viernes, 17 de octubre de 2025

Mensaje de Curas OPP ante las próximas elecciones

 “Cuanto hicieron a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mateo 25,40)



Reflexión dirigida a aquellos con quienes compartimos la misma fe y el amor militante a las víctimas de la pobreza y la injusticia, con motivo de las próximas elecciones legislativas del 26 de octubre.

En todo gobierno democrático se supone que debiera haber división de poderes. El poder legislativo, como sabemos, es el que procura las mejores leyes, en los diferentes órdenes y espacios. Como es evidente, siempre hay nuevos temas, o leyes que han quedado desactualizadas, o que se manifiestan ineficaces o las hay insuficientes que requieren nuevas. Sabemos que puede haber leyes que sean injustas, o incluso inconstitucionales, y es por eso que pretendemos el mejor y más justo Poder Legislativo posible.

Como representantes del pueblo (diputados) o de las provincias (senadores) los legisladores tienen la responsabilidad de proponer leyes, o incluso poner límites a los abusos de otros poderes, como es el caso de frenar tantos proyectos de leyes que atentan contra los y las pobres. Las actitudes de injusticia manifiesta del Poder Ejecutivo y sus legisladores contra las personas con discapacidad, contra los jubilados, la educación pública, las universidades, la salud pública, como los casos de los hospitales Garrahan, Posadas o el Clínicas, o la vergonzosa resignación de soberanía en lo económico, lo territorial y de los recursos en manos de la potencia hegemónica, nos ponen en estado de alerta frente a la urgencia por elegir candidatos de aquellas fuerzas políticas que se hayan opuesto a la injusticia social, al saqueo y el colonialismo.

Recientemente, el Papa León XIV hizo público su primer documento centrado claramente en el amor que se ha de tener por los pobres (se la conoce por su nombre en latín, Dilexi Te). De ella extraemos estos pasajes con los que pretendemos invitar a pensar a la hora de emitir nuestro voto:

Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad. (…) No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido “méritos”, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida. (# 14)

…es preciso seguir denunciando la “dictadura de una economía que mata” y reconocer que «mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas». Aunque no faltan diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana, y la situación de miseria de muchas personas a quienes esta dignidad se niega debe ser una llamada constante para nuestra conciencia. (# 92)

Se vuelve normal ignorar a los pobres y vivir como si no existieran. Se presenta como elección racional organizar la economía pidiendo sacrificios al pueblo, para alcanzar ciertos objetivos que interesan a los poderosos; mientras que a los pobres sólo les quedan promesas de “gotas” que caerán, hasta que una nueva crisis global los lleve de regreso a la situación anterior. Es una auténtica alienación aquella que lleva sólo a encontrar excusas teóricas y no a tratar de resolver hoy los problemas concretos de los que sufren. (# 93)

Agradecidos por esta carta del papa León queremos seguir escuchando a Jesús que nos dice – y con frecuencia León lo repite en el texto – que Jesús se identifica con las víctimas y por eso dice “Cuanto hicieron a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mateo 25,40)

Creemos que la Patria se encuentra en un momento dramático, en el que la democracia de muy baja intensidad que ostenta el Poder Ejecutivo – con la complicidad del Poder Judicial en el cual no se avergüenza de intervenir impunemente – requiere límites o voces que se levanten claras y contundentes en favor de los pobres y de las víctimas que este mismo gobierno engendra día a día (aunque los “dibujos” oficiales quieran hacer creer lo contrario). Los problemas políticos se solucionan con mejores políticas, no con espectáculos musicales o con abrazos clientelares; no esperamos que, desde afuera, ni los EEUU ni el FMI, nos indiquen ni a quien votar ni las mejores políticas económicas, ciertamente, mejores “para ellos”. Reiteramos que una política que no tenga en cuenta la dignidad de las personas empobrecidas sólo merece rechazo. Y esperamos que eso se manifieste en las urnas.

 

17 de octubre 2025 (fiesta de san Ignacio de Antioquía)

Curas en opción por las y los pobres

jueves, 16 de octubre de 2025

Cleofás, un discípulo, y su mujer, María

Cleofás, un discípulo, y su mujer, María

Eduardo de la Serna



En los relatos de la pasión de Lucas y de Juan encontramos el nombre de un conocido de la comunidad al que llaman “Cleofás”, que es una abreviatura de “Cleopatros”, un nombre claramente griego (todos conocemos el femenino Cleopatra).

Se nos dice – en Juan 19,25 – que al pie de la cruz hay un pequeño grupo de tres mujeres. Una de ellas es la madre de Jesús, otra es María Magdalena y la tercera es “María de Cleofás”. Con el “de” puede significarse hija de o esposa de Cleofás. Hay que recordar que, en aquellos tiempos, la mujer era tenida por propiedad de algún varón, sea su padre o sea su esposo. Pero, especialmente por tratarse de una mujer adulta que no vivía en casa paterna, todo indica que se nos indica que Cleofás es su esposo.

En el Evangelio de san Lucas, en 24,18 Jesús se deja ver por dos discípulos que vuelven a su casa de Emaús. Uno de ellos es Cleofás. Del otro u otra no se dice ni su nombre ni su género. Es sensato pensar que se trata del matrimonio que regresa a su casa luego de la fiesta de la Pascua, y – como discípulos que eran – implicados en el drama de lo que había ocurrido. De hecho, ambos invitan al peregrino – que es Jesús, aunque ellos lo desconocen – a quedarse en la casa, cenar y pasar la noche. Evidentemente, entonces, el otro peregrino de Emaús es probablemente María, la mujer de Cleofás.

Así podemos notar que se trata de un matrimonio que, aunque no nos sea muy conocido a nosotros, sí lo es para el cristianismo primitivo.

Estar junto a la cruz (Juan), con las dificultades que eso significa, implica una actitud de discipulado muy importante. Por eso está junto a la Madre de Jesús y de María Magdalena, ¡nada menos! Se trata de un estar que no es meramente pasivo, sino una firme decisión de hacerlo. Las tres mujeres eligen, asumiendo los riesgos que eso implica, estar al lado del crucificado. Los otros evangelios indican que todos lo han abandonado y dejado solo. En la cruz hay algunos “a lo lejos” (Mc 15,40; Mt 27,55; Lc 23,49); Juan, en cambio, muestra la excepción de estas mujeres ejemplares.

