martes, 15 de julio de 2025

Domingo 16C

El desafío subversivo del Reino

Domingo 16 º durante el año “C”


Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Génesis     18, 1-10a


Resumen: Unos enviados de Dios pasan por la puerta de la tienda de Abraham rumbo a Sodoma. Allí haciendo gala de su religiosidad y preocupación por los peregrinos, Abraham manifiesta la importancia sagrada de la hospitalidad. Esto repercutirá en una promesa de descendencia anunciando el nacimiento de Isaac.

Este texto del libro del Génesis fue sumamente comentado y enriquecido, particularmente a la luz de una serie de elementos simbólicos (o mejor dicho, simbolizados). Como se ve, los visitantes son tres, pero por momentos es de uno que se habla (“Yahvé se le apareció…”; “señor mío…”; “le dijo…” vv.1.3.10). Esto sirvió a una reflexión sobre la Santísima Trinidad brillantemente plasmada en el conocido ícono de A. Rublev (“Trinidad”) de la primera parte del siglo 15. Pero esta lectura espiritual es ciertamente ajena al texto, y no aludiremos a ella. 

Como la liturgia lo destaca, el texto remarca claramente el rol que en el mundo antiguo jugaba la hospitalidad. Especialmente en los ambientes nómades o semi-nómades, el desierto, el calor o el frío, los peligros de animales, bandidos o falta de agua, volvían indispensable y sagrada esta conducta. Tan sagrada que incluso los perseguidores esperarían fuera ante un refugiado, y hasta tan sagrada que hay “ciudades asilo” a lo largo de Israel donde estaban a salvo los que debían ser condenados (cf. Núm 35,9-15). De hecho, el mismo texto entra en contraste flagrante con el cap.19 donde estos mismos visitantes no son recibidos hospitalariamente por los habitantes de Sodoma, por lo que la ciudad entera es castigada (salvándose Lot, precisamente por su acogida). El contraste de actitudes resulta necesario para comprender la recompensa que recibirá –en promesa- Abraham, y el castigo de Sodoma (que fue mal interpretado desde las miradas que ven que todos los pecados graves son sexuales); el anuncio de vida, en el caso de la religiosidad hospitalaria de Abraham –el anuncio del nacimiento de Isaac- y la muerte en reacción a la falta de hospitalidad de parte de los habitantes de Sodoma. 

Como es habitual en el mundo antiguo –y en el desierto- una planta es considerada casi sagrada, en este caso una encina, árbol que puede superar los 20 mts. De sombra abundante y hojas perennes y que da por frutos las bellotas (ver Gen 12,6) y ver, además, la encina de Moré –cf. Dt 11,30- y el establecimiento de Abraham en la encina de Mamré en 13,18 –donde, además, “edifica un altar”-; 14,13; la nodriza de Rebeca fue sepultada en Betel, bajo una encina, 35,8; ésta incluso puede marcar un límite geográfico, Jos 19,33, y es lugar frecuente de asentamientos o centro de caminos: Jue 4,11; 9,37; 1 Sam 10,3, y hasta de coronaciones, Jue 9,6. Sin dudas que la altura y la sombra del árbol son fundamentales en este caso (Os 4,13; Am 2,9; Is 2,13; 6,13; 44,14; Ez 27,6; Zac 11,2). 

El relato destaca el calor y la oferta de pan y agua para beber y lavarse antes de seguir camino. Recuperar las fuerzas es –obviamente- fundamental para el camino del desierto. La hospitalidad de Abraham va más allá de lo dicho, ya que incluso les prepara un buen alimento (carne, leche, cuajada), lo hace casi corriendo y queda “de pie” ante los visitantes, en actitud de sirviente. Como hemos dicho, la hospitalidad es “sagrada” y además, estos personajes son “Yahvé que se aparece” (v.1), cosa que nosotros, los lectores sabemos aunque Abraham lo ignora. De allí el siguiente paso, la promesa. La pregunta por “tu mujer, Sara” no parece sorprender a Abraham, y no debemos leer más allá. Como corresponde a lo que se espera de las mujeres en el mundo antiguo, Sara está dentro de la tienda y no se deja ver por los extranjeros, pero ella escucha. La promesa del vocero de los visitantes es que ella tendrá un hijo en un año. 

El tema de la descendencia de Abraham no es central en el texto litúrgico (que –como dijimos- destaca la hospitalidad), pero sí lo es en el relato. De hecho, luego de destacar que Sara escucha el dicho, y antes de indicar que ella “ríe” para sí (la referencia popular a la relación entre la risa de Sara y el nombre de Isaac es reflejada en otras partes: Gn 17,17; 21,1-6), se recuerda la edad de ambos, y que Sara había entrado en la menopausia. El diálogo entre Abraham y “Yahvé” (notar que no dice –ahora- el visitante, o uno de ellos; por momentos parece que Yahvé es el principal y los otros dos son acompañantes, cf. 18,22; 19,1) (v.13) continúa, debatiendo acerca de la risa de Sara e incluso ella interviene en el diálogo (v.15). La escena nos hace imaginar la conversación detrás de la tela de la tienda. Luego los peregrinos se despiden (v.16) y se dirigen a Sodoma, ciudad que –sabemos- será destruida (algo por lo que Abraham intercederá).


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Colosas     1, 24-28


Resumen: el discípulo de Pablo destaca que en el crecimiento de la comunidad y en el anuncio de la palabra a todos se va conformando el cuerpo de Cristo. El anuncio evangelizador supone sufrimientos y dificultades pero así el cuerpo de Cristo va creciendo y el plan de Dios se va desplegando en la vida perfecta de las comunidades.

El “himno cristológico” que la liturgia nos presentaba la semana pasada (Col 1,15-20) tiene una pequeña “aplicación” en los versículos siguientes (vv.21-23). En v.24 comienza una nueva unidad. Si en v.21 el acento estaba en “en otro tiempo” (poté), la unidad comienza con “ahora” (nyn). Este “ahora” se dice de la unión entre “Pablo” y los colosenses, a los que no conoce (2,1). La unidad parece concluir en 2,5 donde termina la estrecha relación entre Pablo y “ustedes” para dar comienzo a las propuestas de “Pablo” a los colosenses ante los errores que los seducen (2,6-4,1). La unidad 1,24-2,5 tiene una estructura concéntrica que es bueno señalar:

a   a.     “me alegro” (1,24)
        b.    Dar a conocer la riqueza del misterio (1,26-28a)
           c.     “con el objetivo de…” (1,28b)
               d.    Me esfuerzo (1,29)
          d’   qué esfuerzo duro (2,1)
      c’    “con el objetivo de…” (2,2a)
   b’   riqueza de conocimiento del misterio (2,2b-3)
a’    mi alegría (2,5)

Mirando esta estructura notamos que el fragmento de la liturgia sólo destaca la primera parte (de “a” a “c” omitiendo la parte recíproca, de “d” a “a”). 

Este fragmento presenta muchos temas que son de difícil análisis y resulta complicado de analizar en detalle. Nos detendremos solamente –por lo tanto- en lo principal sin desconocer que hay diferentes opiniones entre los estudiosos y su dificultad.

El primer conflicto y dificultad viene dado por la frase “lo que falta a las tribulaciones de Cristo” (v.24). De ninguna manera se ha de entender en el sentido de que la cruz de Cristo necesita complementos; en 1,19.20.22; 2,9-10.13-14; 3,1 se puede ver claramente que la obra de Cristo es perfecta en sí misma. Esto se ha prestado en algunos momentos de la Iglesia a conclusiones patéticas en las que se alentaba el sufrimiento como algo redentor, por eso debe ser aclarado. La idea de “soportar” los padecimientos por parte del Apóstol parece que debe entenderse en sentido vicario, por tanto son hyper, “en favor de”, o “en lugar de su cuerpo”. Está aclarado en el v.25 como eis, “para ustedes”. Los “padecimientos” del apóstol lo ponen en comunión con Cristo y con los “padecimientos” de la comunidad (Rom 7,5; 8,18; 2 Cor 1,5.6.7; Gal 5,24; Fil 3,10). Sin embargo, lo que se dice que “falta” es a las “tribulaciones” (thlipsis) de Cristo, y es bueno notar que este término en Pablo nunca se dice de los sufrimientos de la cruz de Cristo; siempre se dice del apóstol o de los discípulos. Esto nos lleva a otra pregunta: al hablar de las “tribulaciones de Cristo”, ¿se está refiriendo a las tribulaciones de Jesús o de la Iglesia, cuerpo de Cristo? Las muchas posibilidades de lectura –como dijimos- nos invitan a ser mesurados, pero destaquemos al menos algunos elementos fundamentales: “Pablo” se está refiriendo a la evangelización, tal es su ministerio apostólico. El sufrimiento y las tribulaciones son características de Pablo en cuanto misionero, de allí que lo que está destacando es que “lo que falta” se refiere a todos aquellos “lugares” (los paganos) donde falta anunciar el evangelio entre tribulaciones. Ese es el bien de “su cuerpo, que es la Iglesia” (v.24).

