenden “calmar” a Dios. La frase “calmante aroma” (43 veces en hebreo) alude a que una ofrenda (perfume) calma la ira de Dios (17x Levítico y 18x en Números). Evidentemente, estamos a las puertas del soborno.

En cierto modo, podemos señalar que es importante – al menos en lo “religioso” – entender cuál es la actitud interior [la cual, ciertamente, Dios conoce] que motiva el regalo, si se pretende conseguir algo a cambio (do ut des) o si se trata, simplemente, de una actitud gratuita de agradar a la persona o a Dios. En realidad, el primero, al menos en lo más profundo, se mira a sí mismo, buscando su propio provecho; el segundo, en cambio, mira a la otra persona o a Dios en un acto de reconocimiento, de darle placer. De eso se trata el amor.


Imagen tomada de https://www.istockphoto.com/es/fotos/soborno

Domingo 22C

El desafío de medir con la medida del reino

DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO - "C"


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Eclesiástico     3, 17-18. 20. 28-29

Resumen: Dos actitudes diferentes ante el conocimiento marcan dos conclusiones distintas. La humildad que nos pone en el encuentro con Dios, y la falta de conocimiento de las propias fuerzas, el orgullo que nos extravía y nos conduce al pecado.

Una serie de proverbios que aluden al padre y la madre (3,2-16) preceden una nueva unidad en la que la humildad (tapeinôs) y su opuesto, son protagonistas (3,17-29). En 3,30 comienza una nueva unidad centrada en la actitud frente a los pobres (3,30-4,10).

El que obra con humildad será amado (v.17), hallará gracia (v.18) y “glorificará a Dios” (v.20). Por el contrario, a los que no reconocen sus propias fuerzas, les espera el descarrío y el extravío (v.24). Teniendo en cuenta que las fuentes de la sabiduría son lo que nos es “encomendado” (v.22), la escucha atenta de las “parábolas” (v.29) se muestra un evidente contraste entre el corazón endurecido (kardía sklêrà) (v.26) y el corazón sabio (kardía sinetou) (v.29).

Es muy probable que el autor esté escribiendo en conflicto con los pensadores griegos, y a ellos se refiera al aludir a quienes tienen un corazón endurecido, son orgullosos, el pensamiento los excede. En ese caso se estaría refiriendo a ellos en contraste con la sabiduría de Israel. Como se ve, en estos casos el autor no está aludiendo a la humildad como actitud frente a la vida, sino en cuanto al conocimiento, de allí su contraste ante los que los sobrepasa. Esta humildad ya era frecuente en Sir (1,27; 4,8; 7,16-17; 10,26-28), Proverbios (11,2; 15,33; 18,12; 22,4) e incluso en la regla de Qumrán (1QS 2,23-25; 3,8-9; 4,3; 5,3.24-26). La diferencia viene dada por un lado por la humildad del ser humano ante Dios y por otra la actitud soberbia de no reconocer los límites.


Lectura de la carta a los Hebreos     12, 18-19. 22-24

Resumen: dos posibilidades se le presentan a los cristianos, seguir los caminos de la idolatría, o seguir el camino del encuentro, de la gracia, de la fiesta que es el camino de la fidelidad –santidad- a las cosas de Dios. Este encuentro festivo nos hace desde ya participar desde el bautismo –aunque podríamos rechazarlo- de las cosas de Dios.


La carta a los Hebreos está concluyendo, y el autor quiere exhortar a una vida coherente con todo lo que ha señalado en la carta, muchos de los temas que aquí retomará brevemente a modo conclusivo. Destaca aquí la urgencia de una vida “santa” y en paz (12,14), y presentará en 12,14-29 la santidad y en 13,1-19 la vida en paz con el prójimo.

Señalando la santidad, destacará que la infidelidad es una posibilidad; tal es el caso de Esaú (v.16). En este caso, destaca que hay 3 elementos fundamentales que se deben evitar: verse privados de la gracia, evitar toda “raíz amarga” y que no haya “fornicarios”. Particularmente estos dos últimos casos, aluden claramente a la idolatría (la “raíz amarga” es cita de Dt 29,17 donde habla de la idolatría; y la “fornicación” es habitual metáfora de la idolatría, cf. Jer 2,20; Os 1,2; Ez 16,15-19). El amor a los propios intereses, a lo material (como la venta de la bendición de la primogenitura de Esaú) puede hacer olvidar a Dios mismo. Por eso contrasta dos actitudes en “el monte” (vv. 18-24). Por un lado la experiencia trágica en el monte Sinaí (vv. 19-20, omitida en la liturgia; con alusiones a Dt 4,11-12; 5,22-27; Ex 19,16-19; 20,18 destacando la dimensión terrorífica del acontecimiento, cosa que logra sin mencionar a Dios en toda la unidad); y –por otro lado- la experiencia salvífica en el monte Sión (vv.22-24) donde alude a la “Jerusalén del cielo” (cf. 11,10.16). Ciertamente el contraste viene dado en el Sinaí, como “emblema” de Israel, y la “Jerusalén celestial” como imagen de la Iglesia; es la ciudad esperada por los patriarcas (11,10), la ciudad de descanso del pueblo definitivo (10,16.19). El clima del Sinaí es de angustia, negativo (e impersonal, ni el pueblo ni Dios aparecen), no hay relaciones humanas, no hubo alianza, de aquí que no hay nada que lamentar en que esa etapa haya sido superada. En la otra experiencia, en cambio, todo es encuentro, hay personas, hay Dios, hay fiesta. Dios no es el terrible, sino el cercano, hay reunión pacífica y fraterna (y sororal, acotemos). El clima de fiesta (v.22; cf. Dt 7,10) es de alabanza, asamblea, adoración, de “nueva alianza”. Alianza de una sangre que habla mejor que la del justo Abel (cuya sangre es un clamor que Dios escucha, Gen 4,10).