Por otro lado (Lucas), el matrimonio vuelve entristecido a su casa después de todas las cosas que ocurrieron con Jesús de las que ellos fueron testigos, conversando y debatiendo acerca de todo esto (24,15). Sobre esto le “informan” al peregrino desconocido que pregunta qué ha ocurrido (24,19-24), pero que luego les explicará el sentido de todo lo esto partiendo por Moisés y también por "todos" los profetas (24,27). Con esto les arde el corazón (24,32), pero, finalmente, cuando Jesús “parte el pan” se les abren los ojos y “lo reconocen” (24,31). Y, como no pueden guardarlo para ellos, vuelven rápidamente a Jerusalén a informarlo a los demás (24,33).

Cleofás y María son, entonces, ejemplo de un matrimonio que ha acompañado a Jesús en los momentos cruciales de la cruz y de la muerte; que se ha descorazonado por esto, lo que parece el fin de la esperanza que habían puesto en el profeta Jesús, pero que, abiertos al diálogo, por haber elegido “estar junto a la cruz”, y por dejar que “arda su corazón” cuando se les explica la Biblia y los acontecimientos, terminen reconociendo al resucitado en la eucaristía, el pan partido que hace presente a Jesús entre los suyos. Pero, además, teniendo claro que no pueden guardarse esa buena noticia para ellos mismos, sino que, olvidando los riesgos de la noche en los caminos, vuelven a comunicar a sus hermanos esa buena noticia (= Evangelio) de que la vida ha vencido a la muerte. La cruz y el camino son los lugares donde María y Cleofás están junto a Jesús, y desde donde eligen anunciar la vida poniéndose en camino para invitar a que otros y otras crean que “es verdad, ha resucitado”.

 

Imagen tomada de https://sinfronteras.media/2024/04/01/los-peregrinos-de-emaus/

martes, 14 de octubre de 2025

Límites de Dilexi Te

Límites de Dilexi Te

Eduardo de la Serna



Como ya se ha dicho abundantemente y se ha comentado, el Papa León XIV ha publicado su primera exhortación apostólica, Dilexi Te, dedicada al amor a los pobres. La frase, “te he amado” (egō ēgápēsá se; Apocalipsis 3,9) la dirige el Papa a los pobres. El texto bíblico dice otra cosa: se dirige a la comunidad de Filadelfia en momentos críticos, algunos son perseguidos, pero tienen una puerta siempre abierta ante Dios. No habla de los pobres. Lamentablemente, desde hace muchos años, el uso de la Biblia en los documentos vaticanos no suele seguir las indicaciones que el mismo Vaticano ha señalado.

Pero mirando la Exhortación, y habiendo ya señalado en otra ocasión sus muchos aspectos positivos, quiero detenerme en otros puntos.

  •          Para comenzar, pareciera que el amor a los pobres es exclusivamente “de la Iglesia”, y dentro de la Iglesia, exclusivamente de los sectores “jerárquicos”. El laicado está absolutamente ausente.
  •          Destaca la importancia que la Iglesia ha dado, por ejemplo, a la salud de los pobres, la educación de los pobres, pero no hay ninguna referencia al a educación pública o la salud pública.
  •          El mundo indígena y el mundo afro también están ausentes (y, el primero, es particularmente llamativo dada la autoproclamada actividad pastoral del Papa en Perú; #89).
  •          Citando al Papa Francisco, hace suya la sentencia:

«la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje» (#12),

·         pero pareciera que la Iglesia no forma parte de esas “sociedades” ya que “la misma dignidad e idénticos derechos” no ocurren en su seno.

  •          La importancia de la Política en la búsqueda de una mayor justicia para los pobres (y las pobres) no se destaca con la claridad y contundencia con que lo hacía el Papa Francisco.
  •          El Papa no ignora (y lo señala) que la pobreza, la vida (y muerte) de los y las pobres es algo causado. Son efectos de una causa; sin embargo, puede extrañarse una mirada más precisa de esas causas. Por ejemplo, las consecuencias de las guerras no se destacan, y palabras como “deuda” están ausentes en el texto. Si bien – citando a Francisco – menciona el “imperio del dinero”, el imperialismo está ausente, y la palabra “colonia” no se encuentra jamás…

Valgan estos ejemplos, que podrían ampliarse, para señalar límites de una buena Exhortación Apostólica. Limites señalados, no por afán de crítica, sino para que el amor a los pobres sea siempre una utopía, como lo es el reinado de Dios, hacia el que tender cada vez con mayor dedicación, compromiso y militancia.


Imagen tomada de https://www.religiondigital.org/vaticano/dilexi-te-pobres-Leon-XIV-Francisco-Iglesia-legado-injusticia-mujer-pobreza-desigualdad-esclavitud-cristianos-limosna_0_2823617618.html

 

Domingo 29C

Dios hará justicia a sus amigos


DOMINGO VIGESIMONOVENO - "C


Eduardo de la Serna




Lectura del libro del Exodo     17, 8-13


Resumen: En el contexto en el que se muestra que Dios acompaña a su pueblo en el desierto alimentándole y dándole bebida, también se muestra que lo protege de sus enemigos. Pero Dios cuenta con sus amigos para ello. Moisés y su cayado serán la mediación que Dios elige para manifestar su cuidado de Israel. Sin ellos, pareciera que se desentiende de su pueblo.