La relación cuerpo – cabeza (recordar lo señalado la semana pasada en la nota a la segunda lectura) tiene una clara connotación escatológica y de identidad. En 1,23 Pablo se presentó como “servidor (diákonos) del evangelio” (cf. 1,7); ahora dice que es “servidor (diákonos) de la Iglesia” (1,25). La Iglesia existe para el evangelio según “la economía de Dios” que le dio (a “Pablo”) “para ustedes”. “Economía” (cf. Ef 1,10; 3,2.9) debe entenderse como proyecto, deseo, plan, gracia de Dios en orden a una comunidad (“ustedes”, “la Iglesia”). El plan de Dios es, precisamente, que se lleve a “plenitud” la palabra de Dios. Es posible que esta “plenitud” a la que se debe llegar según el plan de Dios sea, precisamente, “lo que falta” a las tribulaciones. La palabra debe hacerse conocer.

Esta palabra es a su vez denominada “misterio”. Es importante notar que en los textos post-paulinos (como Colosenses y Efesios) la idea del “misterio”, ya insinuada en Pablo (Rom 11,25; 14,24; 1 Cor 2,7; 4,1; 13,2; 14,2; 15,51; cf. 1 Cor 2,1 en algunos manuscritos), alcanza un sentido mucho más profundo (Ef 1,9; 3,3.4.9; 5,32; 6,19; Col 1,26.27; 2,2; 4,3; 2 Tes 2,7; 1 Tim 3,9.16). El término proviene de los ambientes apocalípticos, algo que ocurre (por ejemplo la persecución y martirio de los justos) y ante la duda ¿dónde está Dios? ¿por qué no interviene? La respuesta es que se trata de un “misterio”. Pero esto no finaliza aquí ya que lo propio es que “en algún momento”, el misterio será revelado. Lo habitual del misterio bíblico es su posterior revelación (algo que la literatura apocalíptica “anticipa” con un intérprete de los misterios). Aquí “Pablo” señala que este “misterio escondido desde signos y generaciones” es “ahora” (nyn) manifestado a sus “santos”. En 2,2 se destaca que estos destinatarios del “conocimiento” del misterio son los Colosenses (y los de Laodicea). La relación entre el misterio y el anuncio de la palabra quedará clara en 4,3. Lo que Dios ha “escondido” es que los paganos, tanto como los judíos, son destinatarios de la salvación que Dios prepara para todos. Esto es lo que el apóstol debe anunciar a todos, entre sufrimientos. “Cristo en ustedes, esperanza de la gloria” (v.27). 

Esto es lo que “Pablo” anuncia (v.28) para “presentar” (¿cómo una ofrenda?) a todos “perfectos en Cristo”. Esa “perfección” es la voluntad de Dios (Rom 12,2), es la novedad traída por Cristo que contrasta con la de “este mundo” responsable de negar a Jesús y cuyos príncipes lo ejecutaron (1 Cor 12,6), es escatológica (1 Cor 13,10) y ya la posemos en cierto modo (Fil 3,15). De todos modos, es una perfección hacia la que se tiende (Ef 4,13) pero ya puede vivirse en la comunidad (Col 4,12). Se refiere, entonces, no a una “perfección” ontológica, o de ser (“sólo Dios es perfecto”) sino a una perfección ética hacia la que se tiende, pero que ya puede vislumbrarse y practicarse.

Es esto –por este conocimiento del misterio, y anuncio que conduzca a un modo de vida perfecto- por lo que “Pablo” se esfuerza y lucha (v.29, omitido en el texto litúrgico). 

Como se ve, el discípulo de Pablo se presenta como continuador de su obra y ministerio predicador a todos. Esa predicación, como a Pablo, como a sus comunidades, les atrajo dificultades y sufrimientos pero de ese modo Cristo, en su cuerpo eclesial, va siendo formado y la palabra de Dios y su plan de salvación se van conociendo y desplegando en la historia.



+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     10, 38-42

Resumen: Dos mujeres que representan dos actitudes diferentes se contraponen en el texto. Marta manifiesta la hiperactividad característica de la hospitalidad; María manifiesta claramente la actitud de una discípula modelo. La valorización “sagrada” de la hospitalidad es confrontada contraculturalmente por Jesús mostrando la dinámica subversiva del reino. Sólo “una” cosa tiene valor, en contraste con las “muchas cosas” de Marta. Sólo el reino es absoluto, todo lo demás –por valioso que sea- es relativo.

Jesús sigue –con los suyos- de camino, algo que como sabemos es propio de Lucas, y entra en un pueblo. Allí es recibido por una mujer llamada Marta que tiene una hermana llamada María.

Dos breves notas aclaratorias: [1] muchos manuscritos dicen que “Marta lo recibió” pero no aclaran que esto ocurriera “en su casa”. Es probable que esto haya sido añadido posteriormente para precisar el lugar ya que daría la sensación que fue recibido en el pueblo al que Jesús entra; sin embargo, no es necesario incorporarlo. Siendo que no es frecuente que una mujer –ni siquiera ante otros- reciba en su casa a un varón, muchos piensan que la omisión “en su casa” en algunos manuscritos se debe a la intención de evitar el escándalo; sin embargo, la hospitalidad no resulta extraña o escandalosa en ambientes helenísticos como son los destinatarios de Lucas. [2] Por otro lado, los lectores del Evangelio de Juan conocen a dos hermanas y a su hermano Lázaro. Los tres son de Betania (Jn 11,1), aldea muy cercana a Jerusalén (Jn 11,18) y donde Jesús suele pasar la noche cuando se dirige a la Ciudad Santa, según parece (ver Mc 11,11.12; aunque cf. Mt 26,6). Como el viaje hacia Jerusalén – que en Lucas - recién comienza, es posible que haya omitido el nombre de la localidad porque de lo contrario, no tendría justificativo la demora en llegar a la Ciudad. La mención de las hermanas es uno de los puntos en contacto que Lucas tiene con Juan, aunque desconoce –o no manifiesta conocer- a Lázaro, el hermano de estas (pero, ver Lc 16,19-31).

El relato del Evangelio pone en contraste dos actitudes frente a Jesús, las de las dos hermanas. Veamos brevemente: 

Marta está ocupada con los quehaceres (pollên diakonían). Ella es la que “recibe” (hypodéxato) a Jesús. El verbo se repite también en 19,6 cuando Zaqueo “recibe” a Jesús en su casa [única vez en los Evangelios]. Es el verbo de la hospitalidad (ver Hch 17,7; Sgo 2,25). Señalemos, pare empezar, entonces (y conforme a lo que se dijo en el comentario a la primera lectura) que Marta hace lo que se espera que se haga: la hospitalidad es “sagrada”. El contraste –como se dijo- está dado por la actitud de María. Sentada a los pies de Jesús y escuchando su palabra. Ambos términos son muy importantes, particularmente en Lucas:

Es “a los pies” de Jesús que se coloca la pecadora pública (7,38) que manifiesta “mucho amor” y fe; a los pies de Jesús está el que había estado endemoniado en Gerasa (8,35), a los pies de Jesús cae Jairo pidiendo por la salud de su hija (8,41); a los pies de Jesús se postra el samaritano que había tenido lepra y también manifiesta fe (17,16), Pablo –en Hechos- afirma que fue educado “a los pies de Gamaliel” (Hch 22,3). El término significa una actitud de sumisión o sometimiento, como se ve en las cosas que se ponen a “los pies” de alguien, como autoridad (ver Hch 4,35.37; 5,2; 7,58). Estar a los pies de alguien es tomar la actitud del discípulo.

Escuchar su palabra”: las multitudes (ojlos) se agrupaban para “escuchar la palabra de Jesús”, el que “viene a mi” y escucha la palabra se parece a una persona que edifica su casa sobre buenos cimentos (6,47); la semilla sembrada por el sembrador es la palabra que muchos escuchan, pero sólo unos la conservan (8,12-15). Cuando una mujer de la “multitud” alaba a la madre de Jesús por haberlo engendrado, él dice que es “dichoso más bien el que escucha la palabra y la guarda” (11,28) ya que ese (y esa) es “su Madre y sus hermanos” (8,21). La escucha no basta, pero es el primer paso indispensable del discipulado, luego la palabra se deberá “cumplir”, “hacer”, “guardar” (cf. 1,38).

Las dos actitudes de María son las actitudes del discipulado. Y acá se refuerza el contraste entre ambas que viene expresado en las palabras de Marta a Jesús (el que es reconocido como “señor”). El pedido a Jesús de que “diga” (en imperativo), recuerda a aquel que le pide que “diga” a su hermano que reparta la herencia (12,13), o también a la tentación de que “diga” una palabra para que las piedras se conviertan en pan (4,3) o el centurión que se considera indigno de que Jesús vaya a su casa, “di una palabra y mi criado quedará sano” (7,7). 