Teniendo en cuenta las maravillas del AT el autor las toma para destacar la superioridad excelente de las cosas nuevas; una liturgia donde miles de ángeles participan (v.22), un reino indestructible (v.28). Mientras al monte Sinaí no podían acercarse y tocarlo (v.20) al monte Sión se acercan, como el Hijo de hombre se acercó al trono del Altísimo a recibir el reino universal y eterno (Dn 7,14.18). Se participa ya de lo que se anuncia como futuro (10,25) y ocurrirá cuando Cristo venga (9,28). El bautismo nos hace participar desde “ya” de lo que “todavía” esperamos. La vida en la “asamblea” (ekklesía) de los “primogénitos” (lo contrario de Esaú, que “vendió su primogenitura”) compromete desde “ya” a una vida concreta –aquí y ahora, encarnada, en el “mundo”- a los bautizados (10,24-25), a ser hospitalarios (13,1; algo fundamental en el cristianismo de la segunda generación en adelante).

Ahora bien, si los que escucharon y no siguieron la voz del Sinaí, perecieron, ¡cuánto más! ocurrirá a los que rechacen hoy la voz del cielo (ya hemos visto este procedimiento típico judío llamado kal wahomer) (v.25), algo que –siguiendo al profeta Ageo 2,7 ocurrirá en los días finales (vv.26-27 citando una parte solamente de Ageo en su versión griega para destacar el temblor, cf. Jue 5,4; Sal 68,8). Pero esta parte ya se encuentra omitida por la liturgia.



+ Evangelio según san Lucas     14, 1. 7-14


Resumen: Dos escenas en torno a una mesa se suscitan a partir de la comida a la que Jesús es invitado. En ambas Jesús propone el desafío contracultural del reino en la que los valores tradicionales son subvertidos, sea el valor del reconocimiento público del propio honor, o la retribución que se espera luego de que se ha dado un banquete. La mirada desde los últimos vuelve a ser propia de Jesús y su lógica.

En una nueva de las frecuentes comidas de Jesús, propias de Lucas, se desencadenan una serie de acontecimientos y debates. La liturgia, luego de presentar el marco narrativo (la comida en casa de uno de los jefes de los fariseos) omite el primer debate sobre el sábado y empieza una serie de temas sobre las comidas.

En primer lugar una intervención al notar que los invitados eligen los primeros lugares (v.7) que finaliza con un frecuente 'dicho errante' (v.11; cf. 18,14; Mt 23,12; cf. Sgo 4,6.10; 1 Pe 5,6). Luego se señala un nuevo dicho (v.12), esta vez dirigido a quien lo había invitado finalizado con una “bienaventuranza” (v.14). Ante una nueva intervención de un comensal (v.15) Jesús pronuncia una parábola (vv.16-24) que finaliza con un dicho del personaje principal, mientras que en v.25 comienza una nueva escena nuevamente con Jesús “caminando”. La liturgia nos presenta los dos primeros momentos, y omite la parábola ilustrativa de toda esta escena.

Las diferentes actitudes de Jesús en las comidas –particularmente la importancia que Lucas les da- muestran elementos que deben destacarse de modo importante. Tenemos comidas con “publicanos y pecadores”, en las que lo habitual es la “murmuración” de los testigos, y comidas en casas de fariseos que parecen seguir en cierto modo el esquema del género literario de los simposios (Plutarco). Esto es una comida a la que un personaje importante es invitado y –a partir de algo fuera de lo común que este hace- se desencadena un debate entre los asistentes. En este caso, lo que Jesús –el invitado- hace, es curar en sábado. Pero luego de este pequeño diálogo sobre el sábado, encontramos las escenas mencionadas.

Es bueno destacar que en el mundo antiguo habitualmente no se come sino con quien es “como uno”. El esquema visible del “honor” hacía imposible que uno compartiera la mesa con alguien con menor honor ya que eso manifiesta pública y visiblemente que uno se reconoce públicamente como des-honroso. Jesús es invitado porque para los fariseos se trata de alguien de un honor semejante (y por eso escandaliza cuando come con personas de menor honor, como es el caso de los publicanos). Sin embargo, hay algunas ocasiones en las que un banquete incluye gente de los más diversos grados de honor. Es el caso –por ejemplo- de un homenaje a un benefactor, en el que todo el pueblo participa. Sin embargo, los lugares en la mesa son indicio visible y evidente de las diferencias de honor de esos mismos participantes. Junto al agasajado se sientan los principales, y a medida que se van alejando, el honor es menor, terminando con clientes y esclavos. Un indicio de esto es que en la mesa no comen todos lo mismo, y mientras junto al homenajeado se sirven los mejores manjares, en la otra punta la comida es vulgar. Elegir los primeros lugares es –precisamente- una manifestación pública y visible del honor con que una persona se auto-comprende. En este sentido, ir a ubicarse al último lugar es a su vez una manifestación también visible del lugar que uno mismo se asigna. Es autoestigmatizante, y a su vez es una manifestación pública del honor que uno se asigna ante los demás.

Jesús es invitado a casa de un “jefe” (arjontes) de los fariseos. Los “jefes” suelen ser adversarios de Jesús (23,13.35; 24,20; Hch 3,17; 4,5.8.26; 13,27) pero en este caso parece referir simplemente a un líder del grupo. Pero ya sabemos que estos quieren ponerle una trampa a Jesús en lo que diga (11,53-54) y que se “las dan de justos delante de las personas” (16,15), por tanto que esta invitación a comer sea un sábado deja abonado el terreno del conflicto. Por tanto, no es razonable leer lo que sigue a continuación como meros dichos neutros, como si fueran “notas de mesa”.