Los amalecitas constituyen una tribu amenazadora que se ubica geográficamente en el sur (Gen 14,7; Num 13,29; 14,25; 24,20; Dt 25,17-19; 1 Sam 15,7; 2 Sam 15,2-3), aunque no necesariamente en un lugar fijo ya que parecen ser nómades. La fatiga de Moisés prepara lo que dirá en 18,18 lo que –a su vez- antecede la debilidad para seguir ejerciendo la autoridad. Así son presentados Jur y Josué como sus ayudantes, además de Aarón. Jur (24,14) –de quien se habla poco- será el abuelo de un artesano de la tribu de Judá (31,1-2; 35,30; 38,22) y Josué será su colaborador más cercano y finalmente su sucesor. Aparece aquí por primera vez; en 24,13 será presentado como “ayudante” (cf. 33,11; Num 11,28; Dt 1,38), será enviado como explorador a la tierra (Num 13,16 donde se afirma que su nombre era Hosea y Moisés le cambió el nombre [“Yahvé salva”]), Moisés debe imponerle las manos porque en él está el espíritu (
Num 27,18; Dt 34,9) y sucesor de Moisés (Dt 3,28; 31,3.7.23)

El cayado / bastón de Moisés (Ex 4,2) era simplemente su cayado para el camino, pero Dios empieza a manifestar en él su poder (4,4-5): con él ha de hacer signos varios (4,17-20), con él realiza Moisés muchos de los 10 signos (= plagas; 7,15.19; 8,1.12; 9,23; 10,13) y con él se abre el mar para que pase su pueblo (14,16), con él  Dios da agua a su pueblo en el desierto (17,5).

El tema de la acción divina y la cooperación humana queda resaltado. En realidad, el relato comienza con la entrada en escena de los amalecitas (v.8) y finaliza con la construcción de un altar y un dicho sobre el conflicto “de generación en generación” de Amalec e Israel (v.16) y esto debe quedar escrito en la bandera (el altar se llamará “Yahvé es mi bandera”). Toda esta última parte está omitida en el texto litúrgico, sin dudas para resaltar la semejanza con el Evangelio del día. Sin embargo la conclusión con la edificación del altar es coherente con la imagen sacerdotal que se muestra de Moisés.

Se ha destacado –probablemente con razón - que el texto parece fuera de lugar, ya que Moisés aparece como viejo y debilitado, lo que no es coherente con lo que presenta el contexto y eso es de esperar para más adelante; del mismo modo que el contexto geográfico. Amalec no parece enemigo de las tribus del sur de Israel (Judá, por ejemplo), pero tiene sentido teológico ya que el relato muestra a un Dios que cuida a su pueblo alimentándolo (Ex 16), dándole bebida (Ex 17,1-7), y también protegiéndolo de sus enemigos (17,8-16). Como Abraham (Gen 12,7; 13,18) y como Jacob (28,16-22) construye un altar. No es un altar mandado por Dios (como se esperaría en la tradición sacerdotal) sino de homenaje del patriarca y por decisión propia.

El texto parecería casi mágico ya que son las manos en alto y el cayado las que hacen que Israel venza en la batalla; como si no importara tanto la oración en sí misma, cuanto la postura corporal. Evidentemente, alzar la mano es la actitud de la oración (Gen 14,22; Sal 44,21; 134,2; también la del juramento, Ez 20,28; Dn 12,7). En Ex 14,16 habíamos visto que las manos alzadas de Moisés y el cayado obran un prodigio, en este caso la separación de las aguas del mar; en Num 20,11 hacen brotar agua de la roca. Sin dudas el texto intenta resaltar ambos elementos: tanto la actitud del mediador, Moisés, que Dios pareciera “necesitar”, cuanto el obrar de Dios sin el cual el pueblo no puede subsistir.



Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a Timoteo     3, 14-4, 2

Resumen: Pablo deja a Timoteo como su sucesor. Debe continuar su obra de predicador en la comunidad, ahora predicando una doctrina y una enseñanza ya corporizada a una comunidad que tiene problemas con falsos maestros.


Como se ha dicho en comentarios anteriores, las cartas llamadas Pastorales (con sus diferencias entre ellas, debe aclararse) constituyen un peldaño en la organización y estructuración de las comunidades cristianas. Ha pasado ya mucho tiempo, los ministerios empiezan a solidificarse (Tito y 1 Timoteo), lo mismo que la doctrina. Ya es más claro quiénes somos y quienes no son de los nuestros, ya hay una “doctrina” y –por lo tanto- consciencia de qué teología no es “ortodoxa”. 

La unidad literaria de 2 Tim empieza en 3,1 señalando lo que ocurrirá “en los últimos tiempos” y su característica  será la dificultad, especialmente por parte de quienes “se introducirán” en las comunidades. Su vida y su enseñanza es algo de lo que Timoteo debe estar alerta. De allí que el autor insista en “tú, en cambio” (3,10.14; 4,5; cf. 1 Tim 6,11; Ti 2,1). Lo que se dice en todos estos casos es –precisamente- en contraste con los “falsos”: “huye de esas cosas” (1 Tim 6,11), “enseña lo que es conforme a la sana doctrina” (Ti 2,1); “tú, me has seguido” en enseñanzas y actitudes (2 Tim 3.10), “pórtate” coherentemente. Aquí, alude a la perseverancia y la doctrina. Como se ve, en todos los casos se refiere al contraste con los “falsos maestros” que son un acontecimiento que la tercera generación cristiana vivió con preocupación. En este caso, el primer “tú, en cambio” hace referencia al pasado de Timoteo, mientras que el segundo hace referencia a su futuro.

Es interesante notar las palabras clave de esta unidad: “aprender” (emathes, [de donde viene mathētēs, "aprendiz", discípulo] v.14 x2), “creer” (pistoō, v.14), conocer (v.14.15, oida), “sagradas letras” (hiera grammata, v.15), que “puede” (v.15, dynámena), sabiduría (sofízō, v.15), “salvación” (v.15, sōtería), “fe” (v.15, pistis), “escritura” (v.16, grafē), “inspirada por Dios” (v.16, theopneustos), “útil” (v.16, ōfélimos), “corregir” (v.16, epanōrtosin), “educar” (v.16, paideía), “justicia” (v.16, dikaiosynē), “perfecto” (v.17, ártios), “hombre de Dios” (v.17, theou ánthrōpos), “obra buena” (v.17, érgon agatòn), “perfecto” (v.17, exartizō), “testimonio” (4,1, diamartyromai), “proclama” (4,2, kēryssō), “palabra” (lógos, 4,2), “insiste” (epístēthi, 4,2), “examina” (4,2, élegxon), “amenaza” (4,2, epitimáō), “exhorta” (4,2, parakaléōē), paciencia” (4,2, makrothymía), “instrucción” (4,2, didajē). Como puede verse, la unidad está cargada de sentidos en orden a la fe y la enseñanza. Todo esto está sostenido por 4,1: “delante de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a los vivos y muertos, y la manifestación de su reino”.


