jueves, 20 de noviembre de 2025

Ageo: Un profeta breve.

Ageo: Un profeta breve.

Eduardo de la Serna



Dentro de los muchos imperios que dominaron y oprimieron a Israel, los persas ocupan un lugar muy importante. Sucedieron a los babilonios y precedieron a los griegos. En el año 539 los persas derrotan a los primeros y, luego, fueron derrotados por los segundos en el año 333. Los babilonios habían destruido Jerusalén y con ella el Templo (587). Ciro, el persa, permite al grupo de judíos cautivos regresar a su tierra desde el exilio en la Mesopotamia y los alienta a reconstruir el templo y celebrar su culto. Los persas pretendían no tener con los diferentes pueblos sometidos tensiones innecesarias; sólo pretendían que pagaran impuestos, para lo que instalaron diversos gobernadores (llamados “sátrapas”) en las distintas provincias de su amplio imperio. Además, Ciro pretendía la simpatía con los judíos para que ellos no fueran un obstáculo por el que debía pasar cuando se dirigiera a Egipto. En este sentido, además, los persas alientan a que un descendiente de David, Zorobabel, y un sacerdote, Josué, fueran organizando la Jerusalén reconstruida.

Es durante el 2do año de Darío, el persa (año 520), que Ageo recibe el encargo de parte de Dios de hablar. Curiosamente, el texto nos dice con precisión los días en los que recibe la misión de hablar: el 1er día del 6to mes (29 de agosto de 520; ver 1,1), el 21 día del 7mo mes (dos veces en este mismo día), es decir el 17 de octubre (1,15 y 2,1) y el 24vo día del 9no mes (18 de diciembre). Como se ve, según el mismo profeta lo indica, sólo durante tres días recibió el encargo de Dios de profetizar.

Ahora bien, ¿qué es lo que ve Ageo y ante lo que pronuncia una palabra de parte de Dios? Que hay muchos que han hecho sus casas, suntuosas y fastuosas, pero todavía Dios “no tiene casa” (2,4: ver 1,12-15). 

¿No es, esto, contrario a los profetas anteriores a él que insistían que Dios no quería culto sino justicia? Pues no, no lo es. En este caso, porque lo que Ageo indica es que los pobres no tiene un lugar de encuentro y acogida (1,2.4.9); la clave es la situación de los pobres (1,5-6.9.10-11; 2,16). No es un templo “al modelo persa” sino uno según el Dios de Israel el que el profeta reclama que se construya. Y, acota, precisamente porque se han desentendido de los pobres es que Dios no ha mandado sus lluvias y hay sequía. Dios y el Templo están ligados a la naturaleza. La mesa de los pobres no puede estar vacía, porque si eso ocurriera también estarán vacías las mesas de los poderosos por falta de cosechas.

Por eso, además, Ageo no solo insiste en la reconstrucción del Templo, sino que confía en Zorobabel, como un descendiente de David que ha de ser coherente con el proyecto de Dios para su pueblo (2,23), como una especie de gobernador, aunque no sea reconocido como rey (ver 1,1.12.14; 2,2.4.21.23). Pero, además, también espera que, en un futuro no lejano (2,7-8.21-22), venga también un rey (descendiente de David; por eso insiste en calificar a Dios como “de los ejércitos”, ¡14 veces!) que permitirá que Israel sea fiel a la voluntad de Dios.

Con esto, y con un lenguaje especial, aunque no lo diga explícitamente, Ageo se manifiesta como “anti-persa” destacando la participación de Dios en la historia de su pueblo; y con algunas palabras que, si bien se originan en la liturgia, tienen también connotaciones políticas para su pueblo, como “paz” (2,9), “bendición” (2,19), o “gloria” (1,8; 2,3.7.9) …

Como se ve, Ageo aprovecha el tiempo histórico, y el aliento persa para la reconstrucción del templo, pero para proponer a partir de un modo de contraste, un modelo y una práctica que pudiera resistir cuando – pronto – los persas ya no existieran. Por eso insistirá que Dios le repite a su pueblo: “yo estoy con ustedes” (1,13; 2,4). El Dios de Israel es un Dios que no suelta de su mano a sus amigos y amigas.

 

Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Hageo

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