Evidentemente, si María escucha la palabra de Jesús, su dicho surtirá efecto y ésta “ayudará” a Marta. Pero Jesús no se dirige a María sino a Marta:

Te “preocupas” (cf. 12,11.22.25.26) revela una ansiedad, preocupación angustia; “te agitas” (única vez en la Biblia, indica hiperactividad) por “muchas cosas” (pollá) [ya sabemos que Marta estaba “atareada” (v.40, única vez en el NT) en “muchos servicios”, pollên diakonian] “pero” (o también “y” en sentido de contraste)... Marta hace muchas cosas, pero hay “un pero”. El contraste está dado entre el “muchas” y el “una”, manifestada en la actitud de María. “Una” es necesaria, y María “escogió la parte buena”. La “parte” es aquello de lo que se participa (tomar parte; cf. Hch 8,21; 2 Cor 6,15; Col 1,12), María “elige”, lo cual es un verbo sumamente importante en la Biblia (pueblo elegido, elección de los discípulos, pero también alude a las elecciones cotidianas: “los primeros puestos”, 14,7). La “parte” es sumamente importante en el AT: Israel es la “parte” de Dios entre los pueblos (Dt 9,26), los sacerdotes, la “parte” de Dios entre las tribus (Núm 18,20), o los levitas (Dt 10,9). El salmista confiesa que “Dios es mi parte” (15,5; cf. 73,26; 119,57; 142,6). Lo que María ha elegido es participar de lo bueno, “la parte buena”, como la “tierra buena” (8,8.15) que son los que “escuchan la palabra”, la guardan y dan fruto. De esta porción se dice que es buena, “no le será quitada”, no se la pueden llevar, como no pueden llevarse los ladrones los bienes dados generosamente a los pobres ya que donde está el tesoro, está el corazón (cf. 12,33-34). 

El relato finaliza aquí ya que en 11,1 Jesús estará en otro lugar (no señalado) orando a solas. 

Es importante remarcar el contraste destacado en el relato para evitar lecturas que lo distorsionan (como señalar el contraste entre una vida activa y una vida contemplativa, de claro cuño platónico). Ya es evidente lo que se destaca de María: su actitud de discípula (“sentada a los pies”, “escucha de la palabra”, “eligió la porción buena”, “no le será quitada”, “una sola necesaria”), pero, ¿qué es lo que hace Marta? Marta expresa visiblemente la dedicación casi sagrada que el mundo antiguo da a la hospitalidad (recordar la primera lectura). Marta hace lo que “debe” hacer, lo que se espera que haga, y lo hace en “exceso”. Culturalmente, Marta es ejemplar, es modelo: así debe actuar una persona aunque –como se dijo- no es habitual que eso ocurra en una mujer (notar en el caso de Abraham que es él quien atiende y manda a su mujer cocer el pan). Como se dijo, muchos manuscritos omiten que esto ocurre en “la casa” con lo que se estaría al menos insinuando la presencia de una mujer fuera de su ámbito establecido (la casa), lo cual es más obvio todavía en caso de María. De todos modos, es frecuente el anuncio del Evangelio en las “casas” (cf. 10,15; aunque el tema es más destacado en el Evangelio de Marcos, cf. 2,1; 3,20; 7,17; 9,28 como “lugar” de la catequesis). El contraste –y esto es lo que debe resaltarse- está dado entre la hospitalidad y el discipulado, Marta responde a lo establecido, a lo que culturalmente se espera de ella; María responde a los valores contraculturales del reino de Dios. Como en tantas ocasiones, el reino es reflejo de “otro mundo posible”, y por tanto alternativo. Diferentes instancias e instituciones que son valoradas (y supervaloradas) por el mundo antiguo (y contemporáneo) son relativizadas por Jesús. Sólo el reino es absoluto, el resto (decía Pablo VI) es “lo demás”, por tanto es “relativo” (Evangelii Nuntiandi 8); la familia, la hospitalidad no dejan de ser valiosos pero son relativos frente al discipulado del reino que es lo único que cuenta y “no será quitado”. Una vez más, el reino aparece como subversivo ante los valores absolutos encarnados en el Reino de Dios.

Una nota sobre las mujeres en el Evangelio de Lucas. Se ha señalado, con razón, que Lucas da “pasos atrás” con respecto al lugar principal que las mujeres ocupaban en el ministerio de Jesús o las comunidades de Pablo. En esto Lucas es reflejo de la “rutinización”, la “estructuración” que las comunidades se fueron dando en su tiempo a fin de ser aceptados en las ciudades del imperio. Algo semejante se descubre también en otros escritos del tiempo, como Mateo, o las cartas llamadas “pastorales” (anticipadas por lo que se ve también en Colosenses, Efesios y 1 Pedro, por ejemplo, con respecto a este tema). Se profundiza el “lugar” de la mujer que es en “la casa”. Sin embargo, hay que recordar que siendo que las comunidades primitivas fueron “iglesias domésticas”, el rol de la mujer no dejó de ser –aunque relativizado- de primera importancia. Ya no ocupan lugares preponderantes en los ministerios (como sí se ve en Pablo, por ejemplo), pero no han desaparecido. Lucas, en concreto, aunque no señale mujeres en lugares pastorales centrales, destaca con frecuencia la participación de mujeres en el grupo de Jesús. No es razonable preguntarse si Jesús tenía discípulas, o disimularlo, como lo hace la adulteración del texto de Aparecida que en el texto original decía que
 «en una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: Habló con ellas (cf. Jn 4, 27), las curó (cf. Mc 5, 25-34) las reivindicó en su dignidad (cf. Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10) e incorporó mujeres a su grupo (cf. Lc 8, 1-3)» (Nº 470)
   y fue deformado a 
«en una época de marcado machismo, la práctica de Jesús fue decisiva para significar la dignidad de la mujer y su valor indiscutible: habló con ellas (cf. Jn 4, 27), tuvo singular misericordia con las pecadoras (cf. Lc 7,36-50; Jn 8,11), las curó (cf. Mc 5, 25-34), las reivindicó en su dignidad (cf. Jn 8, 1-11), las eligió como primeras testigos de su resurrección (cf. Mt 28, 9-10), e incorporó mujeres al grupo de personas que le eran más cercanas (cf. Lc 8, 1-3)» (Nº 451). 

Ya no se trata de mujeres incorporadas al grupo de Jesús, sino “cercanas”. Que en el Evangelio no se use el término “discípula” es razonable, ya que éste no existía en su tiempo. Aunque Lucas lo "inventa" y utiliza en Hch 9,36, y el texto comentado destaca evidente y claramente que María es discípula de Jesús., Con lo que a la actitud contracultural de destacar el discipulado del reino por encima de valores sagrados como la hospitalidad, destaca también el discipulado femenino, lo cual ciertamente, no era posible en su tiempo.


Foto tomada de http://leondejuda.org/node/7685

lunes, 14 de julio de 2025

Marta, María y una lectura (neo)platónica de un texto no platónico

Marta, María y una lectura (neo)platónica de un texto no platónico

Eduardo de la Serna



Por esta idea de la absoluta fecundidad de la contemplación a causa de su altísima fuerza activa en la iglesia y entre los pecadores, no se desplaza en manera alguna la primitiva idea de la contemplación, como fuente de la acción, en gracia de una especie de activismo. La contemplación de Teresa lleva a todos los signos de la autenticidad. es absoluta entrega y se abre a la palabra del Señor, se abre más allá de todo orar activo a un puro estado de ofrecimiento y mera recepción, y finalmente, de modo forzoso, a un sufrimiento y a una pasión. Lo nuevo en su contemplación no está en el fondo de su misma esencia, si no en la inteligencia de su efecto, en la visión eclesiológica y soteriológica de todo, como quizás no se había hecho resaltar jamás de manera tan radical y pura en toda la historia de la espiritualidad. Mientras los Padres, sin excepción, poseían una motivación e idea de la contemplación preferentemente individualista, influidos en este punto por los ideales contemplativos platónicos, aristotélicos, estoicos y neoplatónicos, surge, sí en la mística de la Edad Media la idea de fecundidad contemplativa, pero sin lograr desprenderse del todo del esquema tradicional. La mística española, a consecuencia de su actitud reflexiva y psicológica, sigue a su vez prisionera dentro de la disposición del sujeto contemplativo, por mucho que sea consciente de la finalidad práctica del apostolado. Primero que nadie Teresita aparta la contemplación de los últimos residuos de la interpretación neoplatónica, y por esta sola hazaña le corresponde un puesto dentro de la historia de la teología. [H. U. von Balthasar, Teresa de Lisieux. Historia de una misión, Barcelona: Herder 31989, 197-198].

No cabe duda que dentro del ambiente religioso en general, y cristiano en particular, la palabra “espiritualidad” es palabra mayor. Pero, como ocurre con casi todas las “buenas palabras”, su polisemia no permite a todos entender acabadamente lo mismo al pronunciarla.

“En cristiano”, espiritualidad remite al espíritu; es decir, al Espíritu Santo. Ese mismo que “no sabemos de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3,8), ese mismo que de tan inasible es imaginado como viento, agua o fuego. Y esto, es fácil de reconocer, ha permitido, en el pasado y en el presente, atribuir al espíritu demasiadas cosas, actitudes, palabras o movimientos que dudosamente nos remitan a Él. Algún criterio debe haber para reconocerlo, ciertamente, y a eso se lo ha llamado “discernimiento”, que en griego remite a juicio, análisis, evaluación...