Los elementos principales aquí son la enseñanza y las Escrituras. La enseñanza del apóstol –como se ha dicho- ya tiene un cierto “cuerpo” y es vista como una “doctrina”, o un “depósito”; las “sagradas escrituras” (así las llama Flavio Josefo al hablar del libro de Daniel, hierois grammasin) se refiere a la Biblia judía, aunque releída cristianamente. Recién tardíamente se empezó a hablar de “escrituras” para referir a escritos “cristianos”; y sólo una vez en el NT: cf. 2 Pe 3,16 (“grafàs). Pero toda esta lista de elementos, tienen como objetivo que el “hombre de Dios” esté capacitado y preparado perfectamente para hacer perfectamente el bien, esto refiere a la responsabilidad del dirigente de la comunidad. Moisés es el “hombre de Dios” (Dt 33,1; Jos 14,6; 1 Cr 23,14; 2 Cr 30,16; Esd 3,2; Sal 90,1 (también los profetas, como Elías (1 Re 17,24), Eliseo (2 Re 4,9); es posible que el uso aquí y en 1 Tim 6,11 atribuya a Timoteo lo que se afirma de Moisés como parece ocurrir en otras ocasiones (lo señalamos sobre la imposición de manos (cf. Dt 34,9).

Por eso Pablo “encomienda vivamente” (diamartyromai; cf. 1 Tim 5,21; 2 Tim 2,14) a Timoteo que siga su ejemplo como su sucesor. De allí los verbos en imperativo. Son verbos relacionados con la palabra, ya que Timoteo –como Pablo- debe hacerse cargo de la comunidad por medio de su enseñanza y predicación.


Evangelio según san Lucas     18, 1-8

Resumen: En un nuevo “de menor a mayor”, Lucas muestra en una parábola que un juez corrupto es capaz de hacer justicia ante la insistencia de una viuda. ¡Cuánto más! hará Dios por los suyos, su pueblo. 


El texto comienza señalando que “les decía” (18,1). El último sujeto del encuentro con Jesús fueron “los discípulos” (17,22; ver v.37), por tanto es a ellos a quienes se dirige la parábola, que es exclusiva de Lucas. Parábola que señala expresamente su intencionalidad (como lo hará la siguiente, v.9): para que ellos rezaran siempre y no aflojaran. Ya sabemos la importancia que Lucas da a la oración en su evangelio, mostrando con frecuencia a Jesús en oración en los momentos importantes de su ministerio y también los discípulos (3,21; 5,16; 6,12.28; 9,18.28; 11,1-2; 22,41.46; 23,36.46; Hch 1,14; 2,42; 3,1; 6,4.6; 10,4.9.30-31; 12,5.12; 16,13.16.25; 20,36; 21,5; 22,17; 28,8). La parábola no es una de las características de dos personajes, ya que en ese caso se contrastarían las dos actitudes, y aquí se pretende mostrar la importancia de la insistencia, por tanto, la actitud de la viuda. La parábola señala que se “debe” (deî) rezar; este deber está relacionado al deseo de Dios

El caso está puesto en un nuevo qal wahomer (“de menor a mayor”) que recuerda la parábola del “administrador deshonesto” que comentamos semanas atrás (16,1-13). Podríamos resumirla de este modo: si un deshonesto hace estas cosas, cuánto más hará Dios; del mismo modo, Jesús invita expresamente a hacer esa comparación en esta ocasión (16,8; 18,6). 

El término clave de la parábola es “justicia” (o “adversario”, v.3; “injusticia”, v.6) ya que se trata de un juez, y de lo que la viuda espera, pero algo que también se incorpora a la conclusión: se destaca que Dios “hará justicia” (18,6.7), no que dará lo que se le pide. Como también es habitual en las parábolas de Lucas, un personaje cambia de actitud después de “entrar en sí mismo”. El monólogo ocupa un lugar en su narrativa (16,3; ver 12,17; 15,17). Este juez es presentado como inescrupuloso y no religioso (“sin temor de Dios”); y la falta de “respeto” por las personas se entiende como sin vergüenza (ver Ex 10,16; cf. 1 Cor 4,4; 2 Tes 3,14; Ti 2,8; Mt 21,37; Mc 12,6); es decir, se desentiende de los dos mandamientos principales de la Ley (cf. 10,27).

El juez se dice a sí mismo algo insólito: “no temo a Dios ni respeto a los hombres”, pero el acento está puesto en el contraste dado que finalmente “hará justicia”, aunque no sea por “respeto a la viuda”, o por “temor de Dios”. No hay imagen alguna de arrepentimiento. Lo que cuenta es que la viuda (personaje símbolo del desamparo en la literatura bíblica; cf. Ex 22,2; Dt 10,18; 14,29; 16,11.14; 24,19-21; 26,12-13; Sal 68,6; 93,6; 146,9; Is 1,17.23; Jer 22,3; Lam 1,1) recibirá aquello que ha pedido: “hazme justicia” (v.3), “le haré justicia” (v.5). Los detalles se eliminan (nombre de la ciudad, causa del conflicto que mueve a la viuda…) a fin de que su insistencia quede en primer lugar. Lo cierto es que en Israel cualquier juez temeroso de Dios se ocuparía fervientemente por la justicia de los desamparados como es el caso de una viuda: No defraudarás el derecho del emigrante y del huérfano ni tomarás en prenda las ropas de la viuda” (Dt 24:17); “¡Maldito quien cometa injusticia con el emigrante, el huérfano o la viuda!, y todo el pueblo responderá: ¡Amén!” (Dt 27:19). 