En este caso Jesús presenta una parábola (aunque no lo sea precisamente), y se trata de una boda. Precisamente una fiesta a la que el pueblo entero está invitado. Es una característica parábola de actitudes contrapuestas (“no te pongas en el primer lugar” / “ve a sentarte en el último puesto”) que parece inspirarse en textos sapienciales (Pr 25,6-7; Sir 3,17-20), a lo que se añade la valorización cultural del “honor”. Ver que “buscan el primer lugar” (prôtoklisias) es algo que Mt 23,6 había señalado y Lucas en su paralelo de 11,43 había omitido, quizás para reservarlo para este momento. El honor (v.10) y la vergüenza (v.9) muestran esta diferencia contrapuesta. Sin embargo, la escena que parecería una estrategia precisamente para visibilizar el honor ante todo el mundo, finaliza con un dicho de Jesús que invita a otra lectura.

Pues todo el que se ensalce, será humillado y el que se humille, será ensalzado” (v.11). Evidentemente encontramos aquí también una escena contrastante como la de la parábola; sin embargo, lo que llama la atención en este caso es la doble voz pasiva (será humillado / será ensalzado). Como es frecuente en la Biblia – especialmente en el período post-exílico - la voz pasiva es un modo frecuente de aludir a Dios sin nombrarlo (obviamente es algo que se da cuando no es visible quién es el hacedor del verbo). En este caso lo que se afirma, entonces, es que Dios ensalzará y Dios humillará. Y esto nos cambia el enfoque de la escena. No se trata de ser exaltado / humillado por el que nos ha invitado a la cena, sino por Dios mismo. Esto indica que, para Jesús, Dios ve nuestra realidad con otros ojos distintos a aquellos con los que la sociedad ve a las personas. Los que son tenidos por valiosos (honor significa “valor” para el mundo antiguo; lo que una persona vale para la sociedad) no necesariamente son valorados por Dios. Mientras la sociedad contemporánea veía a determinadas personas (por su oficio, por su familia, por su trayectoria, por ejemplo) con un honor que los ponía por encima o por debajo de los demás, Jesús nos dice que Dios no lo ve así; la voz pasiva nos indica que Dios lo ve precisamente a la inversa. La sociedad de su tiempo valoraba que una persona se mostrara ante todos como importante, mientras que rechazaba a los que se mostraban humildes. Es interesante notar que la “humildad” era habitualmente tenida por defecto, no como virtud por los moralistas griegos;; como algo propio de los esclavos, por ejemplo. El término es propiamente cristiano (recordar que el término, en la primera lectura no se refiere a la humildad como virtud sino en referencia a lo intelectual, al aprendizaje). La inversión de los valores en la dinámica del reino es algo habitual en Lucas: 1,48.52; 3,5; 10,15; 14,11; 18,14; Hch 2,33; 5,31.

En un segundo momento se dirige al que lo había invitado, el jefe de los fariseos. La sociedad antigua era sumamente exteriorizada: el homenaje a un benefactor debe ser bien visible por todos: un banquete fastuoso, una estatua o un templo dedicado a una divinidad en su honor; todo debía hacerse a la vista de todos. Pero precisamente por eso, también a la vista de todos, debía manifestarse la gratitud por los beneficios recibidos. Si uno era convidado a un banquete importante, debía dar otro banquete a su vez, y éste debía ser más suntuoso, con más invitados, para manifestar la gratitud con aquel que nos ha convocado. No ser suficientemente agradecido era algo sumamente grave. Jesús, entonces, propone una nueva actitud, nuevamente contracultural. “Cuando des… no invites” (el mismo esquema que en v.8). Lucas varía indistintamente las palabras [cena (v.12), boda (v.8), comida (v.12), recepción (v.13)], y aquí se refiere a una “recepción” (doxê), como la que Leví ofreció a Jesús (5,29). Los cuatro invitados habituales contrastan ahora con cuatro inesperados: pobres, lisiados, cojos, ciegos (los mismos cuatro –por otra parte- que se repetirán en la parábola que viene a continuación (v.21; cf. 7,22 sin “lisiados”); son grupos excluidos del sacerdocio (Lev 21,17-21, e incluso de la guerra santa para los miembros de Qumrán (1 QM 7,4) y del banquete escatológico:

Que ningún hombre contaminado por alguna de las impurezas de hombre entre en la asamblea de éstos; y todo aquel que está contaminado por ellas que no sea establecido en su función en medio de la congregación. Y todo el que está contaminado en su carne, paralizado en sus pies o en sus manos, cojo, ciego, sordo, mudo, o contaminado en su carne con una mancha visible a los ojos, o el anciano tambaleante que no puede mantenerse firme en medio de la asamblea, éstos no entrarán a ocupar su puesto en medio de la congregación de los hombres famosos, porque los ángeles de santidad están en medio de la congregación” (1 QSa 2,5-6)

La referencia en primer lugar a los pobres parece ser inclusiva, y puede leerse: “invita a los pobres, como, por ejemplo, a los lisiados, cojos, ciegos...). El contraste –evidentemente- está dado entre los que pueden y los que no pueden “invitar a su vez”, es el modo de ser “compasivos, como es compasivo el Padre” (6,36), como en la escena anterior, Jesús invita a medir con “la medida del reino”.

Pero esto destaca a su vez otros elementos: por un lado, una renuncia no sólo a lo visible y exterior, sino también un reconocimiento de una igualdad explícita que viene dada por la comunión de mesa. Pero esto incluye una renuncia al honor al que se tiene derecho y en el que se manifiesta –siempre visiblemente- la valía que la sociedad reconoce a determinada persona o colectivo. Invitar a los que no tienen honor no es –solamente- un gesto de “caridad”, es una autoestigmatización social, un aceptar ser –ante todos- de bajo honor en la mesa compartida. Por otro lado, la gratuidad, que es algo propio de la lógica del reino. Éste no se guía con el “do ut des” (te doy para que me des) propio de cierta religiosidad o mentalidad capitalista, y la lógica mercantil, sino del simple dar, como donación de sí.

