¿Habrá una casa para Jesús que viene?
Al entrar en la casa,
salúdenla invocando la paz sobre ella. Si esa casa lo merece, que la paz
descienda sobre ella; pero si es indigna, que esa paz vuelva a ustedes. Y si no
los reciben ni quieren escuchar sus palabras, al irse de esa casa o de esa
ciudad, sacudan hasta el polvo de sus pies. (Mateo 10,12-14)
En la Iglesia católica romana, el
tiempo de Adviento es tiempo de esperanza. Tiempo de preparar la venida de
Jesús que celebraremos en la Navidad. Pero “esperar” no es una actitud pasiva,
de inacción y pietismo, es tiempo activo, dinámico y militante. No es dar la
espalda a la historia y cerrar los ojos a la realidad. ¡todo lo contrario! Es
“preparar el camino”, “enderezar los senderos”. Es hacer todo lo posible para
que Aquel que viene, al llegar, “se sienta en casa”.
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¿Se sentiría en casa Jesús si ve a sus hermanos
y hermanas indiferentes ante el dolor y la injusticia, la mentira y la
violencia que padecen millones?
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¿Se sentiría en casa si ve– a pesar de los
mentirosos números oficiales – la pobreza creciente, la falta de trabajo, de
salud, de alegría de sus amigos?
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¿Se sentiría a gusto al ver a los jubilados
apaleados, los maestros despreciados, la salud pública negada, los derechos
conculcados?
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¿Cómo se sentiría Jesús si ve que los que nos
llamamos sus hermanos o hermanas vivimos un individualismo exasperante, un “no
te metas” o, un regreso del “algo habrán hecho”?
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¿Qué pensaría Jesús si se encuentra que se niega
la violencia de la dictadura cívico militar con bendición eclesiástica y que la
política de Derechos Humanos es boicoteada y negada, que la Memoria, la Verdad
y la Justicia están ausentes, o que las Fuerzas Armadas no aparecen
subordinadas al poder político?
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¿Cómo actuaría Jesús al ver que en nombre de la
libertad se atenta contra la libertad verdadera, porque es sólo libertad de los
poderosos y la esclavitud con nuevos modos aparece en el horizonte?
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¿Y si mirando a sus preferidos con discapacidad
se encontrara con que la corrupción y los sobornos, que se revelan en cuadernos
reales, les complican el acceso a sus medicamentos?
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¿Cómo le diríamos a Jesús que se nos invita a
odiar más, que se insulta y agrede y que la política, que debiera ser un modo
excelso de caridad, se ha convertido en clientelismo, mentira y avasallamiento?
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¿Cómo podríamos explicarle a Jesús que se apoya
un genocidio en el extranjero, se aplaude la tortura y se rompe con la
fraternidad de los históricos pueblos vecinos y hermanos? ¿Le contaríamos de la
escandalosa compra de armas que nos recuerda los peores momentos de nuestra
historia reciente?
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¿Cómo se sentiría él si llegara a su tierra de
origen, avasallada y masacrada, o si eligiera volver en el África, ninguneada y
expoliada o en el Caribe bombardeado?
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¿Cómo nos preparamos para la venida de Jesús? El
Dios que entra en nuestra historia, haciéndose pobre, se hace uno de nosotros y
nosotras y toma partido por los insignificantes y a quien celebraremos en la
Navidad desde los pobres y envuelto en pañales ¿sonreirá en el encuentro con
sus hermanas y hermanos o llorará en soledad la indiferencia? Y si en lugar de
un pesebre, ¿hubiera nacido en una patera en el Mediterráneo, en un comedor del
Conurbano o en medio de las guerras silenciadas en el África subsahariana? ¿Lo
iríamos a abrazar?
Nos preparamos para decir “¡feliz
Navidad!, pero – como dijeran nuestros hermanos mayores del Movimiento de
Sacerdotes para el Tercer Mundo en 1968 – “Feliz Navidad, ¿para quién?”
Curas
en opción por las y los pobres
Adviento 2025

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