En los sinópticos, un “juez” se encuentra en el documento Q (Mt 5,25 / Lc 12,58 y Mt 12,27 / Lc 11,19) y en la fuente propia de Lucas (12,14; 18,2.6; cf. Hch 10,42; 13,13,20; 18,15; 24,10 referido habitualmente a los magistrados locales). Nunca en Marcos, o Juan, ni en Pablo (una vez en 2 Tim y Heb y 4x en Santiago). Las “viudas”, se destacan en Mc 12 (vv.40.42.43) y son importantes en Lucas (9x: 2,37; 4,25.26; 7,12; 18,3.5; 20,47; 21,2.3; y Hch 6,1; 9,39.41; nunca en Mateo y Juan, solo 1x en Pablo, Santiago y Apocalipsis, 6x en 1 Tim). 

El verbo “molestar” (paréjō) se vuelve a encontrar en la parábola del amigo nocturno (11,7) que tiene una intencionalidad semejante (una vez más Lucas destaca un varón y una mujer en textos paralelos; cf. 2,33.36; 4,25.27; 13,18.20; 15,4.8). La segunda parte “que no venga a agredirme” (hypōpiazein) puede entenderse incluso violentamente (cf. 1 Cor 9,27; golpear en el ojo y dejarlo negro). Sin duda que si eso ocurriera, la reputación del juez quedaría seriamente dañada y vería amenazado su cargo. El riesgo probable de perder su honor no es ajeno a su cambio de actitud.

A pesar que el personaje es la viuda, Jesús llama la atención en el obrar del juez (aquí el kal wahomer). De hecho, no dice cómo debemos comportarnos nosotros ante Dios en la oración, sino cómo se comporta él en nuestra oración. 

La conclusión –que es el fruto de la oración insistente- es que Dios ¿“hará justicia” a sus “elegidos”? (es una pregunta que supone un “¡sí!” por respuesta) ya que “claman” (Dios no permanece jamás indiferente ante el grito del dolor; Ex 8,12; 15,25; Núm 12,13), que en este caso es continuo (“día y noche”; cf. 2,37; Hch 9,24; 20,31; 26,7). ¿Los hará esperar? ¡No! (pregunta que supone un “¡no!” por respuesta). El verbo “makrothymeō puede entenderse de diferentes modos (cf. Mt 18,26-29; 1 Tes 5,14; Sgo 5,7-8; Rom 2,4; 9,22;  Ef 4,2; 1 Tim 1,16; 1 Pe 3,20; 2 Pe 3,9.15); en este caso el acento parece estár en la demora, la paciencia. La primera parte del v.8 invita a contrastarlo con éste en el sentido de la doble pregunta que presentamos. 

Les “hará justicia” pronto (tájei; única vez en los Evangelios; 3x en Hch; también puede ser “de pronto” en el sentido de “imprevistamente”). El retardo del juez (a la espera narrativa de la insistencia de la viuda) ilustra a su vez el retardo de la “justicia” (= salvación) de Dios. 

La conclusión –o el dicho final- es sorpresivo y no parece tener relación con la parábola: “Cuando venga el hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?”.

Ambos aspectos, la venida y la fe son temas que se encuentran en las perícopas anteriores (17,22-37); es posible que estuviera unido a ellas cuando Lucas incorpora aquí la parábola. De este modo, ésta ya no es solamente una parábola sobre la oración, sino una invitación a no desfallecer (v.1) en esto (2 Tes 3,13; Ef 3,13; Ga 6,9; 2 Cor 4,1.16), aunque Jesús demore en venir (la tardanza en la Venida de Jesús parece un tema que Lucas tiene en cuenta). La fe es presentada como aquello que Jesús espera encontrar en sus “elegidos” [palabra poco frecuente, cf. Is 42,1; cf. Lc 9,35 (var.); 23,35]; cf. 6,13; Hch 1,2.24; 6,5; 15,7.22.25 donde el verbo “elegir” hace referencia al servicio de algunos en la comunidad. Es interesante que Israel, el pueblo “elegido” (cf. 1 Sam 2,9) es comparado con una “viuda” (Is 54,4). El término parece tener uso eclesiológico.



Foto personal tomada en Chiapas, México.

jueves, 9 de octubre de 2025

Lectura de la Dilexi Te desde Gustavo Gutiérrez

Lectura de la Dilexi Te desde Gustavo Gutiérrez

Eduardo de la Serna



Con la centralidad de los pobres que lo caracterizaba, Gustavo Gutiérrez repetía dos frases que hoy, en la Exhortación apostólica del papa León XIV adquieren nueva actualidad.

1.- Desde su experiencia pastoral en el Rimac, Gutiérrez insistía que al repetirle a los pobres que “Dios los ama”, ellos son buenos y no nos cuestionan, pero creo que dirían ¿cómo dice usted que Dios nos ama con todas las carencias que tenemos? Si Dios nos ama, ¿por qué no se nota? Y, entonces, repetía, «¿Cómo decirle al pobre que Dios lo ama?»

2.- Leyendo los textos bíblicos, Gutiérrez tenía claro que el cuidado del pobre es indispensable. Y, siguiendo Éxodo 22,25-26 habla de la prenda o garantía: “

Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol, porque con él se abriga; es el vestido de su cuerpo. ¿Sobre qué va a dormir, si no? Clamará a mí, y yo le oiré, porque soy compasivo.

Y, entonces, partiendo de esto se preguntaba, «¿dónde dormirán los pobres?»

Creo que ambos elementos subyacen a la totalidad de la exhortación. Toda ella está formulada como una afirmación en la que, tomando la voz del Señor en el Apocalipsis comienza y termina diciéndole: “¡te he amado!” (3,19; # 1.121).

Por otra parte, la centralidad del cuidado de los pobres se repite muchas veces a lo largo del texto. Así lo dice casi concluyendo:

He decidido recordar esta bimilenaria historia de atención eclesial a los pobres y con los pobres para mostrar que ésta forma parte esencial del camino ininterrumpido de la Iglesia. El cuidado de los pobres forma parte de la gran Tradición de la Iglesia, como un faro de luz que, desde el Evangelio, ha iluminado los corazones y los pasos de los cristianos de todos los tiempos. Por tanto, debemos sentir la urgencia de invitar a todos a sumergirse en este río de luz y de vida que proviene del reconocimiento de Cristo en el rostro de los necesitados y de los que sufren. El amor a los pobres es un elemento esencial de la historia de Dios con nosotros y, desde el corazón de la Iglesia, prorrumpe como una llamada continua en los corazones de los creyentes, tanto en las comunidades como en cada uno de los fieles. La Iglesia, en cuanto Cuerpo de Cristo, siente como su propia “carne” la vida de los pobres, que son parte privilegiada del pueblo que va en camino. Por esta razón, el amor a los que son pobres —en cualquier modo en que se manifieste dicha pobreza— es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios. De hecho, cada renovación eclesial ha tenido siempre como prioridad la atención preferencial por los pobres, que se diferencia, tanto en las motivaciones como en el estilo, de las actividades de cualquier otra organización humanitaria (# 103).