Una nueva “voz pasiva” que refiere a Dios concluye la unidad: “(Dios) te recompensará en la resurrección de los justos”. El “banquete” es expresión escatológica (cf. 13,29) y alude, por lo tanto, a la resurrección, la cual –por otra parte- era particularmente creída por los fariseos (cf. Hch 23,6).


El video con comentario al Evangelio del domingo lo encontrás en
https://youtu.be/y35ipf8ULpk
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/08/video-con-comentario-al-evangelio-del_25.html


Foto tomada de http://petryknorberto.blogspot.com.ar/2011/01/la-gastronomia-en-la-roma-antigua-y.html

lunes, 25 de agosto de 2025

«Yo haría el papel de una fascista en una película antifascista, pero nunca haría un papel de antifascista en una película fascista» (Simone Signoret)

«Yo haría el papel de una fascista en una película antifascista, pero nunca haría un papel de antifascista en una película fascista» (Simone Signoret)

Eduardo de la Serna



Muchos motivos tengo – y cada vez más – para no ir a ver Homo Argentum. Que Milei la recomiende no es, ciertamente, el menor de ellos. Claro que, yo creía, el hecho de no verla me desautorizaba para criticarla, pero…

Como Carlos Pirovano, el director del INCAA, me habilitó ya que él no la vio, pero habló bien de ella por haber visto varios TIC TOC (que es como verla entera, ¡sentenció!), quiero decir sencillamente una cosa. Y me voy a referir exclusivamente al cura villero…

No conozco a todos los curas villeros ya que estamos en grupos distintos (por distinto no se debe entender antagónicos, sino simplemente, distintos) … pero si hay algún cura villero que dice cosas como esas, les sugeriría a los hermanos y amigos que lo rajen ¡ya! del grupo. Por imbécil, por anti cristiano, por anti evangélico, por anti pobres…

Creo que se buscó una estética que busca parecerse a algún cura conocido, lo cual no dice más que eso: un estereotipo absolutamente insustancial, superficial y de “teología cero”.

Recuerdo, que el querido Orlando Yorio, cuando estaba en las mazmorras de la dictadura, el torturador le decía que “hacía una lectura materialista” de la Biblia, que los verdaderos pobres eran los ricos porque no tenían a Dios, etc… Igualito a lo que afirma el bobo francelliano.

En lo personal, por cierto, un director tiene derecho a tener su posición, planteo e ideología, pero algo tan caricaturesco, tan anti-cristiano presentado como en boca de un cura, pues, es deplorable. Claro que, eso, además… habla de Francella, pero eso es otro tema… Tema que no me interesa, como no me interesa el actor. A Simone Signoret remito.


Imagen tomada de https://m.cuantarazon.com/1002690/no-es-lo-mismo-pero-para-nada

Video con comentario al Evangelio del domingo 22º C

Video con comentario al Evangelio del domingo 22º C



o también en

https://youtu.be/y35ipf8ULpk

Eduardo

domingo, 24 de agosto de 2025

La cometa en jefe

La cometa en jefe


Eduardo de la Serna



Coima, soborno, cohecho, cometa, diego (sí, Diego) … Estos y varios más son sinónimos de algo que conocemos bien. Muy bien.


El puerto de Buenos Aires fue fundamental en el comercio en tiempos coloniales. Hasta Cartagena de Indias no había otro por la obvia presencia portuguesa en el actual Brasil que los separaba. De hecho, por eso fue creado el Virreinato del Rio de la Plata. Y “puerto” se volvió con proverbial frecuencia sinónimo de contrabando y, soborno. Y, de “puerto” viene “porteños”, por cierto.


Conocí un pequeño empresario que me comentaba que no podía ganar ni una sola obra (y no eran con el Estado, lo aclaro) sin coimear a alguien. Lo vivía con enojo, pero como una suerte de “mal necesario”.


Por tanto, creo que nadie en Argentina se sorprende que el soborno exista, pero no creo que nadie lo apruebe. Especialmente, cuando se ve que se ha transformado en hábito: soborno para incorporarse a las listas, soborno para entrevistar al funcionario, soborno para esto y para lo otro.


La magnífica son Juana Inés de la Cruz, feminista, en nuestras categorías, cuestionaba a los “hombres necios” que condenaban a una mujer que ejercía la prostitución y decía:


¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga,

o el que paga por pecar?


Y, no parece diferente lo que se puede decir por otros tipos de pagos (¡y pecados!). 


Creo que se pueden hacer listas casi interminables de casos resonantes… desde un suicidado fiscal que exigía un “diego” de su sueldo a los por él contratados, hasta sicarios de la palabra, que aparecen como periodistas, desde empresarios o ruralistas hasta diputados o gobernadores… Decenas, cientos que no se mueven por una idea, una convicción, un proyecto, sino por el “poderoso caballero” que es “don dinero”. Ahora, cuando todos o casi todas esas rutas del dinero van a  una “K” (que, lamentablemente para ellos, no es Cristina), cuando todas esas cometas de dirigen a un mismo “Jefe”, algo hace ruido. Mucho ruido. Y, ojalá, sueño con eso, sea el ruido de un modelo que se derrumba. Al fin y al cabo, el escombro sirve para hacer un contrapiso.