Ciertamente, en la bimilenaria historia de la Iglesia ha habido centenas de “espiritualidades”, algunas más ocasionales o locales, otras más universales. A modo de ejemplo, es evidente que algunas comunidades religiosas presentan valiosamente la “espiritualidad” de su fundador o fundadora como algo que los conduce en la vida, pero, esa misma manera de vivir es inconveniente fuera de las fronteras de esa misma comunidad. Lo mismo, pareciera, puede decirse de espiritualidades propias de regiones o de tiempos hoy distantes. En ocasiones, estas pueden localizarse o actualizarse, pero a veces esto no pareciera posible; no siempre lo es.

Es razonable que, en un determinado tiempo, en una determinada región, por ejemplo, se viva, se piense, se rece de un modo, y, que, a su vez, eso no pueda repetirse en otros días u otras partes. Es razonable, así mismo, que en los tiempos patrísticos el horizonte de pensamiento, reflexión ¡y espiritualidad!, estuviera enmarcado en un ambiente y mundo helenista. La importancia, por ejemplo, que tuvo el (neo)platonismo en Agustín de Hipona no puede negarse.

Pero, esto no debe universalizarse. Ni el Nuevo Testamento es helenista (¡es semita!), ni tampoco lo son nuestros tiempos. Leer – como lamentablemente se ha hecho en muchas ocasiones – en clave helenista a Pablo (los términos “carne” y “espíritu”, por ejemplo) o Juan (como ocurre con la categoría “mundo”) sencillamente le hace decir a los textos bíblicos precisamente lo que no dicen.

El neo platonismo fue importantísimo en los primeros siglos de la espiritualidad cristiana; especialmente porque da un paso fascinante con respecto al platonismo clásico, y, si puede decirse que este es “filosofía”, puede afirmarse que aquel es “espiritualidad”. Categorías como “contemplación”, “ascética”, “mística”, por ejemplo, adquieren, a partir de él, carta de ciudadanía en la espiritualidad cristiana. Pero, y esto debe tenerse en cuenta, esto ocurre suponiendo una corriente de pensamiento, filosofía, que le da un sentido: el platonismo. El individualismo, por ejemplo, y el elitismo, acompañan esta corriente. Corriente que, si bien, emerge en Alejandría, alcanzan expansión y presencia en los ambientes eclesiales de los primeros siglos, y una nueva corriente de impulso en el Renacimiento. Su acercamiento (con distancia, por cierto) con el gnosticismo, además, le dio una pátina de fascinación. Y ayuda, también, a entender muchas espiritualidades contemporáneas.

Ciertamente, si de discernimiento se trata, el Espíritu Santo no puede entenderse sin el otro envío del Padre: el Hijo; las dos manos de Dios al decir de san Ireneo (Adv. Haer IV, pref. 4; 20,1; V 6,1; 28,4). Un Cristo separado de la “espiritualidad”, o un Espíritu alejado de la “encarnación” se aproximan bastante a corrientes ajenas a “lo cristiano”.

Valga toda esta introducción para señalar que lecturas bíblicas “espiritualistas” (habitualmente neoplatónicas) no parten del texto bíblico, aunque lo reivindiquen, y deforman el sentido del texto.

Espiritualizar la parábola llamada del “Buen Samaritano” señalando que es Jesús, o Dios, le quita encarnadura y mordiente al texto.

Señalar que Marta y María representan la vida activa y la vida contemplativa parece olvidar que Marta se ocupa de “muchas cosas” mientras María eligió “una sola”, la importante, es decir, el discipulado, el Evangelio del Reino de Dios.

Con frecuencia se recurren a lecturas, en ocasiones agradables, piadosas (y no pocas veces desencarnadas, individualistas y elitistas) que nos separan nada menos que de lo que Jesús dijo. Olvidar que el Espíritu sopla en una comunidad encarnada no es, al menos hemos de discernirlo, espiritualidad cristiana. No es poco reconocerlo.

 

Imagen tomada de https://apiedeclasico.blogspot.com/2015/11/neoplatonismo-ateniense-y-cristianismo.html

Video con comentario al Evangelio del domingo 16º C

Video con comentario al Evangelio del domingo 16º C


o también en

https://youtu.be/yIh-yjtRxpI

Eduardo

Una nota sobre el Buen Samaritano

Una nota sobre el Buen Samaritano

el samaritano no es Dios, el samaritano no es Jesús... el samaritano es un enemigo

Eduardo de la Serna



Pocas parábolas han sufrido tanto la lectura alegórica, espiritual, como la llamada del “Buen Samaritano”. Probablemente la influencia agustiniana ha conducido a esta lectura, profunda sin duda, pero no fiel al texto.

Señalemos algunas cosas introductorias: una parábola es una narración, habitualmente fácil de comprender por el auditorio por lo razonable de la escena, hasta que – frecuentemente – algo invita a una comprensión diferente. Como un proverbio (del cual se nutre) hay una conclusión que llama a un modo de obrar. Las lecturas alegóricas espiritualizan la escena dándole a cada una un sentido simbólico. Con sensatez se ha dicho que las alegorías se dirigen a la inteligencia mientras que las parábolas apuntan a la voluntad. Suele haber un “punto” al cual se propone al auditorio dirigir la mirada. En el caso de la parábola en cuestión, este es el “prójimo”, como se ve al comienzo y al final de la misma. Lo inesperado, en este caso, radica en que quien se vuelve prójimo (¿quién fue prójimo?, Lc 10,36) es de quién no se esperaba que lo fuera, un samaritano, es decir, un enemigo (9,52-53), mientras que no lo hicieron los “religiosos” de la comunidad.

Ahora bien, hay dos actitudes paralelas que caracterizan el obrar del samaritano: la compasión, lo “entrañable” (v.33) la cual, además, es comprendida como “misericordia” (v.37). Ciertamente, de estas cualidades los evangelios destacan elementos fundamentales:

  •    La compasión (lo entrañable) sólo se encuentra en los Evangelios sinópticos en los Evangelios, y salvo cuando se encuentra en parábolas (en tres parábolas), como es en este caso, el sujeto siempre es Jesús.
  •   La misericordia, es la actitud religiosa por excelencia (“misericordia quiero, no sacrificios” repite Mateo 9,13; 12,7 citando Oseas 6,6) y se ve también en 23,23. En Lucas, en el relato de la “infancia”, es una característica de Dios (1,50.54.58.72.78) y fuera de esto sólo lo encontramos aquí.

Ciertamente lo extraño – lo desafiante de la parábola – es que ambas actitudes se apliquen nada menos que a un samaritano. Y ambas como expresión del amor al prójimo.

Resulta, entonces, evidente que ambas actitudes, la compasión y la misericordia, se aplican sin dudarlo a Dios y a Jesús, pero afirmar que, ya sea Dios ya sea Jesús, son “buenos samaritanos” es hacer exactamente lo contrario de lo que la parábola intenta destacar. No es Jesús quien actúa como samaritano, sino el samaritano (¡nada menos!) el que actúa como Jesús. Es decir, el sujeto de la parábola, aquel de quien se esperaría “ojo por ojo”, o simplemente desprecio, es quien actúa como lo hace frecuentemente Jesús, como las personas religiosas por excelencia: los misericordiosos, alcanzarán misericordia (Mt 5,7). Para alcanzar la vida, Jesús invita a “hacer lo mismo” que hizo un enemigo, quien, a su vez, hace lo que Dios y Jesús hacen. La lectura alegórica vuelve “piadosa” la desafiante imagen que Jesús (o Lucas) propone y le saca encarnadura. No está mal dejar que Jesús nos siga desafiando…

sábado, 12 de julio de 2025

La Biblia, los milagros y las estafas

La Biblia, los milagros y las estafas

Eduardo de la Serna



Nadie fuera del ambiente del fanatismo, esclavo del fundamentalismo, imposibilitado para la razón puede creer que milagrosamente, en una caja de seguridad, $ 100.000 se convirtieron en U$A 100.000. En casi cualquier lado eso se llama estafa, farsa o, peor aún, robo. Por más pastor que se autoperciba el “milagreado”.

En la Biblia, un milagro no es algo parecido a un “abracadabra”. Es un signo, incluso puede ser totalmente razonable, normal o cotidiano, en el que personas creyentes intuyen la presencia de Dios (la fe es el punto de partida, no el de llegada). No se trata de un obrar casi mágico “para que crean”, sino un “puesto que creemos” experimentamos, de algún modo, a Dios presente. Algo puede ser normal o razonable y ser visto por las personas del ambiente bíblico como milagros. El milagro no pretende responder “cómo es posible esto”, sino “qué quiere decir esto”. Pretender milagros “para que crean” no tiene nada que ver con lo que los milagros son en la Biblia. Mostrar milagros para que crean que soy un pastor “milagroso” se parece más a la manipulación que a los signos bíblicos. Y, si para peor, esos milagros suponen, esperan, proponen, insinúan, invitan a “dejar dinero” en la Iglesia del pastor (o cura), la estafa está a la vuelta de la esquina. Jesús no podía hacer milagros allí donde no había fe, porque estos la acompañan, no la “demuestran”.