Y así dice claramente:

en un mundo donde los pobres son cada vez más numerosos, paradójicamente, también vemos crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común (# 11).

Citando la subversiva carta de Santiago (2,14-17; 5,3-5) afirma de modo contundente: “¡Qué fuerza tienen estas palabras, aunque prefiramos hacernos los sordos!” (# 30)

Con sencillez afirma que

Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad (# 14).

Porque – lo acababa de indicar:

Muchas veces me pregunto por qué, aun cuando las Sagradas Escrituras son tan precisas a propósito de los pobres, muchos continúan pensando que pueden excluir a los pobres de sus atenciones. (# 23)

El ejemplo y el testimonio de Óscar Romero merece destacarse:

En el período postconciliar, en casi todos los países de América Latina se sintió fuertemente la identificación de la Iglesia con los pobres y la participación activa en su rescate. Fue el corazón mismo de la Iglesia el que se conmovió ante tanta gente pobre que sufría desempleo, subempleo, salarios inicuos y estaba obligada a vivir en condiciones miserables. El martirio de san Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue al mismo tiempo un testimonio y una exhortación viva para la Iglesia. Él sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los hizo el centro de su opción pastoral (# 89).

Una Iglesia pobre, para los pobres y de los pobres. ¡De eso se trata! Y, como lo indica el mismo Papa:

Se comprende bien, entonces, por qué se puede hablar también teológicamente de una opción preferencial de Dios por los pobres, una expresión nacida en el contexto del continente latinoamericano y en particular en la Asamblea de Puebla, pero que ha sido bien integrada en el magisterio de la Iglesia sucesivo (# 16).

Creo – mirando el texto papal – que de cierto modo Gustavo Gutiérrez ¡puede descansar en paz!

 

PS. Cualquier lector de las obras de Gustavo Gutiérrez conoce, desde la programática Teología de la Liberación. Perspectivas (cap. 13 nota 3; 1971) la importancia del discurso del cardenal Lercaro citado en # 84.


Foto personal 2019

Nota breve a la Exhortación apostólica “Dilexi Te” del papa León XIV

Nota breve a la Exhortación apostólica “Dilexi Te” del papa León XIV

Eduardo de la Serna



Para empezar, quiero señalar una serie de cosas aclaratorias o que me han llamado la atención de la exhortación Dilexi Te (DT), para luego señalar una serie de textos que me resultan sumamente interesantes.

1.- La exhortación indica expresamente que gran parte de la misma es “pluma” del Papa Francisco:

en continuidad con la encíclica Dilexit nos, el Papa Francisco estaba preparando, en los últimos meses de su vida, una exhortación apostólica sobre el cuidado de la Iglesia por los pobres y con los pobres, titulada Dilexi te, imaginando que Cristo se dirigiera a cada uno de ellos diciendo: no tienes poder ni fuerza, pero «yo te he amado» (Ap 3,9). Habiendo recibido como herencia este proyecto, me alegra hacerlo mío —añadiendo algunas reflexiones— y proponerlo al comienzo de mi pontificado, compartiendo el deseo de mi amado predecesor de que todos los cristianos puedan percibir la fuerte conexión que existe entre el amor de Cristo y su llamada a acercarnos a los pobres. (# 3).

Es decir, el texto (como lo fue a su vez la primera encíclica de Francisco, Lumen Fidei), un documento “a cuatro manos”. Eso sirve para entender estilos y fuentes, pero, evidentemente, el actual Papa es el responsable, es el “firmante”.

2.- Me resulta llamativa la ausencia de la Virgen María salvo en el párrafo 1, donde “como de pasada” alude al canto del Magnificat sin, a su vez, detenerse en ella. Era casi como “de rigor” que todo documento papal terminara con una alusión a la Virgen. En DT eso no ocurre.

3.- Me resulta extraña la frase casi final: "Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy." Miré en otras traducciones y dicen lo mismo. No entiendo, ¿hay que poner límites al amor? ¿Ya no repetimos aquello de “la medida del amor es amar sin medida” (carta de Severo, obispo, a san Agustín; carta 109)?

Yendo al texto, creo evidente que hay muchas cosas en las que se percibe la “letra” de Francisco, y otras la de León (la referencia a las obras de san Agustín en # 47 me parece evidente). La importancia dada al Magisterio episcopal latinoamericano y las referencias a Medellín, Puebla (# 90) y Aparecida creo que son ilustrativas. Hay elementos muy oportunos para nuestra actualidad, como por ejemplo la referencia a la "propiedad privada" (# 86). Señalo las que me resultaron más significativas:

«Cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo» (Mt 25,40). No estamos en el horizonte de la beneficencia, sino de la Revelación; el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia. En los pobres Él sigue teniendo algo que decirnos. (# 5)

Estoy convencido de que la opción preferencial por los pobres genera una renovación extraordinaria tanto en la Iglesia como en la sociedad, cuando somos capaces de liberarnos de la autorreferencialidad y conseguimos escuchar su grito. (# 7)

En este sentido, se puede decir que el compromiso en favor de los pobres y con el fin de remover las causas sociales y estructurales de la pobreza, aun siendo importante en los últimos decenios, sigue siendo insuficiente. (# 10)