Imagen tomada de https://bernardoerlich.com/?p=21579

jueves, 21 de agosto de 2025

Reyes buenos, malos y más o menos

Reyes buenos, malos y más o menos

Eduardo de la Serna


En el pueblo de Israel hubo un período importante en que fue gobernado por reyes. Como pasa siempre, hubo diferentes gobiernos y diferentes evaluaciones de los mismos. En la Biblia encontramos unos libros que hacen un análisis y evaluación de estos gobernantes: los libros de los Reyes y los libros de las Crónicas; como en la antigüedad estos se escribían en rollos, para que no fueran tan extensos, se escribieron en 2 rollos cada uno, así tenemos 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas y 2 Crónicas. Aunque, en realidad, los libros de las Crónicas copian (a veces palabra por palabra) los de los reyes, por eso son bastante menos conocidos.

Presentemos brevemente los orígenes: a raíz del peligro mortal que representaban los filisteos (de donde viene la palabra “Palestina”), luego de diversas experiencias, más locales, las distintas tribus deciden darse un rey a fin de unificar las fuerzas y enfrentar juntas el enemigo común. Así nos encontraremos primero con Saúl, luego David y finalmente Salomón. Pero a la muerte de Salomón, el pueblo, que se había unificado, se divide en dos, al norte Israel, al Sur Judá. Cada una con su capital, su ejército, sus políticas… y sus reyes. De algunos de estos reyes hemos escrito en textos anteriores. No los mencionaremos acá ya que son muchos: 19 en el Norte y 20 en el Sur.

Cuando se evalúa un gobierno (cualquiera fuere) se suele evaluar alguno o varios aspectos: su política económica, su política cultural, su política internacional, de salud, de paz o guerras, etc. Pues bien, inspirado por la teología del libro del Deuteronomio, los libros de los Reyes evaluarán a cada rey según sea o no fiel al pensamiento de este libro (es decir, no evaluarán otros criterios; a lo sumo dirán que tal o cual situación es consecuencia de la fidelidad o infidelidad a Dios; ver 1 Re 9,4-9). Así, el criterio no será si hubo guerras con otros pueblos o no, sino si el rey era o no descendiente de David; no será la situación económica y la vida o muerte de los pobres, sino si fue fiel al mandamiento de que sólo Yahvé es Dios; no será si hizo obras, caminos, posadas o palacios, sino si alentó con fidelidad o no el culto en Jerusalén, donde estaba el único Templo. Entonces, los distintos reyes serán evaluados como buenos si eran descendientes de David, y si fueron fieles a Yahvé (“como David”) en Jerusalén y enfrentaron las diversas formas de idolatría, o serán malos reyes si alentaron la idolatría o si no eran judíos (= de Judá, el Sur); aunque también hubo reyes “más o menos”, que hicieron bastante bien las cosas, “solo que” no combatieron con todas sus fuerzas a los ídolos (cuyo culto en los “lugares altos” era emblemático y condenado) … Por lo que hemos dicho, y es evidente, sólo los reyes del Sur, Judá, podían cumplir todas esas condiciones ya que los del Norte, Israel, no eran descendencia de David y habían roto con Jerusalén y el Templo. Estos eran todos malos, y algunos hasta "malísimos". El criterio de evaluación es que son “como Jeroboam” (ver 1 Re 14,16), que fue quien, como dijimos – a la muerte de Salomón – rompe la unidad, alienta la idolatría reforzando dos santuarios (en Dan y en Betel; 1 Re 12,28-33) y cambia la capital, que finalmente será Samaría (de donde vienen los Samaritanos). Sólo los del Sur, y solamente ellos, son los que pueden ser buenos, aunque, en realidad, “como David” (ver 1 Re 3,14) estos sean muy pocos: Ezequías (2 Re 18,1-7) y Josías (2 Re 22,1-2). Sintetizando, todos los reyes del Norte son evaluados negativamente, mientras que los reyes del Sur pueden ser positivos o no.

Utilizando este criterio de análisis, los autores dirán – como hemos visto que Dios ha abandonado a su suerte a Israel (el reino del Norte), que lo constituían 10 tribus mientras que permanecía – en el Templo de Jerusalén – en Judá (2 tribus: Judá y Benjamín). Por eso, siempre según este esquema teológico, Israel terminará siendo destruida por los asirios, como consecuencia de su abandono a Dios (ver 2 Re 17,20-23). Unos pocos fieles migrarán al sur. Y desde entonces Israel desaparecerá para siempre (es por eso que el nombre Israel pasa a aplicarse, más tarde, a los sobrevivientes del Sur). Pero como los reyes del sur empiezan a ser cada vez peores (siempre según el criterio teológico del Deuteronomio) la situación se va desarticulando hasta que, finalmente, Jerusalén será tomada, y su Templo destruido por los babilonios (2 Re 24,18-11). Nunca más habrá reyes en Israel desde entonces. Muchos judíos serán exiliados y dispersados, y desde entonces Israel será un pueblo sometido, luego de los babilonios, por los persas, los griegos, los romanos… Los reyes de Israel pasaron a la historia.


Imagen tomada de https://atlasdelabiblia.wordpress.com/cronologia-de-los-reyes-de-israel/

martes, 19 de agosto de 2025

Domingo 21C

Jesús nos invita a un banquete si somos hacedores de justicia

Domingo 21º durante el año – “C”


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del profeta Isaías     66, 18-21


Resumen: a pesar de haber sido con frecuencia interpretado como un texto misionero, Isaías parece estar hablando del compromiso de Dios con el rescate de Israel. Rescatará a los que han escapado a las naciones y los hará volver a Jerusalén (los mismos opresores los llevarán cómodamente) donde serán parte de los hijos de Israel, y darán culto enfrentando al poder sacerdotal centralizado.