Y esta manipulación (que, además, en la Biblia es camino a la idolatría) pretende conseguir clientes, sumisos, casi esclavos, que no “de Dios” sino del pastor (o del cura) que pretende mostrarse o se presenta como su “delegado” (o vicario).

Pero no podemos negar que hay muchas y muchos que creen – mágicamente, autopresentado como “milagrosamente” – que allí, de algún modo, Dios se hizo presente. Habrá quienes creen que un anillo de plástico se convirtió en uno de diamante, que había polvo de oro en algún lado, o hasta que a una persona le creció un dedo que había perdido. Curioso Dios ese tan funcional a las arcas del pastor y no al servicio de los pobres. Y esos creyentes (“es creer o reventar”), fanáticamente, no dejarán de hacerlo por más razones o hasta pruebas que se les muestren. No estaría de más preguntarse ¿a dónde va el dinero? ¿a dónde va el poder? Si hasta hay creyentes en otro pastor que afirma que bajó el número de pobres, que la economía está en crecimiento, que este es un gobierno exitoso y en todas partes se habla del “milagro argentino”. Como digo, en la Biblia los milagros son otra cosa, y si Dios no está reinando (en los pobres), pues no hay milagro. Sencillamente. Lo que avanza, evidentemente, es la estafa.

 

Imagen tomada de https://latam.kaspersky.com/blog/top-2023-job-scams-and-how-to-avoid-them/25781/?srsltid=AfmBOoqgl2gxIhdVs25zu8Rx9qUgGO3Xw3c_rcV2f6ofYMJ5Kh2P8w01

viernes, 11 de julio de 2025

“La vida es bella”

“La vida es bella”

Eduardo de la Serna



Esto de ser humanos ¡es maravilloso! No ignoro las mil dificultades y dolores que conlleva nuestra vida cotidiana, no ignoro los límites ni nuestras metidas de pata, o las de otros que nos afectan… Pero no deja de ser maravilloso. «A pesar de todo repito “la vida es bella”» decía una y otra vez Etty Hillesum en el campo de confinamiento en Westerbork, Holanda, antes de ser “trasladada” a Auschwitz. No son pocas las veces que no sabemos mirar la belleza en lo sencillo, lo pequeño, lo casi insignificante. Y, muchas veces, casi “mirándonos el ombligo” nos llenamos de amargura, de tristeza, de miserias. “¡La vida es bella!”, “solo hay que saber mirar”. Obviamente no ignoro todo lo que nos rodea y nos invita al odio, al miedo, a la indiferencia… ¡No lo ignoro! Como no ignoro que a nuestro alrededor hay cientos de personas que parecen casi consagradas a amargarnos la vida, a volverla despreciable, o descartable. Lo siento por ellos, pero ¡la vida es bella! La vuelven bella cientos de quienes nos acompañan en el camino, la vuelven bella los amaneceres y atardeceres, los animales y las flores, las fiestas, las risas ¡y hasta los llantos de quienes amamos! Un vaso de vino o una torta frita, una música a lo lejos o un aroma cercano, la vuelven bella las risas de los niños o la paz de los ancianos. Y no logran hacerla menos bella los dedicados a arruinarla.

Tengo claro que esa vida está limitada. Tenemos libertad, ¡y la necesitamos!... sin ella no podemos casi respirar, pero a veces la usamos mal. Ser libres no significa no errar. Pero ser libre implica reconocerlo y desandar caminos para el reencuentro, para la fiesta del reencuentro. Y ese reencuentro vuelve a gritar que la vida es bella.

También tengo claro que hay quienes no pueden mirar más allá de ciertos prismas, con anteojeras que no les permiten ver esa fiesta, esa vida que florece. Y lo siento por ellas y ellos. Y quisiera gritarles alegremente que están invitados a otra vida posible. La de la libertad con miles de libres en camino, en esperanza, en fiesta, en pueblo.

Saber que “la vida es bella” no es una ficción, una ilusión o un engaño, sino mirar a lo profundo. A lo más profundo. A la médula de la vida. Allí donde está la vida, precisamente. Allí donde emerge la alegría, aun en los momentos duros.

Para quienes creemos en Dios, allí está, en la vida vivida. En el amor que es militancia, que es salir hacia otras y otros, que es encuentro y abrazo, llanto y fiesta. La vida es bella, lo repito. Y no con la actitud de quien quiere convencerse de lo que en el fondo no cree, sino de quien quiere revelarlo a entristecidos, amargados, odiadores, individualistas o, simplemente, libertarios.


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jueves, 10 de julio de 2025

Filemón, Apfia y Arquipo

Filemón, Apfia y Arquipo

Eduardo de la Serna




Dentro de las cartas que Pablo escribe, encontramos una dirigida a un señor llamado Filemón. No sabemos prácticamente nada de él, y fuera de lo dicho en esta carta, jamás vuelve a ser mencionado. Pero algunas cosas podemos descubrir en tan pocos renglones (es la carta más breve de Pablo, y tiene solamente un capítulo).

En los destinatarios, además de Filemón, el sujeto al que Pablo escribe, se menciona a otras dos personas: una mujer, Apfia y otro varón, Arquipo (vv.1-2). Todo indica que son familia, quizás hermanos, pero más posiblemente un matrimonio y su hijo, aunque este ya es adulto y militante en la comunidad eclesial (“compañero de armas”, lo llama, v.2). En su casa se reúne la comunidad (“la iglesia de su casa”, v.2), lo que indica que es lo suficientemente amplia como para recibir a varios miembros. Y sabemos que Filemón tenía (al menos) un esclavo: Onésimo; es decir, tenía un pasar económico acomodado. El nombre Apfia se menciona sólo aquí en la Biblia, aunque también se lo encuentra en escritos de la región de Frigia. Arquipo vuelve a mencionarse en la carta a los Colosenses (4,17). Colosas es una importante ciudad de Frigia por lo que pensar que Filemón y su familia son de esa zona es algo bastante razonable.

En el mundo antiguo, la esclavitud era tenida como algo “natural”. Dependiendo de los tiempos y de las regiones, las razones para ser esclavos variaban, pero en tiempos de Pablo en el Imperio Romano había fundamentalmente dos razones: en batallas o saqueos (por ejemplo, de los piratas) se secuestraba gente o se capturaba a los derrotados, y los cautivos eran vendidos como esclavos, o, también, se lo era por descendencia: los hijos e hijas del esclavo eran también ellos esclavos. Sobre Onésimo, el esclavo, ya hemos escrito en otra ocasión, pero veamos el caso de Filemón, el amo.

Un amo, aunque fuera muy distinto a los traficados en los tiempos modernos de la captura de negros en el África y la correspondiente compra-venta, podía disponer de su esclavo para lo que quisiera. Los deseos de este no importaban en lo más mínimo. Amo (o ama) podían disponer incluso para satisfacer sus deseos sexuales o los de sus amigos o conocidos. Sin embargo, no era infrecuente que un esclavo fuera liberado (se los llamaba “libertos”), lo que era habitual que ocurriera cerca de los 30 años de edad; sin embargo, también el liberto quedaba en una cierta relación de dependencia con su antiguo amo (o ama). De todos modos, aunque pudiera haber relaciones amables, el esclavo era “una cosa” al servicio del amo. Nadie pensaría, por ejemplo, en que la esclavitud es algo “antinatural”, o “inhumana”. Sin embargo, esto, en Israel, es diferente: nadie puede esclavizar a otro judío, porque es su “hermano” (Dt 15,12-15). Es cierto que en el imperio romano las leyes judías no tenían ningún valor legal, pero nada impedía que alguien quisiera voluntariamente seguirlas. Y es a este desafío que Pablo invita a Filemón: a tratar a Onésimo como un “hermano” (v.16).

Es interesante formularnos una pregunta: ¿cómo reaccionó Filemón (y su mujer y su hijo) al pedido de Pablo? A comienzos del siglo II las comunidades empezaron a recolectar las cartas de Pablo puesto que se las consideraba “palabra de Dios” (ver 2 Pe 3,15). Es fácil pensar que han de haber recorrido los diferentes lugares de presencia paulina buscando cartas. Es evidente que si Filemón conservó (y entregó) la suya, es porque aceptó lo que Pablo le pedía; si no, hubiera sido muy fácil ignorar el pedido. Filemón es presentado por Pablo como “amado” y “colaborador”. Amado es amigo, y colaborador, alguien que con Pablo ha trabajado en el anuncio del Evangelio (v.1). Precisamente por eso, y porque en algún momento también él recibió de Pablo el anuncio aceptando la novedad de Jesús (v.19) es razonable suponer que Onésimo, al regresar, fue tratado como un verdadero hermano. De hecho, Filemón es conocido en el ambiente que lo rodea por su fe y por su amor en favor de los cristianos (v.5). Pablo sabe que lo hará (v.21); y el hecho de que hoy conservemos la carta es indicio de que así fue. Sin embargo, el mundo tardó muchos siglos y milenios en entender lo inhumano de la esclavitud, e incluso en nuestros días sería sensato descubrir en los maltratados y despreciados verdaderos “hermanos”.