Al compromiso concreto por los pobres también es necesario asociar un cambio de mentalidad que pueda incidir en la transformación cultural. En efecto, la ilusión de una felicidad que deriva de una vida acomodada mueve a muchas personas a tener una visión de la existencia basada en la acumulación de la riqueza y del éxito social a toda costa, que se ha de conseguir también en detrimento de los demás y beneficiándose de ideales sociales y sistemas políticos y económicos injustos, que favorecen a los más fuertes. De ese modo, en un mundo donde los pobres son cada vez más numerosos, paradójicamente, también vemos crecer algunas élites de ricos, que viven en una burbuja muy confortable y lujosa, casi en otro mundo respecto a la gente común. Eso significa que todavía persiste —a veces bien enmascarada— una cultura que descarta a los demás sin advertirlo siquiera y tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano. (# 11)

Cuando dicen que el mundo moderno redujo la pobreza, lo hacen midiéndola con criterios de otras épocas no comparables con la realidad actual. Porque en otros tiempos, por ejemplo, no tener acceso a la energía eléctrica no era considerado un signo de pobreza ni generaba angustia. La pobreza siempre se analiza y se entiende en el contexto de las posibilidades reales de un momento histórico concreto». (# 13)

Los pobres no están por casualidad o por un ciego y amargo destino. Menos aún la pobreza, para la mayor parte de ellos, es una elección. Y, sin embargo, todavía hay algunos que se atreven a afirmarlo, mostrando ceguera y crueldad. Obviamente entre los pobres hay también quien no quiere trabajar, quizás porque sus antepasados, que han trabajado toda la vida, han muerto pobres. Pero hay muchos —hombres y mujeres— que de todas maneras trabajan desde la mañana hasta la noche, a veces recogiendo cartones o haciendo otras actividades de ese tipo, aunque este esfuerzo sólo les sirva para sobrevivir y nunca para mejorar verdaderamente su vida. No podemos decir que la mayor parte de los pobres lo son porque no hayan obtenido “méritos”, según esa falsa visión de la meritocracia en la que parecería que sólo tienen méritos aquellos que han tenido éxito en la vida. (# 14)

No es posible olvidar a los pobres si no queremos salir fuera de la corriente viva de la Iglesia que brota del Evangelio y fecunda todo momento histórico. (# 15)

Toda la historia veterotestamentaria de la predilección de Dios por los pobres y el deseo [sic] divino de escuchar su grito (# 18)

Jesús es la revelación de este privilegium pauperum. Él se presenta al mundo no sólo como Mesías pobre sino como Mesías de los pobres y para los pobres. (# 19)

Y la Iglesia, si quiere ser de Cristo, debe ser la Iglesia de las Bienaventuranzas, una Iglesia que hace espacio a los pequeños y camina pobre con los pobres, un lugar en el que los pobres tienen un sitio privilegiado (cf. St 2,2-4). (# 21)

Muchas veces me pregunto por qué, aun cuando las Sagradas Escrituras son tan precisas a propósito de los pobres, muchos continúan pensando que pueden excluir a los pobres de sus atenciones. (# 23)

Por esta razón se recomiendan las obras de misericordia, como signo de la autenticidad del culto que, mientras alaba a Dios, tiene la tarea de disponernos a la transformación que el Espíritu puede realizar en nosotros, para que seamos todos imagen de Cristo y de su misericordia hacia los más débiles. En este sentido, la relación con el Señor, que se expresa en el culto, pretende también liberarnos del riesgo de vivir nuestras relaciones en la lógica del cálculo y del interés, para abrirnos a la gratuidad que circula entre aquellos que se aman y que, por eso, ponen todo en común.  (# 27)

¡Qué fuerza tienen estas palabras [Sgo 2,14-17; 5,3-5], aunque prefiramos hacernos los sordos! (# 30)

Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres». (cita de GD 48; # 36)

Es significativo que el primer discípulo en dar testimonio de su fe en Cristo con el derramamiento de su propia sangre fuera san Esteban, que formaba parte de este grupo. En él se unen el testimonio de vida en la atención a los necesitados y el martirio. (# 37)

La caridad hacia los necesitados no se entendía [Padres de la Iglesia] como una simple virtud moral, sino como expresión concreta de la fe en el Verbo encarnado. (# 39)

Al escribir [Justino] sobre la asamblea de oración del primer día de la semana, destacaba que, en el centro de la liturgia cristiana, no se puede separar el culto a Dios de la atención a los pobres. (# 40)

«no dar a los pobres es robarles, es defraudarles la vida, porque lo que poseemos les pertenece» (Crisóstomo, # 42)

Al comentar el encuentro de Jesús con el joven rico y el «tesoro en el cielo» que está reservado a quienes dan sus bienes a los pobres (cf. Mt 19,21), Agustín pone en boca del Señor las siguientes palabras: «Recibí tierra y daré el cielo. Recibí cosas temporales y daré a cambio bienes eternos. Recibí pan, daré la vida. […] He recibido alojamiento y daré una casa. He sido visitado en la enfermedad y daré salud. Fui visitado en la cárcel y daré libertad. El pan que se dio a mis pobres se consumió; el pan que yo daré restaura las fuerzas, sin acabarse nunca». El Altísimo no se deja vencer en generosidad por aquellos que le sirven en los más necesitados; cuanto mayor es el amor a los pobres, mayor es la recompensa por parte de Dios. (# 45)

En una Iglesia que reconoce en los pobres el rostro de Cristo y en los bienes el instrumento de la caridad, el pensamiento agustiniano sigue siendo una luz segura. Hoy, la fidelidad a las enseñanzas de Agustín exige no sólo el estudio de sus obras, sino la disposición a vivir con radicalidad su llamada a la conversión, que incluye necesariamente el servicio de la caridad. (# 47)

Sobre este aspecto, en resumen, se puede afirmar que la teología patrística fue práctica, apuntando a una Iglesia pobre y para los pobres, recordando que el Evangelio sólo se anuncia bien cuando llega a tocar la carne de los últimos, y advirtiendo que el rigor doctrinal sin misericordia es una palabra vacía. (# 48)

En el gesto de limpiar una herida, la Iglesia proclama que el Reino de Dios comienza entre los más vulnerables (# 52)

Basilio demostraba así que para estar cerca de Dios hay que estar cerca de los pobres. (# 54)