La liturgia nos propone hoy la última unidad de todo el libro de Isaías. Una unidad (66,18-24) con dos partes entrelazadas, una en prosa (vv.18-21) y otra en verso (vv.22-24) que presenta innumerables problemas para su traducción e interpretación.

Por ejemplo: las naciones (= pueblos o territorios  paganos) que se reunirán: ¿serán un castigo divino a Israel (es decir, lo dominarán [oráculo de castigo]; cf. Sof 3,8; Jer 1,15; Am 3,9)? ¿Serán castigadas por Israel (que se salvará [oráculo de salvación]; cf. Ez 38-39; Jl 4,1-3.8-14; Zac 12,2-9; 14,2-3.12-14)? ¿Debe entenderse de modo “misionero” (= se convertirán)? ¿Se refiere a los judíos que habitan en medio de los pueblos (la diáspora)?  Algunos términos invitan a esta última lectura: el término “reunir” (cf. Is 56,8; Sal 106,47), la “gloria” (Ex 7,5 y 14,4.8; Ezequiel), los “hermanos”... 

No se dice en qué consiste la “señal” que Yahvé pondrá, pero parece ser la bandera con la que reunirá la diáspora (11,10-12; 49,22). Los “escapados a las naciones” parece referir a judíos en la diáspora. La idea parece ser que Yahvé “manda llamar” (no literalmente “envía”; envía por alguien) ya que no “envía” sino que llama hacia Jerusalén a aquellos que se habían “escapado” (cf. Is 45,20a). En ese caso, se trata del “rescate” de Israel entre las naciones (algo habitual en todo el libro de Isaías: 2,2-4; 11,10-16; 25,6-10a; 43,5b; 45,20; 49,12.22; 60,4).

A modo de paréntesis, el texto menciona algunas de las naciones donde habían escapado para refugiarse algunos judíos (cf. Ez 27,10.12.13; Is 41,1.5; 42,4; 51,5). Se trata de diferentes regiones del Mediterráneo (parece abarcar desde España a Turquía, de Grecia a África) con lo que se quiere mostrar la capacidad de “reunir” que tiene Yahvé a su pueblo que había “escapado” a pueblos e islas remotas que “no oyeron noticias de mí, ni vieron mi gloria”. Israel –incluso los de la diáspora- tiene “memoria”. 

Los pueblos que antes los oprimían ahora –cambiando su situación, como 43,5; 60,10.14; 61,5- serán los que transporten a los judíos hacia Jerusalén. El que habla (Yahvé) se dirige a unos personajes concretos (los judíos de Jerusalén) comunicándoles que los escapados (los hermanos de ustedes) se reunirán, y serán transportados por los mismos que los oprimían. Y serán trasladados por diferentes y cómodos medios de transporte. Curiosamente, especialmente por tratarse de lugares mediterráneos, los medios de transporte no son marítimos (ver 60,9), lo que quizás sea indicio de que el paréntesis de regiones sea de diferente origen en el relato. 

Estos judíos de la diáspora, como una peregrinación, serán ellos mismos quienes se presenten como “ofrenda” (no que los no-judíos, transportadores, sean los que presenten la ofrenda). 

Es posible que en 20b comience a hablar el profeta (v.20a finaliza con “dice Yahvé”, lo cual puede ser indicio de fin del oráculo). En este caso, con elementos comunes con la primera parte del versículo (“traer”, “ofrenda”) destaca ahora no sólo que se dirigirán a Jerusalén, sino también que tendrán una responsabilidad cultual de presentar las ofrendas.

Una nota sobre los levitas: los descendientes de Levi ocupan un rol sacerdotal desde los orígenes de Israel. Parece que eran –todo a lo largo del territorio- los responsables de los diversos santuarios. Sin embargo, el rey Josías unificó todo el culto centralizándolo en el templo de Jerusalén con lo cual los levitas quedaron como “desocupados” (por 'culpa' de Dios). Desde entonces, los levitas son incorporados al viejo trío “el pobre [o el migrante], el huérfano y la viuda” (Dt 24,17.19.20.21; 26,12; 27,19; Jb 24,3; Sal 146,9; Is 1,17.23; Jer 7,6; 22,3; Ez 22,7; Sir 35,14) como un cuarteto del que todo judío se debe preocupar (Dt 14,29; 26,12.13). Sin embargo, si algunos fueron incorporados en el servicio del Templo (en general como “sacerdotes de segunda categoría”; cf. Dt 18,1-8) luego fueron despreciados, como  descarriados (Ez 44,10). En el texto de Is 66 este rechazo es criticado y se convierte en un texto de resistencia ante el poder de los sacerdotes del Templo de Jerusalén.

Es posible, entonces, que entre los escapados a las naciones también haya levitas que ahora son incorporados al servicio del Templo como era el viejo deseo del Deuteronomio, luego conculcado.  Pensar que el autor está diciendo que entre los extranjeros habrá levitas (de la tribu de Leví, hijo de Israel / Jacob) resultaría extraño e imposible. La referencia a que los “hijos de Israel” traen ofrenda en “vasijas puras” en la “Casa de Yahvé” parece estar confrontando con los que rechazan a los levitas. Si la presentan es que sigue siendo “pura” (y por tanto no la vuelven impura los despreciados levitas). 

La buena noticia de que los viejos escapados podrán volver a Jerusalén y serán plenamente reintegrados al pueblo y al culto marca y resalta la conclusión de todo el libro de Isaías.


Lectura de la carta a los Hebreos     12, 5-7. 11-13

Resumen: siguiendo el ejemplo deportivo de la semana pasada, ahora destaca que –como buen Padre- Dios nos entrena con esfuerzo y sufrimiento para alcanzar los frutos de justicia y de paz en la vida común. El sufrimiento que la comunidad padece en medio de su ambiente es visto como entrenamiento de Dios que pedagógicamente nos prepara para seguir las huellas de su hijo.