Fragmento del s. III de la carta a Filemòn tomado de https://es.wikipedia.org/wiki/Epístola_a_Filemón

miércoles, 9 de julio de 2025

Una nota sobre la ignorancia presidencial

Una nota sobre la ignorancia presidencial

Eduardo de la Serna

Argentina va a “la depresión” y Milei es “un cobarde” - DIGITAL CHUBUT

En su pseudo-homilía en el Chaco, el presidente señaló lo preocupante que es la “envidia” (12 veces en su texto). De hecho, afirmó que la justicia social es “envidia con retórica”. La primera vez que la alude es en una cita de Génesis 26,12-14 [desconozco de qué traducción se valió ya que, por ejemplo, dijo “Dios lo bendijo” cuando el hebreo utiliza el tetragrama YHWH (que muchas traducciones evitan y transcriben Señor), mas jamás “Dios”]. Es a partir de esto que comienza a hablar de la envidia y la justicia social. Y acá afirma claramente:

¿Desde cuándo la envidia dejó de ser un pecado capital y pasó a convertirse en una virtud? No nos van a doblegar. Nosotros conocemos las Sagradas Escrituras.

Voy a dejar de lado que en ningún lado de las Sagradas Escrituras se hace referencia a los “pecados capitales” [que, además, muchísimos escritores tradicionales o contemporáneos afirman que no se trata de “pecados” sino de “vicios”, lo cual es distinto, ciertamente; ya hemos escrito en Los vicios capitales, Buenos Aires: Paulinas 1997, 63-76]. Y acá repetirá que “la justicia social, básicamente, es robarle a una persona el fruto de su trabajo y dárselo a otra”.

Siendo que la envidia, como la de los filisteos, atraviesa todo el delirio presidencial, quiero detenerme brevemente en ella. Lo cierto es que el texto del cual parte afirma que, luego del enriquecimiento de Isaac, “los filisteos le tenían envidia” [en hebreo kana’]. Evidentemente un discurso presidencial no es, ni debe ser, una “clase de Biblia”, pero, al menos, antes de decir algo, sobre temas que desconoce, debería informarse a fin de no decir tonterías.

Para comenzar, el enriquecimiento de Isaac en el texto citado no se debe a su esfuerzo y trabajo (el cual se supone, ciertamente: “Isaac sembró”) sino a que YHWH lo bendijo, por lo que su cosecha fue del ciento por uno. Evidentemente, el texto es heredero de una teología habitual en los textos más antiguos de la Biblia en los que se sostiene que a quienes son “justos” Dios los bendice con abundancia de ganados, cosechas, hijos… Este tema, con el tiempo, se fue relativizando (la experiencia decía lo contrario, por cierto) hasta ser finalmente descartado (por ejemplo, en libros como Job o Qohelet). Por tanto, la referencia bíblica presidencial es totalmente incompleta (y fundamentalista). Pero vayamos a la “envidia” de los filisteos, que es – para su insensatez y tergiversación – la causa de los males, la madre de la perversa justicia social y un pecado capital. El conflicto con los filisteos, además, es un tema muy importante en la historia bíblica, y, ciertamente, aquí es anacrónico, pero vayamos a la mala envidia [kana’] que los filisteos tienen.

Resulta que, otro texto muy antiguo, también mal citado por el no-doctor Milei, es el de los habitualmente llamados “Diez Mandamientos” [Ex 20,5; Dt 5,9]. Allí, el primero de los mandamientos afirma que Israel no puede “postrarse” ante otros dioses [recordar esto, que volveremos] porque Dios es “un Dios celoso”. Esta “característica de Dios”, sus “celos”, traduce aquí el mismo término hebreo kana’ (lo importante es notar que se trata del mismo término). Así que resulta que un término aplicado negativamente a los filisteos, en otra ocasión es una cualidad divina. ¿No era que había leído las Sagradas Escrituras? Si en otras ocasiones se jactaba de citarla en hebreo, no hubiera estado de más que lo hiciera también aquí y, en ese caso, no hubiera dicho tonterías. Pero ya sabemos eso de las peras y los olmos…

En otro texto, repitiendo un lamentable texto de Jesús Huerta de Soto, hizo referencia a la tentación del diablo a Jesús en Lucas 4,5 (pésimamente mal leída, por cierto). Lo que Satanás pretende es que Jesús se postre (en griego proskynêsês) ante él. Ciertamente, hacer eso atentaría contra el primer mandamiento – que recién hemos citado – puesto que Dios es celoso (kana’), por lo que Jesús responde citando el Deuteronomio 6,13, donde se reitera que Dios es kana’ (v.15). Hemos de suponer que este Dios bíblico, para la mesura presidencial no será un dios kuka, zurdo o cosas peores.

Y terminemos con un dato… Ciertamente el conflicto posterior entre Israel y los filisteos está en el trasfondo del texto de Isaac, y, precisamente por eso, los filisteos combaten a Isaac a quien, por otro lado, Dios bendice, y, como decimos, en los textos más antiguos, esta bendición se hace manifiesta en bienes, cosechas, etc. Pero, por ejemplo, sería manipulación de la Biblia (que es lo que Milei y los suyos, habitualmente hacen) olvidar que, precisamente cuando no hay bendición, por más que el ser humano trabaje arduamente la tierra “con fatiga sacarás de (el suelo) el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo” (Gén 3,17-18). La clave no está en el trabajo (que ciertamente se supone) sino en la bendición que Dios da a quienes son justos. Pero, ya sabemos, hablar de justicia irrita la neurona presidencial. Es preferible, para su esquema primitivo e inhumano, creer que la bendición de Dios se hace manifiesta en que, milagrosamente, 100.000 pesos argentinos se transformen en 100.000 dólares y así se pueda edificar una mega iglesia en la cual puede decir cualquier cosa sin que nadie lo cuestione. ¡Amén!


Foto tomada de https://digitalchubut.com/argentina-va-a-la-depresion-y-milei-es-un-cobarde/

 

martes, 8 de julio de 2025

Domingo 15C

“Vete a practicar la compasión para que vivas”


DOMINGO DECIMOQUINTO - "C"


Eduardo de la Serna





Lectura del libro del Deuteronomio     30, 9-14



Resumen: Israel tiene un Dios cercano, un Dios que es “su Dios”, a pesar de que “su pueblo” le ha sido infiel y lo ha rechazado. Luego de un tiempo de purificación, Dios vuelva a proponer el encuentro, como una suerte de nuevo éxodo, con una nueva circuncisión, recordándoles que poner en práctica los mandamientos es algo accesible a la vida de los suyos.

El libro del Deuteronomio es un libro complejo y revela diferentes etapas en su composición; seguramente es terminado en tiempos del exilio de la élite en Babilonia (587 – 537 a.C.). Una parte del texto litúrgico del día, alude expresamente a esto (30,1). Sin embargo, narrativamente el pueblo se encuentra en la región de Moab en camino a la “tierra prometida”, y los vv.11-14 parecen volver a ese tiempo. De hecho, la primera parte de la unidad literaria (30,1-10) parece estar en conexión con Dt 28, no tanto con cap.29. Veamos brevemente la unidad para entender mejor el texto litúrgico. La referencia a la bendición y maldición (cf. Dt 28 con el que está relacionado); abandona la segunda persona del plural para pasar al singular. Yahvé tendrá piedad de “ti” por gratuidad (4,31; cf. Jer 30,18; 33,26; Mi 7,19).

El exilio parecería indicio de que Dios ha roto definitivamente la alianza con su pueblo (28,58-68), sin embargo no es así como el autor del Deuteronomio lo ve; por el contrario es visto como un momento pedagógico. Si el gran pecado de Israel es la idolatría (“Sólo a Yahvé adorarás”, 5,6-7; 6,4), el exilio es un gran momento purificador; no es –entonces- el “fin de los tiempos” sino el fin de “estos tiempos”. Por eso el término clave de la unidad es “conversión”, “volver” (šûb; 30,1.2.3.8.9.10; cf. 4,29-31; 1 Re 8,46-50) “con todo el corazón” (vv.2.6.10) y por eso se repite tan frecuentemente en toda la unidad “Yahvé tu Dios” (30,1.2.3[2x].4.6[2x].7.8.9[2x].10[2x]) es decir, el Dios de la alianza (“ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios” (Ex 6,7; Dt 26,17-18; 29,12). Como estaba mandado, estas cosas deben pasar por “el corazón” (6,4). Una suerte de “nuevo éxodo” se repetirá en el destierro (30,3-5). Dios mismo (ya no “el pueblo”, o cada uno) circuncidará el corazón de su pueblo a fin de que la alianza sea plena. Para estos, Dios les garantiza la “fecundidad” de los vientres, los ganados y los suelos (v.9) porque así serán felices y Dios se complacerá en ello. Esto se concluye en v.10 donde retoma por última vez las dos ideas fuerza (“tu Dios” y “conversión”, como hemos dicho). Este libro (v.10) es la ley, el mismo Deuteronomio (cf. 28,58.61; 29,19.20.26). No es una alianza esotérica que requiera medios extraordinarios, es una alianza con el corazón (Jer 31,33; Ez 36,26-27, como la circuncisión, v.6).