La vida monástica, por lo tanto, cuando es fiel a su vocación original, muestra que la Iglesia sólo será plenamente esposa del Señor cuando sea también hermana de los pobres. El claustro no es un mero refugio del mundo, sino una escuela en la que se aprende a servirlo mejor. Allí donde los monjes abrieron sus puertas a los pobres, la Iglesia reveló con humildad y firmeza que la contemplación no excluye la misericordia, sino que la exige como su fruto más puro. (# 58)

La caridad cristiana, cuando se encarna, se convierte en liberadora. Y la misión de la Iglesia, cuando es fiel a su Señor, es siempre proclamar la liberación... Cuando la Iglesia se arrodilla para romper las nuevas cadenas que aprisionan a los pobres, se convierte en signo de la Pascua. (# 61)

Enseñan [los mendicantes] que la Iglesia es luz sólo cuando se despoja de todo, y que la santidad pasa por un corazón humilde y volcado en los pequeños. (# 67)

Para la fe cristiana, la educación de los pobres no es un favor, sino un deber. Los pequeños tienen derecho a la sabiduría, como exigencia básica para el reconocimiento de la dignidad humana. Enseñarles es afirmar su valor, darles las herramientas para transformar su realidad. (# 72)

La Iglesia, como madre, camina con los que caminan. Donde el mundo ve una amenaza, ella ve hijos; donde se levantan muros, ella construye puentes. Sabe que el anuncio del Evangelio sólo es creíble cuando se traduce en gestos de cercanía y de acogida; y que en cada migrante rechazado, es Cristo mismo quien llama a las puertas de la comunidad. (# 75)

Cada uno a su manera descubrió que los más pobres no son meros objetos de compasión, sino maestros del Evangelio. No se trata de “llevarles a Dios”, sino de encontrarlo entre ellos. Todos estos ejemplos enseñan que servir a los pobres no es un gesto de arriba hacia abajo, sino un encuentro entre iguales, donde Cristo se revela y es adorado. (# 79)

En particular, se reconoce nuevamente que la realidad se ve mejor desde los márgenes y que los pobres son sujetos de una inteligencia específica, indispensable para la Iglesia y la humanidad. (# 82)

El Concilio Vaticano II representa una etapa fundamental en el discernimiento eclesial en relación a los pobres, a la luz de la Revelación. Si bien en los documentos preparatorios este tema fue marginal, desde el radiomensaje del 11 de septiembre de 1962, a un mes de la apertura del Concilio, san Juan XXIII centró la atención sobre el mismo con palabras inolvidables: «La Iglesia se presenta como es y como quiere ser, como Iglesia de todos, en particular como la Iglesia de los pobres». Fue pues el gran trabajo de obispos, teólogos y expertos preocupados por la renovación de la Iglesia ―con el apoyo del mismo san Juan XXIII― lo que reorientó el Concilio. Es fundamental la naturaleza cristocéntrica, es decir, doctrinal y no sólo social, de tal fermento... bien expresada por el cardenal Lercaro en su memorable intervención del 6 de diciembre de 1962... (# 84)

En el período postconciliar, en casi todos los países de América Latina se sintió fuertemente la identificación de la Iglesia con los pobres y la participación activa en su rescate. Fue el corazón mismo de la Iglesia el que se conmovió ante tanta gente pobre que sufría desempleo, subempleo, salarios inicuos y estaba obligada a vivir en condiciones miserables. El martirio de san Óscar Romero, arzobispo de San Salvador, fue al mismo tiempo un testimonio y una exhortación viva para la Iglesia. Él sintió como propio el drama de la gran mayoría de sus fieles y los hizo el centro de su opción pastoral. (# 89)

es preciso seguir denunciando la “dictadura de una economía que mata” y reconocer que «mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas». Aunque no faltan diferentes teorías que intentan justificar el estado actual de las cosas, o explicar que la racionalidad económica nos exige que esperemos a que las fuerzas invisibles del mercado resuelvan todo, la dignidad de cada persona humana debe ser respetada ahora, no mañana, y la situación de miseria de muchas personas a quienes esta dignidad se niega debe ser una llamada constante para nuestra conciencia. (# 92)

Se vuelve normal ignorar a los pobres y vivir como si no existieran. Se presenta como elección racional organizar la economía pidiendo sacrificios al pueblo, para alcanzar ciertos objetivos que interesan a los poderosos; mientras que a los pobres sólo les quedan promesas de “gotas” que caerán, hasta que una nueva crisis global los lleve de regreso a la situación anterior. Es una auténtica alienación aquella que lleva sólo a encontrar excusas teóricas y no a tratar de resolver hoy los problemas concretos de los que sufren. (# 93)

Las estructuras de injusticia deben ser reconocidas y destruidas con la fuerza del bien, a través de un cambio de mentalidad, pero también con la ayuda de las ciencias y la técnica, mediante el desarrollo de políticas eficaces en la transformación de la sociedad. Siempre debe recordarse que la propuesta del Evangelio no es sólo la de una relación individual e íntima con el Señor. La propuesta es más amplia: «es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces, tanto el anuncio como la experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino». (# 97)

Por esta razón, el amor a los que son pobres —en cualquier modo en que se manifieste dicha pobreza— es la garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios. De hecho, cada renovación eclesial ha tenido siempre como prioridad la atención preferencial por los pobres, que se diferencia, tanto en las motivaciones como en el estilo, de las actividades de cualquier otra organización humanitaria. (# 103)

A veces se percibe en algunos movimientos o grupos cristianos la carencia o incluso la ausencia del compromiso por el bien común de la sociedad y, en particular, por la defensa y la promoción de los más débiles y desfavorecidos. A este respecto, es necesario recordar que la religión, especialmente la cristiana, no puede limitarse al ámbito privado, como si los fieles no tuvieran que preocuparse también de los problemas relativos a la sociedad civil y de los acontecimientos que afectan a los ciudadanos (# 112)

Ya sea a través del trabajo que ustedes realizan, o de su compromiso por cambiar las estructuras sociales injustas, o por medio de esos gestos sencillos de ayuda, muy cercanos y personales, será posible para aquel pobre sentir que las palabras de Jesús son para él: «Yo te he amado» (Ap 3,9). (# 121)

 

Imagen tomada de la web del Vaticano, www.Vatican.va