El texto litúrgico es continuación del de la semana pasada. Finaliza en v.13 por la inclusión de la idea de la carrera que comenzaba en v.1. Pero si en vv.1.3 el tema central era la fe, de v.5 en adelante, el tema son las pruebas y sufrimiento que padecen los cristianos, entendidos como pedagogía de Dios; como se dijo la semana pasada, no entiende el sufrimiento como castigo por un pecado (ver 2 Mac 5,17; 7,38; 10,4). Los cristianos –como hijos- sufren pedagógicamente para su corrección (vv.7-8). Todo comenzaba con una lectura ilustrativa de Proverbios 3,11-12, y concluye con una cita de Isaías completada con una nueva referencia a Proverbios (que –además- prepara la siguiente unidad, conclusiva). 

Cristo mismo por el sufrimiento “aprendió” lo que significa obedecer (Heb 5,8), esta dimensión pedagógica tiene que ver con la filiación (tanto en 5,8 como12,7 la referencia es al padre que corrige “y azota” a sus hijos). 

Los vv.8-10 (omitidos en la liturgia) aluden a la no corrección de los hijos “bastardos” que no tiene interés en disciplinar. Si los padres disciplinan a los hijos, cuánto más deberíamos dejarnos disciplinar por Dios (vv.9-10). 

Esta disciplina es parte del entrenamiento (gegymnasmenois) que permite alcanzar frutos de paz y de justicia. Esto parece referir a las relaciones pacíficas en el seno de la comunidad y a la relación armoniosa con Dios, los hermanos y los bienes compartidos con los pobres (Am 6,12; Pr 11,30). La paz y la justicia –además- tienen connotaciones mesiánicas (cf. Is 9,6-7; 32,17; Sal 72,7; 85,10;  ver Rom 14,17; Sgo 3,18; 2 Pe 3,13): Jesús, Hijo de Dios, es rey de justicia y rey de paz (7,2), y así deben vivir los hijos de Dios entrenados por su Padre en medio de un mundo que les es hostil. Esos son los frutos, el testimonio que da la comunidad mesiánica.

Esta serie de citas bíblicas y el modo en que las mismas son usadas y entrelazadas nos permiten ver el sentido que el autor de Hebreos da a las mismas

            Antiguo Testamento            Hebreos 12
No desdeñes, hijo mío, la instrucción de Yahveh, no te dé fastidio su reprensión, porque Yahveh reprende a aquel que ama, como un padre al hijo querido. (Pr 3,11-12)
… como a hijos se les dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge.
Fortalezcan las manos débiles, afiancen las rodillas vacilantes. (Is 35,3)
Por tanto, levanten las manos caídas y las rodillas entumecidas
Tantea bien el sendero de tus pies y sean firmes todos tus caminos. (Pr 4,26)
y enderecen para sus pies los caminos tortuosos, para que el cojo no se descoyunte, sino que más bien se cure.

El texto de Isaías le permite tomar la imagen atlética del v.1. Isaías lo decía a los judíos que debían tener fortaleza que Dios les daba para dirigirse a Jerusalén; ahora los cristianos deben poner los ojos en Jesús, sentado a la derecha de Dios (v.2). Así, entrenados por Dios, se pondrán “en estado” para ganar la carrera de la fe, que Jesús ya logró consumándola.




+ Evangelio según san Lucas     13, 22-30

Resumen: dos momentos –relacionados entre sí con una puerta (estrecha primero, cerrada después)- ponen a los seguidores de Jesús ante el compromiso por la justicia. Todos –judíos y no judíos- están comprometidos con el reino del que están invitados a participar, como un banquete, en la medida en que no solamente escuchen la palabra de Jesús sino que también la pongan en práctica.


Con una de sus frecuentes referencias al largo viaje hacia Jerusalén, que le es propia (9,51; 10,38), Lucas comienza una nueva unidad; el profeta sigue el camino hacia su éxodo. En v.31 hay unos nuevos personajes –los fariseos- que dan comienzo a la siguiente perícopa, con lo que el texto está conformado por los vv. 22-30. El v.30 –por otra parte- es un clásico texto de refrán conclusivo (Mt 19,30; 20,16; Mc 10,31).

El texto que conforma –como decimos- una unidad en Lucas, tiene paralelos en diferentes partes de Mateo. La conformación un tanto desarticulada de Lucas invita a pensar que Mateo ha respetado mejor a su fuente en esta parte; Lucas la ha elaborado e incluso añadido algunos dichos de su fuente propia.

En medio de la multitud se escucha la voz de alguien; esto ha sido común en esta unidad para destacar la palabra profética de Jesús (9,57; 10,25; 11,15.27.45; 12,13.41; 13,1).

Sin embargo, el tema que se le pregunta no es ajeno a lo anterior, y la pregunta que “uno” le formula, dice relación a lo que venía destacando acerca de la vigilancia, la venida del reino… sin embargo, la pregunta es genérica (y probablemente también sea una pregunta “de escuela”):


La literatura apocalíptica, más negativa y pesimista afirmaba:

Entonces me respondió y dijo: «El Altísimo hizo este mundo para muchos; el mundo futuro, en cambio, para pocos. Diré ante ti, Esdras, una comparación. De la misma forma que si interrogas a la tierra, ella te dirá que da mucha más tierra para que se haga la arcilla pero poco polvo del cual se extrae el oro; así es el curso del mundo presente. Son muchos los que fueron creados, pero pocos los que serán salvados»”. (4 Esd 8:1-3)

En cambio el rabinismo decía que “todo Israel participará del mundo futuro” (Tosefta Sanhedrin 10,1).