Sin embargo, existe la posibilidad de que el pueblo crea que el cumplimiento de las normas y preceptos (v.11) es prácticamente imposible, y entonces dedica el párrafo siguiente (vv. 11-14) a desmontar esa idea. Al pasar el mandamiento por el corazón, lo interioriza, lo vuelve cercano. La referencia a la distancia entre cielo y tierra es frecuente en la literatura sapiencial (Pr 30,4; Bar 3,29-30; cf. Sal 139).

Como se ha dicho, los vv. 11-14 no tienen conexión directa con los versículos precedentes ni con los posteriores; retornan bruscamente a la realidad de la generación que está en Moab y su temática parece empalmar con 29,28 (no con c.28 como los vv.1-10). La intención es hacer ver a los contemporáneos que el cumplimiento de la ley es posible, porque esta no es lejana (cielo, mar) sino cercana (boca, corazón); cf. 6,6-7; Jos 1,8. El mar es símbolo del caos (Sal 33,6-9; 74,12-15), cruzarlo –por tanto- es sinónimo de la dificultad por excelencia (como también se ve en escritos mesopotámicos; es bueno recordar que Israel no es un pueblo navegante, como sí lo son los fenicios). La idea principal es que para Israel, Yahvé es un Dios cercano (Dt 4,7), y también son cercanos los medios que él mismo propone para amarlo.


Lectura de la carta a los Colosenses             1, 15-20



Resumen: Dado que algunos en Colosas han interpretado la persona de Cristo como uno más de los ángeles, el autor de la carta intenta destacar –y el himno introductorio lo presenta claramente- la primacía fundamental de Cristo ya desde la creación, y luego en el acontecimiento reconciliador de la creación entera.

Para comenzar con esta carta, que se leerá durante algunas semanas, destaquemos algunos breves elementos introductorios que conviene tener presentes.  Es muy probable que esta carta no sea compuesta por Pablo sino por un discípulo, transcurrido bastante tiempo y –probablemente- habiendo ya desaparecido el Apóstol. Hay muchos indicios que nos invitan a esta conclusión, como temáticas que indican el paso del tiempo, y respuestas que también parecen propias de nuevas realidades y una mayor “organización” eclesial. 

El texto que se propone en la liturgia es un gran himno introductorio, donde encontramos presentados algunos elementos que se desarrollarán más extensamente –o más claramente- en el cuerpo de la carta. 

Algunos autores proponen que el himno comienza en realidad en v.12, pero es posible que vv.12-14 sean una suerte de conclusión de lo anterior e introducción al himno, es decir, un pasaje de transición con elementos comunes a la acción de gracias y oración inaugural (1,3-11) y también al himno (1,15-20). 

Se trata de un texto primitivo quizás no paulino de origen litúrgico, con interesantes reminiscencias a los textos sapienciales bíblicos y para-bíblicos (Qumrán incluido), incorporado por el autor para ilustrar lo que desarrollará a continuación. Es interesante ver cómo está estructurado el himno para ver cómo despliega su pensamiento el autor:

1.- Él es… (hos estin) […] Primogénito (prôtotokos) v.15
2.- pues en él (hoti en auto) todas las cosas (ta pantaen cielos y tierra v.16
3.- todo por él y para él (panta di autou kai eis auton) v.16

1.- Él es… (hos estin) […] Primogénito (prôtotokos) v.18
2.- pues en él (hoti en auto) toda la plenitud (pan ta plêrôma) v.19
3.- por él … y todo para él (kai di autou… ta panta eis autonen la tierra y los cielos v.20

Esto nos muestra dos estrofas construidas de modo semejante, la primera poniendo el centro en la creación (v.15.16 formando inclusión) y la segunda en la reconciliación (v.20; también presentada como pacificación). 

El tema de la primera estrofa es el papel de Cristo en la creación. Como pretende destacar la preexistencia y su relación con la creación, el autor recurre a imágenes propias de la literatura sapiencial: Pr 3,19; 8,22-31; cf. Sab 7,22; 9,2-4. 

Pablo hablaba de los seres humanos como “imagen” de Dios (cf. Rm 8,29; 1 Cor 11,7; 15,49; 2 Cor 3,18) pero también lo dice de Cristo (2 Cor 4,4); la imagen (eikôn, de donde viene nuestro término “ícono”). El término remite frecuentemente a los ídolos (cf. Mc 12,16p; Rm 1,23) pero en la carta lo volvemos a encontrar en referencia a Cristo (el Hombre Nuevo) “imagen” del Creador (3,10).

Los “Tronos, dominaciones, Principados y Potestades” forman parte del “todo creado en cielos y tierra”. No es evidente a qué se refiere ya que en 2 Pe 2,10; Jds 8 se refiere a personajes terrenos. El trono (thrónos) es con frecuencia un asiento (cf. Mt 5,34; 19,28…) y jamás se encuentra en Pablo ni en sus discípulos fuera de aquí. El señorío (kyriótês) fuera de este texto y en 2 Pe y Jds lo volvemos a encontrar en Ef 1,21, un texto que parece influido por Colosenses. Los “principados” (arjê, por tanto también príncipe, principio, comienzo) los encontramos en Rom 8,38 que parece contrapuesto (por el contexto) a ángeles, en 1 Cor 15,24 junto con “poder y dominación” son destruidos por Jesús que está por encima de ellos (Ef 1,21) al final de la historia, se manifiesta a ellos y potestades en la Iglesia (Ef 3,10) que son “fuerzas del mal” (Ef 6,12). Jesús es el “principio” (Col 1,18), la “cabeza” de todo “principado y potestad” (2,10) y son despojados por Cristo (2,15). Las potestades (exousía, por tanto también poder, derecho, libertad) en Rom 13,1.3 se refiere a las autoridades romanas, como se dijo, son adversarios de Cristo (1 Cor 15,24; en Ef 2,2 tienen que ver con el “príncipe” (arjontes) del poder y espíritu que actúa en los rebeldes; 3,10; 6,12; en Col 1,13 es “poder de las tinieblas”; cf. 2,10.15). Como se ve, en general se refiere a fuerzas supra-humanas, con frecuencia ángeles que obran el mal. En este caso, luego de haber señalado que todas las cosas fueron creadas “en él”, señala un par de merismos (construcción retórica que expresa la totalidad señalando extremos opuestos: cielo-tierra; visible-invisible) y concluye señalando la creación de estas fuerzas, para las que la “herejía colosense” contra la que el autor reacciona, parecen fuerzas rivales de Cristo, o “complementarias”.

Una nota sobre la “herejía de Colosas”: La angelología fue muy desarrollada en el judaísmo tardío; incluso empieza a proliferar una suerte de culto a los ángeles que será combatido en el N.T. (cf. Col 2,18; Heb 1,5.13). Pareciera que algunos en Colosas, ante la importancia dada a Cristo por los cristianos lo han puesto como “un gran ángel” o algo semejante. De allí la insistencia del autor en relacionarlo con la Creación, y como que “todo” fue creado “en él, por él y para él”, es “el primero en todo”, y “en él reside la plenitud de Dios corporalmente” (2,9; cf. 1,19) e incluso los “derrota”.

Como dijimos, la referencia a antes que todo alude a los textos sapienciales de la sabiduría. El himno presenta a Cristo como preexistente, otro reflejo de especulación sapiencial del judaísmo helenístico.

En la segunda estrofa, se destaca que Cristo es “la cabeza del cuerpo, la Iglesia (v.18; cf. 2,19). Muchos autores suponen que «la Iglesia» altera la idea de Cristo como cabeza del cuerpo cósmico, y que sería un añadido a un texto primitivo. Pero el tema “cabeza del cuerpo, la Iglesia” es un tema importante en Colosenses (1,24.27; 2,17.19; 3,15 y en Efesios 1,23; 4,15- 16; 5,23). En los escritos auténticos de Pablo la imagen del cuerpo es usada como metáfora de la Iglesia (1 Cor 6,15; 10,16-17; 12,12-27; Rom 12,4-5); en este caso no se trata de una “imagen como un cuerpo” sino del mismo cuerpo de Cristo (tampoco de un “cuerpo místico”, por cierto) lo cual significa un avance con respecto a Pablo.