Pero Jesús –como había ocurrido con aquel que le preguntó “¿y quién es mi prójimo?” (10,29)- se niega a un planteo hipotético y elige implicar al que pregunta en un compromiso personal. 

El verbo “luchar” (agônizomai) sugiere conflicto entre los muchos y los pocos. Lucas ha modificado la “entrada” de Q (cf. Mt 7,13-14); quizás esté aludiendo a la pequeña puerta que se cierra al llegar la noche en el pequeño pueblo, con lo que sería una alusión alegórica a la  noche en sentido del “crepúsculo de los tiempos”, la toma de decisión es inminente.

En v.25, la puerta que estaba abierta, se cierra (el paralelo de Mt 25,10-12 resulta más probablemente histórico en boca de Jesús). El verbo “levantarse” (egerthê) puede entenderse de dos maneras: “ponerse de pie” (5,23.24; 6,8; 11,8), o “resucitar” (7,14.22; 9,7; 20,37; 24,6.34). si bien el marco nos invita a entenderlo en el primer sentido, el contexto escatológico quizás permita también la segunda posibilidad de lectura. 

Lucas añade al dicho de los que quedaron fuera “hemos comido y bebido”. Este tema es muy frecuente en Lucas y merece una breve nota. Jesús viene a “comer y beber con pecadores” (7,34), y es criticado frecuentemente por ello por parte de quienes se tienen por justos (15,2; 19,7). Pero esas comidas no han de entenderse en el sentido de que “todo es igual”. Son llamados a la “conversión” (5,32); a esos mismos pecadores, se les da una y otra vez la oportunidad de un cambio de mentalidad; no es innecesario tener presente que, en contexto de comida con pecadores, Jesús repite la idea de la conversión (5,32; 15,7.10). Es a esa lucha a la que se invita a todos (también a quienes se creen justos). El Evangelio de hoy presenta –precisamente- esta última oportunidad, el momento en que la puerta del banquete se cierre. Lo mismo ha de decirse con la enseñanza de Jesús (a la que alude el primer versículo del relato de hoy, v.22). Jesús quiere enseñar a todos en su largo camino, pero eso no implica que todos hayan recibido ese mensaje (8,5-8.11-15).

Algunos rabinos usaban la fórmula “no te conozco” como fórmula de excomunión. El contexto escatológico da otro sentido diferente a 11,9-10 al golpe de la puerta, aquí ya “no se le abrirá”. 

El texto con el que continúa la frase del dueño de casa está tomada del Salmo 6. Es interesante notar ciertos matices:

Sal 6,9 (hebreo)
Sal 6,9 (griego)
Mateo 7,23
Lucas 13,27
Aléjense de mi todos los que hacen el mal
¡Retírense (apóstête) de mí, todos los hacedores (ergazómenoi) de iniquidad (anomían)
apártense (apojôreô) de mí, los hacedores (ergazómenoi) de iniquidad! (anomían)
¡Retírense (apóstête) de mí, todos los que hacen (ergátai) injusticia! (adikías)

Como se ve, Mateo es más parecido al texto griego en la segunda parte (hacedores e iniquidad) y Lucas en la primera (retírense, todos). Lo que cuenta es la realización de la justicia de la que se han alejado los que quedan fuera del banquete; para lograr esto es que les había indicado que “luchen”.

El conjunto “llanto y rechinar de dientes” se encuentra al comienzo de la oración, con lo que la resalta. La frase es común en Mateo (8,12; 13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30; en Mc 9,18 una idea semejante alude a un endemoniado) pero sólo se encuentra aquí en Lucas, lo cual es indicio de que la ha recibido de Q. a la mesa con los patriarcas, Lucas (cf. 6,25) añade a los profetas, lo que es un tema importante en su obra y ya no alude solamente a los “comienzos” sino a la “historia” de la salvación. La peregrinación a Jerusalén es tema habitual en los profetas (Is 11,11-16; 60,1-22; cf. 49,12; Mi 4,1) y es algo que empieza a cumplirse en pentecostés (Hch 2,5-13). Para reforzar su universalismo, Lucas añade “del norte y el sur”.

Y empezará el “banquete del reino”. El verbo anaklinô se usa de acostarse (Lc 2,7), y puede indicar “reclinarse”, lo que es propio de los banquetes (12,37; Mt 8,11; 14,19). Se trata del banquete del reino que había sido frecuentemente anunciado (cf. Is 25,6-8). El alimento a la multitud lo anticipa (9,12-17), lo ilustra en parábolas (14,15-24) y vive sacramentalmente (22,14-30), continúa en las comidas con el resucitado (24,28-35.36-43; Hch 10,41). 

Con clara connotación sectaria y escatológica, la comunidad de Qumrán espera algo semejante (aunque para pocos, ciertamente):

“Ésta es la asamblea de los hombres famosos, los convocados a la reunión del consejo de la comunidad, cuando engendre Dios al mesías en ellos… entrará el mesías de Israel y se sentarán ante él los jefes… el sacerdote bendecirá la primicia del pan y el vino… y después el mesías extenderá su mano hacia el pan…” (Regla de la Comunidad, 1QSa 2,11-21).

Literalmente dice: “miren, hay últimos que serán primeros, y hay primeros que serán últimos”. El dicho –como se ha señalado- es un dicho “errante” y lo encontramos en varias partes de los sinópticos. En este caso alude a la no participación en el banquete de aquellos que se suponía eran “parte”, y no alude –en este caso- a la participación de los paganos y la exclusión de los judíos, sino a la participación y/o exclusión de unos y otros, de “todos”.


Video con comentario al Evangelio en:
https://youtu.be/oYL_J-omuuQ 
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/08/video-con-comentario-al-evangelio-del_18.html



Dibujo tomado de www.artelista.com