Una nota sobre la escatología de Col (y Ef): como se sabe, Pablo espera para un tiempo relativamente cercano la venida de Jesús (cf. 1 Tes 4,15-17; 1 Cor 15,51-52). Sin duda que Pablo fue evolucionando en este sentido, especialmente cuando empieza a ver la muerte suya como algo posible y cercana. Pero no parece –en este caso- que Pablo piense que Jesús demorará su venida sino que él adelantará su partida. Con el paso del tiempo, la demora de esta venida de Jesús fue un tema interesante para los cristianos. ¿Por qué se demora? Mientras algunos autores (emblemáticamente 2 Pe 3,3-10) destacan que se demora expresamente a fin de dar la ocasión de la conversión; otros (y Colosenses es un ejemplo de ello; también Efesios o el evangelio de Juan) señalan que nosotros en cierta manera ya entramos en este ámbito escatológico. Eso se verá claramente en Ef 2,6 donde “nosotros” ya estamos resucitados, sentados en los cielos “en Cristo”. En este sentido, la imagen de la cabeza y el cuerpo sirve en cierta manera para remarcar esta tensión entre lo que se ha llamado frecuentemente el “ya", y el "todavía no”.

Señalar que Jesús es el principio parece ser un juego de palabras entre arjê, principio, referido a la preexistencia y al rol de Cristo en la creación, y arjê, «principado» que hemos señalado. Es paulino también la idea de Jesús como el primogénito de entre los muertos (cf. Rom 8,29; 1 Cor 15,20) en obvia referencia a la resurrección de Jesús y su estrecha relación con la de la humanidad.

Al señalar que en él reside la plenitud parece una versión abreviada de lo que dirá en 2,9: “en él reside la plenitud de la divinidad corporalmente”. Los que piensan en un himno primitivo no paulino, lo relacionan con la plenitud de poder en la creación. 

Pero el objetivo es la “reconciliación” (apokatallasô, término que sólo se encuentra en Colosenses 1,20.22 y Efesios 2,16; Pablo utiliza simplemente katallassô, cf. Rom 5,10; 2 Cor 5,18.19.20; cf. 1 Cor 7,11) que es sinónimo de “pacificar” (única vez en el NT; y sólo una vez en el AT griego, Pr 10,10). Lo que se reconcilia es “todo”, lo que se pacifica (por la sangre de su cruz) es también “todo” expresado en el merismo “tierra y cielos” (v.20).


Evangelio según san Lucas     10, 25-37


Resumen: Un doctor de la ley, por tanto un experto, pregunta a Jesús por la ley. Todo se sintetiza en un mandamiento doble de amor a Dios y al prójimo. Pero ser prójimo no es algo de escuelas rabínicas, sino un accionar movido por la compasión y la misericordia. El que vive de esa manera es el que alcanza la vida.

En el Evangelio de Marcos, fiel a su estilo de destacar 3 cosas, presenta tres encuentros de Jesús con diferentes grupos al llegar a Jerusalén: fariseos y herodianos, saduceos y escribas. La pregunta del escriba es sobre el “primero de todos los mandamientos” (12,28) y Jesús responde por “el primero” y “el segundo” (vv.29.31) afirmando que “no hay mandamiento mayor que estos” (v.31). Lucas, en cambio, prefiere modificar el lugar de este acontecimiento, y lo ubica en la gran sección del camino (9,51-19,40). Como se ha visto en los domingos anteriores, esta gran sección destaca centralmente el papel del discipulado. El texto que la liturgia propone sigue esta misma dinámica.

Aquí el que formula la pregunta lo hace “para ponerlo a prueba” sin que sea muy claro cuál sería la prueba en este caso, quizás obligarlo a que diga claramente qué lugar tiene la Ley en la misión de los seguidores de Jesús; además, el que formula la pregunta es presentado como un hombre de la ley (cf. 11,45.46.52; 14,3). La escena es doble (y particularmente la segunda es propia de Lucas, la así llamada "parábola del buen samaritano"). 

1.      Pregunta del doctor de la ley
v.25
v.29
2.      Contra-pregunta de Jesús
v.26
vv.30-36 -parábola-
3.      Respuesta del doctor de la ley
v.27
v.37a
4.      Mandato de Jesús
v.28
v.37b

A diferencia de Marcos, no es Jesús quien responde sino el mismo doctor de la ley haciendo suya una doble cita de Dt 6,5 y Lev 19,18. Jesús confirma, entonces, la importancia de la ley “para obtener la vida”. La pregunta había sido para alcanzar la vida y Jesús concluye afirmando que “vivirá” si “hace eso” (v.28). 

Las diferentes escuelas judías debatían sobre “quién es miembro del pueblo de Dios”, es decir, ¿quién es mi prójimo? Es la formulación que retoma el doctor de la ley a fin de “justificarse” por hacer una pregunta que debería serle obvia (y que, de hecho, él mismo responde). La nueva pregunta parece ahora propia de las escuelas. La escuela de Shammai, más rígida, sostenía que sólo son “prójimos” (y por tanto alguien a quien se debe amar y reconocer) los “buenos judíos”; la escuela de Hilell, en cambio, más abierta, afirmaba que prójimo es “todo judío”. Lo que ahora viene a preguntar el doctor de la ley parece ser por qué escuela es que Jesús se inclina. 

Antes de formular la contrapregunta, Jesús narra una historia. Como suele ocurrir en muchas parábolas se trata de una historia verosímil con un final provocativo. Ante una persona “medio muerta” (v.30) a causa de un asalto, era razonable que escribas y sacerdotes no tocaran al herido a fin de no contaminarse de impureza por contacto con cadáver [Lev 21,1; Núm 5,2; 19,11; Ag 2,13] o por sangre [Lev 12,5; 15,19.25; cf. Gen 9,4] (vv.31-32). La provocación viene dada porque el accionar esperado y deseado proviene de un “samaritano”. Cualquier oyente de Jesús -o lector de Lucas- sabe que los samaritanos son personajes rechazados en Israel a causa de una mutua tensión y enemistad (ver Jn 4,9; Lc 9,52-53). Lo que caracteriza el accionar de este samaritano es la “compasión” (splagjnizomai; término que remite a las splagjna, las entrañas). Esta compasión lo lleva a una delicada atención del herido: curarlo, cuidarlo, conducirlo a un albergue, y proveer su sustento y cuidado en su ausencia (vv.33-35). Como suele suceder en las parábolas, no hay que buscar sentido a cada cosa o cada paso dado por el samaritano, sino simplemente descubrir en ellos la dedicación a la que la compasión por el herido mueve al samaritano. 

Esta parábola ha sido con frecuencia alegorizada, con lo que pierde la mordiente que Lucas quiere darla. De ninguna manera el samaritano es Jesús, como se dice en ocasiones... el samaritano es un enemigo, y de ahí el fuerte contraste con sacerdotes y levitas, y lo inesperado de su misericordia.

Planteada la situación francamente chocante, encontramos la contra-pregunta de Jesús. Contra-pregunta que tiene un pequeño cambio con respecto a la pregunta inicial. Ésta era “quién es mi prójimo” y Jesús pregunta “quién se comportó como prójimo”; es decir, no importa quién es el miembro del pueblo de Dios que es así acreedor del amor de los “hermanos”, sino cuál es el modo de obrar que se espera de un miembro del pueblo de Dios. 

Los dos términos clave en esta parábola son sinónimos: compasión y misericordia. La compasión es lo “entrañable” (splagjna). El verbo sólo se encuentra en los Sinópticos en el NT (5x en Mt; 4x en Mc y 3x en Lc); es la actitud característica de Jesús ante el sufrimiento. El sujeto del verbo casi siempre es Jesús, y en Lucas tiene una nota característica: en los 3 casos se dice en un contexto de “muerte”: ante la viuda de Naim (7,13), y el padre del hijo que vuelve a casa después de dilapidar la herencia, “estaba muerto y ha vuelto a la vida” (15,20) o, aquí, ante el herido “medio muerto”. La compasión de Jesús, que mueve a su obrar, en Lucas está en estrecha relación a la vida. La misericordia (eleos), en cambio, es más frecuente en el NT, en Mt (3x) se trata de lo que Dios quiere de la humanidad (9,13; 12,7; 23,23); ausente en Marcos, se encuentra 6x en Lucas, fuera de este texto, siempre en el Evangelio de la infancia (1,50.54.58.72.78; 4x en himnos litúrgicos). Ausente a su vez en Juan y en Hechos, lo encontramos 4x en Pablo, 6x en las cartas de discípulos de Pablo, 2x en Sgo y Jds, y x1 en Heb, 1 Pe y 2 Jn. Es interesante el uso en Lc 1,78 que habla de las “entrañas de misericordia” (splagjna eleous). 

El doctor de la ley responde, pero a la pregunta no dice “el samaritano”; es que se trata de un grupo estigmatizado y despreciable. Sin embargo “practicó misericordia” (eleos), y en este caso nada menos que un samaritano se muestra como miembro del pueblo  de Dios en su obrar. De allí el nuevo mandato de Jesús: “haz tú lo mismo” con lo que amplía el horizonte de pertenencia (y de discipulado) y le muestra el camino a la “vida eterna” que el doctor de la ley esperaba.


el video con comentario al -Evangelio del domingo. Se puede ver en
https://youtu.be/fJjkVfTizAA
o también en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2025/07/video-con-comentario-al-evangelio-del.html


Foto tomada de http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=814